9.1. LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. GOBIERNO DE LOS VALIDOS Y CONFLICTOS INTERNOS
Aunque la monarquía continuó siendo un conjunto de reinos con instituciones y reinos diferentes, se introdujo la novedad de la figura del valido o privado, en el cual el rey depositaba toda su confianza, entregándole las principales decisiones de gobierno. Estos validos intentaron gobernar al margen de los Consejos mediante juntas reducidas, compuestas por sus propios partidarios, con el fin de evitar el control de las instituciones. Con ello se aumentó la corrupción y las mercedes concedidas a familiares y favoritos.
Entre los principales validos destacaremos al duque de Lerma, bajo el reinado de Felipe III, el Conde-Duque de Olivares, bajo Felipe IV y don Juan José de Austria, Oropesa o Nithard, con Carlos II.
Entre los principales conflictos internos a los que la monarquía tuvo que hacer frente, a lo largo del siglo XVII, destacaremos:
a)
La expulsión de los moriscos, decretada por el rey Felipe III en 1609. La ley afectó a todos, incluidos los que profesaban el cristianismo, y las repercusiones fueron escasas en Castilla, pero en Aragón su expulsión supuso la pérdida de entre 1/3 y una 1/5 parte. La mayoría era mano de obra muy cualificada y su marcha supuso un duro revés para la economía productiva de los reinos peninsulares.
b)
Resistencia a la Unión de Armas
El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, intentó llevar a cabo una reforma administrativa en la que todos los reinos debían contribuir a la defensa de la monarquía y de esa forma fortalecer el poder absoluto del rey: proponía un ejército permanente compuesto de contingentes de cada reino, en función de la población y riqueza de cada uno de ellos. La resistencia al plan fue enorme, y uno de los desencadenantes de la Crisis de 1640.
c) Rebeliones en Cataluña y Portugal, que constituyeron la llamada Crisis de 1640, aunque sus efectos se extendieron a lo largo de varios años. Así, Cataluña sería recuperada en 1652, pero Portugal no, reconociéndose su independencia en 1668.
9.2. LA CRISIS DE 1640
Mientras se empezaba a producir el ocaso del imperio español en Europa, la unidad de la monarquía también parecía derrumbarse.
La crisis tiene sus orígenes en la propuesta del Conde Duque de Olivares al rey, para que todos los reinos contribuyeran a la defensa de la monarquía que, de esta forma fortalecería su poder absoluto. En 1626 las Cortes de Aragón rechazaron esta idea, conocida como la Unión de Armas propuesta por Felipe IV. Sin embargo, en 1636, la guerra con Francia, (dentro del contexto de la Guerra de los Treinta Años), determinó al conde-duque a proponer de nuevo la Unión.
Paralelamente, los reclutamientos forzosos y los abusos cometidos por las tropas estacionadas en Cataluña (mercenarios extranjeros y castellanos) desembocaron en una insurrección campesina que finalmente se adueñó de Barcelona en 1640 y asesinó al virrey (Corpus de Sangre)
. Esta revuelta espontánea se convirtió en abierto desafío a la autoridad real cuando la Generalitat (institución encargada de la defensa de los derechos de Cataluña) decidió liderar el levantamiento. Olivares respondió enviando el ejército, ante lo cual los catalanes se pusieron bajo la protección militar de Francia. Sin embargo Luis XIV no cumplió el compromiso de respetar los fueros de Cataluña, por lo que en 1652 los catalanes se reincorporaron a España, a cambio del perdón real y del respeto a sus leyes.
La Unión de Armas, la subida de impuestos y las dificultades del comercio colonial, fueron las causas de la revuelta portuguesa.
A pesar de que los Austrias habían respetado siempre sus instituciones, en Portugal la unión con España nunca había sido popular. Finalmente, el malestar latente, se convirtió en abierta rebelión cuando en 1640, aprovechando la sublevación catalana, las Cortes portuguesas nombraron rey al duque de Braganza. Los intentos militares de recuperar Portugal fracasaron y en 1668 España reconoció finalmente la independencia de Portugal. La España del siglo XVII.
9.3. EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA
El ocaso del imperio español en Europa se empieza a dar en la Guerra de los Treinta Años. Después de haber llevado la iniciativa durante la primera década, los ejércitos de los Habsburgo parecían tener la victoria a su alcance, pero en 1635 ocurrió lo inesperado: Francia decidió entrar en la guerra a favor de los protestantes holandeses y alemanes. Richelieu, el valido de Luis XIII, no estaba dispuesto a que la frontera francesa fuera rodeada completamente por los españoles.
Pronto la guerra dio un giro en contra de España. En 1637 los holandeses reconquistaron Breda y dos años más tarde la flota holandesa destrozó a la española en Las Dunas.
