Al Ándalus y la Historia de España: Economía y Sociedad

1. Al Ándalus: La organización económica y social

2) En la España musulmana se dieron cambios en la economía: en la agricultura, los musulmanes impulsaron el regadío (usaban la noria) y difundieron cultivos de cítricos, arroz, algodón o azafrán, sin dejar de lado los cereales, la vid y el olivo. En ganadería, descendió la producción porcina (el Corán prohíbe el consumo de carne de cerdo), pero se desarrolló la producción de ganado ovino o equino, además de la apicultura.

La producción de manufacturas se desarrolla, por ejemplo, en la producción textil con los brocados cordobeses y los tejidos de Zaragoza, o en la cerámica, las armas, el papel, el vidrio, las pieles y los metales. En minería, destaca la extracción de plomo, cobre, cinabrio y oro.

Se acuñaron dos tipos de monedas (el dinar de oro y el dirhem de plata), lo que favoreció el comercio. En el interior, el comercio se formalizaba en los bazares del zoco y en las alhóndigas (una especie de almacenes). En el exterior, se desarrolló con países islámicos y con la Europa cristiana: se exportaban productos agrícolas (aceite, azúcar, higos, uvas), minerales y tejidos, y se importaban especias y productos de lujo de Oriente; pieles, metales, armas y esclavos de la Europa cristiana; y oro y esclavos negros de Sudán.

La sociedad de Al Ándalus estaba dividida en diferentes grupos étnicos, religiosos y económicos: la aristocracia árabe era latifundista y ocupaba los puestos importantes en la administración; los bereberes eran campesinos o artesanos pobres sin derechos y que tenían que pagar impuestos. Los hispano-visigodos vivían bajo dominio musulmán y eran muladíes (convertidos al Islam) y los mozárabes (minoría cristiana que pudo conservar su religión a cambio de impuestos). Los judíos gozaban de consideración por su poderío comercial y cultural, aunque residían aparte, en las juderías. Por debajo estaban los esclavos y no existía igualdad entre hombres y mujeres.

Demográficamente, aunque la mayor parte de la población vivía en el campo, las ciudades cobraron importancia. Por ejemplo, la Córdoba del Califato llegó a tener más de 100,000 habitantes. Además de las existentes en los tiempos romano-visigodos, se crearon nuevos núcleos como Almería, Madrid o Calatayud.

2. Los reinos cristianos en la baja Edad Media

La expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo

3) Pedro III el Grande lanzó a la Corona aragonesa a una política expansiva por el Mediterráneo. Aragón incorporó Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esta expansión chocó con los intereses de Francia y del Papa. Se inicia aquí la lucha con Francia por la hegemonía en los estados italianos.

Con Jaime II, los almogávares (soldados mercenarios de Aragón) recorrieron el Mediterráneo ayudando a diversas campañas aragonesas en la primera mitad del siglo XIV. El coste económico de estas empresas forzó a los reyes de Aragón a pedir ayuda a la nobleza y al clero.

El último impulso llegó con Alfonso V el Magnánimo, que anexionó el reino de Nápoles en 1443, en lucha contra los franceses y las potencias italianas. A partir de este momento, Alfonso V estableció su corte en Nápoles y la convirtió en un gran centro humanístico.

3. Los Reyes Católicos y la organización del Estado

Instituciones de gobierno

4) Los Reyes Católicos fortalecen el poder de la monarquía frente a la nobleza y consolidan las instituciones de gobierno y la hacienda pública. Su monarquía es supranacional, no imperial. Hay una centralización del poder en Castilla, quedando el resto de las piezas asociadas en los Consejos administrativos y geográficos, todos bajo la supervisión del Consejo Real de Castilla. El monarca gobierna desde la Corte ayudado por los Consejos.

Se reorganizó la Hacienda. Por ejemplo, se revisaron las mercedes (concesiones a los nobles), lo que perjudicó a los nobles que apoyaron a Juana «la Beltraneja» e hizo que los reyes rescataran más de la mitad de sus rentas. Se creó la Santa Hermandad, organismo policial y judicial, clave en la restauración del orden en el reino.

