La Península Ibérica en la Edad Media: Conquista Musulmana, Emirato y Califato de Córdoba
3.1. Evolución política: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
En el año 711, la batalla de Guadalete y la derrota de Don Rodrigo significaron el fin de la monarquía visigoda.
Antecedentes
La debilidad de la monarquía visigoda provocó que, a la muerte del rey Witiza (710), quien había designado sucesor a su hijo Akhila, surgieran dos facciones enfrentadas:
- Facción de Roderico (Don Rodrigo), duque de la Bética.
- Witizianos, que llamaron en su auxilio al gobernador musulmán del norte de África, Musa.
Conquista
Musa envió a su lugarteniente Tariq, que desembarcó en Gibraltar con 7000 bereberes. Aunque Don Rodrigo acudió a detener la invasión, en el enfrentamiento del 19 de julio de 711 fue derrotado. Tariq persiguió a los partidarios de Don Rodrigo, ocupando Écija (con apoyo de los judíos), Córdoba y Toledo con rapidez.
En el año 712, Musa desembarcó junto a su hijo Abd el Aziz, decidiendo consolidar el dominio musulmán en Andalucía, ocupando en corto espacio de tiempo Sevilla, Mérida, Murcia, Borja, Tarazona y Zaragoza (714).
La conquista fue fácil, puesto que muchos nobles visigodos pactaron o capitularon a fin de mantener sus propiedades a cambio del pago de rentas. Incluso fue bien vista por la población judía y algunos grupos hispanovisigodos.
Entre los años 711 y 714, a excepción de la resistencia de los pueblos del norte, que anteriormente también habían resistido a romanos y visigodos, se consolida el control del territorio, estableciéndose las Marcas (límites fronterizos) en el valle del Duero y el Ebro.
La derrota que sufren los musulmanes (hay que tener en cuenta que el número de efectivos no era numeroso) en el año 732 en Poitiers (Carlos Martel) les disuade de avanzar hacia Francia.
El Califa de Damasco convirtió a Al-Ándalus en un Emirato Dependiente con capital en Córdoba (711-756), gobernado por delegados del califa como jefes políticos y espirituales (dependencia total del califa a la hora de tomar decisiones).
Los pueblos invasores eran de religión musulmana, aunque con diferentes orígenes:
- Bereberes del norte de África: ocuparon las tierras altas de la Submeseta Norte y de la Bética. Dedicados a una ganadería trashumante.
- Árabes y sirios: ocuparon las tierras más fértiles del sur y Levante. Eran las clases dirigentes en el ámbito político y militar.
Además de estos, que constituirán la Jassa o clase dirigente, se denominan muladíes a los cristianos convertidos al Islam. Junto con los conquistadores llegaron numerosos esclavos, bien de origen eslavo o negros de Sudán y centro de África. Además, convivían con los no musulmanes: judíos y mozárabes (cristianos que habitaban en las zonas conquistadas, gravados con fuertes impuestos).
El Emirato y el Califato de Córdoba
Desde la conquista (711) y hasta el inicio de la decadencia política de Al-Ándalus, se diferencian tres etapas políticas:
- Emirato Dependiente de Damasco (711-756)
- Emirato Independiente (756-929)
- Califato de Córdoba (929-1031)
Este periodo, que abarca los siglos VIII, IX y X, se corresponde con la época de máximo esplendor económico y cultural. Durante la etapa de Emirato Dependiente, la península fue una provincia del Califato de Damasco y es la etapa de formación y consolidación de la conquista, periodo de gran inestabilidad con enfrentamientos entre árabes y bereberes y fijación de marcas. En el norte de la península, Don Pelayo, caballero de Don Rodrigo, obtiene la victoria de Covadonga (722) y forma el primer reino cristiano en Asturias.
En el año 750, la familia de los Abbasíes ocupó el Califato de Damasco, expulsando a la familia Omeya. Abd-al-Rahmán I (756-788), superviviente Omeya, se hizo con el control de la península, creando el Emirato Independiente (independencia política, pero dependencia religiosa del califa). Es la etapa de consolidación y reorganización, aunque también existen graves tensiones sociales entre las distintas etnias musulmanas y entre estos y cristianos y judíos.
Abd-al-Rahmán I consolidó su poder apoyándose en ejércitos mercenarios y organizó la administración de los territorios en base a la división en 22 coras (provincias), a cuyo cargo estaban un walí (jefe político) y un caíd (jefe militar). Consolidó las Marcas: Superior (Zaragoza), Media (Toledo) e Inferior (Mérida). Los cristianos, durante este periodo, llevaron su frontera hasta el río Duero. La ciudad de Córdoba fue engrandecida con mezquitas y palacios, desarrollando una cultura urbana que vivía del comercio. Los gastos en administración y ejército obligaron a reorganizar los impuestos, gravando fundamentalmente a los mozárabes.
En el año 912, uno de sus sucesores, Abd-al-Rahmán III, se autoproclama califa y emir, consiguiendo legitimidad para la dinastía Omeya y convirtiendo a Al-Ándalus en un reino totalmente independiente, rompiendo relaciones con los Abbasíes, que habían trasladado la capital a Bagdad. Se inicia el Califato de Córdoba (929-1031). Al-Ándalus llegó a ser el estado más poderoso de Occidente, y Córdoba rivalizaba con Bizancio y Bagdad. Demostró su fortaleza contra los fatimíes del norte de África, estableciendo un protectorado sobre Marruecos (bases en Tánger y Ceuta). Aprovechó la debilidad de los reinos cristianos, convirtiéndose incluso en árbitro de sus disputas, y mantuvo el control de todo el territorio peninsular, excepto sobre el Reino de León y los Condados Catalanes.
Su hijo, Al-Hakam II, protegió las artes y la cultura, y engrandeció Córdoba. Su sucesor, Hisham II, solo contaba con 12 años al acceder al trono y fue aislado por un funcionario de la corte, Al-Mansur bil-lah (Almanzor), «victorioso por Alá», que impuso una dictadura militar ejerciendo el poder efectivo, reorganizó el ejército y pasó su vida en continuas razzias contra los cristianos para obtener botines con que pagar a sus tropas. A su muerte en 1002, el califato entró en crisis, debido a la diversidad de facciones de etnias diferentes enfrentadas, la presión cristiana y la falta de coordinación económica y política.
En el año 1031, una junta de notables, ante las dificultades para gobernar, disuelve el Califato y cada gobernador se consideró jefe de su territorio, que quedó dividido en Reinos de Taifas.