Caracteristicas de la alta edad media

Eric Hobsbawm: “La fabricación en serie de tradiciones, Europa 1870 – 1914”
La invención de tradiciones, tuvo una especial importancia desde finales de s. XIX hasta la primera guerra mundial. Este auge, fue provocado por varios motivos ya fueran políticos o no; y siendo uno de los principales, después del violento periodo de transformaciones sociales acaecido en toda Europa, el que se encargó de crear nuevos lazos de lealtad de las capas más bajas de la sociedad hacia las altas.
Hubo dos formas principales de creación de tradiciones, clasificadas por el autor como formas oficiales y extraoficiales.
Las formas oficiales eran las creadas por los estados o movimientos sociales y políticos organizados; en contraposición de las formas no oficiales, que eran propiedad de grupos sociales no organizados formalmente.
Si bien los movimientos de creación de tradiciones más patentes eran los nacionalistas creados por los estados, cabe resaltar la importancia de los mismos en los movimientos de clases, tanto para la formación de la conciencia de la misma como para la segregación de unas de otras, siendo su máximo exponente la diferenciación de nivel dentro de la propia clase media que trataremos más adelante.
Como tradiciones creadas por los estados con un fin claramente nacionalista, es decir, que los ciudadanos se sintieran parte y representados por el estado en su concepto de nación; cabe resaltar lo acaecido en Francia, Alemania y Estados Unidos, este último, claro exponente también de la diferenciación de clases.
En
Francia, después de la Revolución, se dieron en lo que concierne a la invención de tradiciones tres grandes innovaciones:
La primera fue la creación del equivalente laico de la iglesia, la educación primaria, la cual estaba llena de principios y contenidos revolucionarios y republicanos.
La segunda fue la invención de las ceremonias públicas masivas de Aniversarios y Centenarios de fiestas públicas (nacionales) como forma de publicidad y medio de inyectar un sentimiento nacionalista. Su máximo exponente es el Día de la Bastilla, creado en 1880.
Era nueva en la medida en que iba dirigida al público, a diferencia de las antiguas ceremonias reales cuyo objetivo era simbolizar la relación de los gobernantes con la divinidad y su posición en el vértice de una pirámide jerárquica de magnates.
Después de la Revolución, el Rey de Francia pasó a ser llamado Rey de los Franceses, de esta forma se conseguía establecer una relación directa entre éste y la colectividad de sus súbditos.
Ahora la gloria, la grandeza, la riqueza y el poder podían ser compartidas de forma simbólica por los pobres a través de la realeza y sus rituales.
La tercera innovación en cuanto a invención de tradiciones fue, a lo largo de la Tercera República, lo que el autor cataloga como la producción en serie de monumentos
Se difundieron principalmente dos tipos de monumentos por todas las ciudades y comunas rurales del país. La que era considerada imagen de la República misma, a través de Marianne y también las figuras civiles de quienes
el patriotismo local decidiera considerar sus personajes notables. Así los monumentos de esta clase pueden considerarse como expresiones de la unión entre los votantes y la nación, mostrando las raíces de la República.
Se comenzaron a realizar representaciones de la nación, no como país o estado, sino como un pueblo unido en el momento.
En Francia se fue muy reticente a hacer reseñas al pasado nacional, cosa, a lo que Alemania se contrapone especialmente.
En Alemania y durante el Segundo Imperio   más específicamente, se buscó especialmente hacer hincapié en las experiencias históricas que vincularon Prusia y el resto de Alemania, para así darle validez al Impero.
De esta forma se fomentaron sobre todo las raíces comunes de los ciudadanos para darles una noción nacionalista.
A estos efectos se desarrollaron una multiplicidad de registros que abarcan desde la mitología, el folclore (como los robles alemanes, el emperador Federico Barbarroja, etc.)   e incluso la definición de nación en base de los enemigos comunes compartidos históricamente.
Un ejemplo de unión de ambos estilos, se puede observar en la España Franquista. Tras la victoria, el bando nacional se dedicó de forma obscena a la exaltación de la figura del General Franco ( erigiendo estatuas, renombrando las principales avenidas de las ciudades y las gran mayoría de las calles con los nombre de “héroes de guerra”, erigiendo monumentos de dimensiones titánicas como el Valle de los Caídos, etc.) e incluso haciendo exaltación de la propia victoria,
como el denominado como Desfile de la Victoria.
De esta manera se dedicó a crear una conciencia de ganadores y primados en el bando nacional, y a la vez, mediante la asociación con la Iglesia (institucionalizando sus fiestas, apoyándola económicamente, etc.) se legitimaba su poder (“Caudillo de España por la gracia de Dios”) y ahondaba en la división y supremacía de un bando sobre otro. Gracias a esto, recordaba la supuesta grandeza del Imperio y la alianza histórica entre la iglesia católica y los gobernantes del territorio peninsular.
Sin embargo, el caso de Estados Unidos es diferente a los dos anteriores (Francia y Alemania), dado que el problema político fundamental fue cómo asimilar una masa de población con tantas diferencias personales que no eran americanos sino inmigrantes.
En este sentido se incentivó que los inmigrantes participaran en las conmemoraciones históricas de la nación. De ahí el culto desmedido a los padres fundadores, la Revolución y la tradición protestante anglosajona.
A su vez, la nación asimiló también rituales colectivos de los inmigrantes, como el Día de San Patricio; lo cual propicia que sea aún más fácil que surjan los sentimientos de pertenencia e identificación para con la nación.
Sin embargo, esto, acabo llevando a asimilar a los obreros, como extranjeros, cosa que era bastante fácil, pues la masa de la clase obrera, la formaban los inmigrantes en su gran mayoría. De esta forma se proporcionó también un referente interno sobre el cual el buen americano podía reafirmar
su “americanismo” frente a los demás, cohesionando de esta forma algunas capas del tejido social.

