El Sistema de la Restauración en España (1874-1931)

Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902), el sistema de la Restauración (1874-1931) consiguió una gran estabilidad sin precedentes hasta entonces en la España del siglo XIX. El nuevo sistema político de la Restauración pretendía imitar el modelo inglés, ejemplo de estabilidad política, estructurándose a partir de dos partidos (bipartidismo) y dos cámaras (bicameralismo). Cánovas buscaba la pacificación del país: asentar la monarquía y elaborar una Constitución que permitiera gobernar a partidos políticos distintos y que acabara con los pronunciamientos y las intervenciones militares como medio para alcanzar el poder. La nueva constitución se basó, en parte, en la moderada de 1845. Defendía los valores tradicionales: la familia, la religión y la propiedad, aunque iría incluyendo algunos de los principios democráticos de 1868. La Constitución de 1876 representaba la expresión jurídica del Estado de la Restauración. Se trataba de un texto conservador, aunque con algunos detalles de tolerancia, que ponían de manifiesto la cercanía del siglo XX. Dicha constitución poseía las siguientes características:

  • Neutral: englobaba todas las tendencias políticas que aceptaran la Monarquía de Alfonso XII y la Constitución de 1876.
  • Soberanía compartida entre las Cortes y el Rey.
  • Modelo centralista de Estado: centralización administrativa y jerárquica desde Madrid.
  • División de poderes: el Rey acumulaba enormes poderes: potestad ejecutiva y legislativa
  • Monarca árbitro del sistema.
  • Bicameralismo: Senado y Congreso, la primera cámara bajo control real.
  • Confesionalidad del Estado: se reconocía católico y restablecía la subvención a la Iglesia, aunque se admitía la tolerancia religiosa hacia otras confesiones siempre que se mantuvieran en la esfera privada.
  • Amplia declaración de derechos y libertades.
  • Sufragio censitario: luego, en 1890 se instauró el sufragio universal, aunque matizado por el caciquismo.

El sistema bipartidista

El sistema bipartidista se basaba en la existencia de dos grandes partidos, el Conservador y el Liberal. No había grandes diferencias ideológicas entre ellos y los dos defendían el liberalismo conservador de la Restauración. Ambos eran partidos minoritarios y burgueses, sin base social amplia, de una élite adinerada:

  • Partido Conservador: liderado por Cánovas del Castillo, más conservador y católico. Representaba a la nobleza, los terratenientes y la alta burguesía industrial y financiera.
  • Partido Liberal: liderado por Sagasta, más abierto y democrático. Representaba los intereses de la clase media y la pequeña burguesía.

Mediante el turnismo, los dos partidos se alternaban regularmente en el poder, lo que permitió mantener una estabilidad política. Esta alternancia logró que ningún partido se desgastase en exceso, posibilitando a la vez que ninguna fuerza quedara excluida del poder. Así se evitaba el error que cometió Isabel II durante su reinado, quien apoyó sistemáticamente a los moderados y condujo a los progresistas a la rebelión y los golpes de Estado. El turno de partidos no era libre, se producía de acuerdo con el Rey y los líderes de los grandes partidos; después de la muerte de Alfonso XII en 1885, la alternancia quedó institucionalizada en el Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta. Para que el turnismo funcionase correctamente, se debían cumplir dos condiciones:

  • La Corona actúa arbitrariamente y el rey decide cuando sustituir a un partido por otro.
  • El falseamiento de las elecciones para poder crear mayorías parlamentarias.

Movimientos nacionalistas y regionalistas

Ambos textos son de fuente primaria, debido a su fecha de publicación y los hechos que describen. Además, la estructura del texto está basada en un carácter político, histórico y social. Pertenecen a uno de los fenómenos más relevantes de la Restauración: los movimientos de carácter nacionalista y regionalista en España. El primer texto corresponde al nacionalismo catalán y fue escrito por Enric Prat de la Riba, el cual es considerado uno de los padres del catalanismo; por otro lado, el segundo texto corresponde al nacionalismo vasco, siendo su autor Sabino Arana, padre de dicho nacionalismo. También debemos tener en cuenta el origen de estos movimientos: surgen como reacción a las pretensiones unificadoras del sistema político. Al mismo tiempo, está relacionado con el desarrollo del movimiento nacionalista europeo (por ejemplo, el nacionalismo griego y el italiano). Por otro lado, la expansión industrial tuvo una gran importancia en Cataluña, en torno al sector del algodón, y en el País Vasco, respecto a la siderurgia; es por esto que las ideas nacionalistas se vieron reforzadas por una burguesía protagonista de la revolución industrial. Cabe mencionar la aparición de otros regionalismos de la época: el gallego (Manuel Murguía, Rosalía De Castro), que surgió debido a la demanda de desarrollo en una zona con una economía atrasada; y el canario (Nicolás Estévanez, José Cabrera y Secundino Delgado), que defendía sus tradiciones y la independencia tras las emancipaciones americanas. En el primer texto, Enric Prat de la Riba refleja el carácter no separatista del pensamiento nacionalista catalán, reclamando únicamente el poder conservar su lengua, cultura y su propio sistema político: “Siendo la nacionalidad una unidad de cultura, un alma colectiva con un sentir, un pensar y un querer propio, cada nacionalidad ha de tener la facultad de acomodar su conducta colectiva, es decir, su política”. En el segundo texto, Sabino Arana pone en manifiesto el antimaketismo o xenofobia contra los españoles inmigrantes en el País Vasco como consecuencia de la revolución industrial: “Vosotros, sin pizca de dignidad habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa”.

