Proceso de hominización en la Península Ibérica
Paleolítico Inferior: Presencia del H. Erectus, caracterizado por el uso de la piedra tallada. En 1994, se descubrieron fósiles humanos en Atapuerca del H. Antecessor (780.000 años), una especie con una economía depredadora, organizada en grupos humanos reducidos y nómadas.
Paleolítico Medio: Aparición del H. Neandertal, que perfeccionó las técnicas de talla de piedra y practicó ritos funerarios.
Paleolítico Superior: Llegada del H. Sapiens, con una cultura más desarrollada y la creación de utensilios de piedra y hueso más elaborados. Destacan los yacimientos de arte rupestre en Altamira, Tito Bustillo…
Pueblos prerromanos
Durante el primer milenio a.C., en la Edad de Hierro, se produjo la llegada de colonizadores, como los celtas, y el desarrollo de diversos grupos prerromanos:
Sur y Este
Esta zona mantuvo contacto con griegos y cartagineses, alcanzando un buen nivel de desarrollo. Entre los pueblos destacados se encuentran:
- Tartesos: Ubicados en Andalucía Occidental, son un pueblo aún poco conocido. Se relacionaron con los fenicios a través del comercio, comprando metales y vendiendo productos manufacturados. Su periodo de mayor esplendor se sitúa entre los siglos IX y VII a.C.
- Iberos: A pesar de estar divididos en diversos pueblos, compartían una misma cultura. Se asentaron en el litoral mediterráneo y el valle del Ebro, recibiendo influencia griega y cartaginesa. Sus poblados, similares a ciudades, contaban con agricultura, ganadería y comercio. Desarrollaron una organización social compleja, una cultura avanzada (con lengua escrita) y un arte influenciado por los griegos.
Centro y Oeste
En esta área habitaban distintos pueblos, con una economía más pobre basada en la agricultura y la ganadería. Sus poblados, fortificados, presentaban una estructura urbana. El grupo más representativo fueron los Celtiberos.
Norte y Noroeste
Aquí se asentaron pueblos como los galaicos, astures, cántabros y vascones. Su desarrollo fue menor, sin conocimiento de la escritura y con una economía de subsistencia, sin moneda ni comercio desarrollado.
Colonizaciones mediterráneas
Durante el primer milenio a.C., se produjeron asentamientos de pueblos del Mediterráneo como los fenicios, griegos y cartagineses, estableciendo relaciones comerciales con los pueblos indígenas. Importaban cerámica, vino y aceite, y exportaban metales y salazones. Su presencia trajo consigo importantes influencias técnicas, económicas, culturales y artísticas.
- Fenicios: Establecieron colonias en el litoral andaluz a partir del siglo VIII a.C.
- Griegos: A partir del siglo VII a.C., fundaron colonias en el litoral levantino, como Ampurias.
- Cartagineses: Provenientes del norte de África, sustituyeron a los fenicios en el comercio a partir de los siglos III y IV a.C. Establecieron colonias en Ibiza y Cartagena.
Etapas de conquista de la Península por Roma
La conquista romana de la Península Ibérica se extendió durante 200 años, desde el siglo III a.C. hasta el 19 a.C. Se pueden distinguir tres etapas principales:
Conquista del litoral mediterráneo y valle del Guadalquivir (218-206 a.C.)
Esta etapa se caracterizó por el enfrentamiento entre Roma y Cartago en el contexto de las Guerras Púnicas. Aníbal, general cartaginés, conquistó el sur peninsular y fundó Cartago Nova. Tras la firma del Tratado del Ebro, Roma se alió con Sagunto, ciudad que sería conquistada por Aníbal, desencadenando la Segunda Guerra Púnica. El general romano Publio Cornelio Escipión conquistó el litoral mediterráneo, los valles del Ebro y del Guadalquivir, sometiendo a los cartagineses.
Conquista de la Meseta (155-133 a.C.)
