Las Desamortizaciones del Siglo XIX en España y sus Consecuencias

Proceso de Desamortización y Cambios Agrarios

La propiedad de la tierra en el Antiguo Régimen

La agricultura era la actividad económica más importante del Antiguo Régimen. En España, a finales del siglo XVIII, el 70% de la población trabajaba en este sector. Como características más importantes destacan:

  • Técnicas anticuadas, autosuficiencia y dependencia meteorológica.
  • Explotación feudal de la tierra, basado en la existencia de tierras de señorío. Los señoríos eran grandes extensiones de terreno dependientes de un señor. El señor podía ser un noble, un miembro de la jerarquía eclesiástica o el propio rey. Cuando el señorío pertenecía a un noble, se denominaba solariego, cuando era del clero, abadengo y cuando era de la corona, realengo.

Estos señores, por lo general, no eran propietarios absolutos de la tierra, poseían solo el dominio eminente y los campesinos el dominio útil. El dominio eminente que poseían los señores les daba una serie de derechos: administración de justicia, nombrar cargos públicos, mantenimiento de ciertos monopolios (molino, puentes, hornos, etc.), privilegios de caza o pesca, etc. Estos derechos que poseían los señores recibían el nombre de derechos jurisdiccionales, por los cuales cobraban unos impuestos en especie o en metálico.

El dominio útil también les daba una serie de derechos a los campesinos: permanecer en la tierra, libertad para cultivar, herencia, etc.

La transformación de estos señoríos de propiedad compartida, característicos del Antiguo Régimen, en propiedad individual, propia de la sociedad liberal-capitalista, originará una enorme tensión en el mundo rural.

La situación agrícola a principios del siglo XIX se caracteriza por tener varios tipos de tierras:

  1. Tierras de realengo y de la nobleza, que no podían enajenarse.
  2. Tierras municipales: pertenecían a los municipios. Se dividían en dos grupos:
    • Comunales: pertenecían a todos los vecinos del pueblo.
    • Propios: arrendadas por el consejo o ayuntamiento a los vecinos, para hacer frente a los gastos municipales.
  3. Baldíos: Eran tierras que no tenían un propietario definido.

En España, el desarrollo de la agricultura durante el Antiguo Régimen se vio frenado por la Mesta, poderosa organización de ganaderos con enormes privilegios de “paso y pasto” sobre las tierras agrícolas.

El primer intento para desmantelar la propiedad feudal de la tierra, característica del Antiguo Régimen, y convertirla en propiedad individual, propia de la sociedad capitalista, se produjo en las Cortes de Cádiz. Posteriormente, lo intentaron de nuevo los liberales tras la revolución de 1820, durante el Trienio Liberal. Ambos intentos fracasaron por la reacción de las fuerzas absolutistas. Será durante las regencias (Mª Cristina y Espartero) cuando, de forma definitiva, se adoptan las primeras medidas legales para transformar la propiedad feudal de la tierra.

Las Desamortizaciones

Durante el periodo de las regencias, se adoptaron medidas de gran importancia para transformar la propiedad feudal de la tierra, característica del Antiguo Régimen, en propiedad libre e individual, propia del régimen económico capitalista. Destacan por su importancia:

  • La ley de desvinculación de los patrimonios (1836)
  • La ley de supresión de los señoríos (1837)
  • La desamortización eclesiástica (1836-1837), y posteriormente, durante el reinado de Isabel II, la desamortización civil (1855).

Estas reformas produjeron una gran convulsión en los medios rurales, puesto que se hicieron sacrificando los intereses de los campesinos.

La desamortización eclesiástica

Se produjo durante la regencia de Mª Cristina, y fue obra del ministro de Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal, de ideología progresista. Mediante una serie de decretos (1836-1837), se suprimían las propiedades del clero regular (conventos) y secular (parroquias), declarándose bienes nacionales. A continuación, se hicieron lotes, se subastaron públicamente, y se asignaron al mejor postor. La desamortización perseguía los siguientes objetivos:

  1. Obtener dinero para hacer frente a la enorme deuda pública de la Hacienda española, y conseguir así los recursos suficientes para hacer frente a la guerra carlista.
  2. Dejar sin base económica a la Iglesia, enemiga del liberalismo, y uno de los principales apoyos del carlismo.
  3. Crear una masa de propietarios afines al régimen liberal.
  4. Estimular el desarrollo económico, lo que provocaría a su vez un aumento de los ingresos del Estado, puesto que el estado podía gravar fiscalmente la nueva riqueza creada.

