Análisis Histórico de Pinturas Españolas: Del Juramento de la Constitución al Fusilamiento de Torrijos

Juramento de la Constitución de Cádiz

El supuesto práctico a desarrollar se trata de una pintura realizada por José Casado del Alisal (1832-1886) en 1862 en óleo sobre lienzo, donde representa a los diputados de las Cortes de Cádiz durante el juramento de la Constitución de 1812, discutido por las Cortes Generales, por lo que es de tipo político.

El pintor emplea una composición ordenada y simétrica para enfatizar la solemnidad del juramento. La luz se enfoca al acto principal, se muestran expresiones concentradas con el fin de transmitir seriedad y levantan la mano derecha en señal de juramento para destacar su compromiso. El personaje de la derecha es Diego Muñoz Torrero, defensor de la supresión de la Inquisición y de la libertad de imprenta. A la izquierda, Luis María de Borbón, único miembro de la dinastía que permanecía en España. Asimismo, aparece Luis María Sierra señalando hacia la constitución y leyendo las preguntas de la jura. A la derecha, su redactor, Agustín de Argüelles. El lugar que representa es la iglesia de San Pedro y San Pablo de San Fernando, en la Isla de León (Cádiz).


La imagen es una pintura de Historia pintada en París en 1862. Representa el origen de la primera Constitución liberal de España, la de 1812, cuando se jura el 24 de septiembre de 1810. Se formulan las cuatro preguntas del juramento en las que se consagra la religión católica y la soberanía nacional. Para los progresistas el documento fue un mito porque reconocía el sufragio universal masculino, y para los conservadores reivindicaba el componente eclesiástico de la constitución, que se vio reflejado al reconocer la oficialidad de la religión católica.

La imagen es auténtica, está en la parte superior derecha del salón de sesiones del Congreso de los Diputados en Madrid, y fue encargada por el parlamento español, sirviendo para conocer las costumbres de la época. Solo se observan rostros blancos europeos, puesto que los asientos de los representantes americanos no llegaron a ocuparse por el carácter urgente de la reunión durante la Guerra de la Independencia española.


Fusilamiento de Torrijos

El supuesto práctico a desarrollar es una pintura de Antonio Gisbert, realizada en 1888 en óleo sobre lienzo. La escena representa el momento del fusilamiento de Torrijos y sus compañeros debido a sus posturas liberales. Por lo tanto, el tema es político y la fuente es secundaria.

La composición se presenta de manera ordenada, donde las personas allegadas al general se disponen frente a un pelotón de fusilamiento. Los colores son sombríos y los rostros de los personajes reflejan miradas perdidas. En el centro de la composición se encuentra José María Torrijos, mientras que a su izquierda está Francisco Fernández Golfín y a su derecha Manuel Flores Calderón. A su vez, a la derecha de este último se encuentran Juan López-Pinto y Berizo, Robert Boyd y Francisco de Borja Pardio.

Se trata de una Pintura de Historia creada durante la regencia de María Cristina de Habsburgo Lorena. Representa al militar José María Torrijos, quien, durante la Década Ominosa (1823-1833), intentó rebelarse contra Fernando VII desde su exilio en Inglaterra.


Sin embargo, fue emboscado por el gobernador Vicente González Moreno y fusilado junto a sus seguidores en las playas malagueñas el 11 de diciembre de 1831. Los liberales se enfrentaron a los absolutistas desde mucho antes. Desde las Cortes de Cádiz (1810-1813), Fernando VII, tras un golpe de Estado en 1814, restauró el absolutismo en España y reprimió a los liberales. En 1820, Rafael de Riego se sublevó e inició el Trienio Liberal (1820-1823). En 1823, la Santa Alianza intervino en España, restaurando el poder real con el Ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis. Esto condujo a la Década Ominosa (1823-1833) y la represión contra los liberales.

La imagen es auténtica y se encuentra en el Museo del Prado. Sagasta encargó la pintura con el propósito de convertir a Torrijos en un mártir del liberalismo. Constituye además un material propagandístico, abogando por la libertad del hombre frente al absolutismo. En definitiva, nos ofrece una visión de la mentalidad de la época, así como de las tensiones entre absolutistas y liberales del siglo XIX.


