La Restauración Monárquica en España (1875-1898)
El sistema político de la Restauración
Un nuevo sistema político: los grupos conservadores recibieron con satisfacción la restauración de los Borbones porque esperaban que pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. Cánovas del Castillo pretendía la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente.
Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos:
- Elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo.
- Pacificar el país poniendo fin a la Guerra de Cuba.
La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes Constituyentes, defendida por las fuerzas políticas más democráticas. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones se hiciesen por ese sistema.
La Constitución de 1876
Es una muestra del liberalismo doctrinario. Se trata de una constitución de carácter conservador e inspirada en la monarquía, religión y propiedad. La Constitución consideraba a la monarquía como una institución superior, constituía un poder moderador. Por ello, se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca. Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados. La Constitución no fijaba el tipo de sufragio, pero una ley de 1878 estableció el voto censitario. En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado. Consecuencia: se restableció el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia. El nuevo texto constitucional contaba con una prolija declaración de derechos.
Bipartidismo y turno pacífico
Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los conservadores y liberales. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil. Una Real Orden de 1875 estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional. Se otorgaba a los militares autonomía para sus asuntos internos.
El fin de los conflictos bélicos
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana. El esfuerzo militar del gobierno hizo posible la reducción de los núcleos carlistas en Cataluña. La intervención del ejército al mando de Martínez Campos forzó finalmente la rendición de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. Pero el conflicto continuó unos meses más. La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. Los territorios vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar, pero se estipuló un sistema de Conciertos Económicos. El final de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana. Resultados: se firmó la Paz de Zanjón (abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas). El incumplimiento de estas reformas provocó la Guerra Chiquita.
La vida política y la alternancia en el poder
Los partidos dinásticos
Cánovas había sido el principal dirigente del Partido Alfonsino, había defendido la restauración monárquica. Tras el regreso de Alfonso XII lo transformó en el Partido Conservador. Cánovas requería otro partido de carácter más progresista y él mismo propuso a Sagasta su formación. Entre progresistas, unionistas y republicanos, nació el Partido Liberal. Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero diferían en algunos aspectos. Las diferencias eran escasas: los conservadores eran más proclives al inmovilismo político; los liberales defendían el sufragio universal masculino y querían un reformismo social. La alternancia en el poder entre estos dos partidos tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional.
Falseamiento electoral y caciquismo
El turno pacífico duró dos años por la corrupción electoral. El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España. La adulteración del voto era habitual en las elecciones. El triunfo del partido que convocaba las elecciones, porque había sido requerido para formar gobierno, se conseguía por el falseamiento de los resultados. Los caciques eran personas notables, cuyos propietarios daban trabajo a jornaleros, también podían ser abogados, funcionarios… Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto con sus favores: la fidelidad electoral. Manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades, especialmente los gobiernos civiles. Las trampas electorales eran habituales: pucherazos, no se dudaba en falsificar el censo.
El desarrollo de turnos de partidos
El turno funcionó con regularidad, aunque la alternancia pasó por momentos difíciles. El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno liberal. Cánovas volvió al poder e impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo. El Partido Liberal duró más tiempo que el Conservador. Durante el gobierno largo de Sagasta, los liberales impulsaron una importante obra reformista. Se aprobó la Ley de Asociaciones, que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales. La reforma de mayor transcendencia fue la implantación del sufragio universal masculino. Cánovas asumió la presidencia del gobierno hasta 1897, fecha de su asesinato. Pero el personalismo del sistema deterioró a los partidos, provocando discrepancias internas y la descomposición de ambos partidos.
Las fuerzas políticas marginadas del sistema
La evolución del republicanismo
Tras el fracaso del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente a la represión de los gobiernos monárquicos. Además, se hallaban divididos en tendencias. La adaptación más rápida a las nuevas condiciones fue la de Emilio Castelar, convencido de la pérdida de fuerza de sus ideales, y creó el Partido Republicano Posibilista. El caso contrario fue Ruiz Zorrilla, que no descartaba la acción violenta contra la monarquía, fundó el Partido de Zorrilla y la creación del Partido Republicano Federal, liderado por Pi y Margall, que contaba con el apoyo de las clases populares. Los republicanos consiguieron rehacerse de su descalabro electoral en las elecciones de 1886. El sufragio universal masculino comportó una cierta rehabilitación del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales. Las alianzas permitieron subir los escaños parlamentarios. Nuevo obrerismo representado, pero el PSOE, fundado por Pablo Iglesias en 1879.