Las compras podían pagarse en dos formas: en efectivo, pagando 1/5 del valor de la propiedad en el momento de la compra, y el resto a plazos, a lo largo de 15 años; o con títulos de Deuda Pública.

Se calcula que el estado ingresó por este concepto, entre 1836-1844, unos 3.500 millones de reales. Estos ingresos permitieron financiar la guerra carlista, y saldar en parte la deuda del estado.

La desamortización civil

Se produjo durante el reinado de Isabel II, y fue obra del también progresista Pascual Madoz, mediante la Ley de Desamortización General de 1855, que venía a completar la obra de Mendizábal.

La ley afectaba a las propiedades del clero no vendidas con anterioridad, propiedades del estado, de órdenes militares (Santiago, Alcántara, etc.) y, sobre todo, a las tierras de propios y comunales, pertenecientes a los ayuntamientos. El objetivo de esta desamortización fue:

  1. Amortizar la deuda del estado.
  2. Financiar la construcción de los ferrocarriles, en plena fase expansiva.

El pago podía hacerse también de dos formas:

  • En efectivo, abonando el 10% en el momento de la compra, y el resto en 14 años, con descuentos en caso de hacerse la liquidación en plazos más cortos.
  • Con títulos de deuda.

La desamortización de Madoz superó en volumen a la de Mendizábal, por lo que tuvo un papel más decisivo. Hasta 1867, el estado ingresó por este concepto 5.400 millones de reales, utilizados para pagar la deuda del estado y subvencionar a las compañías ferroviarias.

Consecuencias sociales de las desamortizaciones

  • El clero sufrió un duro golpe, perdió sus propiedades y vio reducida su influencia política, que en el Antiguo Régimen era enorme. Numerosos miembros se pusieron al lado de los defensores del Antiguo Régimen, es decir, del carlismo.
  • La nobleza perdió sus privilegios, pero aumentó sus propiedades con la compra de tierras desamortizadas. Además, la ley de supresión de los señoríos jurisdiccionales les favoreció claramente, al conseguir la propiedad absoluta de las tierras, que en el Antiguo Régimen compartían con los campesinos.
  • La burguesía fue el grupo más beneficiado, invirtió su dinero en la adquisición de tierras desamortizadas, convirtiéndose en “burguesía terrateniente”. Su dinero le permitió emparentar con la nobleza, por medio de enlaces matrimoniales.
  • Los campesinos, carentes de dinero para participar en las subastas de las tierras, perdido el derecho de propiedad que poseían en el Antiguo Régimen (dominio útil), y privados del uso de las tierras comunales y de propios, vieron cómo su situación empeoraba claramente, lo que explica su oposición al liberalismo. Primero abrazaron el carlismo, es decir, a los defensores del Antiguo Régimen, y posteriormente a ideologías revolucionarias como el anarquismo.

Consecuencias económicas de las desamortizaciones

  • Reforzó el latifundismo, puesto que las tierras fueron compradas por los que eran propietarios.
  • Aumentó la superficie cultivada, incrementándose la producción de cereales y viñedos.
  • La deforestación: los nuevos compradores talaron los bosques para convertirlos en tierras de labor u obtener dinero rápido con la venta de madera. Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz afectaron al 20% del suelo español, lo que demuestra su extraordinario alcance. El valor total de los bienes desamortizados entre 1836 y 1895 fue de 3.000 millones de pesetas, aproximadamente. Para valorar el proceso, decir que en 1860, el presupuesto del estado era de 600 millones de pesetas.

Cambios agrarios

Entre 1833 y 1869 se produjo un resurgimiento agrario derivado de la puesta en cultivo de las tierras desamortizadas. Las fronteras se cerraron al trigo procedente de Europa favoreciendo el intercambio regional, al tiempo que configuraba el mapa productivo español: la cornisa cantábrica se dedicó al maíz y la patata, Castilla, Aragón y Andalucía al cereal, las tierras del Guadalquivir y el Guadiana al olivo, y las costas mediterráneas a la viña y a los frutales.

A mediados de los años 80, irrumpió en el litoral mediterráneo una agricultura moderna, basada en el cultivo de frutales y productos de regadío. A ello contribuyó la cercanía de las ciudades consumidoras, el desarrollo industrial de la zona y los capitales necesarios para las obras de regadío. Los nuevos productos —avellanas, almendras y conservas— serán a partir de ese momento, cada vez más decisivos e importantes en el comercio.

A pesar de todo, España seguía teniendo un sector agrario sobredimensionado, que dificultaba la modernización de la economía española.

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