1. Objetivos de la Política Exterior de la España Democrática
Tras la aprobación de la Constitución y el establecimiento de la democracia, el primer objetivo en política exterior fue la normalización de las relaciones diplomáticas con todos los países del mundo. Franco y sus gobiernos no mantuvieron relaciones diplomáticas con Israel, México ni con la mayoría de los países comunistas. Se consideró natural que el gobierno de Adolfo Suárez normalizara sus relaciones diplomáticas con todos los países. Solo el reconocimiento del Estado de Israel provocó algunas protestas.
El segundo objetivo fue la nueva solicitud de ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE), ya que los inconvenientes políticos habían desaparecido. Sin embargo, resultó difícil y no se consiguió hasta ocho años más tarde con el primer gobierno socialista.
El tercer objetivo que se propuso el gobierno fue el ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo cual fue muy contestado por los partidos de la izquierda y por amplios sectores de la sociedad. El Partido Socialista adoptó una postura lo suficientemente ambigua como para dejar la puerta abierta en caso de llegar a gobernar. A pesar de esta contestación, el gobierno de la UCD, con su mayoría simple, solicitó el ingreso en el comité político de la OTAN, que fue aceptado. Algunos analistas políticos comentaron por aquellas fechas que el ingreso en la OTAN era condición sine qua non para la entrada en la CEE. Los socialistas prometieron entonces someter a referéndum la permanencia en la Alianza si llegaban al poder.
2. La Integración de España en la Unión Europea: Sus Consecuencias
El primer gobierno del PSOE, presidido por Felipe González, firmó en 1985 el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas y celebró el prometido referéndum, con lo que acabó de integrar a España en el bloque político occidental. Así, se pondría fin a un largo periodo de espera que comenzó con la solicitud de ingreso por parte de Franco en los sesenta. Pero el llamado mercado común incluía la homogeneidad política dentro del sistema democrático, de ahí que la CEE dijera que no a la adhesión, argumentando siempre la falta de libertades políticas en nuestro país. Los gobiernos de Suárez y Calvo Sotelo se apresuraron a solicitar el ingreso pues España disponía ya de una Constitución. Las dificultades aparecieron entonces en la estructura económica española, en los propios problemas internos de la CEE y en el clima general creado por los efectos de la crisis económica de 1973. Fue la amistad y el apoyo que se consiguió con Alemania y Francia lo que despejó el camino para una negociación.
España tuvo que aceptar unas duras condiciones: largos periodos transitorios para aquellos sectores más competitivos. Así, la libre circulación de trabajadores no fue admitida hasta 1993, al igual que la exención arancelaria de los productos agrícolas generales. El libre comercio de frutas, hortalizas y aceite se retrasó hasta 1996 y la posibilidad de pescar en caladeros comunitarios hasta 2003. Todo esto en la práctica fue reducido.
2.1. La Presencia Española en los Organismos Europeos
Por su población, España ocupa un escalafón inferior a los cuatro grandes europeos con más de 50 millones, pero sin embargo posee dos miembros representantes en la Comisión al igual que ellos. España ocupa 64 escaños de 626 del Parlamento Europeo. La ampliación de los países del Este ha llevado a la modificación de estas cifras en la cumbre de Niza, por lo que España mantendrá su peso proporcional en las votaciones, pero perderá 1 de los 2 comisarios. España ha apoyado siempre el proceso de formación de la identidad política común europea: Acta Única en 1986, Tratado de la UE en 1993 y la ampliación a la Europa de los 15 en 1995.
El objetivo principal del Acta Única Europea fue construir un mercado único sin fronteras para mercancías, capitales y personas.
El Tratado de la Unión (o Tratado de Maastricht) supuso un paso decisivo en la conformación del ente supranacional europeo. Pretendía reducir las diferencias entre estados y regiones en el seno de la Unión, y la aceptación de un calendario para la unión económica y monetaria, que culminó con la llegada del euro en 2000. Además, preveía una política exterior común así como la supresión de las fronteras interiores, lo que solo se ha llevado a cabo en los países firmantes del Tratado de Schengen (Alemania, Francia, España, Portugal y el Benelux). También concede a los ciudadanos europeos el derecho a votar y a ser elegidos en las elecciones municipales y en las europeas en el lugar de residencia, a protección y ayuda por parte de las embajadas y a la petición ante el Parlamento Europeo y el Defensor del Pueblo Europeo.
