El Imperio de Carlos V: Conflictos internos. Comunidades y Germanías
La llegada de Carlos V y las primeras tensiones
Al morir su abuelo Fernando, Carlos de Habsburgo, que ya había heredado los territorios de Borgoña de su abuela paterna, se hizo coronar Rey de Castilla y Aragón e inició viaje a la península. El nuevo monarca no conocía el castellano y vino acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los más importantes puestos en la Corte y la Iglesia.
Una vez coronado, Carlos I convocó Cortes para que votaran nuevos impuestos. La reacción fue inmediata en Castilla, las protestas le recordaban al rey su obligación de residir en el reino y de respetar las leyes. Similares protestas surgirán en Aragón ante la demanda de nuevos impuestos.
Poco después los príncipes alemanes convertirían a Carlos en el emperador Carlos V.
La Sublevación de las Comunidades de Castilla
El descontento desembocó en la sublevación de las Comunidades de Castilla, o de los Comuneros. La mayor parte de las ciudades de la zona central del reino se revelaron contra la autoridad del monarca.
Causas de la rebelión:
- La aristocracia castellana veía como una humillación que el rey hubiera entregado la administración del reino a consejeros flamencos y hubiera dejado a Adriano de Utrecht como gobernador del reino en su ausencia.
- Carlos había empleado el dinero de los nuevos impuestos en conseguir la elección como Emperador alemán.
- Carlos había despreciado el requerimiento de que aprendiera castellano y respetara las leyes del reino.
- La burguesía urbana temía que se volviera a la tradicional política de exportar la lana en bruto a Flandes, lo que perjudicaría la artesanía textil castellana.
El objetivo era alcanzar la paz del reinado de los reyes católicos.
Al salir Carlos de Castilla, la revuelta estalló en Toledo y pronto se extendió a otras ciudades. Las autoridades reales fueron depuestas y sustituidas por nuevos regidores comuneros.
Tras el incendio de Medina del Campo por las tropas del rey, la rebelión se generalizó.
Los Comuneros crearon la Santa Junta en Tordesillas, gobierno rebelde, que exigió la retirada de los impuestos aprobados en Cortes, el respeto a las leyes del reino y la marcha de los consejeros flamencos.
Los Comuneros intentaron sin éxito convencer a doña Juana, recluida en un castillo de Tordesillas, a que se pusiera al frente de la rebelión y apoyara a las Comunidades.
La rebelión propició el desorden social y hubo rebeliones antiseñoriales en algunas zonas. La nobleza empezó a alejarse de los comuneros.
La rivalidad entre jefes comuneros y la radicalización antiseñorial del movimiento debilitó a las Comunidades. Tras la derrota de las tropas comuneras en Villalar, todas las ciudades abandonaron el movimiento, excepto Toledo que fue finalmente dominada. La derrota comunera significa el inicio del absolutismo en Castilla y el reforzamiento del poder del rey.
Las Germanías
En Valencia el hambre y las epidemias se unieron al descontento social entre los artesanos y los pequeños comerciantes enfrentados con la oligarquía urbana (grandes comerciantes) y la nobleza.
La rebelión de las clases populares, la Germanía, aprovechó que la nobleza había huido de la ciudad por la peste. Pronto la revuelta se extendió hacia el sur del reino.
Los agermanats también atacaron a los moriscos, a los que, además del odio religioso, acusaban de ser sumisos a la nobleza y a la Corona.
Carlos V reaccionó lentamente porque Valencia no era tan importante como Castilla para el poder en sus reinos, finalmente ordenó al Virrey que reprimiera el conflicto. El conflicto degeneró en un enfrentamiento directo entre agermanats y la nobleza. Finalmente la rebelión fue reprimida.
Hubo otra Germanía en Baleares que fue fácilmente sofocada.
Consecuencias de las Rebeliones
Cuando Carlos V regresó a Castilla, ordenó la ejecución de los principales presos comuneros. Los dirigentes comuneros Padilla, Juan Bravo y Maldonado fueron ejecutados, e impuso fuertes indemnizaciones al resto y dictó el perdón general. La nobleza recuperó su dominio señorial y se anularon las restricciones a la exportación de lana, un perjuicio para los artesanos. En Valencia la represión quedó en manos de los virreyes y la nobleza.
Las rebeliones tuvieron efectos importantes, por eso Carlos V pasó siete años en Castilla y cambió de trato a sus súbditos, aprendió castellano, incorporó consejeros nativos y atendió las peticiones de las Cortes.
Carlos V contrajo matrimonio con Isabel de Portugal. Carlos abandonó la península y desde entonces las estancias en ella fueron escasas y cortas. Dejó el gobierno en manos de la emperatriz y de un secretario, al frente de las finanzas.
