Al-Ándalus: Evolución Política
Dirigidos por Tariq, los musulmanes derrotan a D. Rodrigo en la batalla de Guadalete (711). En unos tres años conquistan la Península, excepto las zonas montañosas del norte. La rapidez se debió a la debilidad del ejército y la monarquía visigoda, y a las capitulaciones o pactos con la nobleza hispano-visigoda, por la cual los invasores respetan propiedades, religión y leyes de la población autóctona a cambio de tributos. Tras la derrota en la batalla de Poitiers (732) se establece la frontera en los Pirineos y la península, llamada Al-Ándalus en árabe, se convertirá en una provincia (emirato) más del Islam, gobernada por un emir dependiente del califa omeya de Damasco. Entre los siglos VIII al XV, Al-Ándalus pasó por distintas fases en su organización política.
En el siglo VIII, los Abasidas derrotan a la familia Omeya y su único superviviente Abd-al-Rahman I, se refugia en la península y funda un emirato independiente del califa de Bagdad. En esta etapa se consolida el Islam en la península y se somete a los cristianos mediante razias o expediciones militares para recaudar impuestos.
A principios del siglo X, Abd-al-Rahman III se proclamó califa, independizándose del califato abasida y funda el califato de Córdoba, convirtiéndose en el líder religioso, político y militar más poderoso de la península. Con su hijo al-Hakam II se inició un periodo de esplendor cultural y paz con los cristianos. Córdoba y el palacio de Medina Azahara se convierten en un importante centro comercial, cultural y político europeo. A finales del siglo X, suplantó al califa Hisham II dominado por su visir o primer ministro Almanzor, inicia un periodo de campañas militares contra los cristianos. Tras la muerte de Almanzor se produce un levantamiento popular o fitna, y el califato se fragmenta en una veintena de reinos denominados taifas (1031), siendo los más importantes Toledo, Badajoz y Zaragoza. La debilidad de las taifas propiciaría la Reconquista cristiana, teniendo que pagar parias o tributos a los cristianos a cambio de protección.
A pesar de ello, fue una etapa de esplendor artístico y cultural.
A finales del XI las taifas se ven incapaces de frenar el avance cristiano y piden ayuda a los almorávides para frenar a Alfonso VI de Castilla en Sagrajas (Badajoz, 1086). Los almorávides, guerreros bereberes norteafricanos, lograron por un tiempo reunificar Al-Ándalus e imponer el rigorismo religioso.
En el siglo XII, al-Ándalus volvió a fragmentarse en los segundos reinos de taifas que se reunificarán de nuevo tras la invasión almohade (1146), también muy rigoristas, que trasladan la capital a Sevilla y consiguen victorias importantes como la de Alarcos (Ciudad Real, 1195). A pesar de contar con un poderoso ejército, los almohades pierden contra los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (Jaén, 1212), dando inicio a las terceras taifas, que irán siendo conquistadas salvo Granada.
Este reino nazarí de Granada logró sobrevivir dos siglos y medio, y recuperar parte del esplendor perdido en Granada, a pesar de pagar parias y rendir vasallaje a los reyes castellanos. Finalmente, los Reyes Católicos iniciaron la incorporación definitiva del reino a la Corona de Castilla. Boabdil, el último monarca nazarí, entregó la ciudad en 1492, poniendo fin al último estado musulmán ocho siglos después de la conquista.
Al-Ándalus: Economía, Sociedad y Cultura. El Legado Judío.
Al-Ándalus vivió una época de auge económico, con una economía fundamentalmente agrícola y comercial. Los musulmanes mejoraron la productividad de la agricultura, intensificaron el regadío, utilizando norias y acequias, introdujeron nuevos cultivos (algodón, arroz, azafrán, cítricos). En la ganadería, retrocedió la porcina, desarrollándose más la ovina y equina. Las ciudades fueron importantes centros industriales y comerciales con talleres y zocos, por los que introdujeron el papel y la pólvora, donde elaboraban lujosos productos artesanales (textil y cerámicas). Al-Ándalus se integró en la red comercial islámica, basada en una extensa red de puertos y el uso de una moneda sólida, el dinar (oro) y el dírhem (plata).
En la sociedad andalusí destacaron tres rasgos: era una sociedad urbanizada, con gran diversidad étnica y religiosa. Predominaban los musulmanes (árabes, bereberes y muladíes), y junto a ellos subsistían en minoría los judíos y los más pobres, los mozárabes. Desde el punto de vista social distinguimos entre:
- La aristocracia musulmana o jassa
- La burguesía urbana o al-ayan formada por funcionarios, artesanos y comerciantes.
- Las clases populares o umma formada por campesinos y jornaleros.
- Y en último lugar los esclavos.
Al-Ándalus se convirtió en un importante centro intelectual y artístico especialmente durante el califato y el periodo de taifas. Ejercieron una gran influencia en los reinos cristianos, principalmente en historia, música, literatura y filosofía, destacando autores como Ibn Hazm, Avempace y Averroes. En el campo científico consiguieron grandes logros en astronomía, matemáticas y medicina.
El arte tiene una evidente inspiración religiosa y siendo la mezquita es el edificio más representativo del arte andalusí, destacando las Mezquitas de Córdoba y Sevilla. También construyeron edificios de arquitectura civil y militar, destacando los palacios de la época califal (Medina Azahara en Córdoba) y nazarí (Alhambra de Granada).
Los judíos o sefardíes prosperaron en minoría en Al-Ándalus, gozando siempre de la protección de los monarcas por sus conocimientos económicos y administrativos. Muchos de ellos eran comerciantes, artesanos, médicos y banqueros, destacando la figura del filósofo y médico Maimónides. Se asentaron en las ciudades en barrios propios (juderías o aljamas). Sus intelectuales destacaron en la traducción, hecho que contribuyó a perpetuar el legado de los textos clásicos, hebreos y árabes.