3.- La radicalización independentista. La Guerra de Cuba (1895-1898). Entre la Paz de Zanjón y el inicio de la última guerra cubana (1895), los gobiernos españoles tuvieron 17 años para introducir en la colonia algunas de las reformas defendidas por los nacionalistas isleños, pero no lo hicieron, quedando de manifiesto el fracaso de la política española en Cuba; solamente en 1886 (durante el Gobierno Largo de Sagasta) abolieron la esclavitud aunque no le dieron el estatuto de autonomía .
Este hecho favoreció el surgimiento de nuevas revueltas que condujeron a la independencia, al no existir un verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de órganos representativos, es decir, por no concederles la autonomía, y también por la política fuertemente proteccionista (reforzada por el arancel de 1891) con la que se estrangulaba la economía cubana, para dificultar el comercio con EE.UU. principal comprador de productos cubanos a finales del siglo XIX . Se consideraba que Cuba era un mercado reservado para los productos españoles.
Un año más tarde, EE.UU. ante la subida de los aranceles, amenazaría con no comprar productos cubanos (azúcar y tabaco) si el gobierno español no modificaba la política arancelaria de las Islas. A
Ese mismo año 1892, José Martí , abogado dotado de grandes cualidades políticas y literarias (escritor y poeta modélico del modernismo en lengua castellana), y partidario de la independencia, fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la revuelta independentista iniciada el 24 de febrero de 1895 («El Grito de Baire»). En 1895 Martí se puso de acuerdo con los jefes militares de la «Guerra de los Diez Años», Máximo Gómez y Antonio Maceo, y desde Nueva York, donde estaba exiliado, dio la orden de empezar la insurrección en toda Cuba, comenzando por la zona de Oriente, donde sorprendieron fácilmente a los destacamentos españoles. Posteriormente se consiguió extender la guerra a la parte occidental de la isla, tradicionalmente menos rebelde.
Cánovas, jefe del Gobierno, nombró a Martínez Campos capitán general de Cuba ; el general español llegaba a La Habana el 15 de abril. Se pensó que en ese momento era la persona más adecuada para combinar la represión militar con la flexibilidad necesaria para llegar a un acuerdo que pusiesen fin al levantamiento, es decir, para intentar una política de mediación.
Aproximadamente un mes más tarde, el 19 de mayo, Martí moría en una ligera escaramuza y con su desaparición la revolución independentista había perdido su guía y mejor cerebro; pero la guerra seguía. A mediados del verano la insurrección se había extendido por toda la isla. Martínez Campos había fracasado pero se negó a aplicar la política de campos de concentración (para aislar a los campesinos en las aldeas y evitar que ayudaran a las tropas independentistas o insurrectas) y de terror que Cánovas le pedía, y dimitió diciendo «No tengo condiciones para eso; sólo Weyler las tiene en España».
En enero de 1896 Cánovas nombró al general Valeriano Weyler máximo responsable militar de la isla y lo envió a Cuba para sustituir a Martínez Campos. Y Weyler, militar rígido, riguroso, inflexible, y experto conocedor de la Isla, recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos a las montañas. Además aplicó una política de terror: dividió el territorio en campos alambrados y concentró en ellos a la población rural cubana, que moría sin cesar en las condiciones más inhumanas a causa de las malas condiciones sanitarias, higiénicas y de infraestructura; el motivo fue para que no ayudaran a los insurrectos. Las bajas del ejército español también fueron numerosas, pero más por las enfermedades (como la fiebre amarilla, la disentería) que por las acciones militares.
La guerra seguiría hasta el final, en 1898 (con Cánovas asesinado el año anterior y Sagasta, jefe del gobierno, ya «contra las cuerdas»). En ese año, cuando la guerra ya estaba virtualmente perdida para el Estado español y ganada para los cubanos, se piensa en Washington (Presidente, Mckinley) que ha llegado el momento de ganarla para los Estados Unidos.
Así, en 1898 Estados Unidos decidió intervenir. El pretexto fue el hundimiento, tras una explosión producida en circunstancias extrañas de uno de sus buques de guerra, el Maine, anclado en el puerto de La Habana (15 de febrero de 1898) para defender los intereses de los americanos, y que produjo 254 muertos.
Tras la declaración de guerra, los americanos intervinieron primero en Filipinas y luego en Cuba, desarrollando una rápida guerra que terminó con la derrota de la escuadra española el 1 de mayo en Cavite (Filipinas) y el 3 de julio en Santiago (Cuba).
En Cuba, la flota del almirante Cervera –que cayó prisionero–, tras permanecer sitiada en Santiago, acabó siendo derrotada el 3 de julio, y el día 17 se rendía la ciudad de Santiago de Cuba tras doce días de resistencia por tierra.
Por tanto, la guerra con Estados Unidos tuvo un desenlace rápido, debido a la diferencia de fuerzas, pues España carecía de una marina moderna capaz de enfrentarse a la de este país; al contrario, nuestros barcos eran de casco de madera y los norteamericanos de acero y tenían cañones de largo alcance.
Tampoco tenía España recursos para sostener una guerra en una zona tan alejada. El gobierno español era consciente de ello, pero no le quedaba otra salida.