La monarquía hispánica de Felipe II
Felipe II y los retos de su reinado
Felipe II fue hijo del emperador Carlos V y de Isabel de Portugal. Desde muy joven fue preparado para desempeñar su cargo de rey. Se casó con Isabel de Valois, hija del rey de Francia.
Ese mismo año se presentaron dos problemas: la aparición de grupos luteranos en Sevilla y Valladolid y la bancarrota de la hacienda. Por eso, los ocho años siguientes serían los únicos pacíficos de su reinado y permaneció toda su vida en la península y más tarde residió en Portugal tras la anexión.
Cuando murió el príncipe Carlos, que había sido arrestado debido a sus contactos con los flamencos contra Felipe y su secretario Antonio Pérez, ese mismo año estalló la rebelión de las Alpujarras, porque Felipe ordenó un decreto que obligaba a abandonar la lengua, vestidos y tradiciones moriscas en tres años. Tras un año de guerra la rebelión fue terminada y su resultado fue la deportación de los moriscos.
La anexión de Portugal y la crisis interna
Al morir el rey de Portugal sin descendencia se optó por convocar candidaturas, entre ellas Felipe II, pero no fue aceptado y se decidió invadir Portugal, dirigido por el duque de Alba. Tras la anexión se creó un consejo y se eliminaron las aduanas con Castilla.
Felipe tuvo que afrontar una grave crisis interna en el final de su reinado. Estalló la rebelión de Zaragoza, por el descontento del dominio señorial y la tensión por la crisis económica, durante la cual el virrey fue asesinado y los líderes de la rebelión fueron ejecutados.
Política exterior y religiosa de Felipe II
Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política exterior. Se casó por con María de Portugal y, tras su muerte, con María I Tudor, reina de Inglaterra. La pronta muerte de la reina, que trajo de vuelta al catolicismo en la isla, llevó a que Felipe se casara con la francesa Isabel de Valois. Al quedarse nuevamente viudo y sin herederos varones, se casó por cuarta vez con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al trono español, Felipe III.
La idea de la unidad religiosa marcó la política de Felipe II. No dudó en intervenir ante la amenaza de las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto.
En la guerra de los Países Bajos hizo que los estados del sur firmaran un acuerdo, la Unión de Arras, por el que se garantizaba los derechos de los flamencos a cambio de su lealtad a la corona. Los estados del norte respondieron con la Unión de Utrecht en 1579, un acuerdo firmado entre las provincias rebeldes de los Países Bajos. Poco a poco se fue conquistando las ciudades de Brabante y Flandes, hasta culminar con la toma de Amberes, la principal plaza financiera de los Países Bajos.
Tras la muerte de su esposa María Tudor, subió al trono Isabel I, protestante. Las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir Inglaterra con la Armada Invencible, mandada por el duque Medina Sidonia, acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico.
Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político (mayor autonomía) y religioso (revuelta calvinista) generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron impedir que la rebelión se asentara y llevara finalmente en el siglo XVII a la independencia de las Provincias Unidas (actuales Países Bajos).
Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en las Cortes de Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián.
El modelo político de los Austrias
Centralización del poder y papel de la nobleza
Los Habsburgo o Austrias continuaron y desarrollaron la organización política heredada de los Reyes Católicos. Procuraron rodearse de letrados, funcionarios expertos en leyes que no pertenecían a la alta nobleza. De esta manera, apartaron a la aristocracia del poder de la Corte, permitiendo que el poder político quedara centralizado en las manos de los monarcas.
La alta nobleza siguió jugando un papel muy importante: detentaba los altos cargos del ejército, de la marina y de la diplomacia, pero siempre subordinada a la corona.
Organización territorial y administrativa
Castilla se convirtió en el centro del Imperio. Esto ocurrió en mayor medida con Felipe II que con su padre, Carlos V. En los demás reinos y posesiones se establecieron Virreyes o Gobernadores. Estos cargos fueron ejercidos por altos nobles o miembros de la familia real.
El Rey estaba asesorado por los Consejos, formados por altos funcionarios. Estos podían ser sectoriales (Hacienda…) o territoriales (Castilla, Aragón, Indias, Italia…). Estaban formados por letrados, nobles y alto clero y tenían un carácter meramente consultivo. El Rey tenía la última palabra.
Carlos V y Felipe II despacharon los asuntos cotidianamente con consejeros de su máxima confianza, los Secretarios, que hacían de intermediarios entre el rey y los Consejos. Algunos, como Antonio Pérez, alcanzaron una gran influencia.
La administración territorial mantuvo la estructura heredada de los Reyes Católicos. Los Corregidores, designados por la corona, tenían el control de las ciudades. Otros cargos de la burocracia eran los Contadores y recaudadores de impuestos, y los Alguaciles que hacían funciones de policía.