Pero lo peor había de venir en 1640, año en que se produce la quiebra de la monarquía española: la pérdida de Cataluña y Portugal anticiparon la derrota en la Guerra de los Treinta Años. Los tercios serán derrotados por los holandeses en Rocroi (1643), Nápoles y Sicilia se rebelarán en 1647,… Era demasiado para un país arruinado y exhausto. En 1648 se firma la Paz de Westfalia, por la que Felipe IV reconocía la independencia de Holanda y admitía las conquistas holandesas sobre las colonias portuguesas.
En 1648 terminó La Guerra de los Treinta Años con la firma del Tratado de Westfalia, en el que España se limitó a reconocer la independencia de las Provincias Unidas (actual Holanda), y continuó la guerra contra Francia hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659), mediante la cual España entregó a Francia el Rosellón y aceptó el matrimonio de la infanta María Teresa con Luis XIV (esta vinculación iba a permitir la llegada de los Borbones a España tras la muerte de Carlos II). Estos dos tratados confirmaron el fin de la hegemonía de los Austrias en Europa y el ascenso de la Francia de Luis XIV como gran potencia.
La decadencia de España se acentuó durante el reinado de Carlos II, el último de los Austrias españoles, que perdió el Franco Condado ante el imparable avance francés.
En 1700, de la antigua herencia de Carlos V, España sólo conservaba parte de los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Sin embargo, para España los problemas no terminaron aquí.
9.4. EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL EN EL SIGLO XVII
Desde el punto de vista económico, el siglo XVII estuvo marcado por la crisis de los principales sectores productivos. Entre las causas principales de dicha crisis podemos citar:
1)La política imperial de los Austrias arrastró a España a numerosas guerras, en un momento en el que se reducía la principal fuente de recursos del Estado, el oro y la plata americanos (por el aumento de la piratería y agotamiento de las minas). Para obtener ingresos el Estado tomó dos medidas que acabaron hundiendo la economía española:
Un constante incremento de la presión fiscal que reducía la disponibilidad de dinero (caída de la demanda), a la vez que desestimulaba la inversión.
La devaluación de la moneda (periódicamente se reducía el contenido de metal precioso manteniendo el valor nominal). Esta decisión provocó una nueva revolución de los precios en España. El diferencial de inflación con Europa arruinó todas las actividades productivas, ya que las mercancías españolas no eran competitivas, lo que provocó la invasión de las manufacturas extranjeras y la ruina de las exportaciones.
2)La disminución de la demanda debida a la caída de la población y de las rentas que se reflejó en:
La Ruina de la agricultura, cuyas causas fueron múltiples (adversidades climáticas, expulsión de los moriscos con la consiguiente reducción de las tierras de regadío y descenso de la
cabaña ganadera por la caída de la demanda de lana).
La ruina de la artesanía y el comercio debida a la caída de la demanda por la fuerte presión fiscal y la crisis agraria.
No obstante, a fines del siglo XVII, y debido a la acción de los primeros ministros – Valenzuela, Oropesa, – se apreciaron los síntomas de una incipiente recuperación que puso las bases del desarrollo económico de los Borbones. La sociedad española seguía siendo una rígida estructura dividida en estamentos. A ello se añadió una fuerte recesión demográfica provocada por hambrunas, epidemias, descenso de la natalidad y expulsión de unos 140000 mil moriscos. Esta crisis afectó sobre todo al interior (salvo Madrid, convertida en Corte), ya que la periferia, aumentó su población gracias a las mejores condiciones económicas.
9.5. ESPLENDOR CULTURAL: EL SIGLO DE ORO
En medio de una población mayoritariamente analfabeta, que vivía inmersa en una cultura tradicional y oral, el acceso a la cultura seguía siendo minoritario. A lo largo del siglo XVII aumentó el número de colegios, controlados casi exclusivamente por dominicos y jesuitas. La Universidad, también controlada por la Iglesia, vivía aislada de las corrientes racionalistas que empezaban a desarrollarse en Europa.
Si en el ámbito de la ciencia y el pensamiento podemos hablar de un siglo de decadencia, no ocurre lo mismo en la literatura y el arte. En el terreno de la literatura el siglo se inició con la publicación de la primera parte del Quijote, de Miguel de Cervantes. Más tarde, llegaran a su apogeo poetas como Quevedo o Góngora, o dramaturgos de la talla de Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina.
Y lo mismo cabe decir del arte, puesto que el siglo XVII fue el de arquitectos como Alonso Cano, escultores como Gregorio Fernández o Martínez Montañés o pintores como Zurbarán, Murillo, Valdes Leal, Claudio Coello y, por encima de todos, Diego Velázquez, convertido desde 1622 en pintor de corte de Felipe IV.