Análisis de la Guerra Civil Española y el Franquismo

La Guerra Civil. La conspiración militar se inició como consecuencia de la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936. En la conspiración hubo colaboradores civiles (monárquicos, carlistas…) con los que se contaba como apoyo auxiliar; sin embargo, el golpe de estado de julio de 1936 fue organizado y liderado exclusivamente por militares descontentos. El jefe de este grupo fue Emilio Mola; Sanjurjo fue el asignado por los conspiradores para presidir el directorio militar que se debía crear tras el golpe de estado, pero murió en un accidente de avión en Portugal. El general Franco se incorporaría a la conspiración en el último momento. Este grupo de militares descontentos no tenía planeada ningún tipo de estrategia, simplemente la de desalojar el poder legítimo y llevar a cabo una dictadura, además de que los sublevados preveían un golpe de estado breve, no una guerra civil. Por su parte, el gobierno de la Segunda República no puso las medidas necesarias para pararlo, lo que provocó una guerra civil. En el conflicto se dieron varias etapas cuya evolución dependía de las iniciativas de los sublevados: La guerra de columnas y la marcha hacia Madrid: se desarrolló entre julio y noviembre de 1936. En ella participaron varias columnas militares de ambos bandos (ejército regular en el caso de los sublevados y milicianos en el caso de la República). Los milicianos fueron respaldados por algunos militares profesionales como Vicente Rojo, pero en general el gobierno central perdió el control del orden público y la iniciativa militar durante varios meses, debido a que carecían de una tropa eficaz. La toma de Madrid se convirtió en el objetivo principal de los sublevados; el ejército mandado por Mola era parado al norte del sistema central por las tropas de milicianos. Por esto, las tropas de Franco tenían más posibilidades de entrar a Madrid por el sur, gracias a la colaboración de la aviación y la marina de Hitler y Mussolini, lograron cruzar el estrecho y avanzaron desde Extremadura sin que el gobierno republicano pudiera detenerlos, uniendo las dos zonas de sublevados y liberando a Toledo de la guarnición rebelde. La batalla de Madrid: en esta etapa (noviembre de 1936 – marzo de 1937) el conflicto se convirtió en una guerra de desgaste, debido a la resistencia de Madrid, bombardeada por el aire y asediada por todos lados menos por la carretera de Valencia. El gobierno republicano se trasladó a Valencia, convencido de que Madrid caería pronto. A partir de ese momento, la resistencia fue dirigida por una improvisada junta de defensa, presidida por Miaja y teniendo como estratega a Vicente Rojo. Esta junta recibió armamento soviético y refuerzos extranjeros: las Brigadas Internacionales. El ejército republicano rechazó un primer ataque frontal de la ciudad; al no tomar la ciudad de manera rápida, Franco decidió poner en marcha una operación para rodearla en la que se sucedieron 3 batallas: la de la carretera de La Coruña, la del río Jarama y la de Guadalajara. En el sur, los sublevados consiguieron tomar Málaga, lo que dejó al descubierto la ineficacia de una guerra con milicias desorganizadas. Se hizo evidente la necesidad de crear un ejército popular pero disciplinado. La campaña del norte y las ofensivas republicanas: entre marzo de 1937 y marzo de 1938, Franco cambió de estrategia y decidió atacar al territorio republicano del norte, ya que aquí había mucha industria y, debido a que el lugar estaba aislado y ellos eran superiores estratégica y armamentísticamente, el bloqueo no resultaría difícil; así que primero tomó Vizcaya. Parte del ejército republicano del País Vasco se rindió a los italianos tras firmar el pacto de Santoña (Franco no lo cumplió), que decía que se respetarían la vida de sus soldados y oficiales. Durante esta época se produjo el bombardeo de Guernica, después cayó Santander y, por último, Asturias. El reconstruido ejército popular de la República emprendió varias ofensivas para intentar detener o al menos retrasar el avance franquista, pero solo lo logró parcialmente sin obtener resultados decisivos. (chuleta 2)