Las Chancillerías y las Audiencias se encargaron de la administración de justicia.
Felipe II fijó la capital en Madrid. Esta decisión provocó la decadencia de ciudades como Valladolid o Toledo, que eran anteriormente frecuentemente la sede de la Corte.
Diferencias entre Carlos V y Felipe II
Los dos primeros Austrias fueron muy distintos en su forma de gobernar. Carlos V era extrovertido y cuando envejeció optó por renunciar al poder, transmitiéndoselo a Felipe y a su hermano Fernando. A diferencia de su padre, Felipe fue un rey sedentario.
Impacto económico de la política imperial
Aunque todos los reinos aportaron sus recursos a la política imperial de Carlos V, el mayor esfuerzo recayó sobre Castilla. Era el territorio más rico. Aragón también contribuyó, pero sí se vio afectada, porque las guerras impedían un desarrollo normal de los negocios.
Economía y sociedad en la España del siglo XVI
Crecimiento demográfico y económico
El crecimiento demográfico fue general, y más pronunciado en Castilla que en Aragón. Este tendió a disminuir en las últimas décadas del siglo.
La estructura demográfica se mantuvo sin grandes variaciones y se produjo un cambio en la distribución: las ciudades del norte de Castilla entraron en cierta decadencia y las ciudades del sur y la costa continuaron su crecimiento; no hubo demasiados cambios en Aragón.
El crecimiento de la población se debió al desarrollo económico de los primeros dos tercios del siglo. Se experimentó un auge importante en todos los sectores económicos y aumentó la demanda.
Otro factor importante fue la revolución de los precios: se produjo un alza de precios continua y sostenida debida a la llegada de metales preciosos procedentes de América.
Crisis económica y desgaste de la hacienda
A mediados del siglo empezaron a aparecer síntomas de una crisis. La causa principal fue el enorme desgaste económico que supusieron las guerras para Castilla, un aumento de presión fiscal y pronto se empezó a pedir préstamos a los bancos extranjeros.
Felipe II heredó una hacienda exhausta.
Cultura y mentalidades. La Inquisición
Auge del castellano y las artes
Con el reinado de los Reyes Católicos entran en España las tendencias literarias y artísticas. El instrumento de difusión cultural por excelencia fue el castellano. En el campo de la literatura, la aportación más importante vino de la mano de la poesía. En la segunda mitad del siglo hicieron retroceder la cultura humanística, el ambiente de exaltación religiosa dio lugar al nacimiento de la literatura mística.
En la arquitectura predominaba aún el estilo gótico isabelino. Es en esa década cuando el estilo renacentista penetra de forma definitiva. El reinado de Felipe II se caracterizó por el abandono definitivo del gótico en beneficio del clasicismo. Las artes plásticas tuvieron un desarrollo menos llamativo.
En pintura, las escuelas españolas se vieron al principio muy influidas por el estilo flamenco. Luego llegaría la influencia italiana. En la segunda mitad del siglo se desarrolló una importante escuela de retratistas que trabajaban para la corte. En música, Carlos V y Felipe II fueron muy aficionados a ella y dispusieron de excelentes capillas, entre las mejores de Europa.
Reforma religiosa y persecución de la herejía
En Castilla los Reyes Católicos habían realizado una reforma amplia de la Iglesia. El erasmismo gozó de una amplia difusión en la península, incluso entre los dirigentes de la Inquisición. La extensión de la reforma luterana y la identificación que los grupos hacían del erasmismo y luteranismo provocó un giro en la política del emperador. Los erasmistas comenzaron a ser perseguidos y proscritos. Las corrientes reformistas desaparecieron de los reinos peninsulares durante el resto del reinado.
Tanto Carlos V como Felipe II mantuvieron su relación tensa con el papa, porque anteponían su soberanía sobre las iglesias.
La Inquisición como instrumento de represión
A lo largo del siglo XVI, la Inquisición se consolidó, dictada por el general Fray Tomás de Torquemada. Estos pronunciaban un edicto de fe en el que animaban a delatar las costumbres judías. A los sospechosos se les detenía y si no confesaban se les torturaba; si se arrepentían, se procedía a la reconciliación y si se negaban, a la pena de muerte.
Pronto se amplió el radio de acción y se encargó de otras herejías y delitos, como la brujería. Lentamente evolucionó para convertirse en un formidable instrumento de represión totalitaria, que se aplicaba a cualquiera que intentara disentir de la religión o de la política, ya que para la corona era un símbolo de independencia de las iglesias respecto a Roma.
Tras los primeros años de persecución, la actividad de los tribunales de Inquisición disminuyó, pero con el giro represivo de los erasmistas, la obsesión pasó a ser la detención de luteranos y protestantes.