Sistema canovista
En Octubre de 1874 Alfonso XII firmaba el Manifiesto de Sandhurst, elaborado por Canovas, quien quería que conociese un país liberal y constitucional, garantizando una monarquía dialogante, constitucional y católica. Pero los generales Martínez Campos y Jovellar se pronuncian el 29 de Diciembre en Sagunto a favor de los Borbones, precipitando la llegada del nuevo rey.
Alfonso XII llegó a España el 9 de Enero y ratificó su confianza en Cánovas iniciando una labor de gobierno encaminada a obtener varios objetivos: la adaptación del régimen a la realidad política, la gestación de una nueva constitución y abordar los problemas del norte carlista (fin de la tercera Guerra Carlista, 1876) y la guerra de Cuba (Paz de Zanjón, 1878).
En Diciembre se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal con una gran abstención y manipulación. Estas Cortes elaboraron la Constitución de 1876, del gusto de Canovas.
Esta constitución se caracteriza por: la soberanía compartida entre el rey y las Cortes; división de poderes (legislativo- Cortes y rey; ejecutivo-rey ; judicial-queda reforzado en su independencia) ; declaración de derechos fundamentales ; elecciones por sufragio censitario hasta 1890 y universal a partir de la ley de esa fecha; unas cortes bicamerales (Congreso y Senado); una monarquía moderada y hereditaria; estado confesional (catolicismo como oficial); y un régimen local centralista, interfiriendo el gobierno en Diputaciones y Ayuntamientos.
El sistema
Canovista de la Restauración se basó en la constitución de 1876 y en el Bipartidismo , donde el Partido Conservador y el liberal se alternaban pacíficamente el poder.
El Partido Conservador (Canovas del Castillo), atrajo a moderados, unionistas e incluso algunos progresistas.
El Partido Liberal (Sagasta), acogió a los sectores progresistas, demócratas y republicanos moderados.
Seis de las diez elecciones realizadas entre 1876 y 1898 fueron ganadas por los conservadores, mientras que cuatro fueron ganadas por los liberal-fusionistas.
La alternancia estuvo marcada por procesos de manipulación y fraude electoral.
El Ministro de la gobernación elaboraba la lista de los diputados que debían salir elegidos en cada circunscripción, el pucherazo o fraude podía iniciarse desde el censo. Los Caciques, la otra piedra angular, eran individuos o familias que por su poder controlaban una determinada circunscripción electoral, buena parte de la población estaba sometida a sus intereses. Estas prácticas electorales descansaban en otro fenómeno muy generalizado: el abstencionismo.
Fuera del sistema canovista quedaban fuerzas políticas de oposición: el republicanismo, el carlismo y el sindicalismo y partidos obreros.
OPOSICIÓN AL SISTEMA.FUERZAS POLÍTICAS EMERGENTES
El sistema de la Restauración marginó a amplios sectores políticos y sociales que, a causa de su diversidad, fueron incapaces de plantear una alternativa al régimen.Uno de estos sectores era el Carlismo. Su derrota militar en 1876 provocó una gran desorganización y divisiones internas.
Después del fracaso de la I República, el republicanismo español tardó mucho en rehabilitarse y constituir una nueva alternativa política y se caracterizó por su fragmentación, que obedecía a razones ideológicas y personales. Cada uno de los grandes líderes republicanos del Sexenio Democrático acaudilló su propio partido:
Pi i Margall, el Partido Federal (federalistas); Ruiz Zorrilla, el Partido Progresista (radicales); Castelar, el partido Histórico (posibilistas); y Salmerón, el Partido Centralista (unitarios). A pesar de los continuos intentos, la unificación no se produjo hasta la aparición de la Unión Republicana (1903).
Las posibilidades de acción del movimiento obrero durante la Restauración eran pequeñas, debido a sus limitadas libertades, a que no estaban integrados en el sistema político y a la fuerte división interna del movimiento, cuyas principales vertientes en el último tercio del siglo XIX eran el socialismo y el anarquismo.
El anarquismo se reorganizó en 1881 a través de la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). El anarquismo se centró en la acción violenta, la acción sindical (huelgas y protestas) y la producción cultural. Una supuesta organización clandestina de Cádiz y Jerez causó una represión del anarquismo en Andalucía.
En 1879 se fundó en Madrid el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cuyo primer secretario fue Pablo Iglesias. Gracias a la formación de la Conjunción Republicana Socialista, en 1910 logró la primera acta de diputado, y en 1888 se creó en Barcelona el sindicato socialista Unión General de Trabajadores (UGT).
A finales del siglo XIX se produjo la eclosión de los nacionalismos debido a su posición crítica respecto del sistema político de la Restauración, sobre todo en su concepción centralista del Estado.