La batalla del Ebro y la toma de Cataluña: en esta etapa (marzo de 1938 – febrero de 1939) fue en la que se realizó la ofensiva final que dio la victoria a los sublevados. Cambió otra vez de estrategia; en vez de avanzar hacia Madrid, desplegó un ataque hacia el Ebro con la finalidad de separar al bando republicano. Consiguió su meta en Castellón, colocando el frente de Cataluña en el río Ebro. A continuación, el ejército franquista emprendió el camino hacia Valencia y ocupó Castellón. Tras esta batalla, se llevó a cabo la conquista de Cataluña; en febrero de 1939 caería Barcelona, que sería la última gran batalla de la guerra civil. El gobierno y el presidente de la República, que estaban en Barcelona, cruzaron la frontera acompañados por el gobierno de la Generalitat; también se produjo un gran éxodo de tropas y civiles. El fin de la guerra: entre febrero y abril de 1939 se desarrollaron los últimos episodios de la guerra civil. Juan Negrín, presidente del PCE, propuso que la guerra continuara; a su entender, la única negociación que Franco aceptaría sería la rendición total de los republicanos. Esta actitud chocó con la oposición de algunos militares importantes y políticos republicanos que buscaron una salida negociada al conflicto, ya que la población civil y la retaguardia estaban cansadas. Este grupo organizó un golpe de estado en marzo de 1939. Este hecho provocó una guerra civil dentro del bando republicano; el bando ganador decidió entregar a Franco toda la zona que aún estaba en manos de los republicanos. Esta entrega se produjo tan rápido que la gente no tuvo tiempo siquiera para la evacuación de quienes no querían sufrir la represión franquista.

Internacionalmente hablando, la guerra obligó a las grandes potencias a decidirse por pertenecer a un bando o a otro, aunque también hubo una postura conjunta de no intervención; esto significaba que todas las potencias acordaron la no intervención diplomática y militar en los asuntos españoles y prohibieron las exportaciones de armamento a España. Esta política de no intervención sirvió para impedir al gobierno legítimo que se aprovisionara de armamento en el extranjero para defenderse de una revolución; tuvo que hacerlo de manera clandestina y con enormes dificultades, lo cual ahogó la diferencia de equipamiento entre un ejército y otro. La posición de cada una de las potencias fue un aspecto totalmente decisivo en el desarrollo de la guerra. Gracias a la intervención de la Italia fascista y de la Alemania nazi, y a las iniciativas tomadas por estas al gobierno de Franco, era fácil adivinar el triunfo de este. Los motivos de Italia y de Alemania para apoyar a Franco fueron de tipo político y estratégico: la guerra civil española servía para realizar una puesta a punto de sus ejércitos; ambos simpatizaban ideológicamente con los sublevados, y la victoria de Franco representaba el triunfo del fascismo en Europa.

En cuanto al apoyo que recibieron los republicanos, estos solo contaron con el apoyo de la Unión Soviética y con una escasa ayuda de México, presidido por Lázaro Cárdenas. Este proporcionó municiones y acogió a exiliados republicanos cuando terminó la guerra. El apoyo soviético se debió a un acercamiento a las democracias para hacer frente a la amenaza del nazismo.


