Un Cambio de Época: La Caída de Rosas y la Modernización
El Fin de una Era
El 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande, liderado por Justo José de Urquiza, derrotó a Juan Manuel de Rosas en la Batalla de Caseros. Este acontecimiento marcó el comienzo de una nueva era para Argentina, caracterizada por los intentos de organizar y modernizar el país. La modernización buscaba insertar a Argentina en el mercado mundial y su división internacional del trabajo, respondiendo a los intereses de la élite formada por terratenientes y comerciantes, quienes seguirían teniendo ventajas con el nuevo modelo económico. Rosas había representado los intereses de los hacendados de Buenos Aires, cuya principal actividad era la ganadería vacuna para exportación. Sin embargo, desde 1830 se estaba produciendo una transformación del mercado que favorecía a los criadores de ganado ovino, ya que la demanda de lana en los mercados europeos hizo que la cría de ovejas empezara a ser más beneficiosa económicamente.
La Búsqueda del Equilibrio y los Acuerdos
Tras la caída de Rosas, Urquiza quedó al frente de la Confederación Argentina y se instaló en la residencia de Rosas en Palermo. Aunque se pronunció a favor de la conciliación y el progreso, Urquiza enfrentó una creciente oposición de los políticos porteños, que defendían la supremacía de la ciudad-puerto sobre el interior. En cambio, antiguos opositores de Rosas del interior, como Salvador María del Carril, Pedro Ferré o Juan Bautista Alberdi, apoyaron el proyecto de Urquiza de organizar constitucionalmente el país.
El 6 de abril de 1852, Urquiza se reunió con representantes de las provincias litorales en la antigua residencia de Rosas. Allí firmaron el Protocolo de Palermo, que encargaba a Urquiza el mantenimiento de las relaciones exteriores y de los asuntos generales de la Confederación. También se convocaba a los gobernadores de las provincias a reunirse en San Nicolás de los Arroyos el 31 de mayo de 1852, a fin de lograr un consenso que permitiera organizar el país. El Acuerdo de San Nicolás estableció un plan que respondía a los intereses del interior y debilitaba la supremacía porteña: reafirmaba el federalismo como fundamento de la organización nacional; convocaba a un Congreso Constituyente a reunirse fuera de Buenos Aires, integrado por dos diputados por cada provincia; suprimía las aduanas interiores; y encargaba a Urquiza, como Director Provisorio de la Confederación, la dirección de las relaciones exteriores.
La Secesión de Buenos Aires y la Constitución de 1853
En Buenos Aires se levantaron voces, como las de Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sarsfield, que rechazaban el otorgamiento de poderes especiales a Urquiza. Los opositores a la política de Urquiza formaban un grupo diverso, que incluía a unitarios, federales rosistas y jóvenes liberales. Estos sectores se reunieron para defender la hegemonía de Buenos Aires y formaron el Partido Liberal. Frente a ellos, los hombres identificados con el Partido Federal defendían el Acuerdo de San Nicolás.
Mientras Urquiza estaba ausente por haber viajado a Santa Fe a inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente, en Buenos Aires estalló la secesión. Los opositores porteños se rebelaron en la madrugada del 11 de septiembre de 1852, depusieron al gobernador y declararon anulada la adhesión de la provincia al Acuerdo de San Nicolás.
A pesar de la secesión de Buenos Aires, el Congreso Constituyente continuó sus sesiones en Santa Fe. Juan Bautista Alberdi planteaba la organización del Estado a partir de las realidades geográficas, económicas y culturales del país. Esta Constitución debía poner el acento en la tolerancia y la libertad de los ciudadanos para permitir el ingreso de una gran masa de inmigrantes que poblarían «el desierto argentino». También proponía fomentar el ingreso de capitales extranjeros y mejorar el sistema de transportes. El 1 de mayo de 1853, el Congreso sancionó la Constitución Nacional. El 25 de mayo fue promulgada por Urquiza y el 9 de julio fue jurada por las provincias que integraban la Confederación.
Los Conflictos Pendientes y la Guerra de la Triple Alianza
Cuando Bartolomé Mitre asumió la presidencia de la República Argentina en 1862, la mayoría de las provincias aceptaron su autoridad. Sin embargo, tanto Mitre como su sucesor en la presidencia, Domingo Faustino Sarmiento, enfrentaron resistencias de quienes defendían las autonomías provinciales frente a un Estado nacional al que consideraban representante de la hegemonía porteña.
El detonante de la Guerra de la Triple Alianza fue la participación de los países de la región en la guerra civil uruguaya, que enfrentó a los partidos Colorado y Blanco. Venancio Flores, del Partido Colorado, tuvo la ayuda de Mitre y del emperador de Brasil, Pedro II, e invadió Uruguay en 1863 para derrocar al gobierno blanco de Bernardo Berro. En 1865, los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay firmaron el Tratado de la Triple Alianza, para enfrentar al Paraguay gobernado por Francisco Solano López. Para los argentinos, la guerra tuvo grandes consecuencias, por las numerosas muertes en el combate y porque las tropas que regresaron a Buenos Aires en 1871 trajeron consigo una epidemia: la fiebre amarilla.
Gobierno de Sarmiento y Consolidación del Estado Nacional
Sarmiento prosiguió la consolidación del Estado nacional. Inició el reequipamiento militar en el ejército y en la armada, con la compra de armamento moderno, e impulsó la profesionalización de sus oficiales con la creación del Código Militar de la Nación y la Escuela Naval Militar. Sarmiento promovió la extensión de la red ferroviaria, el tendido de telégrafos y la incorporación de tecnología en la producción, tanto en la agricultura y la ganadería como en el establecimiento de industrias. Creó el Departamento de Agricultura y un periódico para difundir los últimos adelantos en el cultivo del suelo.