La reconversión del carlismo
Tras la derrota carlista, se prohibió la estancia en España de Carlos Borbón. La Constitución de 1876 descartaba la sucesión al trono a toda la rama carlista de los Borbones. La dirección del carlismo tardó tiempo en readaptar su actitud para convertirse en un nuevo partido político. Carlos VIII depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal, quien extendió los círculos carlistas por todo el país. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien propuso un programa adaptado a la nueva situación política, se conoce como Acta de Loredán. La propuesta carlista renovada mantenía la vigencia de antiguos principios como la unidad católica, el fuerismo, etc. Pero en el seno del partido tomó fuerza la disputa religiosa. Una parte del partido acusó a Carlos VII de no apoyar la política católica impulsada por el papado contra el liberalismo y culparon a Don Carlos de cesarismo. El líder de esa corriente fue Ramón Nocedal y fundó el Partido Católico Nacional. El Partido Carlista no olvidó su tradición y promovió algunos intentos fracasados. Continuó manteniendo las jerarquías militares y fundó la milicia, el Requeté.
Otras fuerzas políticas
El régimen declaraba la religión católica como la oficial del Estado, lo que dio lugar a la aparición de algún nuevo grupo político. El nuevo espíritu del papa León XIII supuso el fin del apoyo que una parte de la jerarquía católica española había dado al carlismo. Se fundó la Unión Católica, liderada por Alejandro Pidal. Los liberales también conocieron distancias en su seno y Segismundo Moret fundó el Partido Democrático Monárquico. El general Serrano creó otro grupo llamado Izquierda Dinástica.
El surgimiento de los nacionalismos y los regionalismos
El nacionalismo catalán
Cataluña fue la primera en desarrollar un movimiento regionalista. Barcelona se había convertido en la zona más industrial de España y había propiciado la creación de una burguesía de empresarios. Este grupo sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los gobiernos y pedían proteccionismo económico.
El nacionalismo vasco
Surgió en la década de 1890. Fue el desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca que dio lugar al movimiento de los euskeras.
El nacionalismo gallego
Tuvo un carácter estrictamente cultural. La lengua gallega se usaba en el medio rural, intelectualistas y literatos trataron de convertirla en la lengua literaria, eso dio lugar al nacimiento de la corriente Rexurdimento.
Valencianismo, aragonesismo y andalucismo
Su expansión no se produjo hasta el siglo XX, durante la Segunda República. El más importante fue el movimiento valencianista, que nació como una corriente cultural. El aragonesismo nació del seno de la burguesía y el andalucismo nació en el primer centro andaluz de Sevilla.
La guerra en ultramar: Cuba
Tras la Paz de Zanjón, los naturales de Cuba esperaban con ansias las reformas que la administración española les había prometido (libertad de comercio, abolición de la esclavitud, etc.). Pero ninguna de estas peticiones fue tomada en consideración. Se crearon entonces dos partidos: el Partido Autonomista, que pedía la autonomía para la isla pero sin llegar a la independencia, y la Unión Constitucional, que solo llegó a concretar la abolición formal de la esclavitud. La ineficacia de la administración para introducir reformas propició los deseos de emancipación y el independentismo fue ganando posiciones frente al autonomismo. En 1891 se elevaron las tarifas arancelarias en Cuba, hecho que no agradó a Estados Unidos, que amenazó con dejar de comprar productos a Cuba. Esto provocó el temor de una nueva insurrección.
La Gran Insurrección
Se produjo en 1879, fue conocida como la Guerra Chiquita, que fue derrotada fácilmente por el ejército español por la falta de apoyos. En 1895 hubo un levantamiento generalizado que no fueron capaces de controlar, por lo que Martínez Campos fue sustituido por Weyler, quien emprendió una dura represión. En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles, ya que se desarrollaba en plena selva y los soldados no estaban entrenados para moverse en ese territorio. En 1897, tras el asesinato de Cánovas, el gobierno destituyó a Weyler y puso al mando al general Blanco, que inició una estrategia de coalición con la que pretendía empujar a los separatistas a firmar un pacto que mantuviese a la isla y a la península unidas. Por ello, se decretó la autonomía de Cuba y el sufragio universal masculino.
La intervención de Estados Unidos
Estados Unidos quería comprar la isla, pero ante la negativa de España, aprovechó la explosión de un acorazado (Maine) en el puerto de La Habana para culpar a España y así obligarla a entregarle la isla. Ante la negativa de España, la flota de Estados Unidos venció fácilmente a la de España en la batalla de Santiago.
Las consecuencias del Desastre del 98
Una crisis política y moral
A pesar de la envergadura de la crisis del 98, los daños de la pérdida no fueron tan grandes como se esperaban. Tampoco aconteció la gran crisis política que se esperaba y el sistema de la Restauración seguía adelante, pero más adelante sí intentaron aplicar políticas regeneracionalistas. Por ello, la crisis del 98 fue principalmente psicológica, por lo que causó un fuerte impacto en la sociedad.
El fin de una época
El Desastre del 98 significó el fin del sistema de la Restauración como la había conocido Cánovas y la aparición de una nueva generación de empresarios, intelectuales, científicos, etc., que empezaron a moverse con el reinado de Alfonso XIII.