2) Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II
A) Proceso de Revolución Liberal (1833 – 1836)
Los primeros gobiernos de transición (1833-1836)
El testamento de Fernando VII establecía la creación de un consejo para asesorar a María Cristina en su regencia compuesto por absolutistas, al mando de Cea Bermúdez. Se hicieron tímidas reformas. La única relevante fue la división de España en 49 provincias. Pero ante la extensión de la insurrección carlista el trono isabelino tembló y Cea chocó con la población. La regente necesitaba apoyos y convencida por los militares se ganó a los moderados con Martínez de la Rosa. Este hizo reformas limitadas y un Estatuto Real (un sucedáneo de constitución, con las mismas leyes del antiguo régimen, adaptadas a los nuevos tiempos). La división entre liberales (moderados y progresistas se acentuó) por la insuficiencia de las reformas.
Los progresistas en el poder
Los progresistas estaban descontentos y contaban con el apoyo de los movimientos populares, la Milicia Nacional y las juntas revolucionarias. Protagonizaron revueltas urbanas con quemas de conventos. Exigían libertad de opinión, prensa, extinción del clero regular y la leva de 200.000 hombres para la guerra carlista. Ante esta situación la regente llamó al gobierno a Mendizábal, un progresista que reformó el Estatuto Real e intentó desamortizar los bienes del clero. Los nobles se quejaron a María Cristina para que lo destituyese. Entonces estallaron revueltas pidiendo el restablecimiento de la Constitución de 1812 y con el levantamiento de los sargentos de la Granja, María Cristina accedió a restablecerla y entregar el poder a Calatrava.
La Constitución de 1837
La labor más importante del gobierno progresista de Mendizábal fue convocar unas Cortes que adaptasen el texto de 1812 a los nuevos tiempos. Así redactaron la Constitución de 1837, con principios básicos del progresismo: soberanía nacional, declaración de derechos ciudadanos, división de poderes, aconfesionalidad del Estado… Recogía elementos moderados como dos cámaras: Congreso y Senado, veto para el rey y la financiación del culto católico. La Ley de Imprenta hizo desaparecer la censura y la Ley Electoral fijó un sufragio censitario que amplió el censo del 0,15% de la población al 2,4%.
La alternancia en el poder (1837-1843)
Quedó configurado un sistema de partidos (moderado y progresista) que se alternaban el poder. Relevancia de Espartero, Narváez y O’Donnell.
Los moderados en el gobierno (1837 – 1840)
Tras aprobarse la Constitución ganaron los moderados. Estos intentaron desvirtuar elementos progresistas y prepararon la Ley de Ayuntamientos, que daba a la Corona la facultad de nombrar alcaldes. Se inició una ley para devolver los bienes expropiados al clero y reimplantar el diezmo. Esto enfrentó a progresistas y moderados. El apoyo de la regente a los moderados generó un movimiento insurreccional. María Cristina dimitió y el general Espartero pasó a ser regente.
La regencia de Espartero (1840 – 1843)
Espartero disolvió las juntas revolucionarias y convocó nuevas elecciones. Ganaron los progresistas. Sin embargo actuó con autoritarismo: no cooperaba con las Cortes y solo se ayudaba de su camarilla militar (ayacuchos). Así perdió su popularidad. Aprobó un arancel que abría el mercado a la entrada de algodón inglés y la industria textil catalana hizo un levantamiento en Barcelona. Espartero bombardeó la ciudad. Los progresistas se dividieron y los moderados (O’Donnell y Narváez) aprovecharon para conspirar contra Espartero. Abandonó la regencia y se adelantó la mayoría de edad de Isabel II a los 13 años.
B) La Década Moderada (1843 – 1853)
Configuración del Régimen Moderado
Las elecciones del 1844, dieron la mayoría a Narváez, que impulsó una política de liberalismo moderado. Quería clausurar la revolución y normalizar al país. El nuevo Estado debía sostenerse en el orden y la autoridad así que empleó medidas represivas contra los progresistas (que se exiliaron).
El régimen se asentó en el predominio de la burguesía terrateniente que buscaban el orden social con instituciones liberales desde un punto de vista moderado.
La Corona y el ejército se encargó de falsear las elecciones para que siempre ganara este partido.
La Constitución de 1845
El gobierno reformó la Constitución de 1837 recogiendo las medidas básicas del moderantismo: soberanía conjunta de rey y Cortes, restricción del derecho a voto y Senado no electivo (el rey podía elegirlo de la gente de su confianza). Los ayuntamientos se supeditaron a la Administración Central y se suprimió la Milicia Nacional. Además se acordó mantener el culto y clero.
En general mantenía gran parte de los derechos de la de 1837.
Se estableció el control gubernamental sobre la prensa y la Ley Electoral de 1846 restringía el censo electoral a un 1% (solo votaban los mayores contribuyentes de cada localidad).
El Concordato de la Santa Sede
Los moderados intentaron mejorar sus relaciones con la Iglesia que apoyaba el carlismo. Firmó el Concordato de la Santa Sede para establecer la suspensión de la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados y el retorno de los no vendidos. A cambio la Iglesia reconocía a Isabel II y el Estado se comprometía al sostenimiento de la Iglesia española (amplias competencias en educación y catolicismo como religión oficial).