Respecto al catalanismo, en 1885 Valenti Almirall promovió la presentación a Alfonso XII del Memorial de Greuges, que defendía el proteccionismo industrial y el derecho de Cataluña frente a la uniformización del derecho español. En 1891 se creó la Unión Catalanista, dando a conocer el primer programa del catalanismo, de claro contenido conservador y nacionalista basado en el orden, tradición, religión y propiedad. Con la aparición de la Lliga Regionalista en 1901 la burguesía catalana pasó a defender el catalanismo moderado.
El nacionalismo vasco adquirió carta de naturaleza política en 1895, con la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV) por Sabino Arana, cuyo ideario se basaba en la defensa de la independencia e integridad cultural, étnica y política del pueblo vasco.
El regionalismo gallego de los años ochenta integró una tendencia tradicionalista, representada por Alfredo Brañas. Las divisiones internas y la escasa base social limitaron su capacidad.
El regionalismo valenciano fue un fenómeno tardío y minoritario. Parte con el renacimiento cultural de los años setenta, impulsando la creación, en 1878, de la sociedad Lo Rat Penat, núcleo del valencianismo cultural.
LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL.CRISIS DE 1898
Quizás fue en el campo de los restos del imperio español donde la política del conservadurismo liberal del siglo XIX presentó mayores insuficiencias y torpezas, sin llegar a tener una buena solución, llegando a tener un final traumático.Cuba, Puerto Rico, Filipinas y algunos archipiélagos del Pacífico eran los restos del antiguo imperio español, y en la Constitución de 1837 (progresista) se les niega la presencia de diputados en las Cortes y les asignan leyes especiales. La explotación de estos territorios seguía respondiendo al viejo modelo colonial de saqueo y economía de plantación a base de mano de obra esclava, ya que los convenios que prohibían el comercio de esclavos no fueron respetados por España.
En 1868 las cosas habían cambiado mucho en Cuba. Las relaciones comerciales con los EE.UU. iban en aumento y, entre los criollos, se abría paso la idea de la independencia. De modo que un mes después de la Gloriosa estalló un movimiento independentista iniciado con “el grito de Yara”, de Carlos Manuel Céspedes.
Tras abolir la esclavitud y establecer un sistema de autonomía y reconocimiento de derechos a las colonias, y después de los intentos de Prim y de los republicanos, los grupos de presión, con Serrano a la cabeza, sólo confiaban en la fuerza militar para resolver la rebelión. Diez años duró la primera guerra, hasta el Convenio de Zanjón en 1878, que sólo aplazó los problemas.
En los años 80, la doctrina Mahan (que estableció el plan de influencia y control norteamericano) se plasmó en un relanzamiento independentista. Sólo Sagasta, de 1893 a 1895, pretendió acceder a algunas reformas, pero era demasiado tarde. En 1895 el “grito de Baire” relanzó la lucha.
En Filipinas ocurría otro tanto con un movimiento independentista dirigido por José Rizal y Emilio Aguinaldo.
Al morir asesinado Cánovas en agosto de 1897, Sagasta no pudo actuar a tiempo ante la decisión norteamericana de resolver el problema y, en 1898, a pesar de la concesión de la autonomía, la guerra seguía. Tras la voladura del acorazado norteamericano “Maine”, en el puerto de la Habana, el 20 de abril los EE.UU. presentaron un ultimátum para que España renunciase a la soberanía y retirase las fuerzas militares de la isla. Las escuadras españolas fueron destruidas por los americanos: en Filipinas, en la batalla de Cavite, el 1de Mayo; y en Cuba, en Santiago, dos meses más tarde. El gobierno español pidió la mediación de Francia, para llegar con EE.UU. al Tratado de Paz de París, por el que España aceptó todas las condiciones de los vencedores. Así Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam pasaron a manos de EE.UU.
Aunque las consecuencias más importantes fueron ideológicas, estas estuvieron acompañadas por malos momentos para la economía.
La derrota y la pérdida de las últimas colonias supuso para la sociedad la manifestación de la incapacidad para consolidar un estado moderno y eficaz, y sirvió de incentivo a una serie de intelectuales, la Generación de 1898, que se caracterizaba por un hondo pesimismo y una ácida crítica del retraso de España.
En el ámbito político, la crisis provocó el nacimiento de una corriente Regeneracionista, que denunció los vicios del sistema de la Restauración. El afán moralizador y regenerador del país definían a esta tendencia, que se extendió a todas las clases sociales y tuvo repercusiones en la mayoría de las fuerzas políticas.
Pese a que los hechos de 1898 hicieron tambalear las bases del sistema de la Restauración, éste fue capaz de resistir. La convicción de que era necesaria mantener la alternancia entre conservadores y liberales durante la minoría de edad de Alfonso XIII garantizaron la supervivencia del régimen cuando se hablaba de una crisis de Estado.