1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre

La prehistoria, que empieza con los primeros homínidos (7-6 millones de años) y acaba con la invención de la escritura (3500 a.C.), se dividía en Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales. En el Paleolítico hay una sociedad cazadora, recolectora y nómada, organizada en clanes. Fases:

  • Inferior (800.000-100.000 a.C.): aparición del Homo antecessor.
  • Medio (100.000-35.000 a.C.): con el Homo neanderthalensis (practicaba rituales funerarios y enterraba a sus muertos).
  • Superior (35.000-10.000 a.C.): con la expansión del Homo sapiens y el uso del arco.

Neolítico, desde 5000 a.C. en la península: destaca la agricultura, ganadería, comercio, cerámica cardial, sedentarización y jerarquización. En el Paleolítico, las pinturas rupestres destacan en cuevas como Atapuerca y Altamira, representando escenas de caza con pinceles toscos, técnicas de soplado de caña y colores ocres de barro y sangre.


1.2. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartessos

Desde el I milenio a.C. hasta la conquista romana de la Península Ibérica se asentaron varios pueblos.

  • Fenicios (siglos XII-VIII a.C.): zona mediterránea: talasocracia, introducen el alfabeto y fundan Cádiz.
  • Celtas (900 a.C.): noroeste: viven en castros, economía basada en la ganadería, sociedad matriarcal y sin escritura.
  • Íberos (siglo VII-II a.C.): zona mediterránea: escritura y obras de arte como la Dama de Elche.
  • Cartagineses (654 a.C.): sur: Fundan Cartago Nova e Ibiza.
  • Griegos (600 a.C.): introducen la moneda, cerámica de lujo y fundan Marsella y Ampurias.
  • Tartessos (siglo VII a.C.): suroeste: primera población autóctona peninsular, que desaparece en el siglo VI a.C., con economía basada en minería y comercio.
  • Celtíberos (siglo V a.C.): mezcla de celtas e íberos: Los Toros de Guisando (Ávila) son su obra de arte clave.


1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural

La romanización es el proceso de culturización romana como el latín, derecho romano, politeísmo, sistema administrativo provincial, obras públicas (Arco de Bará, Teatro de Mérida), ciudades como Emilia Augusta y Caesar Augusta, y cristianismo tras la conversión de Teodosio (380). La conquista romana tiene tres fases.

  • 1ª (215-154 a.C.): II Guerra Púnica entre Roma y Cartago, destacando la figura de Aníbal Barca (Cartago) y Escipión (Roma).
  • 2ª fase (154-133 a.C.): guerras celtíbero-lusitanas, donde destaca Viriato (lusitano) y el asedio de Numancia (Soria).
  • 3ª fase (29-19 a.C.): guerras cántabro-astures lideradas por Octavio Augusto.

La economía se dividía en:

  • Sector primario: agricultura de cereales, aceite y minería.
  • Sector secundario: industria del aceite.
  • Sector terciario: comercio, favorecido por las vías (Vía Augusta) y el denario.

La sociedad se dividía en ciudadanos romanos, hombres libres y esclavos.


1.4. El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios

Los romanos pidieron a los visigodos entrar en la península (409-415) para expulsar a los pueblos germánicos. La represión de revueltas y la adopción de la monarquía con capital en Toledo (554), creó una unificación política. Leovigildo hizo una social y territorial (519-586) cuando legalizó los matrimonios mixtos de visigodos e hispanorromanos y derrotó al resto de los pueblos. La religiosa por Recaredo (559-601), que convirtió al cristianismo del Papa de Roma a todos los visigodos en el III Concilio de Toledo (589), y la jurídica por Recesvinto (653-672) con el Fuero Juzgo. Los reyes se apoyaban en el Officium Palatinum (Aula Regia y concilios de la Iglesia). En cultura destacan San Isidoro de Sevilla (560-636) con Etimologías, San Leandro con la escuela de Sevilla, las iglesias de San Juan de Baños (Palencia), San Pedro de la Nave (Zamora) y el Tesoro de Guarrazar.


