Crisis Política y Guerra de Independencia en España: Reinado de Carlos IV y Fernando VII

La Crisis Política del Reinado de Carlos IV

La crisis política durante el reinado de Carlos IV estuvo marcada por varios factores clave:

  1. Influencia de la Revolución Francesa

    La Revolución Francesa generó un gran impacto en España, llevando a Carlos IV a confiar en el poder de Manuel Godoy.

  2. Guerras contra Francia

    La ejecución del monarca francés impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia. Tras la paz de Basilea, se intentó pactar con Napoleón, lo que derivó en conflictos con Gran Bretaña, como la batalla de Trafalgar, donde la armada española fue destrozada.

  3. Crisis de Hacienda

    La reducción de ingresos agravó la situación económica, llevando a Godoy a implementar reformas.

  4. Oposición de la Nobleza y la Iglesia

    La nobleza y la iglesia se opusieron a Godoy, cuyo poder aumentó el rechazo del hijo del rey, Fernando.

  5. Impuestos sobre el Campesinado

    Los impuestos sobre el campesinado provocaron un descontento popular, con motines y revueltas que responsabilizaban a Godoy de la crisis. Esto culminó en el Motín de Aranjuez.

El Motín de Aranjuez y la Invasión Napoleónica

Carlos IV firmó el Tratado de Fontainebleau con Napoleón, permitiendo la entrada de tropas francesas en España para atacar Portugal. Las tropas se situaron en puntos estratégicos como Barcelona, Vitoria y Madrid. El 18 de marzo de 1808 estalló el Motín de Aranjuez, dirigido por la nobleza y el clero, que buscaba la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Los amotinados lograron sus objetivos, evidenciando una crisis en la monarquía. Carlos IV solicitó ayuda a Napoleón para recuperar el trono, lo que llevó a Napoleón a invadir España, ocupar el trono y anexionar el país al imperio. Carlos IV y Fernando VII fueron llamados a Bayona, donde abdicaron, y Napoleón nombró a su hermano José I rey de España, convocando a cortes para aprobar una constitución (Código de Bayona) que buscaba acabar con el Antiguo Régimen. Sin embargo, este nuevo gobierno fue considerado ilegítimo por gran parte de la población.

La Guerra de la Independencia

El 2 de mayo de 1808, el resto de la familia real se preparaba para partir hacia Bayona. Una multitud se congregó ante el palacio para impedir su partida y se alzó contra la presencia francesa. La revuelta fue reprimida por las tropas al mando de Murat. Surgieron juntas de armamento y defensa que declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña. Se enviaron representantes a Aranjuez para formar una Junta Suprema Central. La derrota de los invasores en el Bruch y Bailén impidió la conquista de Andalucía, forzando a José I a abandonar Madrid. Napoleón se desplazó a España para dirigir la contraofensiva, logrando un avance imparable. José I regresó a Madrid y el dominio francés se extendió por el territorio español. La resistencia a la invasión se hizo más eficaz a través de las guerrillas. En 1812, la campaña de Napoleón en Rusia obligó a retirar efectivos de la península, lo que permitió a las tropas españolas obtener la victoria de Arapiles. José I abandonó definitivamente Madrid y Napoleón pactó el fin del conflicto con el Tratado de Valençay.

La sociedad española se dividió en dos bandos: afrancesados y patriotas. El clero y la nobleza deseaban la vuelta al absolutismo bajo la monarquía de Fernando VII, mientras que los liberales veían en la guerra la oportunidad de realizar un cambio en el sistema político.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La Junta Suprema Central, incapaz de dirigir la guerra, decidió disolverse, convocando a cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización. El proceso de elección y reunión en Cádiz fue difícil debido al estado de guerra. En septiembre de 1810 se abrieron las cortes, con una cámara única, que aprobaron la soberanía nacional. Una comisión preparó el proyecto de la Constitución, promulgada el 19 de marzo de 1812. La Constitución contenía una declaración de derechos del ciudadano, establecía una monarquía limitada basada en la división de poderes, y otorgaba el poder legislativo a las Cortes, el ejecutivo al rey y el judicial a los tribunales. Se establecía el sufragio universal masculino, se reformaron los impuestos, se creó un ejército nacional, se estableció la enseñanza primaria obligatoria y se creó la Milicia Nacional. Las Cortes de Cádiz aprobaron leyes y decretos para eliminar el Antiguo Régimen, como la supresión de los señoríos jurisdiccionales, la disminución de los mayorazgos, la desamortización de tierras comunales, la abolición de la Inquisición, la libertad de trabajo y la anulación de los gremios. Sin embargo, la guerra impidió la aplicación de estas reformas y la vuelta de Fernando VII frustró la experiencia liberal.

El Reinado de Fernando VII

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

El retorno al absolutismo fue favorecido por la oposición de Fernando VII al régimen liberal y la demanda de los absolutistas de volver al Antiguo Régimen. Fernando VII, mediante el Real Decreto del 4 de mayo de 1814, anuló la Constitución y las leyes de Cádiz, anunciando la vuelta al absolutismo. A pesar del apoyo internacional de las monarquías europeas, sus gobiernos fracasaron debido a la bancarrota de la Hacienda real y al descontento del campesinado y la burguesía urbana. Los jefes de guerrilla originaron un sector liberal partidario de reformas.

El Trienio Constitucional (1820-1823)

Rafael de Riego se sublevó y proclamó la Constitución de 1812. La pasividad del ejército, la acción de los liberales en las ciudades y la neutralidad de los campesinos obligaron a Fernando VII a aceptar la Constitución. Se formó un nuevo gobierno, se convocaron elecciones a cortes y se restauraron gran parte de las reformas de Cádiz. Sin embargo, Fernando VII paralizó cuantas leyes pudo y las nuevas medidas liberales provocaron descontento en los campesinos, que se sumaron a la agitación antiliberal impulsada por la nobleza y la iglesia.

La Década Ominosa (1823-1833)

La Santa Alianza encargó a Francia la intervención en España. Unos 100.000 soldados repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Fernando VII inició una represión contra los liberales y persiguió a los partidos con estas ideas. La década estuvo marcada por problemas económicos, la pérdida definitiva de las colonias americanas y un estricto control del gasto público. El rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial, concediendo un arancel proteccionista para las manufacturas catalanas, lo que incrementó la desconfianza de los absolutistas y religiosos de la corte. En Cataluña, Fernando VII contaba con el apoyo de su hermano Carlos María Isidro.

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