TEMA 11. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO INTENTOS DEMOCRATIZADORES (1868-1874)
INTRODUCCIÓN
La Revolución de 1868 daría al inicio del Sexenio Democrático, periodo muy convulso. Este periodo estuvo dividido en tres etapas:
Gobierno
Provisional, monarquía de Amadeo de Saboyá y I República. Sin embargo, no fueron capaces de solucionar las enormes dificultades de este período y, en 1874, un nuevo golpe militar pondría fin a la experiencia democrática y abriría el camino al retorno de los Borbones.
Después de 25 años en el trono, Isabel II tuvo que abandonar el poder.
A lo largo del reinado de Isabel II (1833-1868) había ido consolidándose en España los principios liberales, al tiempo que la sociedad experimentaba una profunda transformación. Los liberales moderados (conservadores) controlaron casi en exclusiva el poder político en España durante el reinado de Isabel II, en parte gracias al decidido apoyo que les prestó la reina. Frente al régimen moderado se fue gestando un movimiento subversivo que terminó aglutinando a todas las fuerzas políticas y que terminó desembocando en el estallido revolucionario de 1868 (“La Gloriosa”) que provocó el destronamiento de Isabel II y la salida del poder de los moderados. En 1866 firmaban el Pacto de Ostende progresistas, demócratas y unionista contra la monarquía de Isabel II. La Corona se encontró completamente aislada, puesto que su actitud había provocado que sólo contasen con el apoyo de un grupo muy reducido. Cuando las escasas tropas fieles al gobierno fueron derrotadas en Alcolea, el gobierno no vio más salida que dimitir e Isabel II partíó en exilio a Francia.
Tras La Gloriosa, que es como fue denominada por los contemporáneos la revolución iniciada en Cádiz el 19 de Septiembre de 1868, se abríó paso una nueva fase de la historia de España que es conocida por la historiografía como el Sexenio
Democrático o Revolucionario.
Durante el periodo Isabelino se había producido cierto desarrollo industrial que
impulsó el crecimiento económico y la aparición de nuevos grupos sociales como la burguésía urbana y el proletariado industrial.
En el campo, los cambios impulsados en la propiedad y tenencia de la tierra hizo que surgiera una nueva clase burguesa agraria de grandes propietarios así como el proletariado agrario, una enorme masa de campesinos sin tierras.
La aplicación de los principios liberales habían generado profundos cambios sociales. La antigua sociedad estamental había dado paso a una nueva sociedad de clases. Sin embargo en la práctica las condiciones de vida de los sectores económicamente menos pudientes no sólo no mejoraron, sino que en muchos casos empeoraron considerablemente. Empezó de este modo a gestarse en España un grave problema social que ha marcado la historia reciente de este país.
Durante el sexenio se van a producir cambios sociales con el desarrollo de nuevas ideas políticas que impulsará al probrerismo como las tendencias anarquistas y marxistas, sobre todo las anarquistas, a esto le tenemos que añadir las movimientos cantonalistas y la Guerra de Cuba.
En el plano económico hay que destacar la fuerte crisis heredada de los últimos años del régimen isabelino así como la falta de confianza en el sistema político y económico del Sexenio.
La incapacidad para controlar la situación terminó conduciendo a un temprano fracaso de la experiencia democrática. Los sectores liberales más conservadores retomaron a partir de 1874 el control político, apoyados en el ejército y en la instauración de un nuevo sistema político de carácter conservador vinculado a la restauración de la dinastía de los Borbones, personificada en Alfonso XII, hijo de Isabel II.
EL GOBIERNO PROVISIONAL Y LA CONSTITUCIÓN DE 1869
Los firmantes del Pacto de Ostende constituyeron un gobierno provisional que puso rápidamente en marcha un programa de reformas siendo inmediatamente reconocidos la libertad de imprenta, el derecho de reuníón y asociación y el sufragio universal masculino; se aprobó la reforma de la enseñanza, la desamortización de Ayuntamientos… Al mismo tiempo, el Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino y que dieron la victoria a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas y un sector de los demócratas), mientras que los carlistas, los moderados y los republicanos obténían una representación menor en el Parlamento.
