La Década Moderada (1844-54)
Durante los primeros años de su reinado, Isabel II encargó el gobierno a los moderados y el período se caracterizó por su conservadurismo. El general Narváez fue el hombre fuerte y presidió varios gobiernos. El régimen se asentó sobre el predominio de la burguesía terrateniente, la corona y gran parte del ejército se convirtieron en el apoyo más fiel de un sistema que falseaba las elecciones. En 1845 se aprobó una Nueva Constitución. El gobierno se organizó de forma centralista y se suprimió la milicia nacional. Estado confesional (religión católica oficial del estado). El gobierno de Calatrava era progresista pero la constitución no daba atribuciones a la corona como disolver las cortes y vetar sus decisiones. Concordato con la Santa Sede. Los moderados intentaron también mejorar sus relaciones con la Iglesia, se firmó un concordato con la Santa Sede, en el que se establecía la suspensión de la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados. A cambio, la Santa Sede reconocía a Isabel II y aceptaba la obra desamortizadora, mientras el estado se comprometía al sostenimiento de la Iglesia española (presupuesto de culto y clero). La postura oficial de la jerarquía de la Iglesia católica fue la de respaldar el trono de Isabel II. Institucionalización del estado.
El Bienio Progresista
Tras el pronunciamiento de Vilcávaro, el poder pasó a los progresistas, que seguían liderados por Espartero y estaban apoyados por un partido de centro patrocinado por D’Onell llamado la Unión Liberal, que integraba moderados y progresistas. El nuevo gobierno puso en marcha un nuevo proceso de desamortización y aprobó la ley de ferrocarriles, permitió la construcción de la red ferroviaria. Fue un periodo castigado por la crisis económica y las protestas de los obreros y campesinos. Entre 1856 y 1866, los progresistas eran marginados del poder. En esta época, el crecimiento económico fue intenso y se despegó la construcción del ferrocarril, pero a partir de 1866 la monarquía de Isabel II entró en una grave crisis.
La Descomposición del Sistema Isabelino 1856-1868
Los Gobiernos Unionistas 1856-1863
El nuevo gobierno unionista liderado por O’Donnell intentó un equilibrio político combinando elementos del proyecto moderado y propuestas progresistas. Así consiguió una estabilidad política interior. Se intentó revitalizar el parlamentarismo y en el Congreso fijaban una minoría opositora para evitar la marginación que abocase a insurrecciones. Un aspecto destacado del gobierno fue su política exterior activa. Pero en el año 1863 se puso de manifiesto la crisis interna de la coalición de gobierno y se sucedieron gobiernos inestables. El unionismo fue incapaz de afrontar la oposición de los moderados y de la propia Corona, O’Donnell dimitió y la reina entregó el poder a los moderados.
Los Gobiernos Moderados 1863-1868
Suponen el retorno de Narváez al poder y la vuelta a algunos principios moderados. El moderantismo impuso de nuevo la forma autoritaria, al margen de las Cortes y de todos los grupos políticos, y ejerció una fuerte represión sobre sus opositores. Los progresistas acusaron a la Corona de promover formas de gobierno dictatoriales y ante la marginación política, pasaron a la insurrección. En 1866 tiene lugar la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil que contó con la adhesión de progresistas y demócratas y comportó un levantamiento popular en Madrid. Una parte de unionistas se puso contra el gobierno y se acercaron a las posiciones de los progresistas, y O’Donnell se exiliaba a Gran Bretaña. La situación del gobierno fue a peor con la crisis de subsistencia de 1866, que provocó el aumento de precios y el descontento popular. A partir de ese momento, muchos sectores de la sociedad vieron necesario un pronunciamiento que diese un giro radical a la situación.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
La revolución de septiembre de 1868, que sus protagonistas llamaron la ‘Gloriosa’, significó el final de la monarquía de Isabel II. Se sucedieron después 6 años de gran inestabilidad, en los que hubo varios regímenes políticos. La característica común a todo el periodo fue la búsqueda de un nuevo orden político y social en el que tuvo protagonismo fundamental la pequeña burguesía y el naciente movimiento obrero. Por ello esta etapa se denomina Sexenio Democrático, que fue la última etapa de la revolución liberal en España y representó un intento de ampliar el liberalismo e instaurar la democracia. Aquellos años estuvieron llenos de conflictos políticos, con la aparición del federalismo, el levantamiento carlista y el estallido de la guerra en Cuba; sociales, con las reivindicaciones de las clases populares y los primeros pasos del obrerismo socialista y anarquista; y económicos, derivados de un contexto de crisis y lucha entre proteccionistas y librecambistas. La burguesía democrática no consiguió estabilizar un régimen político definido. El Sexenio fracasó en su intento de modernización política del país y se impuso de nuevo la solución monárquica, que condujo al periodo de la Restauración de los Borbones, en la persona de Alfonso XII, el hijo de Isabel II.
Causas de la Revolución
Las causas de la revolución de 1868 son muy variadas. La crisis económica de 1866 tuvo una doble naturaleza: de tipo moderno financiera e industrial, y de tipo moderno crisis de subsistencias, que constituye el trasfondo del problema político del régimen moderado. La crisis financiera internacional de 1866 puso fin a la prosperidad económica de 1856-1865. El hundimiento de la Bolsa y el parón del tendido ferroviario provocó la quiebra de muchos bancos y empresas. La industria textil catalana sufrió los efectos del recorte de las exportaciones de algodón por causa de la Guerra de Sucesión norteamericana y por la baja del consumo de tejidos desde 1866. A la crisis financiera e industrial se añade una crisis de subsistencias que dio resultado escasez de trigo, por las malas cosechas de 1867-1868, alimento básico de la población española, inmediatamente los precios empezaron a subir. La combinación de ambas crisis, la agrícola, la industrial, agravó la situación. En el campo, el hambre condujo a un clima de fuerte violencia social. En las ciudades, la consecuencia fue una oleada de paro que provocó un descenso del nivel de vida de las clases trabajadoras. En el plano político, la población española tenía motivos de descontento contra el sistema isabelino. Los negociantes reclamaban un gobierno que tomase medidas para salvar sus inversiones en bolsa, los obreros y campesinos denunciaban su miseria. Ante la imposibilidad de acceder al poder por los mecanismos constitucionales, el partido progresista dirigido por Prim que firmó junto al partido demócrata el pacto de Ostende en 1867 en esta ciudad belga. El compromiso proponía fin de la monarquía isabelina y dejaba la decisión sobre la nueva forma de gobierno (monarquía o república). A dicho pacto se adhirieron los unionistas (Serrano), que aportaron una parte de la cúspide del ejército ya que contaban con muchos altos mandos. Pero por otra parte el carácter conservador y opuesto a todo cambio social contrarrestó el peso de los demócratas y redujo el levantamiento de 1868 a un simple pronunciamiento militar, por mucho que las proclamas y los manifiestos hablaran de revolución y utilizaran las reivindicaciones de libertad y justicia social.