15. Explica en qué consiste la figura del valido y la importancia que tuvieron en el Siglo XVI
La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el Siglo XVII fueron los validos. El valido, privado o favorito, era un aristócrata de la máxima confianza del rey que, sin tener cargo oficial, actuaba como un primer ministro y tomaba decisiones sobre asuntos que correspondían al rey.
El valimiento (el gobierno de los validos) se explica por dos motivos: las labores de gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas españoles del Siglo XVII, los Austrias Menores, no tuvieron la talla política de Carlos I y Felipe II. Pero también hay que aclarar que no fue un fenómeno exclusivamente español, como demuestra la figura del cardenal Richelieu en la Francia de Luis XIII.
Como consecuencia del valimiento, aumentó la corrupción (los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos y otros beneficios para sus familiares y partidarios) y se descuidaron los intereses de la Monarquía, que quedaron subordinados a los intereses de los validos. Estos aspectos negativos del valimiento ya fueron percibidos en su época, como se observa en las críticas que recibíó desde distintos sectores
Los validos más renombrados fueron el duque de Lerma, con Felipe III, y el conde–
Duque de Olivares, con Felipe IV, aunque este último intentó llevar a cabo una serie de reformas para fortalecer a la Monarquía que fracasaron. Carlos II cambió varias veces de valido (Nithard, Valenzuela, etc.).
Los Reyes Católicos habían apartado a la alta nobleza del gobierno, sustituyéndola en los Consejos por personas de la pequeña nobleza o de la burguésía formadas en el conocimiento de las leyes, pero ahora la alta nobleza recuperaba poder. Mientras que en Francia fracasaba la reacción nobiliaria y se acrecentaba el poder del monarca, en España la aristocracia recuperaba su influencia en el gobierno
16. Explica los principales proyectos de reforma del conde-duque de Olivares
El conde-duque de Olivares fue el valido de Felipe IV entre 1622 y 1643. Su valimiento, por lo tanto, hay que encuadrarlo en el contexto de la guerra de los Treinta Años (1618-1648).
Olivares era consciente de que, si España quería mantener su hegemonía en Europa, lo que iba a constituir su objetivo principal, tenía que llevar a cabo reformas políticas, económicas y sociales.
En cuanto llegó al poder adoptó medidas contra la corrupción, contra la despoblación o para adaptar la enseñanza a las nuevas necesidades del Estado, aunque sus resultados fueron nulos.
Tampoco tuvo éxito en su intento de resolver los problemas financieros de la Monarquía, que dependía de banqueros extranjeros, en su mayoría genoveses: en 1622 propuso la creación de unas cajas municipales de depósitos (erarios) que tendrían el monopolio del crédito en España, pero el proyecto fracasó porque se necesitaba un capital fundacional que debía ser aportado por los súbditos cuya fortuna superase los 2000 ducados y éstos se opusieron.
En 1624, el conde-duque presentó al rey su programa político, el Gran Memorial, en el cual, considerando que la autoridad y la reputación (la hegemonía en Europa) de la Monarquía se habían deteriorado, sugería la necesidad de que se unificaran los distintos reinos que compónían la Monarquía Hispánica: “hay que reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla”; Felipe IV debía ser rey de España, y no rey de Castilla, de Aragón, conde de Barcelona, etc. Esta propuesta chocaba con el funcionamiento de la Monarquía desde sus orígenes con los Reyes Católicos y difícilmente sería aceptada en la Corona de Aragón ni en el resto de los territorios no castellanos.
En 1625, ante la necesidad de contar con fondos para afrontar los gastos de la guerra, Olivares planteó la Uníón de Armas, que consistía en la creación de un ejército permanente de 140.000 hombres reclutado y sostenido por todos los reinos de la monarquía en proporción a su población y riqueza. Se pretendía con ello distribuir el coste humano y económico de las guerras entre todos los territorios de la Monarquía, descargando a Castilla de un peso que llevaba prácticamente en solitario. La Uníón de Armas fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón, especialmente las de Cataluña.
Las rebeliones de Cataluña y Portugal en 1640 provocaron la caída del conde-duque en 1643, tras conocerse la derrota española en la batalla de Rocroi. Tres factores habían contribuido al fracaso de las reformas de Olivares: la situación económica, el egoísmo de las oligarquías y los métodos autoritarios del conde-duque.