El término maketa fue un nombre despectivo que recibían los inmigrantes españoles que desconocían las tradiciones o lengua vasca. Respecto a las similitudes, podemos afirmar que ambos textos rechazan la política centralizadora del sistema canovista, además de que ambos derivan de los regionalismos, mostrando un carácter conservador. En 1913 entró en vigor la mancomunidad de Cataluña, un instrumento que permitía que las diputaciones provinciales se unieran con fines administrativos. Asimismo, ambos líderes fundaron partidos políticos: Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó fundaron la Lliga Regionalista; y Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco. En cuanto a las diferencias, debemos destacar los distintos orígenes de ambos nacionalismos. El catalanismo surgió debido a las transformaciones socioeconómicas vividas por Cataluña desde el último tercio del siglo XIX, el desarrollo industrial y la aparición de una importante burguesía. Además, desde 1830 surge un movimiento cultural conocido como Renaixença, cuyo objetivo era recuperar el catalán en la literatura y el hábito culto. Mientras que el nacionalismo vasco se originó principalmente debido a la abolición de los fueros en 1876, aunque también influyó la fuerte inmigración causada por el proceso industrializador, que supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca. Por otra parte, Sabino Arana reclama la independencia para el País Vasco, mientras que Prat de la Riba no está a favor del separatismo o independentismo, sino de la autonomía política para Cataluña dentro de un modelo federalista. Otra diferencia clave es el “antiespañolismo” del texto de Sabino Arana, siendo este uno de los rasgos básicos de su doctrina política, considerando a España como una nación extranjera.

El movimiento obrero

Tras la invención de la máquina de vapor en 1769, junto con la introducción de la maquinaria moderna a España, hubo una pérdida de puestos de trabajo y una bajada de los salarios, lo que provocó las primeras acciones violentas y protestas de los obreros. Estas acciones, semejantes a las de otros países de Europa, reciben el nombre de ludismo, un movimiento de lucha contra las máquinas (originado en Reino Unido). Más tarde, los trabajadores comprendieron que no eran las maquinas el origen de sus problemas, sino las condiciones de trabajo, originándose una lucha obrera hacia la mejora de las condiciones laborales. Este movimiento obrero se organiza en España durante el período de la Restauración (1874-1931); y se entiende como la actividad política y social de los obreros y campesinos para mejorar su situación económica y laboral y defender sus derechos dentro de la sociedad capitalista. Ante estas luchas surgieron dos ideologías principales que lucharon contra las injusticias del capitalismo industrial: el socialismo y el anarquismo.

  • La corriente socialista, liderada por Pablo Iglesias, seguidor del socialismo marxista y fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879. Tuvo un impacto relevante durante la Restauración. Iglesias combinó el ideario marxista con medidas pragmáticas, como la abolición de las clases sociales y la emancipación de los trabajadores. Aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887, se creó en 1888 un sindicato vinculado al PSOE llamado la Unión General de Trabajadores (UGT), estratégicamente ubicado en Cataluña. La fundación del periódico “El Socialista” en 1910 y la participación en el Parlamento Español destacan entre sus acciones. Las principales demandas se centraron en el reconocimiento legal del derecho de huelga y la negociación colectiva.
  • Por otro lado, la corriente anarquista, introducida por Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, también dejó su huella en la Restauración. Fanelli estableció las primeras asociaciones de obreros ligadas a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en Madrid y Barcelona. Los obreros industriales catalanes adoptaron una vía sindicalista, mientras que el campesinado andaluz optó por la violencia (Mano Negra). A finales del siglo XIX, el anarquismo se radicalizó, manifestándose en acciones violentas; como el asesinato de Cánovas en 1897 y la bomba del Liceu de Barcelona. Se creó la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que ganó fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los industriales catalanes, consolidando la influencia del anarquismo en estas regiones.

La crisis del 98

La crisis del 98, que se desencadenó durante el periodo de la Restauración, tuvo su origen en las guerras de independencia de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), la inestabilidad política en el país y la situación de una España rezagada y aislada en comparación con el nuevo imperialismo liderado por naciones más avanzadas como Alemania y Estados Unidos. Después de la derrota de España ante Estados Unidos en la lucha por la independencia de Cuba, el 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, marcando el fin del conflicto. En este acuerdo, España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, la isla de Guam y las Filipinas a Estados Unidos por una compensación de 20 millones de dólares. Las restantes posesiones españolas en el Pacífico (Palao, Marianas y Carolinas) fueron vendidas a Alemania. La pérdida de estas colonias tuvo una serie de repercusiones para España.

