U.D. 8: La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
1. Las causas de la implantación de la dictadura.
El período entre 1918-1923, fueron años de una crisis generalizada en España:
En el plano político, se desarrollaron los gobiernos de concentración. Se sucedieron doce gobiernos en menos de seis años. Respaldados por pequeñas minorías, profundamente divididos y enfrentados a la amenaza de dimisión del Rey, fueron incapaces de sacar al país del atolladero.
Entre 1918 y 1920, se acentuó fuertemente la crisis económica: Disminución de la producción y exportaciones, baja de los salarios, cierre de empresas, aumento del paro. También contribuyó a crispar la tensión la enorme repercusión de la epidemia de gripe de 1918, que afectó a toda Europa, pero se cebó especialmente en España. En consecuencia, la conflictividad social se disparó, multiplicándose el número de huelgas. Todo el año 1919 estuvo marcado por los conflictos sociales. La huelga de La Canadiense en Barcelona, como se conocía popularmente a la empresa suministradora de energía eléctrica y dueña de los tranvías urbanos, en Febrero, terminó en huelga general en Marzo con implantación del estado de guerra en la ciudad, lo que costó la dimisión al presidente del gobierno del partido liberal: el conde de Romanones.
En estas circunstancias de agudo enfrentamiento clasista, surgíó en Barcelona el Sindicato Libre, organización de pistoleros formada por miembros del requeté1 financiada por los sectores más duros de la patronal, agrupados en la Federación patronal de Barcelona y que actuó, con el apoyo de la policía, asesinando a los principales líderes del movimiento obrero barcelonés, desencadenando una guerra total contra los Sindicatos únicos, denominación adoptada en 1919 por los cenetistas. Los elementos más radicales del anarquismo respondieron, a su vez, mediante la «acción directa» contra los Libres y dirigentes de la burguésía catalana. Se entró así en una espiral de violencia sin precedentes que se extendíó, en menor medida, a las principales ciudades del país.
Desde 1921, las autoridades se sumaron ya abiertamente a las represalias aplicando la Ley de Fugas, subterfugio para ejecutar a los detenidos sin juicio previo. La respuesta anarquista fue el asesinato del nuevo presidente del gobierno, el conservador Eduardo Dato, en Marzo de ese año. También el líder anarquista Salvador Seguí perdíó la vida en un atentado en 1923.
Finalmente, el recrudecimiento de la guerra de Marruecos terminó por agotar al régimen.
Annual se convirtió en un serio revés para la ya maltrecha imagen del ejército y para el gobierno. La crisis marroquí ahondaba en el desprestigio de las instituciones.
Annual se convirtió en un serio revés para la ya maltrecha imagen del ejército y para el gobierno. La crisis marroquí ahondaba en el desprestigio de las instituciones.
Desde las elecciones de la primavera de 1923, la conspiración contra el régimen parlamentario se fue fraguando. Un grupo de generales, entre ellos varios africanistas, decidieron preparar un golpe de Estado que instaurase un gobierno fuerte y, a comienzos de Septiembre, acordaron que fuese Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, quien lo dirigiese. Popular entre la burguésía y la patronal catalana por su talante duro contra los anarquistas, Primo de Rivera se sublevó el 12 de Septiembre contra el gobierno. El golpe triunfó gracias al silencio primero y al apoyo más tarde de Alfonso XIII, que encargó el 14 de Septiembre al general formar gobierno. El rey aceptó la propuesta de nombrar ministro único al general Primo de Rivera a quien asistirá, a título consultivo, un Directorio Militar compuesto exclusivamente por jefes
1 Cuerpo armado de voluntarios del carlismo.
del ejército.
2. Etapas de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
La dictadura de Miguel Primo de Rivera se divide en dos períodos: el directorio militar (Septiembre de 1923- Diciembre de 1925) y el directorio civil (Diciembre de 1925, Enero de 1930).
El período del directorio militar se caracterizó por una represión atenuada y selectiva y los comienzos tímidos del proceso de institucionalización de la dictadura. El dictador impuso un control de las publicaciones, una acción de respeto estricto al orden público, acabando con la violencia social de años anteriores, una supresión de la mancomunidad de Cataluña y de cualquier signo distintivo del catalanismo, siendo su éxito más destacado el desembarco de Alhucemas en Diciembre de 1925, que liquidaba la guerra del Marruecos español, suponiendo la pacificación de la colonia.
