Análisis Detallado de la Guerra Civil Española: Desarrollo, Conflictos y Legado

Guerra Civil Española: Fases, Batallas Clave y Consecuencias

2.- Desarrollo. Fases:

2.1.- Del paso del estrecho a la batalla de Madrid (julio 1936 – primavera 1937)

En esta primera fase, los sublevados consiguieron el control de aproximadamente la mitad del país. El paso del Ejército de África a la península, logrado con ayuda de Alemania e Italia, les permitió que entre agosto y octubre de 1936 conquistaran y ocuparan gran parte de Andalucía y Extremadura. Tras la toma de Badajoz, consiguieron establecer la comunicación con el ejército del Norte. La conquista de San Sebastián y de Irún en la frontera franco-española, en septiembre de 1936, permitió aislar la zona norte dominada por la República, privándola de recibir suministros a través de la frontera. A finales de ese mismo mes de septiembre, fue liberado por las tropas nacionales el Alcázar de Toledo (uno de los mitos bélicos del bando nacional).

No obstante, las columnas de los nacionales, que convergían en su avance sobre Madrid por el sur y por el norte, fracasaron en su intento de tomar la capital de España. Posteriormente, se intentó la conquista de Madrid a través de una serie de sangrientas batallas de cerco: carretera de la Coruña (diciembre 1936 – enero 1937), Jarama (febrero 1937), Guadalajara (marzo 1937). Tras el éxito republicano en la batalla de Guadalajara, quedó definida estratégicamente una línea de frente en torno a la capital que se mantendría sin grandes variaciones hasta el fin de la guerra. Finalmente, es preciso destacar que poco antes, en febrero de 1937, con participación de tropas italianas, los nacionales tomaron Málaga.

De esta primera fase de la guerra se puede concluir que el fracaso parcial del pronunciamiento transformó el enfrentamiento en una guerra civil, y de una guerra de movimientos se pasa a una guerra de posiciones con ejércitos muy numerosos y con pequeños avances parciales de alto valor estratégico, por los que hay que pagar un enorme tributo en sangre. Al mismo tiempo, el Estado republicano logró a duras penas resistir el empuje y la presión de los sublevados, y el general Francisco Franco logra todos los poderes civiles y militares en la zona sublevada.

2.2.- De la batalla del norte a la batalla de Teruel (primavera 1937 – primavera 1938)

Esta fase viene marcada por el desplazamiento hacia el norte de las operaciones. Abarca la conquista de la cornisa cantábrica por las tropas de Franco. El elemento simbólico de esta fase es el bombardeo realizado por aviones italianos y alemanes de la Legión Cóndor de la capital del vasquismo, Guernica, el 26 de abril de 1937. En junio del mismo año, los nacionales logran la caída de Bilbao, con sus industrias intactas. En agosto, toman Santander, y entre septiembre y octubre liquidan el frente norte con la conquista de Asturias.

Los esfuerzos republicanos se dirigen a intentar disminuir la presión militar en el norte a través de ofensivas limitadas en otros frentes: Brunete (Madrid) y Belchite (Aragón), desarrolladas entre julio y septiembre de 1937. Una nueva ofensiva en el Bajo Aragón. La batalla se libró en condiciones climatológicas extremas, coincidiendo con el invierno más duro de la contienda. Los republicanos lograron tomar Teruel en el mes de diciembre; sin embargo, volvió a caer en manos de las tropas franquistas en febrero de 1938.

Un balance parcial de esta segunda fase pone de manifiesto:

  1. El gobierno de Burgos logra organizar un Estado militarizado, cuyos recursos son totalmente puestos al servicio del esfuerzo bélico.
  2. Los esfuerzos de la República por organizar un ejército regular capaz de hacer frente a las disciplinadas tropas franquistas, se estrellan con las tensiones políticas de la zona republicana.

2.3. La batalla del Ebro (abril-diciembre 1938) Es la fase crítica de la guerra.

Los nacionales iniciaron su ofensiva en Aragón atravesando el Maestrazgo y llegando a Castellón en abril. El territorio republicano quedaba dividido en dos zonas, una de las cuales era Cataluña. En Barcelona tiene su sede el gobierno y el Estado Mayor, con el general Rojo, y la zona centro-sur, con capital en Madrid bajo el mando militar del general Miaja. A pesar de la baja moral en que los reveses militares habían sumido a los republicanos (Indalecio Prieto o Manuel Azaña daban la guerra por perdida), en los siguientes meses se incrementó la voluntad de resistir, y en julio de 1938 la República lanza su última gran ofensiva en el frente del Ebro, dando inicio a la batalla más sangrienta de toda la guerra civil (murieron 20.000 soldados y las bajas totales se acercaron a los 60.000 hombres por cada bando).

