El estallido del conflicto
En el verano de 1914, una nueva crisis en los Balcanes sacudió a Europa, aunque pocos eran conscientes de que iba a significar el inicio de la guerra. Fue asesinado en Sarajevo el heredero de la corona austriaca, el archiduque Francisco Fernando, junto a su mujer. Animada por Alemania, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia.
Toda Europa entró en guerra. Rusia se puso al lado de Serbia y declaró la guerra a Austria. Alemania, aliada de Austria, declaró la guerra a Rusia y a Francia. Gran Bretaña intervino en el conflicto al lado de sus aliados rusos y franceses y declaró la guerra a Austria y Alemania. Solo Italia se mantuvo en un principio neutral. El enfrentamiento austro-serbio se transformó en una guerra entre europeos. Una buena parte de la clase trabajadora era contraria a la guerra. Pero la rapidez con la que se desencadenó el conflicto dio lugar a que los ciudadanos se movilizaran para acudir a los frentes de guerra.
De la guerra de movimientos a la guerra de trincheras
En el momento en que se inició la guerra, Alemania y Austria-Hungría, los imperios centrales, gozaban de ventajas. El plan alemán preveía un ataque rápido contra Francia entrando por Bélgica y Luxemburgo. Al principio, las previsiones se cumplieron: los franceses intentaron atacar Alemania por Alsacia, pero a los pocos días tuvieron que retroceder derrotados. Los ejércitos franceses consiguieron parar el avance de los alemanes en la batalla de Marne.
El resultado de la batalla fue muy importante: la estrategia alemana había fracasado. En el frente oriental, el avance del ejército alemán fue mayor, pero tampoco decisivo para derrotar a las fuerzas militares rusas que invadieron el territorio austrohúngaro. La guerra de trincheras fue dura y larga, y llegó a convertirse en el símbolo de la Primera Guerra Mundial.
En el frente occidental, en 1916, en la batalla de Verdún, iniciada por los alemanes, los soldados franceses soportaron durante más de 4 meses los embates de las tropas alemanas sin ceder un palmo de terreno. Los aliados intentaron una ofensiva en Somme, pero no tuvieron éxito.
En el frente oriental, la ofensiva rusa sorprendió a los alemanes, pero fue rápidamente bloqueada por el empuje de los ejércitos alemanes.
Los tratados de paz
Wilson quería imponer una paz fundada en el derecho y la justicia, con respeto a las nacionalidades, libertad de comercio y navegación. Los que habían perdido menos con la guerra eran más generosos en la victoria, y los más perjudicados deseaban compensaciones más fuertes.
El más importante de los tratados fue el de Versalles, en el que se estipulaba la suerte que debía correr Alemania. Se elaboró partiendo de la base de que Alemania era responsable del conflicto. Según el tratado, el imperio alemán entregaba Alsacia-Lorena a Francia, la Posnania a Polonia y separaba la Prusia Oriental del resto del territorio por Danzig; sus colonias eran repartidas entre los vencedores.
Se impuso a Alemania el pago de fuertes reparaciones de guerra para compensar las destrucciones en los países vencedores.
Otros tratados: por el de Saint-Germain, Austria perdía todos los territorios eslavos y se convertía en república. Por el Tratado de Trianon, Hungría perdía la salida al mar y una parte de sus antiguos territorios eran cedidos a Checoslovaquia, a Yugoslavia y a Rumanía. Por último, en el Tratado de Sèvres se imponía al Imperio Turco la cesión de territorios a favor de árabes y griegos.
La Sociedad de Naciones
En París se crearon las bases de una nueva organización que había de garantizar la paz y fomentar la colaboración y cooperación internacionales. Establecida en dos organismos: la Asamblea General, de la cual formaban parte todos los estados miembros, y un Consejo formado por las potencias ganadoras de la guerra. La SDN quedó encargada de supervisar el cumplimiento de los tratados, de garantizar el desarme general, de proteger a las minorías nacionales de los respectivos estados y de administrar los territorios sustraídos a Alemania y Turquía.
El impulsor de la SDN había sido el presidente de los Estados Unidos. Pero Estados Unidos no se integró. Convirtió la SDN en una organización de vencedores de la guerra, sin medios para imponer sus decisiones.
Los cambios en la organización del trabajo y las empresas
La mayor competencia dio paso a nuevas formas de organización del trabajo para mejorar la productividad y mantener las posiciones conquistadas. Desde los años ochenta del siglo XIX, las tareas de los trabajadores se fragmentaron con el objetivo de simplificarlas y aumentar la cantidad producida por unidad de tiempo. A partir del estudio de los tiempos necesarios para realizar cada una de las tareas, Taylor desarrolló la cadena de montaje con transportadores. La cualificación del trabajo descendió y, con ello, el salario.
Las enormes inversiones necesarias para financiar las innovaciones tecnológicas escapaban al alcance de las empresas pequeñas o familiares y dieron lugar a un rápido proceso de concentración empresarial. Solo las grandes empresas eran capaces de hacer frente a la guerra de precios. Mediante fusiones de pequeñas empresas, absorciones o acuerdos entre bancos e industrias, fueron apareciendo verdaderos gigantes empresariales que acabaron controlando el mercado e imponiendo los precios.
La concentración empresarial puede ser:
- Vertical: organizada por empresas que trabajan en un mismo ramo productivo.
- Horizontal: agrupando a sociedades que ejercen actividades complementarias.
Desde el punto de vista financiero, encontramos:
- El cártel: asociación de empresas para restringir o eliminar la competencia.
- El trust: fusión de diversas empresas en una nueva.
- El holding: sociedad financiera que posee capital en diversas y variadas empresas para controlar sus actividades.
La forma de mayor control del mercado es el llamado monopolio, que consiste en que un fabricante o distribuidor tiene la exclusiva sobre un producto e impone, sin ningún control, los precios.