Como organismos generales encontramos a la Santa Hermandad (mantenimiento del orden), la Inquisición y el Consejo Real. El Consejo de Aragón, el de Navarra, el de Italia, eran los encargados de armonizar la administración central y la territorial. El poder real también se reforzó en el ámbito local con la generalización de los corregidores que presidían los ayuntamientos y tenían funciones judiciales y policiales.

Las Cortes de Castilla reunían a nobleza, clero y oligarquía urbana. Los Reyes, aprovechando, poco a poco van convocando sólo a representantes urbanos, a los que se ha ido convirtiendo en una nobleza adepta al sistema.

Se controlaron las Órdenes Militares (Santiago, Calatrava, Alcántara) y se reforzó la justicia, con dos Reales Chancillerías (Valladolid y Granada). En la Corona de Aragón, debido a su tradición política «pactista», el poder monárquico tuvo muchas más dificultades en fortalecerse. Los lugartenientes generales fueron reforzados.

4. El imperio de Carlos V

Conflictos internos: Comunidades y Germanías

El imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germanías. Carlos de Habsburgo llegó a ser rey de Castilla y Aragón a pesar de no hablar castellano. La primera medida que aprobó fue la implantación de nuevos impuestos (empleados para conseguir ser emperador de Alemania). Es fácil comprender que no cayó demasiado bien y tuvo que enfrentarse a los Comuneros y a las Germanías.

En Castilla y Aragón se pedía que el rey residiera en el reino y que respetara las leyes autóctonas. La aristocracia veía una humillación que el rey hubiera traído a consejeros flamencos. La burguesía urbana temía que se acabara con la artesanía propia a favor de Flandes. Este cúmulo de descontentos hizo que los comuneros castellanos se sublevaran en Toledo y que Segovia, Toledo, Salamanca secundaran la protesta.

Los comuneros crearon la Santa Junta en Tordesillas, un gobierno rebelde que pedía la retirada de los impuestos, el respeto a las leyes propias y la marcha de los consejeros flamencos. Los comuneros no convencieron a doña Juana para liderar la rebelión. El giro antiseñorial que tomó la revuelta propició que la nobleza abandonara la causa. Tras la derrota de los comuneros en Villalar, el movimiento paró. Toledo se resistía, pero finalmente fue dominada. Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados.

En Valencia estallaba una revuelta similar: las clases populares, la Germanía, se rebelaron aprovechando que la nobleza había huido de la ciudad por la peste. Atacaron también a los moriscos, no sólo por un enfrentamiento religioso, sino por ser sumisos a la Corona. Carlos V ordenó al Virrey que reprimiera el conflicto. Hubo otra Germanía en Baleares que fue fácilmente sofocada.

La represión de ambos movimientos supone el principio del absolutismo en España.

5. La España del siglo XVII

El ocaso del imperio español en Europa

La España del siglo XVII: el ocaso del imperio español en Europa. Los Austrias del siglo XVII pretendían defender su patrimonio, mantener el catolicismo frente a luteranos y calvinistas y defender su monopolio en América.

Con Felipe III (1598-1621) se optó por una política exterior pacifista. Así, la Tregua de los Doce Años con Holanda (1609). Pero, con la llegada de Felipe IV (1621-1665) y su valido, el conde-duque de Olivares, se intentó recuperar prestigio apoyando a los Habsburgo austriacos en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), iniciando así un largo periodo bélico.

Primero los Austrias celebraron victorias como las de la Montaña Blanca, Nordlingen y Breda. Pero Francia entró en guerra y llegaron derrotas como las de las Dunas o Rocroi. A eso se suman los problemas internos (Cataluña, Portugal, Nápoles…). La Paz de Westfalia (1648) suponía que España reconocía la independencia de Holanda y la pérdida de la hegemonía de los Habsburgo en Europa. La guerra continuó hasta la firma del Tratado de los Pirineos (1659), por el que España cedía el Rosellón y la Cerdaña y plazas en los Países Bajos españoles.

Con Carlos II, los enfrentamientos con Francia siguieron siendo frecuentes. Con el Tratado de Lisboa, España reconocía la independencia de Portugal y su imperio colonial, convirtiéndose España en una potencia de segundo orden.

