El Sistema Canovista y la Restauración borbónica
El periodo comprendido entre 1868 y 1874 fue marcado por la inestabilidad, lo que llevó a la burguesía a adoptar posiciones conservadoras y al fracaso de la I República, lo que facilitó la restauración de la monarquía. Los partidarios de esta restauración, liderados por Cánovas del Castillo, realizaron una intensa labor diplomática para respaldar la candidatura de Alfonso XII. A pesar de los intentos de Cánovas de que el retorno a la monarquía fuera resultado del deseo popular, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII mediante un golpe militar en 1874. Este hecho marcó el inicio de la Restauración, un régimen político conocido como Sistema Canovista.
Este sistema, inspirado en el modelo británico, era una monarquía parlamentaria donde dos partidos, el conservador y el liberal, se turnaban en el poder. Sin embargo, era un sistema ficticio, ya que ambos partidos representaban los intereses de la burguesía y excluían a otros grupos políticos. Además, las mayorías parlamentarias eran fabricadas mediante fraudes electorales.
El Partido Conservador, creado por Cánovas, abogaba por una monarquía controlada por una oligarquía financiera, con libertades limitadas y apoyo a la iglesia. Por otro lado, el Partido Liberal, liderado por Sagasta, defendía la soberanía nacional, el sufragio universal y unas libertades más amplias, siendo anticlerical y partidario del librecambismo. El régimen político se basaba en la alternancia pacífica de poder entre estos dos partidos, con el rey como figura central.
La Constitución de 1876 estableció este sistema, que se mantuvo hasta 1923. Durante el reinado de Alfonso XII, se consolidó el sistema canovista, con predominio del Partido Conservador, aunque se inició la práctica del turnismo en 1881. Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, María Cristina de Habsburgo asumió la regencia hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. El gobierno del Partido Liberal de Sagasta introdujo medidas progresistas, pero la verdadera crisis llegó con la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898.
La oposición al sistema estaba representada por los partidos republicanos, los regionalismos y el incipiente movimiento obrero. Los partidos obreros se organizaron legalmente a partir de la Ley de Asociación, con corrientes socialistas y anarquistas. Además, surgieron movimientos nacionalistas en Cataluña, el País Vasco y Galicia, alterando el equilibrio político establecido por Cánovas.
La crisis del 98: el desastre colonial
Desde mediados del siglo XIX, la economía cubana tenía una relación comercial más fuerte con los Estados Unidos que con España, a pesar del mantenimiento del monopolio comercial tradicional. En la isla, surgía un movimiento que buscaba una mayor autonomía política y una liberación económica. La Revolución de 1868 en España alentó este movimiento, pero las medidas liberalizadoras ofrecidas desde España fueron consideradas insuficientes por los independentistas cubanos, quienes exigieron la constitución de una república independiente. El conflicto desencadenó la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que terminó con la Paz de Zanjón, donde España se comprometió a permitir cierta intervención de los cubanos en el gobierno de la isla. Sin embargo, algunos líderes independentistas como Maceo rechazaron la paz y continuaron trabajando por la independencia desde el exilio con el apoyo de Estados Unidos. La sociedad cubana estaba dividida entre los españoles partidarios de la unidad y el proteccionismo, los criollos que buscaban autonomía dentro de la soberanía española, y los mestizos que deseaban la independencia.
Los intentos de reforma chocaron con los intereses de diversos sectores sociales. En 1895, la guerra estalló nuevamente, dirigida por José Martí y luego por Gómez y Maceo, quienes optaron por una táctica de guerrillas para evitar enfrentamientos directos con el ejército español. A pesar de algunas reformas introducidas por Cánovas, la tensión en la isla aumentó y Estados Unidos decidió intervenir directamente. El hundimiento del acorazado Maine en 1898 desencadenó una campaña de prensa a favor de la guerra con España.
Estados Unidos exigió la entrega de Cuba, pero España se negó, lo que llevó al estallido de la Guerra Hispanoamericana. La flota española fue derrotada en Santiago de Cuba, y tropas estadounidenses invadieron Cuba y Puerto Rico. En Filipinas, también se presentaron movimientos independentistas, y tras la destrucción de la flota española, España pidió la paz. Por el Tratado de París (1898), España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a depender de Estados Unidos.