Este éxito militar le llevó a la creación de un directorio civil (Diciembre de 1925, Enero de 1930) en el que la dictadura abandonaba definitivamente su carácter transitorio y ensayaba, de modo cada vez más claro, la creación de un nuevo régimen con una ideología regeneracionista conservadora. De este modo, se desplegaba más abiertamente el proceso de institucionalización de la dictadura y se daba rienda suelta a su obra económica y a su obra social. A partir de 1928, la oposición reaparecíó ante los evidentes esfuerzos de la dictadura por convertirse en un nuevo régimen renunciando a ser un mero paréntesis en el régimen constitucional. En 1929, esta oposición aumentó desde diversos frentes y las repercusiones inmediatas del crack bursátil neoyorquino de Octubre de 1929 precipitaron la caída del dictador, que se produjo en Enero de 1930.
3. Carácterísticas, logros y problemas de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
El Golpe de Estado de Primo de Rivera no fue una nueva versión de los pronunciamientos del Siglo XIX. Fue el ejército como institución, no unos generales políticos al frente de los partidos civiles, quien asumíó el poder. Lo hizo, además creando, en principio, un régimen estrictamente militar, que duró hasta Diciembre de 1925 en que se constituyó un Directorio civil, y en todo momento, el nuevo régimen fue una dictadura autoritaria (aunque benévolá, paternalista, tecnocrática y a su modo regeneracionista y personalista), pues la dictadura estuvo condicionada en todo momento por la personalidad del dictador: un militar espontáneo e impetuoso, de ideas simples, de un patriotismo sincero pero rudo y elemental, de indudable simpatía y talante campechano y extrovertido, pero pintorescamente arbitrario e incongruente.
Pese a la coincidencia de la instauración de la dictadura española con la proclamación de regíMenes autoritarios en otros países europeos, ésta tuvo carácterísticas propias.
El mismo dictador y sus ideólogos exaltaron el fascismo italiano. En las medidas iniciales represivas, en la unidad nacional frente a regionalismos y nacionalismos periféricos, en el nacionalismo económico y en el hispanoamericanismo como evocación del pasado imperial español, todas ellas piezas esenciales de su propaganda y legitimación, hay indudables puntos de común entre la dictadura de Miguel Primo de Rivera y el fascismo italiano. No obstante, la dictadura española no fue un régimen fascista: no se produjo la conquista del poder por un partido ultranacionalista, antiparlamentario y asentado sobre las masas y violento. El golpe fue un golpe militar y la dictadura española respondía a una concepción esencialmente militar que, si bien con un trasfondo indudablemente conservador, entendía el ejército como
institución nacional al margen de opciones políticas concretas. La Uníón Patriótica, el intento de Primo de Rivera de crear un partido propio para sostenerse indefinidamente en el poder, no fue un partido fascista. Carecíó la dictadura de una ideología elaborada y directora. Se trató, en suma, de un régimen burocrático-militar antiparlamentario, estatalista, sin movilización política destacable, con un cierto y vago bagaje de ideas regeneracionistas.
La Dictadura, que se vio indudablemente favorecida por una coyuntura económica internacional excepcionalmente positiva, restablecíó durante un largo lustro la normalidad y la paz sociales, logró consentimiento de gran parte de la opinión pública, y gozó hasta casi el final, hasta 1928 o comienzos de 1929, de popularidad y de estabilidad. Sus dos más grandes logros fueron, sin duda, el dominio efectivo del protectorado español de Marruecos y la prosperidad económica, expansión industrial y aumento del empleo hasta 1929.
Esta prosperidad se debíó mayormente a la coyuntura económica internacional positiva, pero la propaganda del régimen lo atribuyó a su política económica: una política económica nueva que supuso una acentuación del proteccionismo económico mantenido desde comienzos de la Restauración, blindando la economía española con respecto al exterior, un decidido intervencionismo del Estado en la economía, la realización de grandes obras públicas y la creación de importantes monopolios estatales. Todo ello acarreó un notable aumento del gasto público, con resultados a corto plazo, brillantes y efectistas, pero con consecuencias a medio plazo negativas para el saneamiento de la economía española y para su desarrollo.
