Crisis y Transformación en la España del Siglo XIX: De Carlos IV a la Independencia Americana

1. Crisis del Reinado de Carlos IV

Monarquía de Carlos IV

Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados y confió el poder a Manuel Godoy (hombre de confianza). La ejecución del monarca francés Luis XVI impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia, que fue un fracaso total. La Paz de Basilea (1795) subordinó a España a los intereses franceses. A partir del ascenso al poder de Napoleón Bonaparte (1799), el temor a Francia supuso el intento de pactar con ella. Las alianzas derivaron en conflicto con Gran Bretaña, donde la armada franco-española fue destrozada, lo que supuso la pérdida de casi toda la flota española. El desastre naval acentuó la crisis de la Hacienda. Godoy recurrió al endeudamiento y planteó la desamortización de tierras. Éstas medidas fueron ineficaces y provocaron una amplia oposición. Los privilegiados se agruparon en torno a Fernando. Por otro lado, el campesinado se veía incrementado por las epidemias, el hambre y la escasez. En 20 años murieron entre 350.000 y 500.000 personas. Esta situación alimentó motines y revueltas, que responsabilizaban a Godoy de la grave situación de crisis.

El Motín de Aranjuez

Godoy firmó un tratado con Napoleón (Tratado de Fontainebleau) que autorizaba a los ejércitos franceses a entrar en España para atacar a Portugal. A cambio, se repartirían Portugal entre Francia y España y se crearía un principado para Godoy. Los franceses atravesaron los Pirineos y se situaron en puntos estratégicos como Barcelona, Vitoria y Madrid. El 18 de marzo de 1808 estalló un motín en Aranjuez, donde se encontraban los reyes, quienes se retiraron hacia el sur. El motín popular quería la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Los amotinados consiguieron sus objetivos, pero evidenciaron una crisis profunda en la monarquía. Carlos IV escribió a Napoleón, quien se reafirmó en su impresión sobre la debilidad e incapacidad de la monarquía española y se decidió a invadir España.

Monarquía de José Bonaparte

Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona, donde abdicaron en la persona de Napoleón Bonaparte, quien nombró a su hermano José Bonaparte, rey de España, y convocó a Cortes a fin de aprobar una constitución. El nuevo Código de Bayona reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos. José Bonaparte inició una reforma que pretendía la liquidación del Antiguo Régimen. Fue una reforma que contó con escasos apoyos. Para gran parte de la población española, el nuevo gobierno era ilegítimo, extranjero y sustentado en el poder de las armas. Además, todas sus actuaciones militares y la violenta actuación de las tropas napoleónicas pusieron a la población en contra del nuevo monarca.

2. La Guerra de la Independencia

La Revuelta Popular y la Formación de Juntas

El 2 de mayo de 1808, el resto de la Familia Real partió hacia Bayona. Una multitud se congregó ante el palacio para impedir la partida, creyendo que Napoleón tenía secuestrado a Fernando VII. La revuelta fue reprimida por las tropas al mando del general Murat, pero un movimiento de resistencia popular frenó el avance de las tropas imperiales. La población se alzó contra la invasión francesa y surgieron Juntas de armamento y defensa. Las Juntas fueron primero locales, formadas por personalidades partidarias de Fernando VII. Después, se crearon las Juntas provinciales que asumieron la soberanía en ausencia del rey, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña. Las Juntas enviaron representantes a Aranjuez para formar una Junta Suprema Central que coordinase la lucha y dirigiese el país. Ante el avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí a Cádiz (1810), la única ciudad que, ayudada por los británicos, resistía al asedio francés.

La Resistencia: Sitios y Guerrillas

Al principio, parecía que la invasión sería rápida y fácil; sin embargo, la resistencia de ciudades como Girona, Zaragoza o Tarragona inmovilizó parte del ejército francés e impidió el avance. Además, la derrota de los invasores en el Bruc y en Bailén tuvieron un impacto inmediato: forzaron a José I a abandonar Madrid. Napoleón se desplazó a España para dirigir la contraofensiva. En cuatro semanas, su avance se hizo imparable. En 1809, José I entraba de nuevo en Madrid y el dominio francés se extendió por todo el territorio español. La resistencia a la invasión se realizó mediante guerrillas, pequeños grupos locales que llegaron a encuadrar unos 55.000 hombres. Las guerrillas hostigaban al ejército por sorpresa, sometiendo a los franceses a una presión y desgaste permanentes. En 1812, el curso de la guerra quedó afectado por la campaña de Napoleón en Rusia. Ante ello, las tropas españolas, apoyadas por el ejército británico del general Wellington, contraatacaron y vencieron el 12 de agosto. Napoleón decidió pactar el fin del conflicto y permitir el retorno de Fernando VII (Tratado de Valençay).

