Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La emancipación de la América española.
A su retorno a España, Fernando VII fue recibido con entusiasmo. Sin embargo, el rey mantenía posiciones absolutistas y mediante un golpe de estado suprimió las cortes y abolió la Constitución. El golpe de estado fue posible gracias al apoyo prestado por parte del ejército, la nobleza y el clero, expresado en el manifiesto de los persas. El reinado de Fernando VII se divide en 3 etapas.
La primera etapa, conocida como Sexenio Absolutista (1814-1820), se caracterizó por la vuelta al absolutismo y la restauración del Antiguo Régimen. Además de derogarse la Constitución de Cádiz y declarar nulas todas sus actuaciones, Fernando VII emprendió una campaña de represión contra los liberales, que fueron encarcelados o deportados, y los que permanecieron en España pasaron a la clandestinidad. No obstante, los liberales conspiraron contra el gobierno de Fernando VII y protagonizaron varios pronunciamientos, como el de Juan Díaz Porlier en La Coruña en 1815 y el del general Luis Lacy, en Cataluña en 1817. Ambos pronunciamientos fracasaron y fueron duramente reprimidos.
El Trienio Liberal (1820-1823) tuvo lugar gracias al triunfo del pronunciamiento del comandante Rafael de Riego en Cabezas de San Juan (Andalucía). El pronunciamiento se extendió rápidamente por el resto de España y Riego proclamó la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a jurarla. Las nuevas cortes pusieron en marcha un sistema de gestión compartida entre las cortes y la monarquía. No obstante, durante el Trienio Liberal surgieron dos problemas: por un lado, Fernando VII utilizó sus derechos a veto suspensivo para boicotear la labor de las cortes y, por otro, los liberales se dividieron en dos grupos: los moderados o doceanistas, que eran partidarios de la participación de la Corona en las labores legislativas, y los exaltados o veintianistas, que defendían que el rey sólo debía tener el poder ejecutivo.
Los primeros años del Trienio Liberal estuvieron demandados por los moderados, que intentaron acabar con el Antiguo Régimen a través de las siguientes medidas:
- Suspensión de mayorazgos y abolición del régimen señorial.
- Prohibición a la Iglesia de adquisición de bienes inmuebles.
- Reducción del diezmo.
- Abolición de la Inquisición.
- Limitación de las comunidades religiosas.
La oposición absolutista protagonizó varios sucesos para restablecer el Absolutismo: sublevación de la Guardia Real, organización de guerrillas en Navarra y Cataluña y la creación de la Regencia de Urgel, que fue disuelta por el ejército.
Ante los fracasos de los absolutistas, Fernando VII nombró ministro a un exaltado y, al mismo tiempo, buscó ayuda de las grandes potencias absolutistas europeas, la Santa Alianza. Las potencias europeas, en el Congreso de Viena, decidieron una intervención militar y se encomendó a Francia invadir España para reponer el Absolutismo. Así, en 1823, un ejército francés, Los Cien Mil Hijos de San Luis, con el refuerzo de 35.000 voluntarios españoles, recorrió España sin oposición y Fernando VII restauró por segunda vez el Absolutismo.
Los últimos diez años del reinado de Fernando VII se conocen como la Década Ominosa (1823-1833). Sin embargo, la vuelta al absolutismo fue un poco más suave que en 1814, ya que el rey contó con algunos ministros reformistas y se alejó de los absolutistas más radicales. Los absolutistas se dividieron en dos grupos: los reformistas, que eran partidarios de reformas para evitar una revolución, y los apostólicos o realistas, que querían el restablecimiento del Absolutismo pleno, incluida la Inquisición. Dirigidos por el infante Don Carlos María Isidro, al que querían hacer rey, se organizaron en Juntas Apostólicas financiadas por la Iglesia. En 1827, los realistas organizaron una insurrección en el Pirineo catalán que derivó en la llamada «Guerra de los agraviados». Fueron vencidos y sus dirigentes ejecutados, pero esta revuelta señala el comienzo del carlismo. Por otra parte, los liberales, opositores naturales al régimen absolutista, fueron perseguidos y organizaron conspiraciones que fueron abortadas, como las de Espoz y Mina en el norte y la de Torrijos en Málaga.