Institucionalización del Estado Liberal
El moderantismo buscaba un nuevo Estado liberal bajo el centralismo, la uniformidad y la jerarquización. El gobierno emprendió una reforma fiscal para aumentar ingresos de Hacienda y creó el Código Penal y el Código Civil. Abordó también una reforma de la Administración pública, reorganizando cargos y fortaleciendo gobiernos civiles y militares. La Ley de Administración Local dispuso que los alcaldes serían nombrados por la Corona creándose así una jerarquía. El temor a que la centralización trajera un rebrote carlista trajo el mantenimiento de los ayuntamientos forales del País Vasco y Navarra. Se creó un sistema nacional de instrucción pública, que regulaba los niveles de enseñanza y la Ley Moyano, primera gran ley de educación del país. Adoptó el sistema métrico decimal y sustituyó la Milicia Nacional por la Guardia Civil (cuerpo de estructura militar con finalidad civil).
La crisis del gobierno moderado
Los gobiernos no daban estabilidad al país. La vida política estaba en torno a la corte y camarillas. El autoritarismo se agudizó con Bravo Murillo que propuso transformar el estado en una dictadura tecnocrática. Desdeñaba el sufragio y el parlamentarismo y quería el Estatuto Real. La propuesta fracasó por la propia oposición de un sector moderado y el descontento acabó en la revolución en 1854.
C) El Bienio Progresista (1854–1856)
La Revuelta de 1854 y el Nuevo Gobierno Progresista
El autoritarismo del gobierno moderado produjo el pronunciamiento de Vicálvaro a cuyo frente estaba O’Donnell que fundó la Unión Liberal, para cubrir ese espacio entre moderados y progresistas. Los sublevados elaboraron el Manifiesto de Manzanares en demanda del cumplimiento de la Constitución de 1845. La presidencia cayó en Espartero y O’Donnell fue nombrado ministro de guerra. Las elecciones dieron mayoría progresista y aparecieron demócratas. El nuevo gobierno quiso restaurar los principios del progresismo y volvió a poner la Milicia Nacional y la Ley Municipal (de elección directa de alcaldes). Preparó una Constitución, la de 1856 pero no llegó a ser promulgada. La mayor actuación fue el plan de reformas económicas para defender a la burguesía urbana y clases medias.
La Legislación Económica
Las líneas de acción más importantes del gobierno fueron la Ley Desamortizadora de Madoz y la gran inversión estatal en la red de ferrocarriles. Se inició con la Ley General de Ferrocarriles, que ofrecía subvenciones a las empresas que intervinieran pero se benefició capital extranjero. Las Cortes buscaron el desarrollo económico con reforestación, el telégrafo, las carreteras, las sociedades por acciones, la banca y la minería.
La Crisis del Bienio Progresista
Las medidas reformistas no remediaron la crisis de subsistencias de la población y generó un clima de huelgas obreras (reclamando la reducción de impuestos, de la jornada laboral y mejora de salarios) y un levantamiento campesino. El gobierno presentó la Ley de Trabajo que introducía mejoras para los obreros. Pero la conflictividad social atemorizaba a las clases conservadoras. Discrepancias en la coalición gubernamental. Espartero dimitió y la reina confió el gobierno a O’Donnell.
D) La Descomposición del Sistema Isabelino (1856 – 1868)
Los Gobiernos Unionistas (1856 – 1863)
El nuevo gobierno unionista de O’Donnell intentó un equilibrio combinando elementos del proyecto moderado con algunas propuestas progresistas. Consiguió estabilidad política y prosperidad económica debido a la fiebre especuladora ferroviaria. Se quiso revitalizar el parlamentarismo y aunque las elecciones eran amañadas, también había una minoría opositora en el congreso. Una de las actuaciones más relevantes de su política exterior activa fue el intento de recuperar prestigio internacional con diversas campañas:
- La expedición a Indochina, con Francia, para castigar una matanza de misioneros. Benefició mayoritariamente a Francia.
- La intervención en México, junto a franceses y británicos para exigir al gobierno mexicano el pago de una deuda atrasada, pero los españoles acabaron retirándose.
- Las campañas militares de Marruecos, motivadas por disputas fronterizas y se saldaron con el triunfo en Tetuán y Castillejos donde el general Prim tuvo gran relevancia. La paz de Wad-Ras permitió a España incorporar el Ifni a la Corona.
Pero en 1863 se evidenció la descomposición interna del gobierno y se sucedieron mandatos inestables. La propia corona se negó a disolver cortes y entregó el poder a los moderados.
Los Gobiernos Moderados (1863 – 1868)
Entre 1863 y 1868 volvió Narváez al poder y los antiguos principios del moderantismo. Pero estaban faltos de apoyos. El moderantismo impuso la forma autoritaria de gobierno al margen de las Cortes y los progresistas pasaron a la insurrección con el apoyo de los demócratas. En 1866 se sublevaron los sargentos de San Gil y esto comportó un levantamiento popular en Madrid. La insurrección acabó con 66 fusilamientos y 1000 prisioneros. La situación empeoró con la crisis de subsistencias.