En esta fase, Roma se centró en la conquista del centro y oeste peninsular. Las Guerras Celtibéricas, con la resistencia numantina como símbolo, marcaron esta etapa. En el oeste, las guerras lusitanas, lideradas por Viriato, supusieron un desafío para Roma. Tras el asesinato de Viriato, la resistencia lusitana cesó. Roma dominaba ya toda la Península hasta la línea del Duero y el Ebro.
Conquista del Norte y noroeste (27-19 a.C.)
El emperador Augusto completó la conquista de la Península con la sumisión de los pueblos del norte: galaicos, cántabros y astures. Se fundaron nuevas ciudades y se llevaron a cabo importantes obras públicas. La presencia de yacimientos de oro en el noroeste motivó la conquista de esta zona. El grado de romanización varió según la zona: el sur y el este alcanzaron un nivel similar al de la propia Roma; la Bética experimentó una intensa urbanización; la meseta tuvo un desarrollo urbano menor; y en el norte, la romanización fue más superficial. La introducción del latín y la religión politeísta romana, junto con la expansión del cristianismo a partir del siglo IV d.C., transformaron la cultura de la Península Ibérica.
Invasiones bárbaras. Reino visigodo
A partir del siglo III d.C., el Imperio Romano experimentó una profunda crisis que facilitó la entrada de pueblos bárbaros en sus fronteras. En el año 409, Hispania fue invadida por suevos, alanos y vándalos. Entre estos pueblos, destacaron los visigodos, que establecieron un reino independiente en la Península Ibérica que duraría hasta el año 711. El III Concilio de Toledo (589) marcó un hito importante al unificar la religión (catolicismo) y el derecho en el reino visigodo.
Con capital en Toledo, los reyes visigodos se apoyaban en una corte compuesta por el oficio palatino y la aula regia. La Iglesia, a través de los concilios, en los que los obispos establecían leyes, adquirió un gran poder. La administración del reino se organizaba en ducados (provincias) y condados (ciudades). Durante este periodo, se produjo un proceso de feudalización, por el cual los nobles fueron acumulando tierras y poder sobre los campesinos. En el ámbito cultural, destacaron la arquitectura, con la construcción de iglesias utilizando materiales romanos reutilizados, y las letras, con la elaboración de enciclopedias.
Evolución política. Conquista, emirato y califato de Córdoba
En el año 711, un ejército musulmán, compuesto mayoritariamente por bereberes y liderado por Tarik y Musa, cruzó el estrecho de Gibraltar e infligió una decisiva derrota al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. Tras la conquista, los musulmanes establecieron su capital en Córdoba y se extendieron rápidamente por la Península Ibérica, sometiendo a los visigodos. Sin embargo, la conquista no estuvo exenta de conflictos internos, como la rebelión de los bereberes.
En el año 755, Abderramán I, un príncipe omeya, se proclamó emir independiente en Al-Ándalus, dando inicio al emirato independiente (755-929). Durante su reinado, Abderramán I tuvo que hacer frente a las amenazas de los cristianos del norte y a las revueltas de grupos de árabes y bereberes. A pesar de estos conflictos, Al-Ándalus experimentó un gran esplendor económico y cultural. Sin embargo, a finales del siglo IX, el emirato entró en un periodo de crisis debido a los conflictos políticos y sociales y al avance de los reinos cristianos del norte.
En el año 929, Abderramán III, descendiente de Abderramán I, logró superar la crisis del emirato, contener a los reinos cristianos del norte y proclamarse califa, dando inicio al califato de Córdoba (929-1031). Durante su reinado y el de su sucesor, Alhaken II, el califato vivió una época de gran esplendor, caracterizada por el desarrollo económico y militar y la construcción de importantes obras públicas, como el famoso palacio de Medina-Azahara. Sin embargo, a la muerte de Alhaken II, el califato se debilitó debido a las luchas internas por el poder. Hisham II, sucesor de Alhaken II, delegó el poder en el valido Al-mansur, quien, aunque logró controlar la situación y llevar a cabo exitosas campañas militares contra los cristianos del norte, no pudo evitar la desintegración del califato a su muerte en el año 1002. A partir de entonces, Al-Ándalus se fragmentó en pequeños estados independientes conocidos como reinos de taifas.
