8.1: Evolución demográfica y movimientos migratorios en el siglo XIX. El desarrollo urbano. Introducción. España se mantuvo lejos de los países más industrializados de Europa (Gran Bretaña, Francia y Alemania), pero vivíó un cambio económico en el Siglo XIX. El sector primario siguió dando empleo, consiguió alejarse de estructuras medievales y tuvo regiones con desarrollo industrial.
Se debíó a dos causas: las desamortizaciones (Mendizábal y Madoz) y la Ley de Ferrocarriles (1855); también ayudó el final del caos en los sistemas monetarios (el doblón era unidad básica que coexistía con otras sin equivalencia hasta que en 1848 fue sustituido por el real. En 1864 un decreto gubernativo suprimíó varias monedas como el maravedí y en 1868 el gobierno de Serrano y Prim con el ministro de Hacienda Figuerola implantó la peseta como unidad monetaria básica). Todo provocó un aumento de la población, movimientos migratorios campo-
ciudad y desarrollo urbano. Demografía. La población en países de Europa crecíó a grandes escalas: Alemania, Bélgica y Países Bajos duplicaron su población y Gran Bretaña los cuadriplicó. España quedó por debajo, pero su incremento estuvo cerca del doble (de 10,5 a 18,6 millones de habitantes). Este crecimiento tuvo lugar bajo Alfonso XII y el sistema canovista. A finales de siglo las tasas de natalidad y mortalidad se redujeron, aunque siguieron siendo las más altas de Europa. La esperanza de vida aumentó de 35 a 40 años. El crecimiento se produjo a pesar de la crisis de subsistencia, carencias alimentarias (provocadas por el retraso tecnológico de la agricultura y por la dura meteorología que provocó malas cosechas), epidemias (tuberculosis, sarampión…) y demográfico antiguo menos Cataluña que inició la transición demográfica por su proceso de industrialización. Migración. Las migraciones exteriores en el primer tercio de siglo fueron pocas; se dirigían al norte de África, América o Europa temporalmente para buscar trabajo agrícola mejor pagado; o a Europa huyendo de la persecución absolutista de Fernando VII. . A mitad de siglo buscaron mejorar sus condiciones de vida yendo a Hispanoamérica, Argelia y Francia. Aunque la crisis de 1898 frenó las migraciones, se reactivaron y en los quince primeros años del Siglo XX salieron a América más de un millón y media de emigrantes.
Las migraciones interiores desde el Siglo XIX hasta la primera mitad del XX no fueron muchos, aunque la industrialización de Cataluña y País Vasco, el desarrollo de Madrid y levante hicieron que ciudades aumentaran su población. Las zonas que perdieron residentes fueron Galicia, interior castellano, Aragón y Andalucía. Desarrollo urbano. El traslado de población campo-ciudad estuvo relacionada con el desarrollo agrícola e industrial. En el último tercio de siglo el proceso se aceleró ya que ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao aumentaron su población cinco veces. Esta recepción provocó que cambiase la fisionomía y generasen ensanches y nuevos barrios. Otras ciudades como Zaragoza, Oviedo o Cartagena lo hicieron de manera más lenta. Los ensanches supusieron problemas urbanísticos afrontados por arquitectos como Ildefonso Cerdá (Barcelona) o el plan Castro (Madrid) junto con la ciudad lineal de Arturo Soria (Madrid). La ciudad tuvo que transformarse para dar cabida a nuevas infraestructuras de transporte, viviendas, barrios con avances sanitarios, fábricas, talleres, alumbrado, alcantarillado y calzadas. 8.2: La revolución industrial en la España del Siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el ferrocarril.