En este contexto se desencadenó la crisis sucesoria. Fernando VII, para garantizar la descendencia cuando su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, se quedó embarazada, publicó la Pragmática Sanción, que abolía la Ley Sálica y, tras el nacimiento de Isabel II, Don Carlos pasó a un segundo lugar en el orden sucesorio. Las protestas de los realistas llevaron a que Fernando VII, enfermo y presionado, derogara la Pragmática Sanción, pero la recuperación del rey propició el restablecimiento de la Pragmática Sanción y el cambio de gobierno, que fue presidido por Cea Bermúdez, quien decretó una amnistía general hacia los liberales. El infante Don Carlos se exilió a Portugal y fue desterrado. En 1833 moría Fernando VII y se iniciaba la regencia de María Cristina de Borbón y las guerras carlistas.
Durante el reinado de Fernando VII, los territorios americanos se independizaron y España dejó de ser un imperio. Las causas de la emancipación fueron principalmente dos: la política de control económico y administrativo de los Borbones y las aspiraciones políticas y económicas de los criollos.
El desastre de Trafalgar y la guerra de la independencia española facilitaron la emancipación americana. En América se formaron Juntas, al igual que en España tras la invasión francesa. Estas Juntas cubrieron el vacío de poder y con ellas se inicia el proceso de independencia, que se puede dividir en dos etapas:
- En la primera etapa (1808-1814) surgen tres focos revolucionarios: uno en México, protagonizado por el cura Hidalgo y Morelos; otro en Venezuela, dirigido por Simón Bolívar; y un tercer foco en Buenos Aires, protagonizado por el general San Martín. Lima es el centro realista que resiste.
- La segunda etapa (1815-1824) supuso, en el primer momento, una vuelta a la normalidad con el regreso de Fernando VII a España. Sin embargo, ante la intransigencia del rey y el envío de una tropa de 10.000 hombres, el movimiento independentista recobra fuerzas y San Martín consigue la independencia de Argentina en 1816 y la liberación de Chile tras las victorias de Chacabuco y Maipú, mientras que Bolívar logra la independencia de Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador con las victorias de Boyacá y Carabobo. Por otra parte, el general Iturbide declara la independencia de México en el Plan de Iguala. Por último, las tropas de Bolívar desde el norte y de San Martín desde el sur convergieron en los Andes y la victoria de Ayacucho sobre el virrey culmina la independencia y sólo permanecieron españolas los territorios de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Las consecuencias de la emancipación de los países americanos para España fueron la pérdida del mercado exterior más importante y de una gran fuente de materias primas. Para América, fueron el predominio de los criollos y la marginación de la mayoría de la población indígena, negra y mestiza; la inestabilidad y la división política, ya que fracasaron los proyectos unitarios y triunfaron las políticas autoritarias; y EEUU se convirtió en la potencia dominante en Iberoamérica.
La crisis de 1808, guerra de independencia y los comienzos de la revolución liberal.
El reinado de Carlos IV (1788-1808) estuvo condicionado por el estallido, en 1789, de la Revolución Francesa y su evolución posterior. Así, las relaciones con la Francia revolucionaria atravesaron tres fases: una primera de neutralidad, una segunda de guerra y una tercera de alianza con Napoleón.
Con Carlos IV se estableció el llamado despotismo ministerial, ya que el verdadero poder lo ejercía el Primer Ministro y no el rey. Por influencia de la reina, Manuel Godoy ascendió al cargo de Primer Ministro. Cuando la Revolución Francesa se radicalizó y se abolió la monarquía, Godoy maniobró para intentar salvar la vida del rey francés Luis XVI. Francia declaró la guerra a España, que terminó con la derrota española en la Paz de Basilea, en la que España cedió el oeste de la República Dominicana (actual Haití) y, a cambio, Godoy recibió el título del Príncipe de la Paz. En 1796 se firmó el primer Tratado de San Idelfonso, que equivalió a la renovación de los antiguos Pactos de Familia, con los que España se vinculaba a Francia en una política de colaboración y defensa mutua. Este tratado desembocó en la guerra contra Inglaterra y la derrota franco-española de Trafalgar (1805), que supuso el hundimiento de España como potencia naval.