Actitudes Sociales, Políticas e Ideológicas

Una minoría de españoles, los afrancesados, entre los que se hallaban intelectuales, altos funcionarios, etc., colaboraron con la monarquía de José I. Procedentes en su mayoría del despotismo ilustrado, apostaron por un poder fuerte para modernizar España. El grueso de la población española formó el frente patriótico, los que se opusieron a la invasión. El clero y la nobleza deseaban la vuelta al absolutismo bajo la monarquía de Fernando VII y rechazaban todo cambio social. Algunos ilustrados creían que con la vuelta de Fernando VII se podría modernizar el país dentro del Antiguo Régimen. En cambio, los liberales veían en la guerra la oportunidad de realizar un cambio en el sistema político e implantar en España un sistema político liberal, a fin de impulsar el desarrollo del capitalismo.

3. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La Convocación de las Cortes

La Junta Suprema Central se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse en 1810. Mientras se reunían las Cortes, se mantenía una regencia y se organizó una «consulta al país» sobre las reformas a realizar. Predominaba la idea de que la desastrosa acción de los gobiernos de Carlos IV había provocado la ruina de España, por lo que se pedían garantías contra el poder absoluto del monarca. Las Cortes se abrieron en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió su primer triunfo al forzar la formación de una cámara única. Asimismo, aprobaron el principio de soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos, representados en las Cortes.

La Constitución de 1812

Las Cortes prepararon el proyecto de Constitución desde 1811, y se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que se la conoció como «La Pepa«. Contiene una declaración de derechos del ciudadano. La nación se definía como el conjunto de todos los ciudadanos de ambos hemisferios: los territorios peninsulares y las colonias americanas. La estructura del Estado era una monarquía limitada, basada en la división de poderes. El poder legislativo (Cortes) representaba la voluntad nacional y poseía amplios poderes: elaboración de leyes, etc. El sufragio era universal masculino. El monarca era la cabeza del poder ejecutivo, por lo que poseía la dirección del gobierno e intervenía en la elaboración de las leyes. La administración de justicia era competencia exclusiva de los tribunales y se establecían los principios básicos de un Estado de derecho. El territorio se dividía en provincias, para cuyo gobierno se creaban las diputaciones provinciales, se establecían los ayuntamientos y se creaba la Milicia Nacional, a nivel local y provincial.

La Acción Legislativa de las Cortes

Además, las Cortes de Cádiz aprobaron leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Ello apuntaba hacia un tipo de reforma agraria. También se decretó la desamortización de las tierras comunales para recaudar capitales y amortizar la deuda pública. Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de los absolutistas y del clero. Cabe señalar la libertad de trabajo, la anulación de gremios y la unificación del mercado. Este primer liberalismo marcó las líneas básicas de la modernización de España. Los legisladores de Cádiz aprovecharon la situación para elaborar un marco legislativo mucho más avanzado, pero no tuvo una gran incidencia práctica. La guerra impidió su aplicación y la vuelta de Fernando VII condujo al retorno del absolutismo.

4. El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

La Restauración del Absolutismo (1814-1820)

Los liberales dispusieron que el monarca viajara a Madrid para jurar la Constitución. Fernando VII acató sus condiciones. Pero los absolutistas sabían que era su mejor oportunidad para volver al Antiguo Régimen. Se organizaron y movilizaron al pueblo para que mostrase su adhesión al monarca. Fernando VII, seguro de la debilidad del sector liberal, traicionó sus promesas y, mediante el Real Decreto del 4 de mayo de 1814, anuló la Constitución y las leyes de Cádiz y anunció la vuelta al absolutismo. La monarquía procedió a la restauración de todas las antiguas instituciones. Era una vuelta al Antiguo Régimen que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el liberalismo. A partir de 1815, intentaron un objetivo imposible: rehacer un país destrozado por la guerra. Sus gobiernos fracasaron uno tras otro. Las elevadas pérdidas humanas y materiales arruinaron al campesinado y significaron la paralización del comercio. La Hacienda Real entró en bancarrota por falta de recursos económicos. A estos problemas hay que añadir que los acontecimientos sucedidos entre 1808 y 1814 habían cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. Los gobiernos de Fernando VII fueron incapaces de dar respuesta a los problemas. Pronunciamientos militares liberales y amotinamientos campesinos evidenciaron el descontento y la quiebra de la monarquía absoluta. La regresión fue la única respuesta de la monarquía a las denuncias políticas y sociales.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael de Riego, al frente de una compañía de soldados pendientes de embarcar, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. Esto obligó a Fernando VII a aceptarla el 10 de marzo. Se formó un nuevo gobierno y se convocaron elecciones a las Cortes. Los diputados liberales iniciaron una importante obra legislativa: restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, establecieron reformas en el sistema fiscal, el código penal y el ejército, impulsaron la liberación de la industria y el comercio y, por último, iniciaron la modernización política y administrativa del país. Se formaron ayuntamientos, diputaciones electivas y se reconstruyó la Milicia Nacional con el fin de garantizar el orden y defender las reformas. Fernando VII paralizó cuantas leyes pudo y conspiró contra el gobierno, buscando recuperar su poder. Sin embargo, las nuevas medidas provocaron el descontento de los campesinos, ya que se conviertieron en arrendatarios que podían ser expulsados de las tierras si no pagaban. Además, no se produjo una rebaja de los impuestos. De este modo, los campesinos se sumaron a la agitación antiliberal. Por su parte, la nobleza tradicional y la Iglesia, perjudicadas por la supresión del diezmo, impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. Los voluntarios realistas consiguieron dominar amplias zonas del territorio, estableciendo una regencia absolutista. Las tensiones se produjeron también entre los propios liberales, que se dividieron en dos tendencias: los moderados, partidarios de reformas limitadas, y los exaltados, que planteaban reformas radicales.

La Década Ominosa (1823-1833)

Lo que provocó el fin del régimen liberal fue la acción de la Santa Alianza, que encargó a Francia la intervención. En 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Las potencias restauradoras consideraban necesarias algunas reformas moderadas y garantizar una administración eficaz para estabilizar la monarquía. Fernando VII no se avino a estas peticiones y, de nuevo, se produjo una feroz represión contra los liberales. Durante toda la década, se persiguió a los partidarios liberales. La otra gran preocupación fueron las dificultades de la Hacienda, agravada por la pérdida definitiva de las colonias americanas. A partir de 1825, el rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial. Esta actitud incrementó la desconfianza de los realistas y de la Corte. En Cataluña, en 1827, se levantaron partidos realistas que reclamaban mayor poder y defendían el retorno de las costumbres tradicionales. La Corte se agrupó alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y previsible sucesor.

El Conflicto Dinástico

En 1830, el nacimiento de una hija del rey, Isabel, parecía garantizar la continuidad borbónica, pero dio lugar a un gran conflicto en la sucesión. La Ley Sálica impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII la derogó mediante la Pragmática Sanción. Los carlistas se negaron a aceptar la nueva situación. En 1832, presionaron al monarca para que repusiera la Ley Sálica, que beneficiaba como candidato al trono al príncipe Carlos María Isidro. Alrededor de don Carlos se agrupaban las fuerzas más partidarias del Antiguo Régimen. María Cristina comprendió que, si quería salvar el trono para su hija, debía buscar apoyo en los sectores más cercanos al liberalismo. Nombrada regente durante la enfermedad del rey, formó un gobierno de carácter reformista que supuso la vuelta de 100.000 exiliados liberales. En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija de tres años de edad como heredera del trono y nombrando gobernadora a María Cristina hasta la mayoría de Isabel. El mismo día, don Carlos se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista. Comenzaba así la Primera Guerra Carlista.

5. La Independencia de la América Hispana

La América Española a Finales del Siglo XVIII

A lo largo del siglo XVIII, la preocupación de los Borbones por los territorios de ultramar había dado lugar a una etapa de prosperidad. El crecimiento económico propició el desarrollo de un poderoso grupo burgués criollo. Fue entre esta burguesía donde las ideas de emancipación de la metrópoli tomaron cuerpo y se fraguaron los proyectos de independencia. Estaban provocados por el trato discriminatorio dado a los criollos en los cargos coloniales y por el control que España ejercía sobre la economía y el comercio. Gran Bretaña se encargó de respaldarlos, convencida de que, una vez independientes, podría dominar el mercado de las nuevas naciones.

El Proceso de Independencia

A partir de 1808, los criollos optaron por no aceptar la autoridad de José Bonaparte y crearon Juntas que no reconocieron la autoridad de la Junta Suprema Central y, hacia 1810, muchas de ellas se declararon autónomas. Las Cortes de Cádiz fueron incapaces de intervenir frente al movimiento independentista, dado que apenas podían controlar el territorio hispano. En 1814, Fernando VII envió un ejército que pacificó Nueva Granada y México, aunque se mostró importante en Paraguay y Argentina. En los años siguientes, creció el movimiento libertador. José de San Martín derrotó a los españoles en Chacabuco y propició la independencia de Chile (1818). Simón Bolívar los derrotó en Boyacá y Carabobo y dio origen a las repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Tras las independencias de Perú y Bolivia, se acabó la presencia española en la América continental. Solo las Antillas y Filipinas permanecieron como posesiones españolas.

Los Problemas de las Nuevas Naciones Americanas

  • En primer lugar, el sueño de conseguir una América unida, poderosa y solidaria se mostró imposible. Los intereses de las burguesías y los grandes terratenientes, que querían dominar sus territorios, condujeron a guerras y al fraccionamiento del territorio en múltiples repúblicas.
  • En segundo lugar, los criollos que habían dirigido el movimiento de independencia abandonaron a la población indígena, negra o pobre.
  • Por último, la independencia política no supuso la económica. Gran Bretaña y Estados Unidos fueron los primeros en reconocer a las nuevas naciones.

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