Crisis del siglo XI. Reinos de taifas e imperios norteafricanos
Tras la muerte de Al-Mansur, a quien Hisham II había cedido el poder, Al-Ándalus se fragmentó en los denominados reinos de taifas, entre los que destacaron Sevilla, Granada, Toledo, Badajoz, Zaragoza y Valencia. Estos reinos, debilitados por las luchas internas, se vieron obligados a pagar tributos (parias) a los reinos cristianos del norte a cambio de paz. En este contexto, Alfonso VI, rey de León y Castilla, conquistó Toledo en el año 1085, lo que provocó la alarma entre los reinos de taifas, que solicitaron la ayuda del imperio almorávide, de origen bereber y asentado en el norte de África. Los almorávides lograron frenar el avance cristiano durante un tiempo, pero finalmente fueron derrotados por los almohades, otro imperio norteafricano, a mediados del siglo XII. Los almohades, a su vez, fueron derrotados por los cristianos en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212). Tras esta derrota, solo resistió el reino de Granada, gobernado por la dinastía nazarí, que logró sobrevivir hasta 1492.
Organización económica y social
Al-Ándalus desarrolló una sociedad urbana y una economía próspera. La artesanía, organizada en talleres, y el comercio, que se desarrollaba en los zocos, fueron actividades económicas importantes. El comercio, tanto terrestre como marítimo, se vio favorecido por la circulación de moneda. Se importaban esclavos, pieles y objetos de lujo, y se exportaban productos como el cuero y los tejidos de seda. La agricultura experimentó un gran desarrollo gracias a la introducción de nuevos cultivos y técnicas de regadío, especialmente en el Levante y el valle del Ebro.
La sociedad andalusí era diversa y estaba dividida en grupos religiosos y étnicos. Los musulmanes, a su vez, se dividían en árabes, bereberes y muladíes (cristianos convertidos al islam). Los cristianos que vivían en Al-Ándalus eran conocidos como mozárabes, mientras que los judíos constituían otra minoría importante. La sociedad andalusí era jerárquica y estaba dominada por la élite árabe, que ocupaba los puestos de poder.
Legado cultural
Al-Ándalus desarrolló una rica cultura, influenciada por la religión islámica y abierta a otras culturas, como la cristiana y la judía. La lengua oficial era el árabe, aunque los mozárabes y muladíes conservaron el latín, que evolucionó hacia las lenguas romances. El periodo de mayor esplendor cultural se produjo durante el emirato de Abderramán II y el califato de Al-Hakam II, quienes atrajeron a sus cortes a numerosos escritores, historiadores, filósofos y médicos, a quienes protegían y patrocinaban. La cultura andalusí destacó en campos como la filosofía, la literatura, la astronomía, las matemáticas y la medicina, dejando un importante legado en la historia de España y de Europa.
Primeros núcleos de resistencia cristiana
Tras la conquista musulmana de la Península Ibérica, surgieron en la zona norte algunos núcleos de resistencia cristiana que serían el germen de la Reconquista. Entre estos núcleos destacan:
- Reino de Asturias: Fundado por Pelayo, un noble visigodo, tras la legendaria batalla de Covadonga (722). Su capital se estableció en Oviedo, y posteriormente en León. En la frontera con Al-Ándalus, surgió el Condado de Castilla, cuyo primer conde independiente fue Fernán González.
- Reino de Navarra: Surgido en el Pirineo occidental, estableció su capital en Pamplona.
- Condados aragoneses: Aragón, Sobrarbe y Ribagorza fueron condados dependientes inicialmente del reino franco, pero fueron adquiriendo autonomía con el tiempo.
- Condados catalanes: Surgidos en la Marca Hispánica, territorio fronterizo con Al-Ándalus, dependieron inicialmente del reino franco. El condado de Barcelona, bajo el gobierno del conde Vifredo el Velloso, logró su independencia a finales del siglo IX.