2.3. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura

La economía en Al Ándalus tuvo avances en agricultura, retroceso de la ganadería porcina y la extracción minera de plomo (sector primario); industria textil a nivel local (sector secundario) y comercio favorecido por el dírham y dinar y desarrollo de los mercados (sector terciario). La sociedad se dividía en aristocracia árabe, bereberes, muladíes (cristianos convertidos al Islam), mozárabes (cristianos en territorio musulmán), judíos y esclavos. En cultura destacan las jarchas, El Collar de la Paloma (Ibn Hazam); en filosofía, Averroes y Maimónides; y hubo avances en matemáticas, astronomía y medicina. En arte califal destaca la Mezquita de Córdoba (756-929) y el Palacio de Medina Azahara (1000); el Palacio de la Aljafería de Zaragoza en reinos de taifas, la Giralda y la Torre del Oro de Sevilla en la etapa almohade y la Alhambra de Granada en el arte nazarí.


4.1. El reinado de Carlos IV. La Guerra de la Independencia

Carlos IV (1788-1808) vivió una serie de eventos que marcaron el fin de la crisis del Antiguo Régimen y el inicio del modelo político liberal y representativo. Junto con Floridablanca intentaron prevenir la entrada de ideas revolucionarias en España mediante una Política de Aislamiento (1789-92) con Francia. Se ampliaron los poderes de la Inquisición para vigilar a los ilustrados, prohibiendo el estudio en universidades extranjeras y las actividades de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Tras un breve gobierno del conde de Aranda, Carlos IV designó a Manuel Godoy como ministro en 1792. La ejecución de Luis XVI en 1793 rompió la alianza entre Francia y España, llevándola a unirse a una coalición internacional y la Guerra de la Convención. La derrota española resultó en la Paz de Basilea, con la pérdida de parte de Santo Domingo, y el regreso a la alianza con Francia contra Inglaterra mediante el Tratado de San Ildefonso en 1796.


El ascenso de Napoleón en 1799 aumentó la dependencia española de Francia, y a pesar de la victoria sobre Portugal en la Guerra de las Naranjas (1801) y la anexión de Olivenza, hubo una derrota naval en Trafalgar en 1805.

En 1807, el Tratado de Fontainebleau autorizó la entrada francesa en España para invadir Portugal. Por otro lado, la nobleza respaldó al príncipe Fernando y criticó a Godoy. Viendo la ocupación francesa, Godoy decidió proteger a la familia real viajando a América. El»Motín de Aranjue» en marzo de 1808, organizado por los partidarios de Fernando, obligó a Carlos IV a abdicar y detuvieron a Godoy. Al regresar, Carlos IV denunció que su abdicación fue forzada. Ambos reyes solicitaron el apoyo de Napoleón, quien los forzó a abdicar en las Abdicaciones de Bayona, cediendo la corona a José I. El 2 de mayo de 1808, los madrileños se levantaron contra Murat y el intento de llevarse a la familia real a Francia, desencadenando una guerra extendida por toda España.

La Guerra de la Independencia (1808-1814) incluyó una lucha internacional de liberación contra Francia, una guerra civil y una revolución política liberal. Además, colaboraron con Inglaterra y el Duque de Wellington.


La guerra tuvo tres fases:

  • Primera fase (2 de mayo – noviembre de 1808): Francia intentó invadir Zaragoza (por el valle del Ebro) y Andalucía sin éxito. El vacío de poder resultó en la formación de Juntas de Defensa de Ciudadanos a nivel local, coordinándose en Juntas Provinciales y creando una Junta Suprema Central donde se asumía la soberanía.
  • Segunda fase (1808-1812): Napoleón ocupó España con 250.000 hombres excepto Cádiz donde se nombró una Junta de Regencia que convocó Cortes en Cádiz, y la resistencia española se organizó en guerrillas donde partidas de bandoleros y restos del ejército español atacaban por sorpresa, destacando Espoz y Mina y el cura Merino.
  • Tercera fase (1812): las tropas españolas, con apoyo británico, comenzaron a reconquistar el territorio aprovechando la invasión de Rusia, siendo claves las victorias en la batalla de Arapiles (Salamanca), Vitoria y San Marcial en 1813. Tras la derrota, Napoleón firmó el Tratado de Valençay en 1813, reconociendo a Fernando VII como rey de España.

