La Revolución Rusa
La Revolución Rusa fue un proceso histórico complejo que culminó en dos revoluciones principales en 1917. La primera, conocida como la Revolución de Febrero, derrocó al régimen zarista de Nicolás II y llevó al establecimiento de un gobierno provisional. Sin embargo, este gobierno provisional fue incapaz de abordar las demandas populares de paz, pan y tierra, lo que llevó a una segunda revolución en octubre de 1917, conocida como la Revolución de Octubre o Revolución Bolchevique. Esta segunda revolución fue liderada por Vladimir Lenin y el Partido Bolchevique, que lograron tomar el poder en un golpe de estado relativamente rápido. Después de consolidar su control, los bolcheviques establecieron un gobierno comunista, marcando el comienzo de la Unión Soviética y el inicio de un experimento radical en la construcción de una sociedad socialista.
La Revolución Rusa tuvo profundas repercusiones a nivel nacional e internacional. Internamente, provocó una guerra civil entre los bolcheviques y sus opositores, que duró varios años y resultó en la consolidación del poder comunista. Externamente, la Revolución Rusa inspiró movimientos revolucionarios en otros lugares y contribuyó a la polarización política durante el siglo XX, especialmente durante la Guerra Fría.
¿Cuáles fueron las causas?
Competencia imperialista en Asia
Rusia y Japón estaban en conflicto por el control de Corea y Manchuria, regiones estratégicas que se habían vuelto más importantes con la construcción del Ferrocarril Transiberiano.
Debilidades internas del Imperio ruso
La derrota en la guerra expuso las deficiencias militares y políticas del régimen zarista, lo que aumentó las demandas de reforma dentro del país.
Aspiraciones reformistas
La burguesía rusa deseaba limitar el poder autocrático del zar y crear un parlamento (Duma) para tener una mayor participación en el gobierno. Además, las protestas de campesinos y obreros fabriles por mejores condiciones de vida se intensificaron debido a la crisis económica.
Reivindicaciones nacionales
Las diferentes nacionalidades dentro del Imperio ruso, como ucranianos, polacos y finlandeses, buscaban el reconocimiento de sus derechos culturales y políticos dentro de un marco más amplio. Esto reflejaba la diversidad étnica del imperio y las tensiones internas entre las distintas comunidades.
Consecuencias
El Manifiesto de Octubre, promulgado por el zar Nicolás II bajo la influencia del conde Witte, representó un intento de responder a las demandas de reforma y aplacar el descontento social en Rusia. Este decreto reconocía algunas libertades civiles básicas y establecía la creación de una Duma, o parlamento, elegida por sufragio universal masculino, lo que representaba un avance hacia una mayor representatividad política en el país. Además, la aprobación de una constitución y la implementación de una reforma agraria buscaban abordar las tensiones sociales y económicas que habían contribuido al malestar generalizado. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, las reformas resultaron insuficientes para satisfacer las demandas de diversos grupos dentro de la sociedad rusa, y la agitación política y social continuó en el país.
El Manifiesto de las Finanzas publicado por los bolcheviques expuso las intenciones del zar Nicolás II de utilizar las reformas como un medio para sofocar la revolución, mientras revelaba la crítica situación financiera del país y la enorme deuda externa contraída por el gobierno. Ante esta denuncia, el zar respondió anulando la mayoría de las reformas y desencadenando una represión contra los bolcheviques, que fueron encarcelados o forzados al exilio. Esta acción reflejó la resistencia del zar y las élites gobernantes a ceder poder y control, lo que exacerbó las tensiones políticas y sociales en Rusia y contribuyó al continuo deterioro de la situación en el país.
La Revolución de 1917
El descontento social en Rusia condujo a una serie de huelgas y protestas, similares a las que ocurrieron en 1905. Una vez más, San Petersburgo (renombrada como Petrogrado) emergió como un centro de agitación, donde los grupos obreros organizaron soviets, siguiendo el modelo establecido durante la Revolución de 1905. Estos soviets contaron con el respaldo de los soldados, quienes se unieron a la protesta en lugar de sofocarla, incluso formando sus propios soviets.
Ante esta situación, la Duma, controlada principalmente por liberales y mencheviques, estableció un Gobierno provisional, liderado por el príncipe Lvov. En este nuevo gobierno provisional, el socialista revolucionario Alexandr Kérenski cobró protagonismo al ser nombrado ministro del Ejército. Este período marcó una transición tumultuosa en la política rusa, con la participación de una variedad de fuerzas políticas y sociales en la escena pública.
¿Cómo fue la Revolución de Octubre?
Durante el verano de 1917, los bolcheviques consolidaron su respaldo social y tomaron el control de los soviets, lo que llevó a sus principales líderes a considerar que la revolución debía avanzar hacia una nueva fase: la toma del poder.
El 25 de octubre (según el calendario juliano, equivalente al 7 de noviembre en el calendario gregoriano), durante el II Congreso de los Soviets en Petrogrado, las tropas bolcheviques ocuparon estratégicamente la ciudad sin encontrar resistencia. Posteriormente, tomaron el Palacio de Invierno, sede del Gobierno, tras la señal de un cañonazo del crucero Aurora. Alexandr Kérenski, el líder del gobierno provisional, huyó, y se estableció un nuevo gobierno de los soviets presidido por Lenin. La revolución se propagó rápidamente a otras ciudades.
Para asegurar la estabilidad de la revolución, Lenin comprendió que debía cumplir las esperanzas de los trabajadores, soldados y campesinos. Por lo tanto, inmediatamente promulgó decretos que buscaban hacer realidad las demandas fundamentales de la revolución: «paz, pan y tierra». Estos decretos representaron un intento de satisfacer las necesidades básicas de la población y consolidar el apoyo popular a la nueva administración bolchevique.