2.2. Un Balance Positivo
El balance entre las ventajas y los inconvenientes ha sido positivo para España. Nuestro país fue contribuyente neto durante el primer año, y a partir de ahí el saldo financiero siempre ha sido positivo para España y nunca ha dejado de crecer. Un ejemplo claro es el año 95, en el que arrojó un saldo de 678.452 millones de pesetas más que el año anterior. Este beneficio neto se ha reducido a partir del comienzo del nuevo siglo por el aumento de la riqueza española y el ingreso de países más pobres.
En agricultura, los fondos FEOGA han aumentado un 124% desde que se estableció la Política Agraria Común (PAC), suponiendo que la cuarta parte de los ingresos de nuestros agricultores proveniera de las ayudas de la Unión. En contrapartida, ciertos productos agrícolas o ciertos sectores han salido perjudicados, tales como el plátano canario o el aceite de oliva. Por otra parte, la Unión favorece el abandono de un 15% de las tierras de labor y la reducción de un 20% del viñedo.
En el sector industrial, la UE obligó a reducir la siderurgia pero aportó 596.000 millones de pesetas hasta el año 2000 para su reconversión. La mayoría de los sectores se han beneficiado de inversiones extranjeras con la liberalización del movimiento de capitales y han visto ampliado su mercado.
En cuanto al sector terciario, el comercio ha visto más nivelada su balanza con la Unión aunque en general en el mercado mundial la balanza comercial española sea crónicamente deficitaria. La liberalización del transporte aéreo ha puesto en apuros a Iberia, obligada a reducir sus dimensiones a pesar de la autorización de Bruselas para recibir ayuda estatal.
El balance sectorial en su conjunto es positivo. Solo el sector pesquero parece afectado por una crisis de muy difícil solución, pero esta no hubiese sido menos grave fuera de la UE.
3. Los Lazos Tradicionales: Iberoamérica y el Mundo Mediterráneo
El ingreso de España en la UE no prejuzgaba el abandono de los otros dos polos tradicionales de la política exterior de España: Iberoamérica y el mundo árabe. Por el contrario, fue propósito de los gobiernos que España hiciera un papel de puente entre Europa y estos dos mundos.
3.1. España e Iberoamérica
Con el comienzo de la transición se puso de manifiesto un cambio importante en las relaciones con los países iberoamericanos. Hay que señalar una serie de hechos:
- A) En este nuevo clima democrático, la democracia española juega un papel de referente para los procesos de transición iberoamericanos.
- B) La influencia política española en Iberoamérica no tiene equivalencia con su peso económico.
- C) La sustitución del concepto de Hispanidad por el de Comunidad Iberoamericana de Naciones.
- D) La política iberoamericana será una política de Estado en la que el Rey de España desempeñará un papel relevante.
La política iberoamericana de los gobiernos centristas estuvo marcada por tres principios: el del vínculo, el de puente y el de integración. Este proyecto obligó a encontrar una tercera vía fuera de la dinámica este-oeste que permitiera mantener la amistad estadounidense sin plegarse a su política en la zona, lo que a veces llevó a posturas ambiguas como en el caso de la Guerra de las Malvinas.
Los gobiernos socialistas aprovecharon el buen conocimiento de la zona que tenía González para impulsar el proyecto diseñado por los gobiernos anteriores aunque rechazaron el papel de puente sustituyéndolo por una diplomacia en dos direcciones: la europea y la iberoamericana. Además, impulsaron la meta final de la creación de la Comunidad Iberoamericana de Naciones.