La Constitución de 1869 presentaba un carácter claramente liberal y democrático, con un régimen de libertades que coincidía con las reformas llevadas a cabo por el gobierno provisional: soberanía nacional, elección por sufragio de los ayuntamientos y confirmando el sufragio universal masculino (varones mayores de 25 años). Incluía una amplísima declaración de los derechos en la que junto a los tradicionales se garantizaba la libertad de residencia, enseñanza o culto (Libertad de cultos religiosos, pero con el compromiso del Estado de correr con los gastos del culto y clero). La monarquía se mantuvo como forma de gobierno, aunque se limitaba el poder del rey, acercándose así al principio de la monarquía democrática de que el “rey reina, pero no gobierna”. El poder legislativo quedaba depositado en las Cortes bicamerales.
La incapacidad para controlar la situación terminó conduciendo a un temprano fracaso de la experiencia democrática. Los sectores liberales más conservadores retomaron a partir de 1874 el control político, apoyados en el ejército y en la instauración de un nuevo sistema político de carácter conservador vinculado a la restauración de la dinastía de los Borbones, personificada en Alfonso XII, hijo de Isabel II.
EL GOBIERNO PROVISIONAL Y LA CONSTITUCIÓN DE 1869
Los firmantes del Pacto de Ostende constituyeron un gobierno provisional que puso rápidamente en marcha un programa de reformas siendo inmediatamente reconocidos la libertad de imprenta, el derecho de reuníón y asociación y el sufragio universal masculino; se aprobó la reforma de la enseñanza, la desamortización de Ayuntamientos… Al mismo tiempo, el Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino y que dieron la victoria a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas y un sector de los demócratas), mientras que los carlistas, los moderados y los republicanos obténían una representación menor en el Parlamento
La Constitución de 1869 presentaba un carácter claramente liberal y democrático, con un régimen de libertades que coincidía con las reformas llevadas a cabo por el gobierno provisional: soberanía nacional, elección por sufragio de los ayuntamientos y confirmando el sufragio universal masculino (varones mayores de 25 años). Incluía una amplísima declaración de los derechos en la que junto a los tradicionales se garantizaba la libertad de residencia, enseñanza o culto (Libertad de cultos religiosos, pero con el compromiso del Estado de correr con los gastos del culto y clero). La monarquía se mantuvo como forma de gobierno, aunque se limitaba el poder del rey, acercándose así al principio de la monarquía democrática de que el “rey reina, pero no gobierna”. El poder legislativo quedaba depositado en las Cortes bicamerales.
El reinado de Amadeo de Saboyá estuvo repleto de problemas en todos los niveles. Desde el punto de vista político, Amadeo I contó desde el principio con la oposición de los moderados, al frente del cual se situó Cánovas del Castillo, y partidarios de la restauración de la monarquía en el hijo de la Reina, el príncipe Alfonso. Inmediatamente esta opción contó con el apoyo de la Iglesia, en contra de la situación tras el decreto de Prim que obligaba al clero a jurar la Constitución de 1869. Desde el punto de vista económico, la burguésía desconfió de un monarca que permitía una legislación que atentaba contra sus intereses: abolición de la esclavitud en Cuba, regulación del trabajo infantil, etc. Tampoco podía contar con el apoyo de los republicanos y sectores populares. Los sectores carlistas,, por su parte, se volvieron a alzar en armas en 1872, animados por las posibles expectativas de sentar en el trono a su candidato Carlos VII (tercera guerra carlista).
Por otro lado, se había iniciado en Cuba, con el llamado “grito de Yara”, la Guerra de los Diez Años. Aunque el gobierno intentó sacar adelante un proyecto de abolición de la esclavitud, la negativa por parte de los sectores económicos españoles con intereses en Cuba frustró una solución pacífica (y convirtió la guerra en un grave problema para el gobierno). También en 1872 se produjeron una serie de insurrecciones lideradas por sectores anarquistas, socialistas y republicanos, que aumentaron la inestabilidad del régimen. La crisis final del reinado vino provocada por la ruptura de la coalición gubernamental (unionistas, progresista y demócratas) que dejó al monarca sin apoyos. Privado de todo apoyo, en Febrero de 1873, Amadeo de Saboyá presentaba su renuncia al trono.
c. LA PRIMERA REPÚBLICA (1873-18744).
