Crisis del Antiguo Régimen y Consolidación del Liberalismo en España (1808-1868)

La Crisis del Antiguo Régimen en España (1808-1833)

En el periodo entre 1808 y 1833, España experimentó una profunda crisis del Antiguo Régimen. El reinado de Carlos IV (1788-1808) marcó el fin del despotismo ilustrado del siglo XVIII y condujo a la Guerra de la Independencia. Durante este conflicto, las ideas francesas prendieron en la sociedad española, que descubrió conceptos como nación, ideología política, representación, libertad e igualdad. Estos ideales se plasmaron en las Cortes de Cádiz, donde se elaboró la Constitución de 1812.

La Crisis de 1808 y la Guerra de la Independencia

La Revolución Francesa tuvo un impacto decisivo en la crisis del Antiguo Régimen español. Mientras algunos ilustrados veían en ella un modelo a seguir, el gobierno de Floridablanca cerró cualquier contacto con Francia por temor a la expansión revolucionaria.

El desprestigio del gobierno de Manuel Godoy aceleró la crisis. Godoy, quien dirigió la política española entre 1792 y 1808, involucró a España en los conflictos entre Inglaterra y Francia, lo que condujo a desastres como la derrota de Trafalgar. El Tratado de Fontainebleau permitió la entrada de tropas francesas en España, lo que desencadenó el Motín de Aranjuez y la caída de Godoy y Carlos IV. Napoleón aprovechó la situación para intervenir en la familia real española, obligando a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar al trono en Bayona en 1808.

Napoleón entregó el trono español a su hermano, José Bonaparte, quien inició un proceso de desmantelamiento del Antiguo Régimen con el apoyo de los afrancesados. Sin embargo, la invasión francesa desató la Guerra de la Independencia (1808-1814). Este conflicto, que se extendió durante seis años, pasó por diferentes fases: desde la resistencia inicial hasta la guerra de guerrillas, que debilitó al ejército francés y provocó la retirada de José I. La Guerra de la Independencia supuso una gran destrucción para España, pero también el despertar de un sentimiento nacional y liberal.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

En medio de la Guerra de la Independencia, se convocaron las Cortes de Cádiz, con el objetivo de dotar a España de una Constitución. La elección de diputados estuvo marcada por las dificultades de la guerra, pero finalmente se reunieron representantes de diferentes ideologías: serviles, jovellanistas y liberales. Los liberales, sobrerrepresentados en las Cortes, lograron imponer sus ideas.

La Constitución de 1812, promulgada en Cádiz, supuso una ruptura radical con el Antiguo Régimen. Inspirada en los principios del liberalismo político, establecía la soberanía nacional, la separación de poderes, la igualdad ante la ley y una serie de derechos individuales. Aunque la Constitución de 1812 tuvo una vigencia efímera debido a la restauración absolutista de Fernando VII en 1814, sentó las bases del liberalismo español.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

Tras la derrota de Napoleón, Fernando VII regresó a España en 1814. A pesar de haber jurado la Constitución de 1812, el rey tenía un talante absolutista y no dudó en abolir la Constitución y restaurar el Antiguo Régimen. Comenzaba así el Sexenio Absolutista (1814-1820), un periodo marcado por la represión de los liberales.

En 1820, un pronunciamiento militar obligó a Fernando VII a jurar de nuevo la Constitución de 1812, dando comienzo al Trienio Liberal (1820-1823). Durante este periodo, se profundizó en la legislación liberal de las Cortes de Cádiz, pero también surgieron divisiones entre los propios liberales, divididos en moderados y exaltados. La intervención de la Santa Alianza en 1823, con el ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, puso fin al Trienio Liberal y restauró el absolutismo de Fernando VII.

