Gran parte de la población española no aceptó a José I como rey legítimo, por lo que, en ausencia de Fernando VII, se formaron poderes políticos alternativos que se materializaron en las Juntas.
Formación de las Juntas y la Resistencia
Las Juntas se constituyeron con la finalidad de recuperar la legalidad que había quedado disuelta tras las abdicaciones de Bayona; asumieron el poder con la intención de garantizárselo a quien consideraban su legítimo titular, Fernando VII. Fueron dirigidas por algunos ilustrados, aunque terminaron por unirse representantes de todos los estamentos y grupos sociales, como la nobleza, el clero, antiguos magistrados y burgueses. En 1809, la Junta Suprema Central, acorralada por las derrotas militares, cedió el poder a un consejo de regencia que, ante la necesidad de acometer reformas importantes, convocó Cortes en 1810.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Los absolutistas pretendían reunir unas Cortes tradicionales, pero los liberales se impusieron y consiguieron que los diputados fueran elegidos por sufragio masculino indirecto y que se formara una sola cámara. 300 diputados se reunieron el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de León (San Fernando, Cádiz) en representación de territorios peninsulares y americanos. En realidad, de los que habían sido elegidos, solamente pudieron acudir 102 por las dificultades de la guerra, por lo que hubo que nombrar sustitutos.
Los diputados se dividían en tres sectores:
- Absolutistas: Partidarios de que la soberanía recayera exclusivamente en el monarca.
- Moderados: Asumían parte de las ideas ilustradas y defendían una soberanía compartida entre el rey y la nación.
- Liberales: Apoyaban la realización de reformas radicales y la soberanía nacional.
Estos últimos lograron imponerse al reconocer que las Cortes eran representantes de la soberanía nacional y acordarse la división de poderes. Las Cortes adquirían, por tanto, un carácter revolucionario. Una vez reunidas, su principal objetivo fue desmontar el Antiguo Régimen y establecer un sistema liberal.
Reformas de las Cortes de Cádiz
- Se suprimieron los señoríos jurisdiccionales, distinguiéndolos de los territoriales (que pasaron a ser propiedad privada de los señores).
- Se decretó la eliminación de mayorazgos y la desamortización de tierras comunales, con el objetivo de recaudar capitales para amortizar deuda pública.
- Se suprimió la Inquisición, con la oposición de los absolutistas y del clero, y se aprobó la libertad de imprenta, aunque en lo referente a la religión seguía existiendo control por parte de la Iglesia.
- Decretaron también la libertad de contratación, la anulación de los gremios y la unificación del mercado.
- Se suprimió la Mesta y se expropiaron bienes de obras pías y órdenes militares.
La Constitución de 1812
Pero sin duda la obra cumbre de las Cortes es la Constitución de 1812, primera de la historia de España. Ya en su primera reunión las Cortes declararon su carácter constituyente y se comprometieron a elaborar una Carta Magna. Tras año y medio de trabajo se proclamó el 19 de marzo de 1812. Es una Constitución extensa (384 artículos) pues al ser la primera no se quería dejar ningún cabo suelto. Declara el Estado como una monarquía moderada hereditaria, afirma la soberanía nacional, la división de poderes y los derechos individuales.
- Poder Ejecutivo: Lo tiene el rey, que nombra a sus secretarios. Éstos responden ante las Cortes, pero al no ser cesados por ellas no existe un verdadero control parlamentario del Gobierno. En cambio, sí se recogen algunas restricciones al poder del rey.
- Poder Legislativo: Es compartido por las Cortes, que hacen las leyes, y el rey, que las promulga y sanciona y puede vetar hasta dos veces en tres años. Las Cortes son unicamerales y elegidas por sufragio universal indirecto para varones mayores de 25 años. La elegibilidad es censitaria.
- Poder Judicial: Lo tienen los tribunales, pero se reconoce la existencia de dos fueros especiales: el militar y el eclesiástico.
Se recoge la confesionalidad católica del Estado, con la prohibición de otros cultos, y se establece la existencia de un ejército permanente y de una milicia nacional. La administración del Estado se divide en provincias. También se igualan derechos entre españoles peninsulares y americanos.
Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación revolucionaria creada por la guerra para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad. Sin embargo, la obra de Cádiz no tuvo gran incidencia práctica. La guerra impidió la efectiva aplicación de lo legislado y el regreso de Fernando VII frustró la experiencia liberal y condujo al retorno del absolutismo.