Las Cortes, en las que se depositaba la soberanía en ausencia del monarca, decidieron someter a votación la proclamación de una República, que fue aprobada el 11 de Febrero de 1873. Aunque gran parte de la cámara era monárquica y su voto a favor fue una estrategia para acelerar el proceso de deterioro político que diera tiempo a organizar el retorno de los Borbones. El régimen republicano propugnaba un sistema de pactos entre los distintos pueblos o regiones como una forma nueva de articular el Estado español. Eran, además, partidarios del laicismo del Estado, de la ampliación de los derechos democráticos y de la intervención del Estado en la regulación de las condiciones laborales.
Se llevaron a cabo una serie de reformas de carácter popular, social y democratizador como fue la supresión del impopular impuesto de consumos, la eliminación de las quintas y la creación de un ejército profesional, la reducción del derecho a voto a 21 años, la separación de la Iglesia y el Estado (dejándose de subvencionar a la Iglesia Católica), la reglamentación del trabajo o la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. A nivel político se elaboró un proyecto de Constitución -la Constitución de 1873- que convertía a España en un estado federal, con 17 estados regionales miembros dotados de amplia autonomía política, administrativa y económica.
Sin embargo, la República no contó nunca con verdaderos apoyos sociales (el proletariado se sentía más atraído por el anarquismo y desconfiaba ya de cualquier solución política de carácter burgués), y tuvo siempre en contra a los poderes reales: la gran burguésía industrial y financiera; los mandos del ejército, muy apegados a la dinastía borbónica; y la iglesia que temía el anticlericalismo republicano y que era contrario a la libertad de cultos defendida por los republicanos. Debemos sumar a todo esto las divisiones internas entre republicanos unitarios y federales.
De esta forma, durante los 11 meses de duración de la I República se sucedieron 4 presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar) que no consiguieron dar estabilidad al sistema. Los problemas con los que tuvieron que enfrentarse fueron gravísimos, pues a las continuas conspiraciones de militares alfonsinos, había que sumar, la guerra independentista de Cuba que se había iniciado en 1868, la nueva Guerra Civil carlista (Carlos VII), la división interna entre republicanos federalistas y unionistas, y, especialmente, las sublevaciones cantonales protagonizadas por numerosos “cantones” (Cartagena, Sevilla, Cádiz, Cádiz, Almansa, Torrevieja, Bailén, Andújar y Málaga entre otros) que se declaraban independientes del gobierno central.
En Enero de 1874 el general Pavía ponía fin a la primera fase de la república, cuando culminó un Golpe de Estado penetrando al frente de la Guardia Civil en el edificio de las Cortes y disolvíéndolas cuando se dispónían a elegir un nuevo presidente. Tras este Golpe de Estado, Serrano gobernó durante un año de forma autoritaria suspendiendo la Constitución y las Cortes no volvieron a convocarse. Al mismo tiempo, el príncipe Alfonso había firmado el Manifiesto de Sandhurst que sintetizaba el programa de la nueva monarquía: conservadora y católica y defensora del orden social.
En Diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronunciaba en Sagunto proclamando a Alfonso XII de Borbón como nuevo rey de España.
CONCLUSIÓN.
La crisis general de la última etapa del reinado de Isabel II dio paso al llamado Sexenio Democrático donde diferentes fuerzas políticas y sociales instauraron un sistema más democrático. Sin embargo, tanto el gobierno de Amadeo de Saboyá como la Primera República se enfrentaron a numerosos problemas que acabaron con el regreso de los Borbones en 1874 tras los golpes de Estado de Pavía y Martínez Campos y el manifiesto de Sandhurst.