2.1Pervivencia de la sociedad estamental.La sociedad del siglo XVIII seguía manteniendo la división en estamentos y sus carácterísticas principales eran la desigualdad jurídica y el inmovilismo. Los grupos privilegiados (nobleza y clero ) eran dueños de la mayor parte de la propiedad territorial, no pagaban impuestos y ostentaban cargos públicos. El clero consituía el 2% de la población, pero controlaba el 40 % de la propiedad territorial. La nobleza, a la que se pertenecía por nacimiento o por nombramiento real, no sobrepasaba el 5% de la población, aunque poseían extensas propiedades y detentaba numerosos señoríos, en los que administraba justicia y de los que extraía cuantiosas rentas.El tercer estamento, el mas heterogéneos, estaba compuesto por el resto de los habitantes del reino (campesinado, burguésía y sectores populares de la ciudad). Soportaba la mayor parte de las cargas económicas del estado y se hallaba marginado de las decisiones políticas. Los campesinos, la inmensa mayoría de la población, continuaban sometidos a un régimen señorial que les obligaba a entrargar la mayor parte de sus rentas agrarias, manteniéndoles así en el límite de supervivencia, cuando no del hambre crónica. El poder de la nobleza y de el clero había impedido el desarrollo de la burguésía comercial e industrial. Pero la mejora de la actividad económica, sobre todo el desarrollo del comercio, permitíó su crecimiento a lo largo del Siglo XVIII, aunque su peso e importancia no sobrepasaban el ámbito de algunas ciudades dedicadas al comercio, especialmente colonial.
2.2Una economía agraria.La agricultura era la fuente esencial de riqueza, y a ella se dedicaba el 80% de la población. La mayor parte de la tierra estaba amortizada, es decir, que no podía comprarse ni venderse y debía transmitirse en herencia. Así sucedía con las tierras de la Iglesia, de los ayuntamientos o de la nobleza, en cuyos patrimonios era habitual la institución del mayorazgo. Asimismo, la propia Corona, la nobleza y la Iglesia, continuaban siendo los titulares de los señoríos, extensas posesiones sobre als que ejercían jurisdicción y de las que recibían cuantiosas rentas. En consecuencia, la mayor parte de la tierra cultivable estaba fuera del mercado y la inmensa mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.Aunque existían agricultores propietarios de sus tierras, sobre todo el Cataluña, Asturias, el País Vasco y el norte de Castilla, la mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero. La condición de estos camepsionos variaba según las zonas y el tipo de contrato al que estaban sujetos. En Cataluña, la mayoría de las tierrras eran de señorío laico o eclesiástico, de medianas proporciones y cultivada por campesinos con contratos estables y a perpetuidad. Por ello, no estaban sometidos a aumentos de renta y se beneficiaban del crecimiento de los rendimientos agrarios. En Galicia y Asturias, los arrendamientos (foros) eran fijos durante tres generaciones, pero la falta de tierras originó la subdivisión de estos foros (subforos) y un problema de minifundismo, con explotaciones minúsculas, incapaces de mantener una familia.En la parte sur de Castilla, en Extremadura y en Andalucía existían grandes extensiones (latifundios) en manos de la nobleza y el clero, trabajadas por campesinos en arriendos a corto plazo o por jornaleros. Las condiciones pare el campesinado eran muy duras, pues si se trataba de arrendatarios, no podían nunca acumular un mínmo excedente, al serles constantemente aumentadas las rentas; si eran jornaleros, dependían de un mísero salario. Además, en estas regiones, la ganadería ovina extensiva todavía era muy fuerte. Los grandes propietarios, organizados en la Mesta, poseían enormes rebaños que les proporcionaban importantes beneficios, y en muchos casos primaban la tierra para pastos frente a su uso para el cultivo.
2.3La debilidad de la industria y el comercio interior.En el Antiguo Régimen, la artesanía y el comercio eran sectores económicos subsidiarios del mundo agrario. La industria tradicional continuaba organizada de forma gremial, con un estricto control sobre la producción y la creación de nuevas industrias. La escasez de la demanda y el poder de las jerarquíaas gremiales manténían intacta esta forma proteccionista de producción.Respecto al comercio, el mercado interior era débil y escaso, limitado en su mayoría a los intercambios de tipo local o comarcal. Existían grandes problemas de transporte y las zonas de interior peninsular continuaban aisladas de la periferia. Pero el problema más serio se derivaba de un mercado sometido a los límites de una economía agraria casi de autoconsumo, donde los escasos excedentes de los que podían apropiarse los campesinos, apenas alcanzaban para la compra de los productos más indispensables. Sólo el comercio colonial manténía una cierta importancia, como consecuencia de las reformas introducidas a lo largo del siglo, que permitieron una reactivación de las transacciones con América.