Las crisis coloniales; Cuba y Marruecos
A finales del siglo XIX, España todavía tenía colonias como Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Cuba era la más importante porque tenía muchos negocios españoles y su economía se basaba en la exportación de azúcar, café y tabaco. Pero los cubanos estaban cada vez más descontentos porque no tenían representación política, España no les daba autonomía y además les obligaban a comprar productos españoles carísimos sin poder exportar a EE.UU. ni a Europa.
En 1895 empezó la insurrección con el «Grito de Baire», liderado por José Martí en Cuba y por Rizal en Filipinas en 1896. EE.UU. aprovechó la situación para declarar la guerra a España en 1898, usando como excusa la explosión del acorazado Maine en La Habana. España perdió y, con el Tratado de París, reconoció la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, vendiendo después sus islas del Pacífico a Alemania. La guerra dejó 50,000 muertos y hundió la economía, además de generar una crisis moral y política que llevó al regeneracionismo, un movimiento que buscaba acabar con la corrupción y modernizar España.
A partir de 1906, España empezó su aventura colonial en Marruecos por intereses económicos y militares. En la Conferencia de Algeciras se dividió Marruecos entre Francia y España, quedando el Rif y la zona atlántica para los españoles. Pero la ocupación no fue fácil. En 1909, los rifeños atacaron a los soldados españoles en el Barranco del Lobo, lo que obligó a enviar más tropas. Esto provocó protestas en Barcelona, conocidas como la Semana Trágica, donde anarquistas, socialistas y republicanos se enfrentaron al gobierno, que respondió con duras represiones y condenas a muerte, como la del anarquista Ferrer i Guardia.
El peor golpe llegó en 1921 con el desastre de Annual. El ejército español, mal dirigido por el general Silvestre y apoyado por Alfonso XIII, intentó avanzar desde Melilla, pero fue masacrado por las tropas rifeñas, perdiendo a 13.000 soldados. Este fracaso generó una gran indignación en España, y una investigación, el Expediente Picasso, señaló al gobierno y al propio rey como responsables del desastre
Las fuerzas de la oposición; republicanismo, nacionalismo catalán y vasco
El sistema canovista dejó fuera a mucha gente, lo que hizo que grupos como los carlistas, republicanos, socialistas, anarquistas y nacionalistas se le opusieran. Además, el fraude electoral evitaba que tuvieran representación real en el parlamento.
Los republicanos fueron reprimidos al principio de la Restauración, pero seguían luchando por cuatro ideas clave: la República, ayudar a los más necesitados, confiar en el progreso científico y separar la Iglesia del Estado. Después de la Primera República, se dividieron en dos bandos: uno más moderado (liderado por Castelar) y otro más radical que incluso intentó un levantamiento. Hubo diferentes corrientes, como la centralista de Salmerón y la federalista de Pi i Margall. Entre 1875 y 1890 lograron algunos escaños, pero muy pocos.
En 1890 llegó el sufragio universal masculino, lo que permitió que los republicanos consiguieran más votos, sobre todo en las grandes ciudades, aunque seguían divididos y había fraude electoral. A inicios del siglo XX, el republicanismo creció con líderes como Lerroux y tenía apoyo de la pequeña burguesía, clases medias, trabajadores urbanos e industriales.
Por otro lado, el nacionalismo catalán nació con la Renaixença y la defensa de la economía local. En 1880 apareció el catalanismo político con tendencias progresistas, federales y conservadoras. En 1882, el Centre Català presentó el Memorial de Greuges, que criticaba las políticas del gobierno contra Cataluña. En 1891 se fundó la Unió Catalanista y se redactaron las Bases de Manresa, que pedían que el catalán fuera lengua oficial y que Cataluña tuviera sus propias instituciones. Luego, en 1901, surgió la Lliga Regionalista, liderada por Prat de la Riba y Cambó, que defendía la autonomía catalana y colaboró con el gobierno español. Pero como el gobierno y el ejército no los aceptaban, en 1906 se formó Solidaritat Catalana, una alianza entre nacionalistas y republicanos.
El nacionalismo vasco apareció tras la abolición de los fueros vascos y tuvo como líder a Sabino Arana. Él veía la industrialización y la inmigración como amenazas a la identidad vasca, así que en 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que era católico, interclasista e independentista. Con el tiempo, el PNV se volvió más autonomista y cercano a la burguesía vasca. En 1911 crearon el sindicato Solidaridad de Trabajadores Vascos (hoy ELA-STV), y en 1917 y 1918 ganaron en Vizcaya en las elecciones al Congreso, gracias al apoyo de la burguesía y clases medias.
La salida autoritaria a la crisis rasgos básicos de la dictadura de Primo de Rivera
La dictadura de Primo de Rivera empezó en 1923 porque España estaba hecha un desastre. Había una crisis política con cambios de gobierno cada poco tiempo, muchas huelgas y el desastre de Annual, que fue una derrota militar humillante. Entonces, Primo de Rivera dio un golpe de Estado, el rey Alfonso XIII le pasó el poder y se suspendió la Constitución. Al principio, mucha gente apoyó el golpe porque estaban hartos del fraude electoral o tenían miedo de una revolución. El dictador ilegalizó partidos, prohibió el catalán y controló los ayuntamientos. También intentó calmar los conflictos entre empresarios y obreros y solucionó la guerra en Marruecos con el desembarco de Alhucemas en 1925.
Con el tiempo, Primo de Rivera se volvió más autoritario y copió cosas del fascismo italiano, como crear un partido único, la Unión Patriótica. Aunque el país vivió un crecimiento económico y se impulsaron industrias y monopolios como Telefónica y Campsa, su régimen tenía muchos enemigos: políticos, comunistas, anarquistas, militares y catalanistas. La censura y la falta de libertades hicieron que estudiantes e intelectuales también se rebelaran. Cuando la oposición creció demasiado, el rey le quitó su apoyo y en 1930 Primo de Rivera dimitió.
Después llegó el general Berenguer, pero su gobierno, llamado «Dictablanda», fue un fracaso porque nadie se presentó a sus elecciones. Luego, el almirante Aznar convocó elecciones municipales en 1931, que al final se convirtieron en un referéndum sobre la monarquía. Como Alfonso XIII había apoyado tanto la dictadura, cuando los republicanos ganaron en muchas ciudades, la gente lo tomó como un rechazo al rey, y así comenzó la Segunda República.