1. Peculiaridades de los Movimientos Fascistas
1.2 Características Distintivas
Los movimientos fascistas, como el italiano y el alemán, se diferenciaban del resto de las derechas autoritarias por ser modernos y autodefinirse como revolucionarios. Pretendían atraer a las masas para construir una nueva sociedad que superase al capitalismo y al comunismo.
Los rasgos que distinguieron a los fascistas fueron:
- Movilización de las masas: Se adaptaban a la sociedad democrática para atraer multitudes y organizarlas en partidos modernos que rivalizaban con socialistas y comunistas.
- Propaganda y demagogia: Utilizaban la propaganda y la demagogia para atraer a las masas, participando en elecciones y ofreciendo en sus discursos lo que cada persona quería oír.
- Liderazgo carismático: Eran dirigidos por un líder carismático ajeno a los grupos sociales conservadores. Pactaban con aristócratas, capitalistas, eclesiásticos, monarcas y militares para conseguir el poder, pero los utilizaban para sus propios fines. Solían ser indiferentes en materia de religión y régimen político.
1.3 Regímenes Autoritarios y Regímenes Fascistas
Durante el período de entreguerras, Europa experimentó una fiebre antidemocrática. Excepto en la URSS, las derechas radicales tomaron el poder por la fuerza, imponiendo dictaduras o regímenes autoritarios en dos oleadas:
- Primera oleada (años veinte): Afectó especialmente a los países del este y sur de Europa, destacando el régimen de Salazar en Portugal, la dictadura de Primo de Rivera en España y el régimen fascista de Mussolini en Italia.
- Segunda oleada (años treinta): Tras la crisis de 1929, el aumento del desempleo provocó temor y apoyo a medidas represivas. En Alemania, el régimen de Hitler difundió el fascismo por el mundo. Triunfaron con facilidad y escasa oposición, excepto en España, donde la Segunda República resistió un golpe de estado en 1936, dando lugar a una guerra civil y al establecimiento de la dictadura de Franco.
2. El Ascenso del Fascismo en Italia
2.1 La Caída de las Instituciones Liberales (1922)
La caída de las instituciones liberales en Italia se debió a varios factores:
Los Deseos de Revisar los Acuerdos de Paz
Italia obtuvo escasas compensaciones tras la Primera Guerra Mundial. La Paz de París fue considerada humillante y no recompensó el esfuerzo realizado. Las aspiraciones de ocupar la costa opuesta del Adriático se frustraron por la creación de Yugoslavia y Albania. Además, Italia reivindicaba Fiume, un territorio no integrado que había sido invadido por voluntarios italianos en 1919.
Benito Mussolini, un ex socialista que abandonó el movimiento obrero por su oposición a la intervención de Italia en la guerra, fundó en 1919 los Fasci di Combattimento, combinando nacionalismo furibundo con sindicalismo revolucionario y anticlerical. Sus resultados electorales fueron pésimos, pero atrajo la atención de ex combatientes.
La Crisis Económica y el Miedo a la Revolución Social
La débil economía italiana quedó dañada tras la guerra. A las pérdidas humanas se sumaron la inflación, las deudas, la caída de la producción agraria y la reconversión industrial. Los capitalistas querían conservar sus beneficios, mientras las clases medias perdían ahorros y el poder adquisitivo de los asalariados disminuía.
Los campesinos ocuparon fincas y los sindicatos, fábricas. Sin embargo, el movimiento obrero italiano no fue lo suficientemente fuerte para una revolución y se dividió. Desde 1921, el Partido Comunista atrajo a obreros desencantados del socialismo.
El fascismo ascendió y sus escuadras atacaron violentamente a las organizaciones sindicales y obreras, especialmente en el campo. La violencia y el antisocialismo fascista atrajeron el apoyo de terratenientes y capitalistas, que vieron a los fascistas como protectores.
El movimiento de Mussolini eliminó los aspectos revolucionarios de su programa y comenzó a obtener diputados en las elecciones, aunque seguía siendo minoritario.
La Fragmentación Parlamentaria
El sistema electoral italiano favorecía la división del parlamento en numerosos partidos que formaban complicadas coaliciones para gobernar. Estos gobiernos eran inestables, con poco margen de actuación y se mostraban impotentes ante los fascistas.
Mussolini, inconforme con participar en el gobierno como fuerza minoritaria, organizó la Marcha sobre Roma, una manifestación de fascistas que ocuparon edificios públicos de la capital y exigieron todo el poder. Contó con la simpatía de la opinión pública, el ejército y muchos políticos liberales y conservadores.
El rey se negó a dar plenos poderes al gobierno para reprimir la marcha y encargó a Mussolini formar gobierno. Este acto simbolizó la nula resistencia de la sociedad italiana frente al ascenso del fascismo.