La Década Ominosa (1823-1833) supuso una nueva etapa de represión contra los liberales. Sin embargo, la muerte de Fernando VII en 1833 abrió un nuevo periodo de incertidumbre. La reina María Cristina, esposa de Fernando VII, se convirtió en regente de su hija Isabel II, mientras que Carlos María Isidro, hermano del rey fallecido, reclamó el trono basándose en la Ley Sálica. Este conflicto sucesorio desencadenó las Guerras Carlistas, que marcarían el reinado de Isabel II.

La Consolidación del Estado Liberal (1833-1868)

El periodo entre 1833 y 1868 estuvo marcado por la consolidación del Estado Liberal en España, un proceso complejo que enfrentó la oposición de los carlistas y los vaivenes políticos del reinado de Isabel II.

Las Guerras Carlistas

Las Guerras Carlistas fueron una serie de conflictos armados que tuvieron lugar en España durante el siglo XIX. Los carlistas, partidarios de Carlos María Isidro y de un modelo de Estado tradicionalista y absolutista, se enfrentaron a los isabelinos, defensores de Isabel II y del liberalismo. Las Guerras Carlistas tuvieron un fuerte componente ideológico, pero también territorial, ya que los carlistas contaban con un amplio apoyo en zonas como Navarra, el País Vasco y Cataluña.

  • Primera Guerra Carlista (1833-1840): Fue la más larga y sangrienta de las Guerras Carlistas. Finalizó con el Abrazo de Vergara en 1839, un acuerdo entre los generales Espartero (isabelino) y Maroto (carlista) que supuso la integración de los soldados carlistas en el ejército isabelino.
  • Segunda Guerra Carlista (1846-1849): Tuvo lugar principalmente en Cataluña y estuvo motivada por el intento de casar a Isabel II con un pretendiente carlista.
  • Tercera Guerra Carlista (1872-1876): Fue la última Guerra Carlista y se produjo en el contexto de la inestabilidad política que siguió a la Revolución de 1868. Finalizó con la derrota definitiva de los carlistas y la abolición de los fueros vascos.

El Reinado de Isabel II (1833-1868)

El reinado de Isabel II se puede dividir en tres etapas:

1. Las Regencias (1833-1843)

Durante la minoría de edad de Isabel II, la regencia estuvo a cargo de su madre, María Cristina de Borbón (1833-1840), y del general Espartero (1840-1843). Este periodo estuvo marcado por la inestabilidad política, la lucha entre liberales moderados y progresistas, y la Primera Guerra Carlista.

2. La Década Moderada (1844-1854)

En 1843, Isabel II fue declarada mayor de edad. La Década Moderada estuvo marcada por el gobierno del general Narváez, líder del Partido Moderado. Se promulgó la Constitución de 1845, de carácter conservador, y se llevaron a cabo importantes reformas económicas y administrativas.

3. El Bienio Progresista y la alternancia Moderados-Unión Liberal (1854-1868)

El Bienio Progresista (1854-1856) supuso un breve paréntesis en el gobierno moderado. Se restauró la Constitución de 1837 y se impulsaron reformas políticas y sociales. Sin embargo, la inestabilidad política y la crisis económica llevaron a la reina a buscar de nuevo el apoyo de los moderados. Entre 1856 y 1868 se produjo una alternancia en el poder entre los moderados y la Unión Liberal, un nuevo partido liderado por Leopoldo O’Donnell. Sin embargo, la crisis política se agravó en los últimos años del reinado de Isabel II, lo que condujo a la Revolución de 1868, que supuso el destronamiento de la reina y el inicio del Sexenio Democrático.

Conclusión

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Con la Guerra de Independencia España entró en la Edad Contemporánea y supuso el inicio de la implantación del liberalismo. La poca fuerza del liberalismo en España vino motivada por el escaso desarrollo de la burguesía. Tras la muerte de Fernando VII, en el reinado de Isabel II, se inicia un largo periodo de consolidación del liberalismo en España hasta 1868.


El proceso de desamortización en España durante el siglo XIX tuvo como objetivo principal la liberalización del mercado de la tierra, eliminando las trabas que imponía el Antiguo Régimen y adaptándolo al nuevo sistema económico capitalista. Este proceso consistió en la venta de bienes pertenecientes a instituciones religiosas, nobles y municipios, convirtiendo la tierra en una mercancía que podía ser comprada y vendida libremente.

La desigual distribución de la tierra en el Antiguo Régimen, donde la nobleza y el clero poseían grandes extensiones mientras que la mayoría de los campesinos carecían de ellas, fue uno de los principales problemas que el proceso desamortizador buscaba solucionar. Se abolieron el régimen señorial, los mayorazgos y se llevaron a cabo ventas de bienes eclesiásticos y municipales.

El proceso desamortizador comenzó en el siglo XVIII, pero fue en el siglo XIX cuando cobró mayor relevancia. Las medidas de desamortización se llevaron a cabo en varias etapas, destacando las realizadas por Juan Álvarez de Mendizábal y Pascual Madoz.

Mendizábal, durante su mandato como ministro y jefe de gobierno, implementó la desamortización eclesiástica entre 1836 y 1837. Esta medida tuvo como objetivo principal financiar la Guerra Carlista y sanear la Hacienda Pública. Se vendieron bienes pertenecientes a órdenes religiosas, convirtiendo la tierra en un recurso financiero para el Estado.

Por otro lado, la desamortización civil de Madoz, llevada a cabo en 1855, consistió en la venta de bienes eclesiásticos y municipales que no habían sido vendidos en la etapa anterior. Esta medida amplió el proceso desamortizador, afectando al 20% del suelo español y contribuyendo a la expansión del ferrocarril.

Las consecuencias económicas y sociales del proceso desamortizador fueron significativas. Aunque aumentó la producción agraria a medio y largo plazo al trabajar nuevas tierras, las mejoras técnicas fueron escasas y los rendimientos agrícolas continuaron siendo mediocres. Además, se consolidó un proletariado agrícola sometido a duras condiciones de vida y trabajo.

En cuanto a la estructura de la propiedad, apenas varió la situación de predominio del latifundismo en el centro y sur de la Península y el minifundio en áreas del norte y noroeste. Se produjo una pérdida considerable de patrimonio cultural y artístico, y la desamortización de fincas urbanas contribuyó a la transformación del modelo de ciudad, beneficiando principalmente a la clase burguesa.

En resumen, el proceso de desamortización en España durante el siglo XIX buscó liberalizar el mercado de la tierra, pero sus efectos fueron mixtos. Aunque aumentó la producción agraria y contribuyó a la expansión del ferrocarril, también consolidó un proletariado agrícola y apenas varió la estructura de la propiedad. Además, provocó una pérdida considerable de patrimonio cultural y artístico y contribuyó a la transformación del modelo de ciudad.


Resumen del Tema 6: La Construcción y Consolidación del Estado Liberal

Durante el periodo entre 1833 y 1868 se consolidó el Estado Liberal en España, marcado por la transición del Antiguo Régimen. Este proceso enfrentó diversas fases, incluyendo las regencias de María Cristina de Borbón y del general Espartero, así como el reinado efectivo de Isabel II.

Las Guerras Carlistas jugaron un papel fundamental en este proceso, comenzando con el conflicto sucesorio tras la muerte de Fernando VII y la proclamación de Isabel II como reina, desafiada por los carlistas que apoyaban a Carlos María Isidro. Este enfrentamiento se centró en la defensa de diferentes ideologías y sistemas de gobierno, así como en la cuestión de los fueros regionales, especialmente en Navarra y el País Vasco.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue la más sangrienta, destacando la figura del general Zumalacárregui. Finalizó con el Abrazo de Vergara en 1839, aunque el carlismo seguiría latente. La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) tuvo lugar en Cataluña y se relacionó con intentos de matrimonio entre los pretendientes al trono. La Tercera Guerra Carlista (1872-1876) enfrentó al carlismo con la Restauración borbónica.