Proteccionismo y librecambismo. La aparición de la banca moderna. Introducción. España se mantuvo lejos de los países más industrializados de Europa (Gran Bretaña, Francia, Alemania), pero vivíó un cambio económico en el Siglo XIX. El sector primario siguió dando empleo, consiguió alejarse de estructuras medievales y tuvo regiones con desarrollo industrial. Se debíó a dos causas: las desamortizaciones (Mendizábal y Madoz) y la Ley de Ferrocarriles (1855); también ayudó el final del caos en los sistemas monetarios (el doblón era la unidad básica que coexistía con otras sin equivalencias hasta que en 1848 fue sustituido por el real. En 1864 un decreto gubernativo suprimíó varias monedas como el maravedí y en 1868 el gobierno de Serrano y Prim con el ministro de Hacienda Figuerola implantó la peseta como unidad monetaria básica). Revolución industrial. Fue lenta por causas como: medidas proteccionistas (impidieron mover inversiones y anularon competencia), malas comunicaciones (impidieron intercambios comerciales), la agricultura se estancó con cultivos y técnicas tradicionales y la propiedad estaba en poder de pocas manos. El proceso de industrialización caló en Cataluña y País Vasco.
La industria textil catalana fue favorecida por el proteccionismo estatal; los hermanos Bonaplata construyeron la primera fábrica con energía de vapor (1832). Influyó positivamente la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882, aseguró a Cataluña el mercado colonial) y en 1860 existían más de 2400 empresas de algodón y lana. Siderurgia y metalurgia vasca. En 1831 se instaló el primer alto horno en Málaga dirigido por la familia Heredia (“La Constancia”) y otro en Marbella y Sevilla, pero la falta de carbón hizo imposible su mantenimiento. Los primeros altos hornos en el País Vasco se instalaron en 1841 por la familia Ibarra; su desarrollo fue tal que en los cincuenta se exportó hierro a Reino Unido, después se sustituyó el hierro por acero. Empresas se unieron dando lugar a Altos Hornos de Vizcaya (1902) convirtiendo la ciudad en el centro de siderurgia español. Minería. Asturias fue el principal centro en 1868. La explotación minera se favorecíó por la Ley de Bases Mineras (1868, permite la entrada de inversiones extranjeras). En 1869 España fue la primera exportadora mundial de plomo; hubo minas en Granada, Almería y Murcia. Otras industrias. Agroalimentarias (harinas en Aragón y vino en Andalucía), química (Bilbao), dinamita (Río Tinto), papel (Guipúzcoa y Burgos). El sistema de comunicaciones: el ferrocarril. A mediados del Siglo XIX se usaban los seis caminos reales como vías comerciales construidos con Carlos III y cuya extensión no era ni la décima parte de la francesa. La esperanza a este problema fue el ferrocarril que se pretendía que fuese un motor económico. La primera línea ferroviaria se construyó en Cuba; en la península, durante la Década Moderada, se construyó Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851); pero el impulso lo dio la Ley de Ferrocarriles (1855, la legislación permitíó la entrada de capital extranjero para financiarlo y se fue incrementando el capital español por subvenciones del Estado). Todo esto permitíó la conexión entre zonas agrícolas e industriales e impulsó la siderurgia y metalurgia llegándose a construir la primera locomotora hispana en 1883. Proteccionismo y librecambismo. El proteccionismo quería proteger la producción nacional frente a la externa cobrando aranceles aduaneros a los productos extranjeros. Así, la producción autóctona (cara y peor) soportaba la competencia y tenía facilidad en su desarrollo (burguésía textil y cultivadores).
El librecambismo defendía la libertad comercial bajando o suprimiendo aranceles, para atraer capital y tecnología del extranjero (progresistas). El Siglo XIX tuvo leyes proteccionistas excepto en la Regencia de Espartero (levantamiento en Cataluña contra del librecambismo) y en el Bienio Progresista con Espartero al frente. Tras la Revolución de 1868, el ministro Figuerola establecíó un nuevo arancel que pretendía abrir la economía al exterior para promover el desarrollo. Este protegía los productos agrarios y liberalizaba el mercado industrial; hubo protestas catalanas pero los telares tradicionales desaparecieron del interior y se concentraron en Cataluña. Con Cánovas volvíó el proteccionismo a partir de 1891. Banca Moderada. En 1829 existía un banco de España (San Fernando), pero a mediados de siglo se sumaron más (Barcelona, Cádiz). El progreso fue por la entrada de capital extranjero, inversiones del ferrocarril y Ley de Sociedades de Crédito (1856) que impulsó el nacimiento de bancos como Bilbao (1856) y Santander (1857). En 1900 ya existían cincuenta entidades bancarias diferentes y sesenta sucursales del Banco de España