LA MUERTE DEL LIBERTADOR
EL ASESINATO DEL CONGRESO Y UNA MUERTE GLORIOSA
Ante la imposibilidad de trasladarse a Puerto Cabello, los diputados decidieron formar una guardia en el local de sus sesiones para garantizar el libre ejercicio de sus funciones, nombrando al coronel Guillermo Smith para organizarla. Esta medida causó una agitación general en Caracas, ya que expresaba la desconfianza de los diputados hacia las autoridades gubernamentales, y también por ser Smith un reconocido paecista. En la madrugada del día 23 de Enero, más de 200 hombres armados, la mayoría de ellos jóvenes pertenecientes a la oligarquía conservadora se habían presentado ante Smith para formar la guardia. Al conocerse esta noticia, grupos de hombres armados comenzaron a rondar las calles y las inmediaciones al Congreso. Asimismo, el gobierno le notificó al presidente de la Cámara de Representantes acerca de la inconveniencia de la presencia de una fuerza armada de semejante tamaño, ya que la Constitución sólo hacía mención a fuerza de policía únicamente y no a un número ilimitado de hombres para la guardia de Congreso. Aunque en principio el presidente de la Cámara negara tal reclamo, poco a poco la guardia se fue reduciendo durante la noche hasta el amanecer cuando sólo 20 jóvenes integraban sus filas. El día 24 de Enero de 1848, a las 10 a.M., más de 1.000 personas se habían congregado a las puertas del convento de San Francisco en Caracas donde sesionaba el Congreso. Para el mediodía la barra pública estaba copada por “ciudadanos notables”, algunos de ellos armados, al tiempo que Smith y la guardia continuaba apostada en la entrada del convento.
Pasadas las 2:30 de la tarde del día 24 Enero, el secretario de Interior y de Justicia, doctor Tomás José Sanabria, acompañado por un hijo de Monagas y 2 de los suyos, llegó a la Cámara Baja para entregar el mensaje anual presidencial, pero cuando se dispónía a retirarse para hacer lo mismo ante el Senado, el diputado
José María de Rojas propuso que el secretario y los otros 2 miembros del gabinete se quedaran para que informaran acerca del estado de agitación reinante en la ciudad y sobre las medidas tomadas por el Ejecutivo para mantener el orden. Sin embargo, este suceso fue interpretado en la barra como el arresto de Sanabria y los demás miembros del gabinete por parte de los congresistas, lo cual se comunicó de inmediato a la muchedumbre que se encontraba a las afueras del convento. Asimismo, la retención de Sanabria y los miembros del gabinete por parte del Congreso fue vista por el Ejecutivo como un intento por dejar al presidente sin poder, ya que de acuerdo con el artículo 136 de la constitución, el presidente no podía expedir ninguna orden sino a través e los secretarios de su gabinete, aun si esa orden llevaba su firma. Paulatinamente, ante los rumores de que Sanabria había sido asesinado, los ánimos de la muchedumbre a las afueras del congreso fue caldeándose. Por su parte los conservadores estaban convencidos de que Monagas y los liberales procederían a disolver el Congreso para evitar la suspensión del presidente, utilizando además a la turba a las afueras del convento para atacar al Congreso.
Finalmente, la llegada de unos milicianos a la entrada del convento de San Francisco, fue interpretada por los guardias del Congreso como un ataque inminente. Por tal motivo, aunque es imposible establecer quien comenzó las agresiones, la trifulca entre un hombre y uno de los centinelas fue el detonante de la violencia, ya que la inexperta guardia probablemente pensó que comenzaba el ataque producíéndose las primeras muertes en la muchedumbre reunida en la plazoleta. Por otra parte, pese a que la turba enfurecida no pudo entrar al recinto, los diputados paecistas estaban convencidos de que lo harían, por lo que presas del pánico, la Cámara Baja se disolvíó y sus miembros escaparon por los balcones y tejados, siendo ultimados algunos de ellos. No obstante el recinto del Congreso como tal no fue asaltado. En total, murieron 8 personas, 4 de ellas diputados (3 conservadores y un liberal), destacándose la figura de Santos Michelena, quien fallecíó poco tiempo después.