Durante el conflicto bélico EE.UU. conquistó las colonias españolas de Puerto Rico, que sirvió de excelente base militar, y Filipinas, donde encontraron un centro de operaciones para penetrar en los nuevos mercados de Asia.
Este hecho favoreció el surgimiento de nuevas revueltas que condujeron a la independencia, al no existir un verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de órganos representativos, es decir, por no concederles la autonomía, y también por la política fuertemente proteccionista (reforzada por el arancel de 1891) con la que se estrangulaba la economía cubana, para dificultar el comercio con EE.UU. principal comprador de productos cubanos a finales del siglo XIX . Se consideraba que Cuba era un mercado reservado para los productos españoles.
Un año más tarde, EE.UU. ante la subida de los aranceles, amenazaría con no comprar productos cubanos (azúcar y tabaco) si el gobierno español no modificaba la política arancelaria de las Islas. A
Ese mismo año 1892, José Martí , abogado dotado de grandes cualidades políticas y literarias (escritor y poeta modélico del modernismo en lengua castellana), y partidario de la independencia, fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la revuelta independentista iniciada el 24 de febrero de 1895 («El Grito de Baire»). En 1895 Martí se puso de acuerdo con los jefes militares de la «Guerra de los Diez Años», Máximo Gómez y Antonio Maceo, y desde Nueva York, donde estaba exiliado, dio la orden de empezar la insurrección en toda Cuba, comenzando por la zona de Oriente, donde sorprendieron fácilmente a los destacamentos españoles. Posteriormente se consiguió extender la guerra a la parte occidental de la isla, tradicionalmente menos rebelde.
Cánovas, jefe del Gobierno, nombró a Martínez Campos capitán general de Cuba ; el general español llegaba a La Habana el 15 de abril. Se pensó que en ese momento era la persona más adecuada para combinar la represión militar con la flexibilidad necesaria para llegar a un acuerdo que pusiesen fin al levantamiento, es decir, para intentar una política de mediación.
Aproximadamente un mes más tarde, el 19 de mayo, Martí moría en una ligera escaramuza y con su desaparición la revolución independentista había perdido su guía y mejor cerebro; pero la guerra seguía. A mediados del verano la insurrección se había extendido por toda la isla. Martínez Campos había fracasado pero se negó a aplicar la política de campos de concentración (para aislar a los campesinos en las aldeas y evitar que ayudaran a las tropas independentistas o insurrectas) y de terror que Cánovas le pedía, y dimitió diciendo «No tengo condiciones para eso; sólo Weyler las tiene en España».
En enero de 1896 Cánovas nombró al general Valeriano Weyler máximo responsable militar de la isla y lo envió a Cuba para sustituir a Martínez Campos. Y Weyler, militar rígido, riguroso, inflexible, y experto conocedor de la Isla, recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos a las montañas. Además aplicó una política de terror: dividió el territorio en campos alambrados y concentró en ellos a la población rural cubana, que moría sin cesar en las condiciones más inhumanas a causa de las malas condiciones sanitarias, higiénicas y de infraestructura; el motivo fue para que no ayudaran a los insurrectos. Las bajas del ejército español también fueron numerosas, pero más por las enfermedades (como la fiebre amarilla, la disentería) que por las acciones militares.
La guerra seguiría hasta el final, en 1898 (con Cánovas asesinado el año anterior y Sagasta, jefe del gobierno, ya «contra las cuerdas»). En ese año, cuando la guerra ya estaba virtualmente perdida para el Estado español y ganada para los cubanos, se piensa en Washington (Presidente, Mckinley) que ha llegado el momento de ganarla para los Estados Unidos.
Así, en 1898 Estados Unidos decidió intervenir. El pretexto fue el hundimiento, tras una explosión producida en circunstancias extrañas de uno de sus buques de guerra, el Maine, anclado en el puerto de La Habana (15 de febrero de 1898) para defender los intereses de los americanos, y que produjo 254 muertos.
Tras la declaración de guerra, los americanos intervinieron primero en Filipinas y luego en Cuba, desarrollando una rápida guerra que terminó con la derrota de la escuadra española el 1 de mayo en Cavite (Filipinas) y el 3 de julio en Santiago (Cuba).
En Cuba, la flota del almirante Cervera –que cayó prisionero–, tras permanecer sitiada en Santiago, acabó siendo derrotada el 3 de julio, y el día 17 se rendía la ciudad de Santiago de Cuba tras doce días de resistencia por tierra.
Por tanto, la guerra con Estados Unidos tuvo un desenlace rápido, debido a la diferencia de fuerzas, pues España carecía de una marina moderna capaz de enfrentarse a la de este país; al contrario, nuestros barcos eran de casco de madera y los norteamericanos de acero y tenían cañones de largo alcance.
Tampoco tenía España recursos para sostener una guerra en una zona tan alejada. El gobierno español era consciente de ello, pero no le quedaba otra salida.
Durante el conflicto bélico EE.UU. conquistó las colonias españolas de Puerto Rico, que sirvió de excelente base militar, y Filipinas, donde encontraron un centro de operaciones para penetrar en los nuevos mercados de Asia.