La presencia y la cooperación españolas en los procesos de paz de Centroamérica tuvo el resultado de la participación de militares españoles en la fuerza de paz para Centroamérica y la formación del llamado Grupo de Amigos entre Colombia, México, Venezuela y España, que llevó a la firma del acuerdo de paz en El Salvador con presencia de Felipe González. Al mismo tiempo, la adhesión a la UE amplió las posibilidades de la política iberoamericana por cuanto España sustenta la política de la Unión Europea hacia América Latina. Consiguió que la Comunidad Europea aprobase un plan de ayudas, inversiones y créditos destinados a impulsar el desarrollo de Iberoamérica. La ayuda de la UE a Iberoamérica no dejó de crecer desde 1990 hasta que a finales de los noventa, se frenó debido a la política de preferencia a la Europa del Este impulsada por Alemania. Por otra parte, España creó el Instituto de Cooperación Iberoamericana.
La celebración de las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno a partir de 1991 constituyó un paso trascendental en las relaciones entre España e Iberoamérica. Supuso además el reconocimiento de un ámbito propio que abriera el camino para la constitución de la Comunidad Iberoamericana de Naciones. La primera se celebró en Guadalajara (México), y le siguieron la de Madrid, Salvador (Brasil) o Cartagena de Indias (Colombia). La última, celebrada en Panamá, aprobó una condena del terrorismo de ETA a la que solo se opuso Cuba.
3.2. España y el Mediterráneo
España se ha ocupado de llamar la atención de la CE hacia los países del flanco sur, y pidió la convocatoria de una Conferencia del Mediterráneo que tratara los acuciantes problemas de los países de la otra orilla y propusiera un plan que, en resumen, modernizara a dichos países. Finalmente, con motivo de su segunda presidencia europea, España consiguió organizar en Barcelona en 1995 la Primera Conferencia Euromediterránea a la que asistieron 27 países. Los buenos oficios de los anfitriones españoles consiguieron finalmente una declaración aprobada por unanimidad que contiene los siguientes compromisos:
- Desarrollar el Estado de Derecho y la democracia, reconociendo el derecho de cada uno a elegir su propio sistema.
- Respetar la igualdad de derechos de los pueblos y su derecho de autodeterminación.
- Promover la seguridad regional mediante la no proliferación de armas.
- Crear gradualmente, en torno a 2010, una zona de libre comercio.
- Fomentar el ahorro interno y las inversiones extranjeras directas.
- Un aumento sustancial de las ayudas financieras y la intervención del Banco Europeo de Inversiones.
- Intensificación de la defensa del medio ambiente y la coordinación de los programas multilaterales existentes.
- Por parte de la UE, garantizar la protección de todos los derechos que la legislación vigente reconoce a los emigrantes legales; por parte de los países del sur, la readmisión en sus países de aquellos emigrantes que se encuentren en situación ilegal.
Las situaciones polémicas han sido menos acusadas de lo que se pensaba en un principio por dos razones: la mayor atención por parte de la UE a los países del este y la pérdida de peso político de los países mediterráneos en el seno de la Unión.
3.3. La Política Exterior de los Gobiernos de Aznar
Con el primer gobierno de José María Aznar se notó un cambio de estilo y de preferencias que tuvo como consecuencia la reducción del peso político internacional conseguido por los tres ministros socialistas de exterior. El primer cambio de talante se dio con la política respecto al régimen cubano. Las relaciones llegaron a estar prácticamente rotas debido al deseo de Aznar de complacer las exigencias norteamericanas. Esto se suavizó con la visita no oficial que el Presidente y el Rey hicieron a Cuba con motivo de la Conferencia Iberoamericana de La Habana en 1997.
El segundo rasgo fue el enfriamiento de las relaciones con Alemania y el acercamiento al laborismo británico de Tony Blair. Con el tiempo, la figura de Aznar fue ganando peso en la política de la UE.
Respecto al Mediterráneo, Aznar siguió la tradición de realizar su primera visita oficial al Reino de Marruecos, pero las relaciones empeoraron hasta el punto de llegar a la retirada de embajadores tras la ocupación por soldados marroquíes de la isla de Perejil en el verano de 2002. A principios de 2003, las relaciones diplomáticas tendieron a restablecerse con el ofrecimiento del monarca marroquí de los caladeros saharianos para los gallegos perjudicados por la tragedia del Prestige y la vuelta de los embajadores.