La Revolución Industrial en España
La Revolución Industrial en España fue tardía e incompleta, iniciándose a partir de 1840. Los factores que contribuyeron al retraso fueron la inexistencia de una burguesía financiera, la dependencia técnica o financiera del exterior, la escasez de carbón y materias primas, y la falta de coherencia en las políticas económicas de los partidos políticos. A principios del siglo XIX, el comercio aumentó y se mantuvo una política proteccionista con altibajos durante todo el periodo. Destaca la reforma de la hacienda pública por Mon-Santillán en 1845.
La revolución de los transportes llegó con el ferrocarril. La primera línea se construyó en 1848, Barcelona-Mataró, pero la fiebre constructora se desencadenó a partir de la Ley General de Ferrocarriles de 1855. Las causas fueron el apoyo estatal, el flujo masivo de capital, la tecnología extranjera y la aportación de capitales nacionales, especialmente en Cataluña, País Vasco y Valencia. En 1868, se habían construido 4803 km de vías, incluyendo el ferrocarril Madrid-Zaragoza y el del Norte.
En el siglo XIX, apareció la clase obrera industrial, lo que provocó el desempleo en el mundo agrícola. Como resultado, surgieron barrios obreros sin condiciones higiénicas adecuadas, formados por barracas y chabolas construidas precipitadamente. En 1855, estalló una huelga en Barcelona en defensa del derecho de asociación. Dos obreros fueron enviados a Madrid para exponer sus quejas, pero las leyes resultaron decepcionantes y favorecieron los intereses patronales. Los obreros comprendieron que los liberales, incluidos los progresistas, no iban a defender su causa, por lo que se alinearon con los partidos democratas y republicanos. A partir de 1863, los obreros comenzaron a movilizarse nuevamente. La Revolución de 1868 despertó esperanzas obreras y campesinas, pero con la llegada de la Restauración, el movimiento obrero se separó definitivamente de los partidos democratas y republicanos. A partir de la Ley de Asociaciones de 1887, los partidos obreros se organizaron legalmente. El movimiento obrero se dividió en corrientes marxistas, capitalistas y anarquistas.
La Regencia de María Cristina y el Turno de Partidos
Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, su viuda, María Cristina de Habsburgo, asumió la regencia hasta la mayoría de edad del futuro Alfonso XIII en 1902. Esta etapa comenzó con un gobierno del Partido Liberal de Sagasta (1885-1890), que otorgó al sistema una orientación más progresiva mediante la promulgación de una serie de leyes como la Ley de Asociaciones de 1887, la Ley de Jurado de 1888 y la Ley del Sufragio Universal de 1890. En 1897, Cánovas murió víctima de un atentado y el régimen sufrió un duro golpe, aunque la verdadera crisis se produjo a raíz de la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898. El sistema canovista se basaba en el turno de partidos, pero dentro de un régimen bipartidista en el que solo participaban el Partido Conservador y el Partido Liberal. El resto de los partidos formaban la oposición al sistema. Los partidos obreros se organizaron legalmente a partir de la promulgación de la Ley de Asociaciones. Desde la ruptura de la AIT en 1872, el movimiento obrero estaba dividido en dos grandes corrientes ideológicas: los socialistas marxistas y los anarquistas de Bakunin. El partido socialista más importante era el PSOE, fundado en 1879 por Pablo Iglesias, que seguía la corriente marxista y luchaba por el fin de la sociedad capitalista y de la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, poco a poco el PSOE evolucionó hacia posiciones reformistas. En 1888, Pablo Iglesias fundó la UGT, que centró su lucha en la mejora de las condiciones de trabajo. Los anarquistas carecían de una doctrina, pero tenían en común el rechazo de toda forma de organización estatal. La CNT fue fundada en 1911 y fue el sindicato anarquista más importante.
Regionalismo y Nacionalismo
A partir de mediados del siglo XIX, en toda Europa se desarrolló un sentimiento nacionalista, entendiendo la nación como una entidad con vida propia. Durante los últimos años del siglo XIX, en España apareció el movimiento nacionalista en Cataluña y el País Vasco. Desde el desastre de 1898, el aparente equilibrio político ideado por Cánovas se vio ensombrecido por la emergencia política y social de las organizaciones obreras, el republicanismo y el ascenso del nacionalismo. En 1902, Alfonso XIII accedió al trono y comenzó la segunda etapa de la Restauración.