Respecto a las formas no oficiales o extraoficiales de creación de tradiciones cabe resaltar el movimiento socialista del último decenio del siglo XIX como uno de los principales exponentes de las mismas.
El primero de Mayo, desempeño un papel crucial, dado que se creó de forma espontánea como reivindicación de la jornada laboral de ocho horas.   Se expresó en un primer momento como una manifestación y jornada de huelga y su cometido no era otro que afirmar la presencia de la clase obrera por medio de la afirmación más fundamental del poder de la misma, la abstención del trabajo.
Poco a poco fueron apareciendo iconografías de forma espontánea como el uso de las flores, que simbolizaban al estar unidas con la metáfora de la primavera y el crecimiento, la nota de esperanza, la confianza y la llegada de un futuro mejor para la clase obrera.
El primero de Mayo, más que un movimiento de los líderes socialistas del momento, fue un movimiento de las bases, que hizo que los líderes lo institucionalizaran. Un ejemplo claro lo encontramos en Rusia, donde el desfile público de los obreros como clase se conformó como el núcleo del ritual.
Mucho más arduo y complejo fue el proceso de diferenciación de la clase media como tal.
Dado que la posesión de tierras y unas rentas mínimas cada vez más comunes sentaban las bases para la posibilidad de movimiento entre las capas más cercanas de las diferentes clases, hubo
que determinar que tipo de relaciones y propiedades podían distinguir por sí solas, a unas clases de otras; y lo que es aún más difícil, como distinguir entre los diferentes estratos de la nueva clase media.
Un ejemplo de esto último lo tenemos en Estados Unidos donde a través de la genealogía se buscaba aparentemente el distinguir a los americanos nativos blancos y protestantes de la masa de nuevos inmigrantes, pero donde en realidad lo buscado era crear un estrato superior exclusivo entre la clase media blanca.
Aparte de esta particularidad, el principal medio de diferenciación se conformó en base a la educación. Según este criterio para pertenecer a la clase media, el mínimo quedaba establecido en la educación secundaria, dejando la superior como carta de presentación para ser considerado de la alta clase media y las élites más adineradas.
El problema surgió cuando la educación secundaria proporcionó, debido a su rápida expansión (la costumbre de los burgueses empresarios de hacer que los hijos empezaran a trabajar en el negocio durante la adolescencia perdió terreno), un criterio demasiado amplio de pertenencia a la clase media, sintiéndose la necesidad de crear escuelas privadas dentro de la educación secundaria para las élites.
De esta forma y gracias a ella, comenzaron a extenderse las relaciones entre los alumnos y ex alumnos de las diferentes escuelas (sentimientos de pertenencia a determinadas élites) para diferenciarse de los demás estudiantes.
Las asociaciones servían para proporcionar reconocibilidad.
La afiliación a cualquier asociación o la posesión de una corbata con rayas diagonales formando una combinación de colores era útil.
En EEUU y Alemania el papel de esas redes, era basicamente, de proveedores de funcionarios, pero el desarrollo económico y político les hizo pasar a un segundo plano.
En base a estas relaciones y a la autoselección de compañeros por sus propios miembros se comenzó a ver un desarrollo importante en el deporte.
Se volvía a la concepción de élite deportiva aristocrática antigua.
En primer lugar, hubo una transformación decisiva en la difusión de deportes antiguos, en la invención de deportes nuevos y en la institucionalización de la mayoría   de ellos a escalas nacionales e incluso internacionales.
Después, esta institucionalización proporcionó tanto un escaparate publico para el deporte, como un mecanismo para hacer extensivas actividades hasta ese momento restringidas para la aristocracia y la burguesía exportando esos estilos de vida a una, cada vez más amplia, de las clase media.
Por último, el deporte, proporcionó un mecanismo para unir a personas de categoría social equivalente, que de no ser por esto, no hubieran tenido la posibilidad de interrelacionarse, pues recordemos que las competiciones eran un medio de interacción entre los individuos.
Paralelamente y una vez institucionalizado el, se encontró una nueva forma de fomentar el sentimiento nacionalista a través de éste.
No sólo con las competiciones internacionales sino también con la invención de
deportes nacionales. asociados a unas clases.
Estos deportes nacionales nacidos predominantemente en las clases aristocráticas se filtraban hacia abajo en la sociedad. Así el fútbol inglés acabó siendo un deporte asociado a la clase proletaria, lo cuales incluso se identificaban mediante una gorra específica como hincha y proletario.
De esta forma el deporte de clase media, combinaba dos elementos de la invención de las tradiciones, el político y el social.
Lo que cabe resaltar de este punto es que a través del deporte, el nacionalismo se convirtió en un exponente de la cohesión social sustituyendo a la iglesia nacional, a una familia real u otras tradiciones o representaciones colectivas de grupo.
El deporte se ha convertido de esta forma en una nueva religión laica, el sentimiento de unidad frente a otras naciones hace superar internamente diferencias que hacen chocar constantemente a las facciones internas de un estado. El deporte, y más allá, las competiciones supranacionales, son hoy día, el máximo exponente de cohesión social que se puede ver, sobrepasando a las clases sociales y las diferencias políticas.
Con este último ejemplo se pone de manifiesto que las tradiciones inventadas cumplen importantes funciones sociales y políticas. Que deben ser asimiladas, incentivadas o incluso creadas por los propios ciudadanos. Pero también cabe recordar que las mismas tradiciones pueden ser creadas con fines de manipulación y exaltación de valores erróneos y peligrosos, todos deberíamos recordar el III Rei

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