  • Desde un punto de vista económico, la derrota implicó la pérdida del mercado colonial, generando un impacto directo en la industria catalana al perder un mercado para sus productos y materias primas. La consecuencia inmediata de la pérdida de las colonias fue la repatriación de capitales, los cuales se reinvirtieron en la economía peninsular. Esta reinversión contribuyó al saneamiento de la Hacienda, propiciando el desarrollo industrial de nuevos sectores en España. Como respuesta a este cambio, se implementaron medidas proteccionistas destinadas a resguardar el mercado español de las industrias nacionales, buscando así impulsar la autosuficiencia económica y la consolidación de sectores industriales emergentes.
  • Desde un punto de vista ideológico-político, cabe resaltar la emergencia del Regeneracionismo como un movimiento intelectual y crítico que se caracterizó por su rechazo al sistema de la Restauración, al considerarlo corrupto y fraudulento. Entre sus destacados representantes figura Joaquín Costa, reconocido como el padre del Regionalismo Aragonés. Su pensamiento se fundamentó en una crítica radical al sistema caciquil, que había obstaculizado en la instauración de una verdadera democracia basada en las clases medias, así como en la modernización económica y social del país. Este movimiento regeneracionista dio lugar a una corriente literaria como la Generación del 98, cuyos escritores destacados incluyen a Unamuno, Baroja, Azorín, Maeztu y los Machado, quienes contribuyeron de manera significativa a la vida intelectual y política. Por otro lado, la derrota en las guerras coloniales generó resentimiento entre los militares hacia los políticos, ya que las fuerzas armadas no estaban adecuadamente preparadas para estos conflictos. La reclutación de los soldados más desfavorecidos para la Guerra de Cuba, mientras los jóvenes de clases altas evitaban el servicio militar mediante el sistema de redención (pago de una cantidad de dinero), generó un sentimiento antimilitarista en la sociedad. Este hecho resultó en un gran desprestigio para el ejército español. En respuesta a la crisis del 98, se observó una expansión del republicanismo y del nacionalismo catalán y vasco, con la intención de iniciar reformas en la sociedad. Tanto Antonio Maura, representante conservador, como José Canalejas, representante liberal, buscaron cambiar y democratizar el país mediante el regeneracionismo. Ambos intentaron implementar una serie de reformas para hacer frente a la crisis. Sin embargo, estas iniciativas no tuvieron éxito debido a la escasa participación de la población en la vida política, los sucesos de la Semana Trágica que llevaron a la destitución de Maura, y el asesinato de Canalejas a manos de los anarquistas.

El reinado de Alfonso XIII

El reinado de Alfonso XIII se divide en dos etapas: la regencia de Mª Cristina (1885-1902) y el propio reinado de Alfonso XIII (1902-1931). La segunda etapa está enmarcada en la segunda parte de la Restauración hasta 1923, con la dictadura de Primo de Rivera. El sistema político era una monarquía liberal no democrática basada en la Constitución de 1876. Hubo estabilidad gracias al pacto entre los partidos dinásticos conservador y liberal para alternar en el gobierno. Durante la regencia de Mª Cristina, destacó el «revisionismo político», con intentos de reforma y regeneración para renovar la vida política y social, eliminando el caciquismo y el fraude electoral. Se buscaba una «Revolución desde arriba», liderada por Silvela y Maura en el partido conservador, y Canalejas en el Liberal. Los partidos dinásticos también apoyaron el regionalismo intelectual para modernizar España sin cambiar la base de la Restauración. El gobierno de Maura propuso la Ley de administración local y la Ley electoral de 1907 para combatir el caciquismo, pero estas reformas fueron superficiales. Canalejas abogó por la separación Iglesia-Estado y la Ley del Candado, prohibiendo nuevas órdenes religiosas. Su gobierno presentó la Ley de Mancomunidades (1912) y la Ley de Cabildos Insulares (1902) para el autogobierno de cada isla. Además, implementó reformas fiscales y la Ley de reclutamiento obligatorio en tiempos de guerra. Sin embargo, tras el asesinato de Canalejas en 1912, la etapa regeneracionista llegó a su fin, marcando el comienzo de una profunda crisis en la Restauración. Entre 1914 y 1918, transcurre en Europa la 1ª Guerra Mundial, un enfrentamiento entre las potencias centrales (Alemania y Austro-Hungría) y los aliados (Francia, Gran Bretaña y Rusia). Debido a la neutralidad de España respecto a la guerra, esta sufrió una importante expansión económica: la guerra redujo la productividad de los países y España se convirtió en el principal suministrador. Esto implicó el enriquecimiento de la burguesía y, por el contrario, el empobrecimiento de las clases bajas (debido al aumento de precios).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *