Tema 5: El Sexenio Revolucionario (1868-1874): intentos democratizadores. De la revolución al ensayo republicano
1. El Gobierno Provisional y la Regencia (1868-1870)
Una vez hubo triunfado el pronunciamiento gracias al activo apoyo popular, la preocupación inmediata del Gobierno Provisional era contener la amenaza de revolución social para, en un contexto de pacificación, realizar la política. Las Juntas revolucionarias se disolvían y se difuminaba la esperanza inicial de revolución desde abajo; ésta se haría, una vez más, desde arriba.
Acto seguido, el gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino para los mayores de 25 años. En las elecciones, triunfó el bloque monárquico.
El Gobierno Provisional elaboró la constitución de 1869. Sus caracteres principales son: proclamación de la soberanía nacional, de hecho, popular, pues se establecía el sufragio universal masculino. La adopción de la Monarquía parlamentaria y democrático-burguesa como forma de Estado, donde el rey tiene limitadas sus competencias y los ministros son responsables ante las Cortes. El legislativo sigue siendo bicameral, pero el Senado ahora no es oligárquico, sino también electivo. Rigurosa división de poderes. Minuciosa declaración de derechos. Democratización de los municipios. Se establecíó un aconfesionalismo atenuado, regulándose la libertad de cultos, si bien con el compromiso del Estado de mantener el culto y clero católicos. Por último, se incluía el compromiso de regular la situación de las colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), dándoles representación y autonomía.
En conjunto, la constitución de 1869 y las leyes orgánicas complementarias establecían un régimen democrático dentro de un orden estrictamente burgués, apto para incluir en él a todos los sectores políticos participantes en la revolución. Constituían, en suma, instrumentos válidos para sacar adelante el nuevo régimen, con una sola condición: que las fuerzas políticas comprometidas con el Sexenio creasen un consenso suficiente, formando una piña contra sus numerosos enemigos, y no se separasen, en cambio, en facciones enfrentadas entre sí.
El general Prim, hombre fuerte del partido progresista, hubo de enfrentar la ímproba tarea de buscar un rey para España en un ambiente de inestabilidad e insurrección crecientes. Los años posteriores a 1868 fueron de agitaciones promovidas por dos factores. Por un lado, estaba la división entre los partidarios del liberalismo radical: la influencia sobre sectores populares del sector más radical de los republicanos (los federalistas intransigentes) que, contrarios al moderantismo de los principales líderes del republicanismo, no renunciaron a la idea de revolución popular. Por otro lado, estaba la paulatina introducción, débil aún, en la Península, del Internacionalismo proletario de marxistas y anarquistas.
Otra insurrección fue la guerra de Cuba. Motivada por el despertar de un movimiento independentista entre la burguésía criolla, en Cuba, estalló una Guerra Civil que se prolongó diez años (1868-1878) y ello obligó al gobierno español a multiplicar los impuestos y las impopulares levas, que constituían otro acicate para la revolución social. Además, en el norte peninsular comenzó a agitarse de nuevo el carlismo, de carácter antiliberal.
Al fin, en 1869, las gestiones diplomáticas de Prim encontraron un rey para España en la Casa de Saboyá, la recién unificadora de Italia. Amadeo de Saboyá, hijo del flamante rey de Italia Víctor Manuel II, aceptó el trono español. Al desembarcar en Cartagena el 30 de Diciembre de 1870, recibíó la noticia del asesinato de Prim, su principal valedor.
2. La Monarquía democrática de Amadeo I (1871-1873)
El ensayo fue un fracaso completo. Muerto Prim, el débil consenso político existente desde el comienzo de la revolución desaparecíó por completo, aumentando la división y el enfrentamiento entre los partidos que habían encabezado aquélla, y el tímido apoyo inicial al nuevo trono se esfumó. A la inestabilidad política se sumó la creciente insurrección social, carlista y cubana, provocando la abdicación final de un rey escasamente entusiasmado por su labor.
En 1872, la agitación se acentuó: estalló una nueva guerra carlista, se agravó la primera guerra de Cuba, declarada en 1868, así como la amenaza de revolución social. En Febrero de 1873, el Rey, poco entusiasmado en su tarea y falto del apoyo de los partidos que habían creado la monarquía democrática, unionistas, progresistas y demócratas, cada vez más divididos y enfrentados entre sí, dimite y, con ello, concluyó la última esperanza de consolidar aquella monarquía democrática.
3. La Iª República (1873-1874)
La proclamación de la República fue una huida hacia adelante dispuesta e improvisada para cubrir un vacío de poder. La opción monárquica había quedado agotada tras la abdicación de Amadeo I. En esas condiciones, los diputados en Cortes, en su mayoría monárquicos demócratas, temiendo el retorno a la monarquía moderada y al sufragio censitario, votaron la proclamación de la República como último recurso en defensa de la democracia política. Los republicanos eran muy escasos y estaban profundamente divididos. La instauración de la Iª República supuso el momento culminante del ambiente de insurrección que la revolución de 1868 desatara. En este contexto de profunda desestabilización, la República tuvo como principal efecto no deseado, el de fomentar la articulación del consenso en favor de la monarquía alfonsinista de signo moderado.
Una relación breve de los acontecimientos capitales arroja el siguiente balance: En un plazo de algo menos de un año, el comprendido entre Febrero de 1873 y Enero de 1874, la I República agotó cuatro presidencias, las de Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.