En 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, por el cual se permitía el paso de las tropas francesas por España para invadir Portugal, tradicional aliada de Inglaterra. Una vez que se comprendió que Napoleón pretendía ocupar también España, Godoy intentó trasladar a la familia real de Aranjuez a Andalucía. En Aranjuez estalló un motín dirigido por los partidarios del príncipe heredero, futuro Fernando VII, opuesto al protagonismo de Godoy. En el motín, Carlos IV se vio obligado a sustituir a Godoy y a abdicar en su hijo Fernando VII. Carlos IV pidió ayuda a Napoleón para recuperar el trono y éste aprovechó hábilmente esta situación para atraer a Carlos IV y a Fernando VII a la ciudad francesa de Bayona. Allí sucedieron las abdicaciones de Bayona, en las que Napoleón forzó a Fernando VII a devolver el trono a su padre, Carlos IV, y a éste a renunciar en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón. Además, Napoleón promulgó la Constitución de Bayona en 1808, que suprimía algunos privilegios, establecía algunos derechos individuales, limitaba los mayorazgos, aunque declaraba la religión católica como única en España (constitución conservadora).
La guerra de la Independencia estalla con el levantamiento popular en Madrid, el 2 de mayo de 1808, levantamiento que intentó evitar la salida de los últimos infantes hacia Francia. Tras los sucesos de Madrid, el levantamiento se generaliza por España, se constituyen Juntas locales, Juntas supremas provinciales y una Junta Suprema Central que asume el gobierno del país en las zonas no ocupadas y dirige el levantamiento. Se pueden distinguir tres grandes fases en la Guerra de la Independencia:
- La primera fase, de mayo a diciembre de 1808, fue la etapa de resistencia, marcada por los sitios de ciudades como Gerona, Zaragoza, Salamanca, etc., y la derrota de los franceses en Bailén, que impidió la ocupación francesa de Andalucía y forzó a José I a trasladarse de Madrid a Vitoria.
- La segunda fase, de 1809 a 1811, se caracterizó por el éxito francés, gracias a que Napoleón dirigió en persona una contraofensiva con un ejército de 250.000 hombres. No obstante, el pueblo organizó guerrillas que infringieron muchos daños e Inglaterra se involucró en la guerra del lado de España.
- La tercera fase, de 1812 a 1813, finaliza con la derrota francesa, posibilitada por la campaña de Napoleón en Rusia, que obligó a retirar a miles de soldados de España, y también a que un ejército anglo-portugués, al mando del general Wellington, penetrara en España, con lo que Francia sufrió sucesivas derrotas, como la de Arapiles (Salamanca), Vitoria y San Marcial, y los franceses se vieron obligados a retirarse hacia los Pirineos. El Tratado de Valençay pone fin a la guerra y permite el retorno de Fernando VII. Las consecuencias de la guerra fueron desastrosas para España: miles de muertos, destrucción de infraestructuras, propiedades, patrimonio artístico e inicio de la independencia de las colonias.
La Guerra de la Independencia permitió el desarrollo de la revolución liberal en España. Ante el vacío de poder, los españoles tuvieron que crear un gobierno. La Junta Central creó el Consejo de Regencia, que convocó las Cortes de Cádiz en 1810 con el fin de establecer una monarquía parlamentaria, tal y como se hizo en la Constitución de Cádiz. No obstante, había una división política interna: por un lado, estaban los absolutistas; por otro, los afrancesados, leales a Napoleón porque veían en la invasión francesa una posibilidad de modernizar el país; y, por último, los liberales, contrarios a la invasión, pero opuestos al absolutismo.