Durante la guerra, murieron medio millón de personas, se destruyeron muchas infraestructuras, fue saqueado gran parte del patrimonio cultural español y marcó el inicio de las independencias americanas.


4.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

El vacío de poder generado por los sucesos de Bayona, la designación de José I Bonaparte como rey español y la fragmentación del territorio español condujeron a la formación de Juntas de Defensa de Ciudadanos a nivel local, las cuales se coordinaron en Juntas Provinciales, que asumieron la soberanía, legitimando su autoridad en nombre del rey español Fernando VII. Por primera vez, la falta de una autoridad definida permitió que se ejerciera la soberanía nacional.

En septiembre de 1808, se estableció una Junta Suprema Central con sede en Aranjuez, presidida por Floridablanca, para asumir de forma centralizada la dirección de la guerra y el gobierno en las áreas no ocupadas por las fuerzas francesas. Sin embargo, debido a la ocupación napoleónica y el surgimiento de colonias americanas con poderes locales desafiando la autoridad, la Junta Central cayó en desgracia. En su lugar, se creó una Junta de Regencia en 1810, compuesta por cinco miembros, que convocó Cortes en Cádiz.


En estas Cortes se reunieron representantes de las Juntas españolas y, por primera vez, americanos, ejerciendo todos como diputados. Los liberales lograron establecer una única Cámara con voto por cabeza, y muchos diputados eran suplentes gaditanos debido a la guerra y la distancia. Procedían principalmente del bajo clero, profesiones liberales y militares, con escasa representación de la nobleza o del campesinado.

Las Cortes albergaban diversas tendencias ideológicas:

  • Liberales: de las clases medias burguesas e intelectuales, buscaban abolir el absolutismo monárquico y establecer un régimen liberal basado en la soberanía nacional, división de poderes, liberalismo económico, sufragio censitario, defensa de la propiedad privada y derechos individuales.
  • Absolutistas, realistas o serviles: representados por la aristocracia, la burguesía terrateniente y parte del clero, abogaban por reformas moderadas que permitieran un pacto entre el rey y las Cortes para ejercer la soberanía.


En las Cortes, se promulgaron leyes para establecer el liberalismo político y económico, defendiendo la soberanía nacional, la limitación del poder real por la Constitución, la división de poderes, la supresión de gremios y la Mesta, y la desamortización de bienes de manos muertas, y la propiedad privada. La Constitución de 1812, con 384 artículos, fue proclamada el 19 de marzo de ese año, defendiendo la Soberanía nacional y un Estado unitario y centralizado dividido en provincias y municipios. El poder se dividió en:

  • Legislativo: Cortes unicamerales con el rey.
  • Ejecutivo: rey.
  • Judicial: tribunales.

Además, se constituyó una monarquía limitada por la Constitución, sufragio universal masculino indirecto para mayores de 25, derechos individuales y colectivos, un ejército nacional permanente, una Milicia Nacional, la creación de escuelas primarias, la igualdad jurídica, la abolición de señoríos jurisdiccionales, la abolición de la Inquisición y la libertad de acción en economía.

La Constitución de 1812 tuvo tres períodos de vigencia: marzo de 1812 a marzo de 1814, enero de 1820 a noviembre de 1823 y agosto de 1836 a junio de 1837.


4.3. Reinado de Fernando VII. La cuestión sucesoria

Después del Tratado de Valençay en 1813, Fernando VII regresó con ideas absolutistas a España con entusiasmo por gran parte de la población. En abril de 1814, un grupo de diputados absolutistas le presentó el Manifiesto de los Persas, reclamando el retorno del absolutismo, la legitimidad de origen de la monarquía, el equilibrio de poder y el principio de defensa mutua.

En respuesta, el rey emitió un decreto en Valencia disolviendo las Cortes, aboliendo la Constitución de 1812 y reinstaurando el absolutismo. Esto marcó el inicio del Sexenio Absolutista (1814-1820), caracterizado por la represión hacia los opositores a la monarquía restaurada. Se restauraron los privilegios de la nobleza y la Iglesia, se reestableció el Tribunal de la Inquisición y la Mesta. Tras varios pronunciamientos militares, como los de Espoz y Mina (1814), Díaz Porlier (1815) y Lacy (1817), el comandante Rafael de Riego, en 1820, jefe de las tropas expedicionarias acantonadas en Cabezas de San Juan para ser enviadas a América, obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz.