Tras unos importantes éxitos iniciales, la ofensiva queda detenida y los nacionales pasan a la contraofensiva. El resultado es una durísima batalla de desgaste. Desde ese momento, el Ejército Popular, muy mermado en su capacidad, se bate hasta el final de la guerra a la defensiva. En noviembre los republicanos completaron la evacuación de sus posiciones y a mediados de diciembre comienza la ofensiva de las tropas nacionales contra Cataluña, con una abrumadora superioridad numérica y material.

Aunque la República aún conservaba Madrid, Cataluña, gran parte de la Mancha, Valencia y el sudeste de la península, la suerte de la guerra estaba echada. La batalla del Ebro había destrozado la moral y la capacidad operativa del Ejército Popular.

El objetivo estratégico que buscaba la República al lanzar la gran ofensiva del Ebro no era otro que ganar tiempo a la espera de que estallase un conflicto internacional que invirtiese la situación militar. Sin embargo, la conferencia de Munich, en septiembre de 1938, dio al traste con la esperanza republicana de un inmediato conflicto en Europa.

2.4. La batalla de Cataluña y el fin de la guerra (diciembre 1938 – marzo 1939)

Las tropas nacionales realizaron el mayor despliegue de medios de toda la contienda. La ofensiva nacionalista en Cataluña fue una de las más brillantes operaciones de todo el conflicto. Barcelona cae el 26 de enero de 1939. El 7 de febrero el presidente de la República, Manuel Azaña, con la mayoría del gobierno y miembros de las instituciones republicanas, se exilian a Francia. El 9 de febrero finaliza la resistencia republicana en Cataluña. Quinientas mil personas marcharon al exilio.

El último acto de la guerra se desarrolla en Madrid, donde se producen violentos enfrentamientos. A principios de marzo un sector no comunista de la Junta de Defensa toma el poder bajo el mando del coronel Segismundo Casado y se constituye un Consejo Nacional de Defensa. Su objetivo, negociar una paz de reconciliación con Franco, en contra del criterio de continuar la resistencia a ultranza del presidente del gobierno, Juan Negrín, y de los comunistas.

Franco no acepta la propuesta de negociación y exige la rendición incondicional; sus tropas entran en Madrid el 28 de marzo y el 1 de abril de 1939 firma el último parte de guerra.


3.- Conclusión. Consecuencias de la guerra

Durante muchos años no hubo ideas claras acerca de las víctimas que había producido la Guerra Civil de 1936. Hoy día se han efectuado grandes avances en el conocimiento del coste en vidas de aquel enfrentamiento. En la guerra hubo víctimas por diversas causas: de combates, la represión del enemigo que se practicó en ambos bandos, las penalidades que la guerra trajo. También hubo otro tipo de víctimas, los encarcelados, desterrados y exiliados.

Al comienzo del conflicto, en ambos bandos se practicó la persecución indiscriminada e ilegal de todos los contrarios, de todos los que ofrecían resistencia o se mostraban partidarios del enemigo. En la República hubo primero una represión descontrolada por parte de milicias y organizaciones de partidos en las que no intervino el poder establecido. Se sucedieron en los primeros meses de la guerra los llamados paseos, y la represión en las checas (cárceles clandestinas) de Madrid y Barcelona. El caos político del comienzo arrastró a la muerte a personas como el político Melquíades Álvarez o los dirigentes madrileños de falange, Ledesma Ramos y Ruiz de Alda. En el traslado de Madrid a Valencia, fueron asesinados en Paracuellos del Jarama muchos presos políticos de la Cárcel Modelo de Madrid, a comienzos de noviembre de 1936, sin que se sepa aún hoy de quién partió la orden de hacerlo.

El número de víctimas producido por los vencedores fue muy superior, si se incluye la represión que el régimen de Franco siguió practicando después de la guerra. En el campo rebelde, se procedió sistemáticamente a la eliminación física de los enemigos. Fue una represión de Estado basada siempre en leyes militares de excepción, por medio de ejecuciones sumarísimas, porque todo se sometió al fuero militar. Los sublevados asesinaron a Federico García Lorca al comienzo de la guerra y a políticos importantes del bando republicano. Después de la guerra, fueron ejecutados dirigentes como Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, y otros socialistas y anarquistas.