A nivel económico, aunque se perdieron los mercados coloniales, la industria nacional se recuperó pronto y la repatriación de capitales permitió el desarrollo de la banca española. Sin embargo, ideológicamente, el desastre supuso un gran desencanto y dio lugar a las voces de los regeneracionistas, que consideraban el sistema de la Restauración como viciado y enfermo.
La sociedad española del siglo XIX
Burguesía. R. Cortés. 1855
Con la llegada del liberalismo y el desarrollo industrial, la sociedad estamental típica del Antiguo Régimen sufrió un cambio en su composición, aunque se seguía manteniendo una gran división entre las élites sociales y las clases populares. Los antiguos privilegios feudales se vieron sustituidos por una nueva organización social basada en el poder económico, el nivel de renta y la capacidad adquisitiva de los individuos. La sociedad resultante es denominada sociedad de clases.
Clases sociales
- Clase alta: La aristocracia (antigua nobleza) y la alta burguesía conforman la clase alta, la élite social. Poseen los medios de producción (latifundios, complejos industriales, explotaciones mineras…) y se han adaptado a la economía de mercado, siendo los grandes beneficiarios de las desamortizaciones, el desarrollo de la banca y la industrialización.
- Clase media: La pequeña burguesía compone la clase media. Es un reducido grupo compuesto por comerciantes, pequeños industriales y profesiones liberales (medicina, abogacía, educación…). Su posición se sustenta en el trabajo y no tanto en las rentas (como la clase alta). Es un grupo muy politizado de cierta movilidad social.
- Clero: El clero no es considerado un grupo social. Se integra dentro de la sociedad de clases. Aunque mantiene algunos privilegios (educación), ha visto menguar su poder tras las desamortizaciones y se siente alejado del liberalismo.
- Clases populares: Las clases populares conforman la masa de la población. En su mayoría son trabajadores rurales (pequeños propietarios y jornaleros). Son los más perjudicados en los procesos desamortizadores. Aquellos que migran a las ciudades conforman el proletariado industrial, con unas condiciones de vida muy precarias.
- Marginados: Por último, los marginados (minorías étnicas, discapacitados y mendigos), sufren rechazo y discriminación social. La inexistencia de mecanismos sociales de inclusión agudiza su situación.
Las desamortizaciones del siglo XIX
DESAMORTIZACIONES
La desamortización es el proceso de subastar bienes inmuebles previamente expropiados. Durante el siglo XIX se realizarán varias desamortizaciones que afectarán tanto a fincas rústicas como urbanas en situación de “manos muertas” y de uso comunal. Estas desamortizaciones tienen una triple finalidad.
Objetivos de las desamortizaciones
- Subsana el estado de la hacienda y afrontar gastos del Estado (como es el caso de las guerras carlistas) aumentando los ingresos por la venta de estas propiedades.
- Aumentar la productividad, poner en cultivo zonas improductivas y surtir al mercado de terrenos anteriormente vinculados.
- Formar una clase media de pequeños productores agrícolas que supongan una masa social favorable al liberalismo.
Las primeras desamortizaciones se realizaron durante el gobierno de Godoy, también durante la Guerra de Independencia y durante el trienio liberal. No obstante, los procesos desamortizadores más relevantes se produjeron bajo las directrices de los ministros de hacienda Mendizábal (1836) y Madoz (1855).
La primera de ella se centró en las propiedades que poseía la Iglesia, mientras que la segunda tuvo especial atención sobre las propiedades de ayuntamientos y otras administraciones. El alcance de las desamortizaciones está lejos de cumplir los objetivos previstos. No obstante, varias serán las consecuencias de estos procesos.
Consecuencias de las desamortizaciones
- La aristocracia y alta burguesía serían los grandes beneficiados, ya que fueron aquellos que pudieron afrontar los costes de los lotes en las subastas.
- No se consiguió una clase media rural y los campesinos y pequeños propietarios vieron reducido sus ingresos y la competencia de los nuevos terratenientes.
- Aunque aumentó la superficie cultivada y cambió la estructura de la propiedad, los rendimientos siguieron siendo bajos.
- Políticamente, se consolida la clase alta terrateniente, que defiende el nuevo sistema liberal.
- Los ayuntamientos perderán poder económico, reforzando el centralismo y la iglesia mantendrá una distancia respecto al liberalismo que no se corregirá hasta la época de la restauración.