Comenzó entonces el Trienio Liberal (1820-1823), cuando los liberales restablecieron el sistema fiscal de Cádiz, la Milicia Nacional y una monarquía parlamentaria. Se eliminaron los señoríos, se promulgaron leyes para garantizar los derechos y libertades civiles, y se abolió la Inquisición. Además, se aprobaron el Reglamento General de Instrucción Pública, el primer Código Penal y una nueva división provincial del país. Los liberales se dividieron en dos grupos:

  • Moderados (doceañistas): que buscaban la creación de una Cámara Alta en las Cortes y restringir la soberanía popular.
  • Exaltados (veinteañistas): que abogaban por la soberanía nacional, el sufragio universal y unas Cortes unicamerales.

Los absolutistas se oponían a esta Constitución y protagonizaron rebeliones militares como el de la Guardia Real o la Regencia de Urgel en 1822. Además, quedaron focos contrarrevolucionarios en el País Vasco, Navarra y Cataluña. La intervención militar extranjera de la Santa Alianza, decidida en el Congreso de Verona (1822), buscó poner fin a la revolución liberal en España. En 1823, el ejército francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, dirigido por el duque de Angulema, obligó al gobierno a liberar a Fernando VII, restableciéndolo como rey absoluto.


Inicia la Década Ominosa (1823-1833) y vuelven las instituciones del Antiguo Régimen (excepto la Inquisición). Fernando VII emprendió una feroz represión contra los liberales, muchos de los cuales huyeron al Reino Unido y otros fueron ejecutados, como José María Torrijos. Debido a la deuda pública y la falta de recursos, agravadas por la pérdida de las colonias americanas, el ministro de Hacienda Luis López Ballesteros creó los Presupuestos Generales del Estado, el Código de Comercio, el Banco de San Fernando (1829) y el Tribunal de Cuentas y la Bolsa de Madrid (1831). Más tarde, propuso una reforma fiscal para que los privilegiados pagaran impuestos, lo que generó oposición entre quienes buscaban eliminar el liberalismo y restaurar la Inquisición. Estos grupos se manifestaron, como en la revuelta de los Malcontents en 1827. Esta facción respaldó a Carlos María Isidro, hermano del rey. Sin embargo, Fernando VII logró que su hija Isabel le sucediera, tras varios intentos de derogar la Pragmática Sanción (que permitía a las mujeres acceder al trono). Al necesitar el apoyo de los liberales, el rey proclamó una amnistía para los exiliados y su muerte en 1833 marcó el inicio de las guerras carlistas.


4.4. Independencia americana

Las independencias americanas fueron causa por la difusión de las ideas ilustradas y del liberalismo, el gobierno representativo, los derechos individuales, la soberanía nacional y las tensiones generadas por los aumentos de impuestos de los Borbones. La independencia de los Estados Unidos en 1776 sirvió como ejemplo de que una colonia podía gobernarse por sí misma. Además, los criollos se sentían marginados y despreciados de la metrópoli, especialmente en la asignación de cargos políticos y administrativos, y ansiaban una mayor libertad económica para comerciar con otras naciones.

Aprovechando la debilidad de España, exacerbada por la pérdida de la armada americana en el desastre de Trafalgar y la invasión francesa, los criollos crearon Juntas, imitando a las peninsulares, autogobernándose durante el vacío de poder resultante. La ambición inglesa por romper el monopolio comercial español en sus colonias llevó a su apoyo a los americanos en su búsqueda de independencia. Dos eventos precursores del movimiento independentista fueron el intento fallido de Francisco Miranda por la independencia de Venezuela en 1806, y los intentos británicos de


conquista de Buenos Aires en 1806 y 1807, rechazados por las milicias criollas. Estos eventos fortalecieron la idea de que los americanos podían defenderse sin depender de España.

El proceso de independencia tuvo dos etapas:

  • Primera etapa (1808-1814): coincidió con la Guerra de Independencia en España. También en América se formaron Juntas que poco a poco fueron admitiendo la autoridad de la Junta Central, e incluso hubo diputados americanos en las Cortes de Cádiz. En 1810, el Virreinato de la Plata se declaró independiente, seguido rápidamente por Chile y Venezuela. En México estalló una rebelión indígena liderada por el cura Hidalgo, que pedía el fin de la esclavitud y el repartimiento de tierras entre los campesinos, pero los criollos van a ayudar a los españoles y se conseguirá frenar el movimiento. Solo el Virreinato del Perú y las Antillas se mantuvieron fieles a España. Aunque hubo resistencia, la reconquista española tras la victoria contra los franceses en 1814 logró controlar la situación en la mayoría de los lugares, excepto en el Virreinato de la Plata.
  • Segunda etapa (1816-1825): en 1816, las autoridades de Buenos Aires decidieron que la independencia sería definitiva al expulsar a los españoles del Perú. José de San Martín lideró una expedición que liberó Chile presidida por O’Higgins tras las victorias de Chacabuco (1817) y Maipú (1818) y, posteriormente, Simón Bolívar tras vencer a los españoles en Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha, libera todo el Virreinato de Nueva Granada formando la Gran Colombia, que acabará por dividirse en 1830. Brasil anexó Uruguay, que logró independizarse en 1828, y Paraguay ya era independiente desde 1811. Tras la conquista de Lima en 1821 por los libertadores, Perú culminó en la Batalla de Ayacucho en 1824 y el Alto Perú se independizó en 1825 con el nombre de Bolivia. En México, la independencia surgió en 1820 con el triunfo liberal en España. Agustín de Iturbide proclamó la independencia en 1821, y los territorios centroamericanos se independizaron de México formando la Confederación de las Provincias Unidas de América Central en 1823, que posteriormente se dividió en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Honduras en 1839. Solo Cuba, Puerto Rico y Filipinas quedaron bajo el dominio español.


5.1. Isabel II (1833-1843)

Después de la muerte de Fernando VII, Carlos María Isidro abogaba por el retorno al Antiguo Régimen. Él y sus seguidores se negaron a reconocer a Isabel II como reina y a María Cristina como regente. Los liberales isabelinos respaldaron a Isabel, mientras que los absolutistas carlistas, partidarios de Don Carlos, consideraban que la Ley Sálica aún estaba vigente y rechazaban la Pragmática Sanción de Fernando VII. La guerra no fue simplemente una cuestión dinástica, sino un conflicto civil entre dos ideologías.

  • El carlismo: defendía el absolutismo, el catolicismo confesional, los derechos de la Iglesia y el foralismo, con el respaldo de la pequeña nobleza rural, el bajo clero y el campesinado (con apoyo del Imperio austríaco).
  • Los liberales: contaban con el respaldo de la burguesía, los altos mandos militares y la alta nobleza, además de recibir ayuda diplomática y financiera de Francia, Reino Unido y Portugal.

La Primera Guerra Carlista se desató tras la muerte de Fernando VII, con Carlos María Isidro reclamando sus derechos en el Manifiesto de Abrantes. La guerra tuvo tres etapas:

  • Primera etapa (1833-1835): donde los carlistas, liderados por el general Zumalacárregui, dominaron


regiones como el País Vasco, Navarra y Cataluña.

  • Segunda etapa (1836-1837): marcada por la Expedición Real y la retirada de D. Carlos después de llegar a las puertas de Madrid.
  • Tercera etapa (1837-1840): que culminó, tras el fracaso de la toma de Bilbao, con el Convenio de Vergara en 1839, firmado por Maroto y Espartero.

La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) se desarrolló en Cataluña, con el fracaso de la boda entre Isabel II y el hijo de D. Carlos (Carlos VI). Tras la proclamación de Amadeo I, surgió la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), a favor de Carlos VII, extendiéndose por Cataluña, Navarra y el País Vasco, con la proclamación de la República en 1873. El nombramiento de Alfonso XII acabó por hundir al carlismo.

Tras morir Fernando VII, proclamaron reina a su hija Isabel con tres años. Durante su minoría de edad, María Cristina de Borbón ejerció la regencia (1833-1840). Durante la Primera Guerra Carlista, se estableció un régimen constitucional. Hubo reformas impulsadas por monárquicos reformistas, como Cea Bermúdez, con liberalización del comercio, la industria y los transportes, así como la división provincial de España por Javier de Burgos. Durante este período, Martínez de la Rosa promulgó el Estatuto Real de 1834, una Carta


Otorgada que no reconocía la soberanía nacional y limitaba las capacidades legislativas de las Cortes bicamerales. Fue rechazado por los liberales progresistas, y tras un pronunciamiento en La Granja de San Ildefonso en 1836, se restauró la constitución de 1812. El gobierno progresista de José María Calatrava elaboró la Constitución de 1837, que intentó ser consensuada con los moderados, estableciendo soberanía nacional, sufragio restringido, un poder de veto real a las leyes y amplios derechos. El ministro de hacienda Mendizábal hizo una desamortización en 1836 y, tras ganar las elecciones, los moderados aprobaron la ley de Ayuntamientos, que requería nombramientos reales, generando disturbios. El general Baldomero Espartero fue nombrado regente y estableció una dictadura liberal apoyada por el ejército.

Durante el gobierno de Espartero (1840-1843), se reanudó la desamortización de los bienes del clero, se adoptó una política de librecambio (opuesta por la burguesía textil catalana, por lo que bombardeó Barcelona en 1842). En medio de tensiones, se produjo una insurrección militar liderada por Narváez y Serrano, llevando a Espartero a exiliarse en Londres.


5.2. Isabel II (1843-1868). El reinado efectivo. Grupos políticos y constituciones.

Después de ascender al trono en 1843, Isabel II manifestó desde el principio su preferencia por los moderados. Los progresistas se negaron a participar en unas consultas electorales claramente manipuladas y optaron por organizar pronunciamientos. En 1844, un gabinete encabezado por el General Narváez, destacada figura de los moderados, marcó el comienzo de la Década Moderada (1844-1854). En ese año, se estableció la Guardia Civil, una fuerza armada destinada a mantener la ley y el orden principalmente en áreas rurales, y se suprimió la Milicia Nacional. La Ley de Ayuntamientos de 1845 fortaleció el centralismo al reservar al gobierno el nombramiento de los alcaldes. La Reforma del sistema fiscal de 1845, elaborada por Alejandro Mon, introdujo un nuevo sistema que puso fin al antiguo régimen. La Ley Electoral de 1846 configuró un régimen de sufragio censitario masculino muy restringido.


En 1851, se alcanzó el Concordato, un acuerdo con la Santa Sede que reconocía a Isabel II como reina, aceptando la pérdida de bienes eclesiásticos desamortizados a cambio de la subvención estatal a la Iglesia, el control de la enseñanza y funciones de censura. Sin embargo, la gran obra legislativa de los moderados fue la Constitución de 1845, que proclamaba la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con el rey teniendo poder para vetar leyes, disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Esta constitución establecía la confesionalidad católica del Estado y recortaba derechos individuales, especialmente la libertad de expresión.

El poder dictatorial de Narváez generó un creciente descontento que culminó en un pronunciamiento liderado por el general O’Donnell en Vicálvaro. El golpe se radicalizó con la publicación del Manifiesto de Manzanares (redactado por Antonio Cánovas del Castillo), obteniendo amplio respaldo popular y propiciando la formación de un gobierno progresista presidido por Espartero, dando inicio al Bienio Progresista (1854-1856). O’Donnell fundó la Unión Liberal, un partido situado entre moderados y progresistas. Durante este periodo, unas nuevas Cortes Constituyentes iniciaron la elaboración de una nueva


constitución más progresista en 1856 que no llegó a aplicarse, y se adoptaron medidas para propiciar la modernización económica del país, como la Ley de Ferrocarriles de 1855. Destacó la desamortización general de Madoz en 1855, que afectó a bienes municipales y eclesiásticos para financiar el ferrocarril. Sin embargo, esto provocó protestas sociales, llevando a la ruptura entre Espartero y O’Donnell. En 1856, la reina sustituyó a Espartero por Narváez, volviendo al régimen de 1845 durante el Bienio Moderado (1856-1858). En este periodo, se aprobó la Ley Moyano en 1857, ordenando el sistema educativo español por etapas primaria, secundaria y universitaria. O’Donnell y la Unión Liberal regresaron al gobierno (1858-1863), caracterizado por el intervencionismo exterior en conflictos como la Guerra de Marruecos (1859-1860), en la que participó Juan Prim, la expedición a México y la guerra contra Perú y Chile. Narváez retomó el gobierno (1863-1868), gobernando por decreto y con las Cortes cerradas. Esta etapa derivó en una crisis económica que marcó el declive de los moderados. Las fuerzas políticas restantes firmaron el Pacto de Ostende en 1866, donde Progresistas y la Unión Liberal acordaron un pronunciamiento para poner fin al reinado de Isabel II.


