Un monarca para un régimen democrático
Prim, encargado de sondear a los embajadores extranjeros y de llevar a cabo las negociaciones necesarias para establecer un consenso internacional sobre el candidato más idóneo para el vacante trono español, consiguió imponer la candidatura de Amadeo de Saboya, miembro de una dinastía con una concepción democrática de la monarquía. El nuevo monarca fue elegido rey de España por las Cortes en noviembre de 1870. Asesinado el general Prim el 2 de enero, Amadeo de Saboya fue proclamado rey y las Cortes Constituyentes se disolvieron para iniciar una nueva etapa de monarquía democrática.
Las dificultades de la nueva dinastía
La nueva dinastía contaba con escasos apoyos. Satisfacía a progresistas y unionistas, pero no todos los sectores de dichos partidos estaban de acuerdo. El rey y su esposa Victoria contaron desde el principio con la clara oposición de la aristocracia, el clero y las camarillas cortesanas. Una parte del ejército, no vinculada a progresistas ni a unionistas, mostró su resistencia a expresar fidelidad al nuevo monarca. Tampoco obtuvo el favor popular, quizás por causa del arraigo del republicanismo.
El nuevo monarca pretendió consolidar un régimen plenamente democrático. Los dos años de su reinado estuvieron marcados por constantes dificultades, así como por los problemas económicos y una lucha permanente entre los grupos políticos.
Una permanente inestabilidad
Amadeo I contó con la oposición de los moderados. Conscientes de la impopularidad de Isabel II, empezaron a organizar la restauración borbónica en la persona del Príncipe Alfonso. Cánovas del Castillo fue captando a muchos disidentes unionistas y progresistas, y les convenció de que la monarquía borbónica era una garantía de orden y estabilidad frente al excesivo liberalismo de la monarquía de Amadeo I. También apoyó a los moderados la élite del dinero.
Los carlistas se habían reorganizado como fuerza política. La llegada de Amadeo de Saboya dio argumentos a un sector del carlismo para volver a intentar métodos de insurrección armada.
Amadeo I tampoco contaba con el respaldo de los sectores republicanos ni de los grupos populares que les daban apoyo y que aspiraban a un cambio de sistema social. En el año 1872 se produjeron nuevas insurrecciones de carácter federalista. Asimismo, en 1878 se inició un conflicto en la isla de Cuba.
La proclamación de la República
Fue la salida más fácil ante la renuncia de Amadeo de Saboya. Las Cortes, en ausencia del monarca, decidieron someter a votación la proclamación de una república el 11 de febrero de 1873. Para presidir el gobierno fue elegido el republicano federal Estanislao Figueras, que contó para gobernar con los miembros de su partido y con algunos republicanos unitarios. Gran parte de la Cámara era monárquica y su voto republicano fue una estrategia para ganar tiempo y organizar el retorno de los Borbones al trono español.
En las ciudades se produjeron amplias movilizaciones populares. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes que ganaron los republicanos.
El intento de instaurar una república federal
El día 7 de junio de 1873 proclamaron la república democrática federal. Su propósito era emprender grandes reformas, pero los pocos meses que duró no permitieron el desarrollo de esa legislación reformista. La propuesta de la Constitución republicana federal seguía la línea de la Constitución de 1869. El aspecto más moderado era la estructura del Estado. Se estableció que la nación española estaba compuesta por 17 estados, entre ellos, Cuba. El proyecto de Constitución planteaba un estado no centralista.
La Primera República tuvo que enfrentarse a graves problemas, uno de ellos fue una insurrección carlista. Al estallido de la insurrección y a la guerra en Cuba se añadió el obstruccionismo de los partidos monárquicos y las divisiones entre los propios republicanos.
La sublevación cantonal
Fue el conflicto más grave que se produjo en el periodo republicano. El cantonalismo era un fenómeno complejo en el que se mezclaban las aspiraciones autonomistas propiciadas por los republicanos federales. En las zonas con fuerte implantación republicana se alzaron en cantones independientes. El presidente Pi y Margall se opuso a sofocar la revuelta por las armas y dimitió, siendo sustituido por Nicolás Salmerón. Salmerón dimitió a principios de septiembre. La presidencia recayó entonces en Emilio Castelar. El 13 de septiembre, Castelar consiguió plenos poderes de las Cortes.
El fin de la experiencia republicana
Desde septiembre de 1873 la república dio un claro vuelco conservador. El 3 de enero de 1874 se abrieron las Cortes y el gobierno de Castelar fue derrotado. El poder pasó a manos de una coalición de unionistas y progresistas encabezada por el general Serrano. El 1 de diciembre del mismo año, el príncipe Alfonso de Borbón había firmado el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo.
Un nuevo sistema político
Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente. Para conseguir su propósito, se marcó dos objetivos: elaborar una Constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.
Las Cortes Constituyentes, pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por ese sistema.
La Constitución de 1876
De corte liberal doctrinario, se caracterizó por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Se trataba de una Constitución de carácter conservador. La Constitución consideraba la monarquía como una institución superior, constituía un poder moderador como árbitro en la vida política y garantizaba el buen entendimiento y la alternancia entre los partidos políticos.
Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados. La Constitución no fijaba el tipo de sufragio, y la ley de 1878 estableció el voto censitario. En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino.
La Constitución proclamaba la confesionalidad católica del Estado. En consecuencia, se restableció el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia.
El nuevo texto constitucional contaba con una declaración de derechos.
Bipartidismo y turno pacífico
Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia del poder entre el partido conservador y el liberal. Se aceptaba un turno pacífico que pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil. Una Real Orden de 1875 estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional y que no debía intervenir en las contiendas de los partidos.