Cortes y la conquista de México
En 1519, Hernán Cortés zarpaba de Cuba con once naves y alrededor de 200 tripulantes, desobedeciendo una orden del gobernador Diego Velázquez, quien desconfiaba de sus intenciones. Cortés, que había recibido noticias acerca del Imperio azteca, se dirigíó directamente hacia el norte y desembarco en las costas de Cempoalla el 21 de Abril, donde fundo poco después la ciudad de Veracruz
Tenochtitlan, la capital azteca: contaba con una nativa, doña marina, conocida como Malinche que le servía como traductora. Esto le permitíó ganar la confianza de pueblo disconformes con el imperialismo azteca, como los tlaxcaltecas; eso le reporto a Cortés un importante ejercito de reserva.
El 8 de Noviembre de 1519, los españoles ingresaron en Tenochtitlan. Allí fueron recibidos en el palacio real, pero a los pocos días Cortés decidíó apresar a Moctezuma.
Cuando volvíó a Tenochtitlan, la ciudad estaba en plena rebelión contra los usurpadores europeos. Los españoles escaparon milagrosamente en un episodio conocido como la noche triste (30 de Junio 1520). Pocos días antes que Moctezuma había sido herido de muerte por sus propios súbditos.
Los españoles buscaron refugio con los tlaxcaltecas y, juntos, planearon el asedio a Tenochtitlan. Durante tres meses, la ciudad azteca resistíó los ataques bajo mando del nuevo tlatoani, Cuauhtémoc. El 13 de Agosto de 1521 los españoles lograron ingresar a la ciudad
La conquista del Perú
Francisco Pizarro, junto con Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque financiaron la formación de una compañía de doscientos hombres.
Tras una serie de expediciones de reconocimiento y un accidentado viaje desde panamá, los españoles desembarcaron en las costas del Ecuador, en 1532. Los incas se encontraban revueltos en una guerra sucesoria entre Huáscar y Atahualpa, dos de los hijos del rey Huayna Cápac. Por ese entonces, Atahualpa ya había derrotado y ejecutado a su medio hermano, pero no había terminado de afianzar su posesión entre la nobleza inca.
Pizarro, en Julio de 1533 encontró a Atahualpa en pueblo de Cajamarca y capturarlo en una emboscada, aprovechando la superioridad de su armamento. El inca ofrecíó el pago de un rescate para ser liberado, pero los cuantiosos envíos de oro y plata de los indígenas, en lugar de contribuir a la liberación del rey, confirmaron a los libertadores la riqueza de la religión y los enormes beneficios que conllevaría su dominio.
El paso siguiente era tomar Cuzco, capital del Imperio. La fuerza militar de los europeos se impuso, auxiliada por indígenas aliados que aprovechaban la coyuntura para liberarse del dominio inca, y la ciudad fue tomada sin demasiada resistencia en Noviembre de 1533, Pizarro nombre como sucesor de Atahualpa a otro entre el centenar de hijos de Huayna Cápac: Manco Inca Yupanqui, quien, aliado de Huáscar en la guerra de sucesión, juro servir a España.
Durante un año, sitió Cuzco, donde se habían instalado los españoles y la nobleza inca aliada, pero no tuvo éxito. Manco y sus tropas se retiraron entonces hacia la selva, donde formaron un reino independiente en la regíón de Vilcabamba, que sobrevivíó hasta la década de 1570
El sistema de flotas y galeones
Durante el Siglo XVI los barcos españoles corrían serios riesgos de ser atacados por piratas franceses ingleses u holandeses. Con el objetivo de evitar este tipo de problemas, el rey Felipe II de España decidíó, en 1560, crear un sistema de flotas y galeones. Se trataba de una regulación del comercio que permitía, una vez al año, el envío de una flota a cada virreinato, custodiada por la armada real española.
En el caso del virreinato de Nueva España, en Abril partía la flota, que luego de hacer escala en la isla de Dominica arribaba al puerto Veracruz. Para el Virreinato del Perú se enviaba los galeones, que luego de detenerse en Cartagena de Indias seguía viaje hasta su destino final, Portobelo. Una vez que las distintas mercancías traídas desde tierras españolas eran vendidas, las mismas embarcaciones eran cargadas con metales preciosos y con diferentes productos obtenidos en América, para retornar a España.
Ellos sabían que, si se demoraba la llegada de ciertos productos al suelo americano, su precio podía aumentar notablemente, con lo cual se incrementarían sus ganancias.
Además de las flotas encargadas de mantener los intercambios con el continente europeo, había algunas otras auxiliares, cuyo objetivo era garantizar la distribución de determinados productos:
- Una de ellas se encargaba de conectar los territorios continentales de América Central con las distintas islas del Caribe;
- Otra era la responsable de trasladar la plata y el oro obtenidos de los territorios actuales de Perú y Ecuador desde el puerto de El Callao hasta Portobelo;
- Finalmente, el galeón de Manila partía todos los años desde Acapulco con destino a Filipinas, donde se pagaban altos precios por plata mexicana, y en ganancias obtenidas se utilizaban para adquirir vienen de lujo producidos en el continente asíático.