España ante la Primera Guerra Mundial
La inestabilidad política por la debilidad de los partidos dinásticos y su incapacidad para enfrentarse a los problemas del país se agravó con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa de 1917, iniciando la Crisis de 1917. A José Canalejas le sustituyó el conde de Romanones, pero dimitió en 1913, sucediéndole Eduardo Dato, líder del Partido Conservador. Durante este gobierno estalló la Primera Guerra Mundial, y España se mantuvo neutral, pero los españoles tomaron partido: los aliadófilos (grupo liberal y progresistas) y los germanófilos (más conservadores).
La política de neutralidad fue muy beneficiosa a corto plazo para España, sobre todo económicamente, por el aumento de la producción de materias primas y productos manufacturados, destinados a la exportación a los países europeos en guerra, que supuso el rápido enriquecimiento de la aristocracia terrateniente y de la burguesía, el fortalecimiento del sistema bancario español al aumentar su capital y la eliminación del déficit comercial español. Pero también hubo consecuencias negativas, como la inflación y desabastecimiento del mercado interior, ya que la producción se destinaba sobre todo a la exportación, y había escasez dentro de España. Este aumento de precios perjudicó a las clases más pobres.
Crisis de 1917
En 1917 la crisis del sistema político de turno de partidos en el que se basaba la Restauración se hizo evidente, y hubo una crisis triple por tres problemas relacionados:
– El conflicto militar dentro del Ejército: la creación de las Juntas de Defensa
En enero de 1917 los oficiales del Cuerpo de Infantería, a los que se unieron los de Caballería, crearon las Juntas de Defensa, agrupaciones de oficiales que defendían los intereses económicos y profesionales de sus miembros. Al principio fueron ilegalizadas, pero el Gobierno las legalizó. Los militares integrados en las juntas, «junteros», defendían que los ascensos dentro del Ejército debían concederse por antigüedad, mientras que los oficiales de la guerra de Marruecos, «africanistas», defendían que por méritos de guerra. La Ley del Ejército de 1918 aceptaba las reivindicaciones de los junteros al regular el sistema de ascensos y subir los salarios de los oficiales y ponía fin al conflicto, pero demostraba que el Gobierno de Alfonso XIII necesitaba el apoyo del Ejército para mantenerse en el poder.
– El conflicto político: la creación de la Asamblea de Parlamentarios
Eduardo Dato gobernó a base de decretos y sin convocar las Cortes, y la oposición contaba con mayoría. En julio de 1917 los nacionalistas catalanes, representados por Cambó, jefe de la Liga Regionalista, se reunieron en Barcelona y exigieron al Gobierno la reapertura de las Cortes para modificar la Constitución de 1876, querían mayor autonomía política a las nacionalidades existentes dentro del Estado. El Gobierno se negó y los diputados catalanes crearon en Barcelona unas Cortes paralelas, la Asamblea de Parlamentarios. Excepto los partidos de izquierda, que pretendían también una revolución que acabara con la oligarquía del Rey. El Gobierno declaró ilegal esa asamblea. Entonces Alfonso XIII sustituyó al conservador Dato por el liberal García Prieto, que permitió la entrada de miembros de la Liga Regionalista en el nuevo gobierno, y los parlamentarios catalanes pusieron fin a la Asamblea de Parlamentarios. Además, el miedo al triunfo de la posterior huelga general, mejoró el entendimiento entre el Gobierno y la burguesía nacionalista catalana.
– El conflicto social: la huelga general de 1917
Las causas de las movilizaciones y huelgas del campesinado y el proletariado obrero en 1917 fueron las desigualdades sociales, las subidas de precios y la influencia de la Revolución Rusa. En marzo de 1917 los sindicatos UGT (socialista) y la CNT (anarquista), firmaron un manifiesto reclamando mejoras para los obreros. El 13 de agosto se inició una huelga entre los trabajadores del ferrocarril en Valencia y, sin resultados, ambos sindicatos la transformaron en una huelga general en toda España. Fue un éxito en grandes ciudades y en los principales centros industriales y mineros (Cataluña, Madrid, País Vasco y Asturias) y se unieron los jornaleros de Valencia y Andalucía. Para combatir la huelga el Gobierno recurrió al Ejército con una dura represión. Los principales miembros del Comité de Huelga fueron detenidos, como los socialistas Besteiro y Largo Caballero.
La Crisis de 1917 mostró la incapacidad de los partidos dinásticos para garantizar la estabilidad política y el gobierno de la nación, la necesidad de acabar con el turno de partidos, la implicación del Ejército en la política y la posibilidad de una revolución social.
La crisis del parlamentarismo
Los años entre la Crisis de 1917 y el inicio de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 son los más inestables del reinado de Alfonso XIII, por la debilidad política y fragmentación de los partidos dinásticos, el peso de los partidos de oposición, la conflictividad social y laboral y el empeoramiento de la situación en Marruecos. Entre 1917 y 1919 se constituyeron los «gobiernos de salvación nacional», formados por políticos destacados de los dos partidos dinásticos y de la Liga. Aún así, aumentaron las huelgas y movilizaciones obreras durante el trienio bolchevique (1918-1920). Las revueltas campesinas andaluzas se convirtieron en un movimiento sindical y la huelga de los trabajadores de la fábrica de electricidad La Canadiense de Barcelona en febrero de 1919 provocó la reacción de la patronal, con cierres de fábricas y terrorismo por parte de anarquistas. Ante este fracaso Alfonso XIII se apoyó desde 1919 en gobiernos conservadores. Así, en 1921 regresó a la presidencia Eduardo Dato, y se promulgó la Ley de fugas, antiterrorista, que permitía a la policía y al Ejército actuar con dureza contra los dirigentes obreros, pero no evitó el asesinato de Dato en 1921. Después se formaron gobiernos débiles que tomaron medidas como el cierre de las Cortes, la represión, el recurso al ejército, lo que aumentó el desprestigio del sistema.
Tras acabar la Primera Guerra Mundial, Francia decidió continuar su política colonial y acabar con la influencia española en la zona, pero, pese al debate, el gobierno español completó la ocupación del territorio. El ejército español en Marruecos, dirigido por el general Fernández Silvestre, fue derrotado en la Guerra de Marruecos por las tropas rifeñas, dirigidas por Abd el Krim, en el desastre de Annual en 1921, con más de 12.000 muertes y la pérdida del territorio español, excepto Melilla. Esto acabó con el sistema canovista. Tras la derrota se inició el Expediente Picasso para investigar lo ocurrido, acusando a los mandos militares de negligencia y corrupción, implicando a Alfonso XIII. Pero en septiembre de 1923 hubo un golpe de estado con el que se inició la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, y las conclusiones del Expediente Picasso no se hicieron públicas.