5.3. El Sexenio Revolucionario (1868-1874)

El periodo conocido como el Sexenio Revolucionario (1868-1874) comenzó con La Gloriosa de 1868, marcada por el pronunciamiento del Almirante Topete, al que se unieron los generales Serrano y Prim.

Juntos lograron expulsar a Isabel II, estableciendo un Gobierno provisional (1868-1871) presidido por Francisco Serrano y compuesto por fuerzas firmantes del Pacto de Ostende (1866). Durante este periodo, se decretó la libertad de cultos, se retomó la desamortización y se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino. El Partido Demócrata experimentó divisiones entre quienes apoyaban una monarquía democrática con sufragio universal (cimbrios) y aquellos que abogaban por una república federal. En las elecciones de 1869, el Partido Progresista, en coalición con Unionistas y Cimbrios coaligados, obtuvo la victoria y formó gobierno. Se aprobó la Constitución de 1869, que estableció la soberanía nacional, la división de poderes, y la elección de las Cortes bicamerales por sufragio universal masculino para mayores de 25 años. Aparece una amplia declaración de derecho como la libertad de culto (modelo religioso aconfesional), libertad de enseñanza, el derecho de reunión y asociación, y se declara monarquía parlamentaria. 

Francisco Serrano fue nombrado jefe del Estado como regente y Juan Prim como jefe de Gobierno. Durante este periodo, se implementaron reformas monetarias y económicas, incluida la instauración de la peseta por el ministro Laureano Figuerola y la aprobación de la Ley de Minas. Tras buscar un nuevo monarca Leopoldo de Hozenzollern, Fernando de Coburgo, el duque de Montpensier, Espartero y Amadeo I de Saboya, este ultimo fue elegido, iniciando su reinado en 1871. 

El reinado de Amadeo I (1871-1873) enfrentó desafíos significativos, incluyendo el asesinato de su valedor Juan Prim, la división del Partido Progresista (el Partido Constitucional de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla), la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), Guerra de los Diez Años (1868-1878). y oposiciones alfonsinas (con el Partido Moderado de Cánovas del Castillo) y republicanas. Estas dificultades llevaron a la abdicación de Amadeo I en 1873. 

Las Cortes anunciaron la instauración de la I República (1873-1874), que enfrentó problemas desde el principio debido a su respaldo social limitado y la oposición de sectores carlistas y alfonsinos. Durante este periodo, se sucedieron presidentes como Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar, quienes adoptaron posturas más


conservadoras con el tiempo. Se intentaron cambios en la edad de sufragio, el modelo religioso laico, destacando la fallida Constitución de 1873 que buscaba establecer un modelo territorial federal. La I República se vio dividida por discrepancias en el modelo territorial, con Pi i Margall abogando por el cantonalismo y Castelar respaldando un modelo centralista. Enfrentó desafíos como la Tercera Guerra Carlista, la Guerra de Cuba y las sublevaciones cantonales, como el cantón de Cartagena en 1873. En 1874, un golpe de Estado liderado por Pavía disolvió las Cortes, estableciendo un gobierno unitario liderado por Francisco Serrano, que actuó como dictador militar y restauró elementos de la Constitución de 1869. 

Cánovas del Castillo planeó el retorno de los Borbones, y en diciembre de 1874, Alfonso XII se declaró defensor de una monarquía liberal en el Manifiesto de Sandhurst. Posteriormente, el general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII como rey de España en Sagunto. A pesar de los intentos de Serrano por liderar el futuro Partido Liberal, Cánovas del Castillo designó a Mateo Sagasta para desempeñar ese papel en la Restauración borbónica. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *