Zonas de Vieja Colonización y el Renacimiento Urbano
La vida urbana en los reinos occidentales peninsulares apenas existe con anterioridad al siglo XII. A la altura de 1300, los reinos de Portugal, León y Castilla disponen de una amplia red de ciudades, muchas de las cuales tenían un rico pasado musulmán. Pueden distinguirse básicamente dos zonas, separadas por el Sistema Central:
- Al sur del Sistema Central-río Tajo: Presencia de ciudades que, incorporadas a los dominios cristianos en épocas diferentes, poseen un legado urbano de factura islámica (Toledo, Talavera, Córdoba, Sevilla, Badajoz, Lisboa, Évora…).
- El espacio al norte del Sistema Central puede dividirse por el río Duero:
- Duero-Sistema Central: Surgen desde el siglo XI núcleos urbanos en función de las necesidades militares; son las ciudades de la Extremadura (Salamanca, Segovia, Soria, Sepúlveda…).
- Al norte del Duero: El desarrollo urbano era escaso a pesar de la presencia de ciertos núcleos que actúan como tales (León, Burgos, Oviedo, Santiago de Compostela) pero que no alcanzarán un pleno desarrollo hasta después de 1100.
La creación o incorporación de núcleos urbanos en los reinos cristianos occidentales al sur del Duero ha sido ya estudiado en los apartados anteriores, con lo que se tratará ahora sobre el desarrollo y nacimiento de las ciudades en el espacio comprendido entre el Duero y el mar Cantábrico.
Factores del Impulso Urbano
El impulso reactivador de la vida urbana en este espacio ha de ponerse en relación con las transformaciones económicas y sociales de la época. El despertar de los núcleos urbanos obedece, en última instancia, al desarrollo de las fuerzas productivas en el seno de la sociedad feudal y a la división del trabajo que este desarrollo provoca. Una ciudad de esta época posee tres componentes fundamentales:
- Aspecto externo: Mayor densidad de las edificaciones; presencia de muralla.
- Función: Presencia en estos núcleos de unas actividades económicas no agrarias, aunque lo agrario siga siendo importante o incluso predominante.
- Aspecto institucional: Existencia de una jurisdicción más o menos autónoma.
El Camino de Santiago y su Influencia
Tradicionalmente se ha señalado la importancia desempeñada por el Camino de Santiago en el nacimiento de núcleos urbanos. Aunque el renacimiento urbano es algo general a todo el territorio peninsular cristiano, la ruta jacobea adquiriría especial significado a partir del siglo XI, cuando se fija definitivamente el Camino. La política de los monarcas navarros y castellano-leoneses no provoca el fenómeno peregrinatorio y de nacimiento de núcleos urbanos en la ruta, sino que actúa sobre una estructura preexistente que cobra ahora nuevos impulsos gracias a la coyuntura de Europa occidental en general y de la Península en particular. Los reyes potencian (Burgos, León, Astorga, Pamplona) o crean sobre el Camino (Nájera, Logroño, Estella) diversos centros que actúan como núcleos reguladores y organizativos de un trasiego humano y una actividad económica en continuo crecimiento en los siglos XI y XII.
Si en las villas y ciudades de la Extremadura prima el carácter militar, en el caso de las del Camino es el económico, pues en ellas se asientan artesanos y mercaderes, autóctonos o ultrapirenaicos, que serán designados genéricamente como francos, denominación que pervive en las numerosas rúas de francos de las diferentes ciudades y villas jacobeas. El poder protegerá e impulsará los centros urbanos que se forman alrededor de los mercados animados por el paso de los peregrinos, tratando de atraer y fijar a la población mercantil.
Los Fueros como Instrumento de Organización Urbana
El instrumento jurídico que organizará la vida de estos núcleos urbanos es, como en las ciudades de frontera, el fuero. Mediante éste se pretende favorecer el asentamiento de pobladores. La concesión del fuero a cada núcleo es considerada como la fecha de transformación de una aglomeración rural en urbana (Nájera, 1076; Logroño, 1095; Sahagún, 1095…). La fortuna del Camino francés deja en la sombra la historia de los caminos que, fuera de él, eran recorridos por mercaderes y tropas de guerreros. La conquista de Toledo y la repoblación al sur del Duero harán del valle de este río una zona de paso entre las regiones septentrionales colonizadas desde los siglos IX y X y las recién conquistadas, poniendo en relación las ciudades del Camino con Toledo, Coímbra o Zaragoza. La riqueza de los territorios y esta situación intermedia darán vida a viejas ciudades restauradas en el siglo X, como Lamego, Zamora u Osma, y provocarán el nacimiento de nuevos núcleos, como Valladolid.