La defensa de los fueros fue un aspecto clave para los carlistas, mientras que los liberales buscaban un Estado centralista. Aunque se prometió mantener los fueros en el Convenio de Vergara, fueron abolidos en 1876, aunque se implementaron «conciertos económicos» en el País Vasco.

El reinado de Isabel II estuvo marcado por estas luchas, con regencias que intentaron consolidar el poder liberal enfrentándose a los carlistas y a los absolutistas.

Reinado de Isabel II (1833-1843): las Regencias.

Durante la primera década del reinado de Isabel II, las regencias de María Cristina de Borbón y el general Espartero estuvieron marcadas por la lucha entre los liberales moderados y los progresistas, así como por la cuestión del carlismo.

María Cristina de Borbón tuvo que alternar entre gobiernos moderados y progresistas debido a la presión de la guerra carlista. Durante su regencia, se promulgó el Estatuto Real en 1834, una concesión conservadora que no satisfizo a los progresistas. El gobierno de Juan Álvarez Mendizábal profundizó en las reformas liberales, como la desamortización eclesiástica, pero generó tensiones con la Iglesia y el ejército. La oposición de los progresistas al gobierno moderado llevó al Motín de los Sargentos de la Granja en 1836, que obligó a María Cristina a restaurar la Constitución de 1812 y nombrar a un gobierno progresista liderado por Calatrava.

Bajo el gobierno de Calatrava se promulgó la Constitución de 1837, que estableció un régimen constitucional en España, reconociendo la soberanía nacional y ampliando algunos derechos individuales. Sin embargo, las tensiones políticas persistieron y en 1840, tras una serie de altercados, María Cristina renunció a la regencia y se exilió a Francia. El general Espartero asumió la regencia, pero su gobierno autoritario y sus políticas impopulares, como la represión en Barcelona en 1842, provocaron su caída en 1843.


Con la marcha de Espartero, la regencia quedó vacante y se acordó adelantar la mayoría de edad de Isabel II, poniendo fin a esta etapa marcada por la inestabilidad política y la lucha entre liberales moderados y progresistas.

Resumen del reinado efectivo de Isabel II (1843-1868):

El reinado de Isabel II comenzó en 1833 bajo regencias de su madre, María Cristina, y del general Espartero. En 1843, al quedar la regencia vacante, las Cortes adelantaron su mayoría de edad y su reinado personal inició cuando tenía 13 años. Durante sus 25 años de reinado efectivo se consolidó el Estado liberal, aunque dominado principalmente por los moderados. Se pueden distinguir tres fases:

1. **La Década Moderada (1844-1854):** Liderada por el general Narváez, los moderados gobernaron de forma ininterrumpida. Se promulgó la Constitución de 1845, que fortaleció el poder de la Corona y suprimió aspectos progresistas de la anterior. Se realizaron importantes reformas económicas y se restableció el poder de la Iglesia mediante el Concordato de 1851.

2. **El Bienio Progresista (1854-1856):** Iniciado con un pronunciamiento militar, se restauró provisionalmente la Constitución de 1837 y se prometieron reformas políticas y sociales. Se redactó una Constitución progresista, aunque no llegó a ser aprobada. Se llevaron a cabo importantes leyes económicas para impulsar el desarrollo industrial y ferroviario.

3. **La alternancia Moderados – Unión Liberal (1856-1868):** Se caracterizó por la alternancia en el poder entre los moderados y la Unión Liberal de O’Donnell. Se restableció completamente el régimen moderado en 1856, pero luego se sucedieron gobiernos de Narváez y O’Donnell. A pesar de ciertas reformas, la inestabilidad política y la crisis económica contribuyeron al desprestigio de la Corona.

El Pacto de Ostende en 1866 evidenció el descontento popular y la pérdida de apoyo a Isabel II. La revolución de «la Gloriosa» en 1868, liderada por el almirante Topete, provocó la caída de Isabel II y el fin de su reinado.

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