El intervencionismo del Estado culminó con la creación por decreto-ley de Noviembre de 1926, de la Organización Corporativa Nacional del Trabajo desde una concepción que hacía del Estado el instrumento de integración de las fuerzas sociales (capital y trabajo) al servicio de los intereses superiores de la nacíón. El resultado de esta política social no fue escaso: precios y salarios permanecieron relativamente estables, las huelgas disminuyeron sensiblemente y desde una óptica autoritario-paternalista se crearon en España los primeros fundamentos efectivos de una seguridad social: concretamente, se aprobó en 1926 un subsidio para familias numerosas y en 1929, un seguro de maternidad.
Así pues, en efecto, la dictadura de Miguel Primo de Rivera fue a su manera, sumamente conservadora, una dictadura regeneracionista que impulsó, un tanto aparatosamente, las obras públicas, las comunicaciones y la electrificación del país, que realizó cortas pero significativas reformas sociales y que, con la victoria en Marruecos y con la aparición de una subcultura de masas deportiva que brindó éxitos al país y que fue bien aprovechada por la propaganda del régimen, podía confiar en su continuidad. En 1926, el hidroavión plus ultra, con tripulación enteramente española, se convierte en el primero en cruzar el atlántico. En 1927, se conmemoraron los veinticinco años del reinado de Alfonso XIII, celebrados como una era de paz, cultura y progreso y, finalmente, en 1929, año en que comenzó la liga nacional de fútbol (una miniliga), se organizaron, también con alta rentabilidad propagandística, grandes exposiciones universales en Sevilla, de la que queda como testimonio la actual plaza de España, y en Barcelona.
Los problemas de la dictadura antes de 1928 no tuvieron trascendencia inmediata de importancia. En Noviembre de 1923, el minúsculo partido independentista de Macià, Estat Català, creado ese año, proyectó una invasión de Cataluña por el Pirineo francés, que resultó inútil, pero que hizo de Macià el símbolo de la lucha nacional catalana y que revelaba la creciente desconfianza con la que desde Cataluña se
contemplaba la experiencia de la dictadura. Diversos intelectuales como Unamuno, Valle Inclán, Blasco Ibáñez, Fernando de los Ríos, Jiménez de Asúa, Gregorio Marañón realizaron labores individuales de denuncia de la dictadura y de la Monarquía y sufrieron diversos castigos, en general, benignos.
A partir de 1928, se produjo una súbita reaparición de la conflictividad que se hizo más aguda desde comienzos de 1929. Se trató de conflictos diversos no excepcionalmente graves, pero que generaron una creciente desconfianza sobre la capacidad de la Dictadura para impulsar su institucionalización y garantizar su continuidad. Los conflictos, en efecto, erosionaron la legitimidad de la Dictadura, la desacreditaron políticamente y sacaron a la luz sus numerosas contradicciones.
A todo ello, se añadió el hecho decisivo: Primo de Rivera fracasó porque no supo crear un sistema político propio. El dictador había insinuado que no había venido para quedarse, que la dictadura sería un paréntesis excepcional para poner orden en las cosas públicas y no un nuevo régimen y fue con esa condición con la que consiguió la aceptación tácita del grueso de la opinión pública española. Todo el proceso constituyente del régimen se convirtió, pues, en un gran fracaso. A efectos políticos, Uníón Patriótica, el partido creado por la Dictadura, fue inoperante y la creación de la Asamblea Nacional Consultiva, cuya función era representar a la nacíón y elaborar un nuevo proyecto constitucional, fue un grave error político.
Provocó ésta un amplio rechazo. El PSOE y la UGT, ya bajo el liderazgo de Besteiro, Prieto y Largo Caballero, rechazaron por unanimidad el nuevo organismo. Como alternativa al texto, el PSOE publicó un manifiesto a favor de una república democrática. En ese mismo Julio de 1929 se formó una Alianza Republicana. En tanto, en Cataluña, la oposición a la dictadura cristalizaba por entonces en la formación de pequeños partidos alineados en la izquierda republicana y en el nacionalismo radical. El proyecto constitucional de Julio de 1929 provocó conflictos entre los mismos hombres de la Dictadura.