17. Analiza las causas de la guerra de los Treinta Años y sus consecuencias para la Monarquía Hispánica y para Europa. (páginas 72-73)
– Cronología: 1618-1648
-Conflicto religioso (protestantes contra católicos), pero también político (contra la hegemonía política de los Habsburgo en Europa, por eso Francia se alió con los protestantes).
– Comienzo de la guerra: rebelión de los protestantes contra el emperador en Bohemia.
– Desarrollo de la guerra: Felipe IV apoyó al emperador, Dinamarca y Suecia ayudaron a los protestantes; la guerra se reanudó en los Países Bajos tras el final de la Tregua de los Doce Años; Francia intervino a favor de los protestantes. En 1640 estallaron las rebeliones de Cataluña y Portugal. En 1643 los tercios españoles fueron derrotados en la batalla de Rocroi.
– 1648: Paz de Westfalia. Establecíó un nuevo orden europeo basado en la soberanía de los Estados frente a las pretensiones universalistas del Imperio. España reconocíó la independencia de las Provincias Unidas.
– La guerra entre España y Francia siguió hasta 1659, cuando se firmó la Paz de los Pirineos, por la cual España perdía el Rosellón y la Cerdaña. De este modo se confirmaba el traspaso de la hegemonía europea de España a Francia (Luis XIV).
18. Compara y comenta las rebeliones de Cataluña y Portugal de 1640. (página 73)
— Rebelión de Cataluña (1640-1652)
A pesar de la oposición de la Cortes catalanas a la Uníón de Armas, Olivares obligó a los catalanes a alojar a los soldados que iban a luchar contra Francia en la frontera pirenaica y a financiar los gastos de este ejército. Este hecho provocó la rebelión, que culminó con la entrada de los segadores en Barcelona el día del Corpus Christi y el asesinato del virrey y de otros representantes de la Corona (Corpus de Sangre).
La rebelión catalana contra la política de Olivares derivó en una revuelta popular. Las autoridades catalanas consiguieron el apoyo militar de Francia tras nombrar conde de Barcelona a Luis XIII, con lo que la soberanía del Principado pasaba del monarca español al francés. Cataluña se convirtió durante diez años en uno de los escenarios de la guerra entre Francia y España.
La destrucción ocasionada por la guerra, una epidemia de peste y la evidencia de que Francia no tenía intención de respetar los fueros catalanes, provocaron el descontento de la población y favorecieron la reconquista del territorio por las tropas de Felipe IV, que tomaron Barcelona en 1652, con la promesa por parte del monarca de mantener las instituciones y las libertades del Principado.
– Rebelión e independencia de Portugal (1640-1668)
Amplios sectores de la sociedad portuguesa consideraban que su incorporación a la Monarquía Hispánica les había traído más inconvenientes que ventajas, sobre todo porque los holandeses y los ingleses, en guerra con España, atacaban las colonias portuguesas y les causaban pérdidas en sus actividades comerciales. El aumento de los impuestos y la crisis económica generaron un clima de tensión y revueltas populares en los años treinta; en 1640, el intento de reclutar tropas para sofocar la rebelión catalana propició que los sectores que aspiraban a la independencia organizaran la rebelión, nombrando rey al duque de Braganza, Juan IV.
La Guerra de la Restauración Portuguesa consistíó principalmente en escaramuzas fronterizas, solo hubo algunas batallas de cierta importancia en los veintiocho años que duró el conflicto. El motivo de la baja intensidad de esta guerra fue la debilidad de la Monarquía Hispánica y el apoyo que los portugueses recibieron de Inglaterra y de Francia.
Tras la Paz de los Pirineos (1659), Felipe IV hizo un último esfuerzo militar, pero los portugueses, con la ayuda de tropas británicas, derrotaron a los españoles. En 1668, muerto ya Felipe IV, se firmó el Tratado de Lisboa, por el que se reconocía la independencia de Portugal. La ciudad de Ceuta, sin embargo, permanecíó bajo soberanía española.
Las rebeliones de 1640 provocaron la caída del conde-duque de Olivares en 1643, pero esto no impidió que la decadencia de la Monarquía Hispánica siguiese su curso.