Antecedentes de la Guerra: El Reinado de Carlos IV
El reinado de Carlos IV (1788-1808) se vio inmediatamente condicionado por el estallido de la Revolución francesa en 1789. El temor a la expansión revolucionaria en España frenó todas las reformas iniciadas con Carlos III, se apartó a los ministros ilustrados, se cerró la frontera y España se unió a la coalición militar europea contra Francia. Todo ello se combinaba con una situación interior en la que el mantenimiento de la estructura social, económica y política del Antiguo Régimen había llevado al país a una situación insostenible. El hambre, el alza de los precios, la concentración de tierras en manos de los privilegiados y el aumento de los impuestos hacían aumentar el descontento entre las clases populares. Al mismo tiempo, los privilegiados empezaron a oponerse a Carlos IV y especialmente a su valido, Manuel Godoy, al que consideraban un advenedizo por su origen plebeyo, y del que la Iglesia desconfiaba por sus políticas de desamortización. Esta oposición nobiliaria se fue concentrando en torno al príncipe Fernando.
En el exterior, la derrota de España en la guerra contra Francia llevó la firma de la Paz de Basilea (1795) por los cuales se regresaba a la alianza con Francia y al enfrentamiento con Inglaterra. En 1805 una flota hispanofrancesa que debía invadir Inglaterra fue derrotada en Trafalgar, por lo que Napoleón decretó un bloqueo comercial en Europa para derrotar a los ingleses, pero necesitaba invadir Portugal. Para ello firma con España el Tratado de Fontainebleau (octubre 1807) a través del cual se permite el paso de tropas francesas por territorio español para invadir Portugal, a cambio de lo que se repartiría el país entre Francia, España y Godoy. La desconfianza entre la población española crece según se sitúan las tropas francesas en las principales ciudades españolas, lo que será aprovechado por la oposición a Carlos IV para dar el golpe definitivo. El 18 de marzo de 1808 se produce el motín de Aranjuez, en que los partidarios de Fernando asaltan el palacio y obligan a Carlos IV a destituir a Godoy y abdicar en su hijo. Fernando VII, ya rey, entra en Madrid, pero inmediatamente queda a merced de los franceses.
Las Abdicaciones de Bayona y el Inicio de la Guerra
Napoleón llama al Fernando y a Carlos a Bayona, donde les obliga a abdicar. Son las abdicaciones de Bayona del 6 de mayo de 1808, de las que se sirve el Emperador para entregar el trono de España a su hermano José Bonaparte. El nuevo monarca entregó el Estatuto de Bayona (1808), una carta otorgada que reconocía ciertos derechos a los españoles, pero no era una auténtica constitución. José I trató de modernizar el país, con medidas desamortizadoras, limitando los derechos señoriales, eliminando la Inquisición y, en definitiva, adoptando medidas para terminar con el Antiguo Régimen, pero se encontró con la pasividad o la hostilidad de los españoles, que no le reconocían como rey. Solamente encontró colaboración entre el pequeño grupo conocido como afrancesados.
Mientras tanto el 2 de mayo, ante la salida de la familia real del palacio, se había producido en Madrid un estallido popular contra las tropas de ocupación. Murat reestableció el orden con una dura represión (fusilamientos del 3 de mayo en Príncipe Pío y El Pardo) pero la rebelión ya se había extendido, como demuestra el famoso bando del alcalde de Móstoles. Tras el levantamiento se crearon Juntas de Armamento y Defensa, primero locales y luego provinciales, que asumieron la soberanía ante la pasividad de los privilegiados. En septiembre se creó la Junta Suprema Central.
Desarrollo de la Guerra
La guerra se desarrolló en tres fases:
- En la primera, los franceses se encontrarán con gran resistencia en ciudades como Madrid, Zaragoza o Gerona. Un ejército francés será derrotado en Bailén (julio 1808) por lo que no pueden conquistar Andalucía.
- En la segunda fase, Napoleón se hace cargo de la situación y logra avanzar por la Península hasta que en 1810 solamente Cádiz permanece sin ocupar. Los españoles optan por la guerra de guerrillas para evitar los enfrentamientos campales con los ejércitos franceses, muy superiores.
- La tercera fase comienza cuando Napoleón se ve obligado a sacar tropas de España tras su derrota en Rusia en 1812. El ejército inglés de Wellington derrota a los franceses en la batalla de Arapiles (1812) y más tarde ingleses y españoles lo vuelven a conseguir en Vitoria. José Bonaparte sale de España y Napoleón firma el Tratado de Valençay (1813) por el que permite el regreso de Fernando VII.
Consecuencias de la Guerra
Las consecuencias de la guerra fueron catastróficas: se produjo un gran vacío demográfico, no sólo por el medio millón de muertos sino también por el exilio de miles de afrancesados. La economía sufrió serios daños: los campos de cultivo quedaron arrasados, mientras en la industria hubo sectores que, prácticamente, desaparecieron, como el lanero de Castilla. El comercio también se paralizó, se produjo un gran expolio de obras de arte, el déficit público aumentó veinte veces comparado con el de antes de la guerra y el vacío de poder que se produjo tras las abdicaciones de Bayona aceleraron el proceso de independencia de las colonias hispanoamericanas