Sin partidos, sin instituciones, era muy difícil continuar y en los nueve primeros meses de 1929, la Dictadura había avanzado enormemente en su proceso de descomposición. Entonces tuvo lugar la repercusión clave: el crack bursátil neoyorquino de Octubre de 1929 desencadenó una caída imparable de la peseta, sobre todo en el último trimestre de 1929. Con la caída de la peseta, el prestigio económico de la Dictadura entre los círculos económicos del país se derrumbó. El divorcio entre el Rey y el Dictador se hizo cada vez más evidente y, por último, sin apoyo de los capitanes generales, el dictador dimitíó en Enero de 1930.
4. Los consecuentes de la dictadura.
Políticamente la experiencia de la Dictadura de Primo de Rivera vino a confirmar que la transformación que España había experimentado desde 1876 requería una serie de renovaciones y profundos cambios políticos.
La renovación pudo haberse realizado con la continuidad de la Monarquía. Ciertamente, entre Enero de 1930 y Abril de 1931, se vivíó un doble proceso: por un lado, incapacidad de la Monarquía para encauzar el retorno a la normalidad constitucional y por otro, crecimiento constante del republicanismo. Pero otra política distinta, consistente en una transición bien hecha, tal vez hubiese podido salvar la situación. El hombre clave en ese sentido pudo haber sido Françesc Cambó, conservador, prudente, culto, enérgico, con una idea clara de lo que había de hacerse en aquella circunstancia: proceso político constituyente, alianza entre Madrid y Cataluña, creación de un gran partido de centro. Cambó pudo haber sido así, el nuevo Cánovas
que la situación requería.
El Rey cometíó su último gran error: no optó por la renovación del régimen sino por el retorno a la Constitución de 1876 y esto no ilusionaba, ahondándose, por tanto, el desprestigio de la Monarquía. Tras la marcha de Primo de Rivera, encargó la formación de gobierno a otro general, Dámaso Berenguer. Su opción de transición hacia el mismo sistema parlamentario derribado en 1923 convocando elecciones no constituyentes, fracasó. Tardó Berenguer un año en convocar las elecciones que había anunciado. En segundo lugar, fracasó por la confusión y contradicciones en que se desenvolvía la clase política monárquica, pues los partidos Conservador y Liberal seguían anclados en las prácticas clientelares y caciquiles y dominados por pugnas personalistas por el poder. El descontento con la Monarquía y el crecimiento del republicanismo se hacía, de este modo, más patente.
El ascenso del republicanismo se manifestó en el Pacto de San Sebastián de Agosto de 1930: acuerdo entre diversos partidos republicanos para establecer mediante un golpe de fuerza popular y militar la República, aceptándose el compromiso de que ésta asumiría el reconocimiento de la autonomía de Cataluña. El PSOE acabó aceptando pronto, en Octubre de 1930 la plena colaboración con los partidos republicanos y la CNT, legalizada tras la caída de la Dictadura, se manifestó a favor de colaboraciones circunstanciales con los partidos republicanos.
Tras el pacto de San Sebastián la hipótesis de normalizar la vida política española dentro de la Monarquía fue ya irrealizable. A pesar de que el movimiento revolucionario que estalló a partir de Diciembre de 1930 a favor de la República fue un desastre, primero los fusilamientos de Galán y García Hernández, los cabecillas del pronunciamiento militar de Jaca de Diciembre, luego en Marzo de 1931, el juicio contra los responsables políticos del pronunciamiento militar de Diciembre y, por último, la agitación universitaria, que rebrotó con fuerza en demanda de amnistía para los presos políticos. Crearon en el invierno de 1931 un ambiente moral y social que favorecía inequívocamente un cambio revolucionario. En este contexto prorrepublicanista, intelectuales señalados, como Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, etc., hicieron pública su adhesión a la República.
Berenguer dimitíó y el almirante Aznar formó el 18 de Febrero de 1931 el último gobierno de la Monarquía. Las elecciones municipales convocadas para el 12 de Abril se convirtieron en esas circunstancias en un auténtico plebiscito para el régimen. Los monárquicos acudieron a ellas en crisis y sin moral de victoria; la conjunción republicano-socialista actuó con extraordinaria determinación y combatividad. Los resultados se prestaban a diversas lecturas, pero en las grandes ciudades el triunfo del republicanismo fue aplastante.
El día 14 de Abril, el Rey marchó camino del exilio y se declaraba la República.