Desde los primeros meses de la guerra, grupos de población civil de la zona republicana tuvieron que abandonar sus hogares ante el avance de las tropas rebeldes. Atemorizadas por posibles represalias de los «nacionales», muchas familias iniciaron un éxodo hacia zonas que estaban todavía en poder de la República. Estos refugiados se concentraron especialmente en la zona de levante y en Cataluña. La población de la zona norte, aislada del resto del territorio republicano, sólo pudo huir por mar hacia otros países. Ante la imposibilidad de evacuar al conjunto de la población civil, se optó por dar prioridad a los niños y así fueron embarcados cerca de 13.000 con destino a diversos países europeos, americanos o hacia la URSS.

Hacia el final de la guerra, gentes de toda España, familias enteras, huérfanos de guerra, niños acogidos en hogares infantiles, miles de soldados en retirada, se concentraban en Cataluña para cruzar la frontera francesa. Entre el 27 de enero y el 3 de febrero de 1939, aproximadamente medio millón de españoles en retirada entraron en Francia. Una inmensa multitud de todas las edades y de las más diversas condiciones, en coche, en camiones o a pie, arrastrando carretones de dos ruedas, abarrotaron todas las carreteras de Barcelona a Port-Bou y La Junquera para cruzar la frontera francesa. Primero se permitió el paso de los civiles, hombres, mujeres y niños, y más tarde la de los soldados. Gran parte de los refugiados fueron conducidos por gendarmes a campos de concentración improvisados en las playas cercanas de Argeles y Sto Cyprien.

En pocos meses volvieron aproximadamente la mitad de estos refugiados a España. El resto inició un largo y penoso exilio. De las decenas de miles que permanecieron en Francia, unos 30.000 se enrolaron en el ejército francés y, al estallar la Segunda Guerra Mundial, participaron de forma activa tanto en las unidades regulares del ejército como en la guerrilla contra los nazis. Una parte de ellos fueron detenidos por los alemanes y acabaron siendo fusilados o confinados en los temibles campos de exterminio (Treblinka, Dachau, Mauthausen…) donde murieron 16.000 personas de las cerca de 20.000 que estaban allí recluidas.

Un grupo importante de exiliados consiguió embarcar hacia América Latina (México 4.500, Chile 1200, Cuba 200, Argentina 200, 100 Venezuela) o refugiarse en la URSS (965). El conjunto más numeroso de exiliados en la URSS lo constituyeron los 3.000 niños evacuados durante la Guerra civil. El grupo americano englobaba a muchas personalidades políticas e intelectuales. El propio gobierno de la República en el exilio se constituiría más tarde en México, uno de los países que más ayudó a los exiliados y que más fiel fue a la legalidad republicana.

Uno de los aspectos más controvertidos entre los historiadores es el de las pérdidas humanas ocasionadas por el conflicto. Las cifras son muy dispares, tanto por la dificultad que supone medir la mortandad de una guerra, como por el hecho de que se incluyan o no las muertes indirectas, causadas por el hambre, la alteración de la natalidad o la represión de la posguerra. Además, el debate ha estado revestido siempre de un fuerte componente ideológico, en favor o en contra de cada uno de los bandos. De forma aproximada, si a las muertes ocasionadas por la guerra y la posguerra, sumamos el medio millón de exiliados republicanos, las pérdidas demográficas superan con creces el millón de habitantes, al que habría que añadir las consecuencias de la caída de natalidad habida durante la guerra, así como el hecho de que la mortalidad se centró principalmente en la población joven y activa.

La derrota republicana fue seguida del exilio masivo, y en él se incluyó la gran mayoría de los científicos, ingenieros, catedráticos, escritores y artistas del país. Las consecuencias de la ausencia de esa élite cultural y científica fueron muy graves, por cuanto retrasó durante varias décadas el desarrollo de España.

En el terreno económico, la guerra significó la vuelta a una estructura activa predominantemente agraria, tras la destrucción masiva del tejido industrial. Una buena parte de las ciudades del país, sobre todo en el Norte, estaban arrasadas; se calcula que unas 250.000 viviendas habían sido destruidas. Lo mismo ocurría con buena parte de la red de comunicaciones terrestres y con el parque automovilístico. Al enorme endeudamiento causado por la guerra -se ha cifrado en unos 300.000 millones de pesetas-, hay que añadir la pérdida del oro del Banco de España. La caída de producción en todos los sectores se prolongará hasta la década de 1950. Consecuencia de todo ello fue el hundimiento de la renta nacional y per cápita, y el hambre para la gran mayoría de los españoles durante los años de la posguerra.

Queda, por último, el efecto moral. La guerra dejó marcadas a varias generaciones por el trauma del sufrimiento durante los tres años de conflicto, pero también por la represión posterior y la atmósfera de la España postbélica, un clima de revancha, de persecución y de imposición de una escala de valores unilateral, la de los vencedores, que prolongó durante muchos años la división y el enfrentamiento entre los españoles.

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