La Costa Atlántica y el Comercio Marítimo
La costa atlántica, entre el Miño y el Bidasoa, permaneció poco poblada durante mucho tiempo a causa de la interrupción de las corrientes comerciales y de las incursiones normandas y musulmanas, que afectaron especialmente a las costas de Galicia. El final de estos ataques y el avance cristiano en tierras portuguesas las harán más seguras y, simultáneamente, se reanudan e intensifican las relaciones con Europa. El renacimiento económico de los países ribereños del Atlántico y del mar del Norte dio nueva vida a toda la costa septentrional hispana, que despertará a partir del siglo XII. La proyección exterior de la Corona y la reactivación del comercio marítimo crecerán a partir de entonces para, en la Baja Edad Media, convertirse en uno de los pilares económicos más sólidos de la monarquía castellano-leonesa.
Desarrollo Urbano en la Costa Cantábrica
En este espacio la vida urbana era escasa a principios del siglo XII, siendo menor a medida que se avanza de Oeste a Este: mientras en Galicia existen ciertos núcleos que pueden ser considerados urbanos a causa de su función episcopal, con Compostela a la cabeza, en Asturias solamente existía Oviedo, quedando Cantabria y el País Vasco como zonas carentes de cualquier centro que pueda ser denominado urbano.
Galicia, Asturias y Cantabria
A excepción de Guipúzcoa y Vizcaya, el proceso repoblador en la costa atlántica se centra en las décadas alrededor de 1200, especialmente en las siguientes a esta fecha, teniendo como monarcas protagonistas a Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla. Al primero se deben la mayor parte de las Pobras gallegas y Polas asturianas, así como muchas otras (Llanes, Sarria, A Coruña…). En Cantabria destacan las villas marineras de Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Laredo, que a finales del siglo XIII se agruparán en la Hermandad de la Marisma de Castilla. La relación de estas villas costeras cántabras con el interior de la meseta las convertirá en centros clave del comercio exterior castellano durante los siglos bajomedievales.
El País Vasco
El territorio vasco fue el último en conocer el nacimiento de núcleos urbanos, aunque el fenómeno se inicia también a finales del siglo XII, continuándose hasta el XIV. Las fundaciones fueron realizadas por los reyes de Navarra y Castilla, en la que se integró completamente el espacio vasco en 1200, y los señores de Vizcaya. La anexión de Álava y Guipúzcoa por Castilla dio a la ruta que las atravesaba, infrecuente hasta entonces, un nuevo valor al ser paso hacia Francia y, simultáneamente, línea fronteriza frente a Navarra.
Álava y Guipúzcoa
El despertar urbano de Álava se debe a Sancho VI de Navarra, quien en 1181 otorgó a la aldea de Gastéiz el fuero de Logroño, dándole el nombre de Vitoria. Al igual que en otros casos ya vistos, la ciudad nacía sobre un núcleo rural previo al que, desde el poder, se cambia y dota de nuevo sentido con la dotación del fuero. Al mismo monarca se debe la fundación de San Sebastián, cuyo origen estuvo en un monasterio bajo esta advocación que desde 1014 dependía de Leyre. El fuero concedido estaba inspirado en el de Estella y sanciona también la existencia de un núcleo previo que, a lo largo del XI, había ido creciendo gracias al establecimiento de gascones y bearneses. Confirmado por Alfonso VIII de Castilla, el fuero de San Sebastián será usado por este monarca para la constitución de otros núcleos de la costa guipuzcoana, como Motrico o Fuenterrabía.
La fundación de nuevas villas en Álava y Guipúzcoa no se continuará hasta la época de Alfonso X, esto es, la segunda mitad del siglo XIII. En ellas se siguió el esquema visto: elección de una aldea que se rebautiza, concediéndosele generalmente el fuero de Vitoria. En estas fundaciones está presente la influencia de las bastidas ultrapirenaicas, tal y como lo demuestran los mismos nombres que se les da a algunas de ellas: Salvatierra de Álava (Hagurain), Villafranca de Guipúzcoa (Ordicia) o Labastida.
Vizcaya
Por su parte, en Vizcaya, señorío con una amplia autonomía dentro del reino de Castilla, el movimiento de fundación de villas se inicia en el siglo XIII, con el nacimiento de Orduña y Valmaseda en 1200. Los promotores de la constitución de núcleos urbanos serán, en el caso vizcaíno, el linaje de los Haro, titulares del señorío. En la década de los veinte se concede el fuero de Logroño a Bermeo, retrasándose la formación de nuevos núcleos hasta el final de la centuria y comienzos del XIV, cuando surgen Durango (hacia 1290), Plencia (1299) o Bilbao (1300). Como en el resto del País Vasco y en otros lugares, las fundaciones realizadas por los señores de Vizcaya se realizaron sobre núcleos rurales a los que, desde el poder, se eleva de condición, convirtiéndolos en cabeza de un territorio y en lugar de habitación tanto de la población rural como la dedicada a la artesanía y al comercio. En Vizcaya tendrá una importancia capital la exportación de hierro, aparte de constituirse también sus puertos como puntos de partida para la exportación de los productos del interior, especialmente de la lana castellana.