6. Isabel II

A finales de 1843 se declara la mayoría de edad de Isabel II (con 13 años). En su reinado efectivo podemos distinguir varias etapas:

  • La década moderada (1844-1854): La reina muestra su simpatía por los moderados. En mayo de 1844 se forma un gobierno presidido por el general Narváez. Este suprime la Milicia Nacional y la Ley de Ayuntamientos, para acabar con los principales soportes de los progresistas. Creó la Guardia Civil. En 1845 se aprueba la Constitución moderada, que proclama una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. En ella, las Cortes son bicamerales, aunque los miembros del Senado son designados por la reina. La nación se declara católica y los derechos que incluye son limitados, especialmente el de libertad de prensa. Narváez llevará a cabo varias reformas como la del sistema fiscal (que puso fin al sistema impositivo del Antiguo Régimen, con impuestos directos e indirectos), la de la Ley Electoral (con un sufragio restringido a varones de más de 25 años con determinadas rentas), reducción del déficit público o la firma del Concordato con la Santa Sede que da por válidas las expropiaciones a cambio de mantener el culto y al clero. Las revoluciones europeas de 1848 tienen su eco en España y Narváez las reprime duramente. En 1851 dimite Narváez debido a la crisis financiera. Le sustituyen Bravo Murillo y Sartorius. Los decretazos, la corrupción por la concesión de licencias para la construcción del ferrocarril, la crisis económica, motivan el pronunciamiento de O’Donell (la Vicalvarada), que da paso a dos años de gobierno progresista.
  • El bienio progresista (1854-1856): O’Donell, en el Manifiesto de Manzanares, redactado por Cánovas, se recogen reformas en profundidad como la reinstauración de la Milicia Nacional, la ampliación del derecho de voto, ley de imprenta, convocatoria de Cortes y mayor descentralización. Isabel II llama a Espartero a formar un gobierno con progresistas y moderados. El nuevo gobierno de Espartero redactó la Constitución nonata de 1856 (de marcado carácter progresista que proclamaba la soberanía nacional, la limitación del poder del monarca, una ampliación de derechos y libertades, la tolerancia religiosa), tomó medidas económicas como la Ley de desamortización de Pascual Madoz. La inestabilidad continúa agravada por un nuevo levantamiento carlista, la crisis agraria, la inflación y las primeras huelgas generales del movimiento obrero. O’Donell sustituye a Espartero, restableciendo el orden con una dura represión del movimiento obrero y la disolución de la Milicia Nacional.
  • La vuelta de los moderados (1856-1858): Viene motivada por el no entendimiento entre O’Donell e Isabel II. Narváez promulga la Ley Moyano de Instrucción Pública que hacía obligatoria la enseñanza entre los 6 y los 9 años. Entre moderados y unionistas se produjo una alternancia en el poder durante los últimos años del reinado de Isabel II. La dura represión de Narváez ante la crisis agraria de 1857 devolvió el poder a O’Donell. Es el gobierno largo de la unión liberal (1858-1863), en el que la prosperidad económica trajo estabilidad social. Las inversiones extranjeras hacen que se impulse la industria y el ferrocarril. Para recuperar el prestigio internacional, y con la ayuda de Francia, se interviene en Cochinchina, Marruecos (donde se consiguió la cesión de Ifni y el afianzamiento de Ceuta y Melilla), Santo Domingo, México y Perú. Un nuevo roce de O’Donell y la reina hará caer el gobierno de la Unión Liberal.
  • El regreso de Narváez (1863-1868): Supone el descrédito de la corona. Los intelectuales y el ejército se oponían a los moderados: en la Noche de San Daniel se produjeron revueltas universitarias por la destitución de dos catedráticos críticos con la reina. Además, la sublevación del cuartel de San Gil en Madrid se saldará con 200 muertos. La crisis se agrava. En 1866, tiene lugar el Pacto de Ostende entre progresistas, demócratas y unionistas para derribar a la Corona y que será la base para La Gloriosa (1868), revolución que echará del trono a Isabel II.

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