Franquismo: fue el régimen político y social que nació durante la guerra civil debido a la necesidad del ejército sublevado de dotarse de un mando único, es decir, una estructura administrativa paralela a la republicana. Este entramado se apoyaba en una ideología política de partido único, el Movimiento. Los sublevados encontraron el mando único en la figura de Francisco Franco, que hasta su muerte concentró en su persona la potestad e iniciativa legislativas, se rodeó de ministros de su total confianza y no contó con un parlamento representativo ni una constitución que limitara sus poderes. Con el tiempo, se promulgaron un conjunto de Leyes Fundamentales, entre las que sobresalía la Ley de Principios del Movimiento Nacional. Aunque el régimen evolucionó conforme pasaba el tiempo, siguió siempre fiel a sus principios iniciales y nunca abandonó su carácter de dictadura personal. La ideología del régimen se identificaba con el pensamiento de las derechas conservadoras y autoritarias europeas de entreguerras. Tiene rasgos característicos como, por ejemplo: el rechazo de la sociedad burguesa contemporánea y nostalgia de etapas pasadas en las que España triunfaba. Se añora la época de los Reyes Católicos, cuyos símbolos, el yugo y las flechas, emplearon tanto los falangistas como el régimen en su conjunto. También fue idealizado Felipe II, con el que se equiparó a Franco, considerado un nuevo cruzado contra los liberales, los no católicos o todo lo que no se pareciera a ellos; aversión hacia las instituciones políticas liberales y a la democracia parlamentaria, a las que se les hacía responsables de la decadencia nacional; represión durísima del marxismo, del comunismo y del movimiento obrero. Las condenas a muerte duraron prácticamente hasta el final del régimen; un nacionalismo exagerado, combinado con la xenofobia y el catolicismo más conservador, que se convirtió en la religión del estado y parte esencial del alma española. Socialmente hablando, durante el franquismo, la población española experimentó uno de los mayores crecimientos vegetativos de su historia; esto fue debido a un descenso de la mortalidad y al lento descenso de la tasa de natalidad, la cual se incrementó incluso en los años más prósperos, conocido como el baby boom. En parte, el mantenimiento de la natalidad se debió a razones sociopolíticas y a la mentalidad de la época. La emancipación de la mujer, a la que se le asignó el papel de ama de casa, retrocedió unos veinte o treinta años durante el franquismo. Los movimientos interiores de población se intensificaron a partir de los años cincuenta hacia las ciudades y las regiones costeras mediterráneas, ya bien por motivos laborales. La sociedad de los años 40 – 50 se distinguió por una rígida jerarquización en la que predominaban los valores tradicionales y religiosos y la moral católica; la mentalidad que se opusiera a estos valores fue reprimida, así como cualquier otro signo de liberalismo. Las armas fundamentales en la formación de esta moral fueron la educación y la censura, en las que tuvo un papel decisivo la iglesia. En el mundo educativo, durante estos años se llevó a cabo la depuración de todos los docentes de izquierdas y liberales, se redujeron las inversiones para la creación de nuevos centros y se transformó la educación pública en subsidiaria de la enseñanza privada religiosa. Cuando el tiempo pasó, la mentalidad franquista cerrada del principio se fue abriendo poco a poco debido al impacto de la expansión económica, la apertura al exterior (gracias a la influencia del turismo), el aumento del nivel de vida y el desarrollo de la incipiente de consumo; fue muy grande, de hecho, estos valores dinamitaron los del franquismo. Este nuevo método de vida fue respaldado por los medios de comunicación social y especialmente por la televisión pública.


Todos estos cambios sociales ocurridos en España en los años finales del franquismo permitieron la creación de una nueva clase media conformista, satisfecha y agradecida a Franco por el periodo de paz que disfrutaba, impulsada tanto por la creciente terciarización de la economía como por las mejoras en la enseñanza pública introducidas en los años sesenta y recogidas después por la Ley General de Educación. Por otra parte, las transformaciones contribuyeron a la secularización y a la modernización de las costumbres y respaldaron un activo movimiento de protesta, obrero e incluso eclesiástico.

Económicamente hubo dos etapas: 1ª etapa (hasta 1959) esta etapa fue de crisis económica y estancamiento, de depresión, de autarquía (autoabastecimiento). En estos años no hay de nada, empezando la época de racionamiento, de escasez y racionamiento de alimentos. Al mismo tiempo, es el momento de la corrupción y el mercado negro, el estraperlo. Esta etapa de autarquía empieza a diluirse a mediados de los años 50; en el año 55 hay un crecimiento moderado de la economía: la entrada de dólares americanos y a que el régimen aplica una política no proteccionista. A pesar de este crecimiento, la economía no va bien, por el principal problema de la inflación, que hizo aumentar desproporcionadamente el valor de las cosas. La segunda etapa, conocida como el desarrollismo, este periodo es conocido como el milagro español, ya que empiezan a llegar inversiones extranjeras, pues España se abre al exterior. La economía y el bienestar crecen espectacularmente. Este crecimiento fue ayudado por la devaluación de la peseta; también influye el turismo, siendo los años dorados de este, siendo por lo general costero. Otra razón de este crecimiento fueron los emigrantes que se fueron, pues trajeron consigo la entrada de muchas divisas. Todo esto influyó en que los españoles se fueran modernizando. Esta etapa durará aproximadamente hasta 1973. En este año ocurre la crisis mundial, conocida como la crisis del petróleo. Una de las cosas que creó el franquismo para mantener la buena economía española fue la creación de los polos de desarrollo, que consistía en repartir las industrias.

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