Figueras, uno de los líderes más moderados del republicanismo, nombró en Febrero de 1873 un gobierno de republicanos y radicales (progresistas de izquierda y demócratas), pero el enfrentamiento entre ambos grupos y la creciente división en el republicanismo lo llevó pronto a la dimisión (10 de Junio de 1873). Su único éxito de resonancia fue el viaje a Barcelona, en Marzo, donde logró evitar que los federalistas intransigentes revocasen el acuerdo efectuado para proclamar el Estado catalán, si bien a cambio hubo de aceptar la disolución del ejército en Cataluña. En suma, su gobierno fue extremadamente débil.
Subíó, el 10 de Junio, Pí y Margall a la presidencia de la I República. Era éste el gran líder del federalismo transigente, y el gran ideólogo del republicanismo federal, que identificaba con soberanía popular, federación y socialismo. Fue Pí y Margall el principal ponente del proyecto de constitución de 1873. Establecía ésta una república federal compuesta de 17 estados y varios territorios de Ultramar; todos con un amplio autogobierno interno.
La constitución, muy influida por la estadounidense, no llegó a entrar en vigor, porque inmediatamente estalló la sublevación cantonal, una revolución dentro de la revolución producto de la conexión de los republicanos intransigentes con los sectores populares más revolucionarios, surgiendo estados independientes y juntas revolucionarias por todas partes, especialmente en el levante español y también en muchas ciudades de Andalucía. La sublevación no alcanzó a Cataluña, cuyas principales ciudades estaban amenazadas por partidas carlistas y sólo en unos cuantos lugares contó con apoyo anarquista. De este modo, con la rebelión cantonal, la agitación social, en crecimiento desde 1868, alcanzaba su punto culminante. El cantón de Cartagena, con el control de la flota y del arsenal, entró en guerra con el Estado central. Del lado opuesto, las conquistas carlistas iban alcanzando su máximo auge. El 9 de Noviembre de 1873, el carlismo obtuvo la importante victoria de Montejurra y en Diciembre, los carlistas pusieron sitio a Bilbao, que permanecería sometido a continuos bombardeos hasta el 2 de Mayo de 1874.
Con un Estado al borde mismo de la quiebra, la presidencia de Nícolás Salmerón(a partir del 18 de Julio de 1873)es el termidor de la revolución: Se ha superado definitivamente la fase de máximo radicalismo y se inicia el giro en sentido conservador.
El nuevo presidente, renombrado profesor krausista, es un liberal a ultranza que gobierna apoyándose en la facción más moderada del republicanismo. Esto incrementó, como réplica, la insurrección cantonal, lo que forzó a Salmerón a acentuar ese giro conservador de su presidencia, regresando de la República federal que otorgaba un amplio autogobierno a las regiones, a la fórmula de la república unitaria, que anulaba cualquier autogobierno regional haciendo derivar todo el poder del Estado soberano,con la idea básica de restablecer de nuevo el orden amenazado por las sublevaciones de diverso signo.
Para consolidar este giro conservador en defensa del Estado, amenazado por guerras e insurrecciones diversas(cantonal, carlista y cubana),sólo cabía dar plenos poderes al ejército. Generales conservadores como Pavía, Serrano, De la Concha y Martínez Campos consiguieron ir sofocando la sublevación cantonal y la guardia civil iba incrementando sus efectivos. Este giro conservador creciente de una revolución que se iniciara bajo el signo del liberalismo democrático pone al presidente demócrata ante una disyuntiva: ceder a las exigencias crecientes de los conservadores o dimitir. Ante la presión internacional e interna de la burguésía y clases medias, se restablecíó la pena de muerte lo que llevó a Salmerón a la dimisión por problemas de conciencia.
Con el nombramiento de Emilio Castelar (9 de Septiembre de 1873-Enero de 1874) como presidente, la república unitaria acentuaba su giro a la derecha y, de hecho, este nombramiento fue bien visto por las clases defensoras del orden. Supónía la presidencia de Castelar la confirmación decidida del giro en sentido conservador de la revolución iniciado con su antecesor Salmerón. No obstante, pese a los éxitos estabilizadores de esta presidencia, el avance hacia una república autoritaria y unitaria enfrentó al presidente, unitarista, con la mayoría federalista de las Cortes, lo que amenazaba con un nuevo proceso de izquierdización de una revolución ya desde Julio de 1873 a la baja.
Para evitar este riesgo, en Enero de 1874, el pronunciamiento del general Pavía disolvíó el Congreso y dispuso la creación de un gobierno de emergencia presidido por el general Serrano, antiguo miembro de la Uníón Liberal. Así, el giro conservador de la República desde mediados de 1873 se consolidaba desde comienzos de 1874. Días después de la dimisión de Castelar, el cantón de Cartagena cayó y, con ello, se liquidó la revolución cantonal, en tanto, los generales liberales aislaban los focos de rebelión carlista restándoles toda iniciativa.
Con la dimisión de Castelar, a comienzos de Enero de 1874, se liquidaba realmente la Iª República. Serrano impuso en 1874 una dictadura militar temporal que, de hecho, aceleraba la transición hacia la restauración de un orden conservador cuyo desenlace fue el regreso de los Borbones, otorgando el trono a Alfonso de Borbón, futuro Alfonso XII, el hijo de Isabel II, de 17 años. Cánovas del Castillo, también como Serrano antiguo miembro de la Uníón Liberal, y creador en el Sexenio del partido alfonsinista, era el político que preparaba tal empresa de la Restauración. Cánovas, no obstante, tenía especial interés en cuidar las formas consideradas europeas y civilizadas, asegurando la implantación del nuevo régimen liberal doctrinario de forma pacífica y legal. Pero el pronunciamiento en Sagunto de los generales monárquicos Martínez Campos y Jovellar el 29 de Diciembre supuso un adelantamiento imprevisto de sus planes. Un Cánovas disgustado tuvo que aceptar los hechos consumados y anticipar, así, el reinado de Alfonso XII.