El Antiguo Régimen en España (Siglo XVIII)
El Antiguo Régimen en el siglo XVIII se caracterizaba por una sociedad estamental, dividida en grupos con desigualdad jurídica. Los privilegiados, como la nobleza y el clero, poseían la mayor parte de la tierra, no pagaban impuestos y ocupaban los cargos públicos. El clero, aunque era una pequeña parte de la población, controlaba gran cantidad de tierras y cobraba el diezmo. La nobleza también poseía extensas tierras y recibía grandes rentas. El resto de la sociedad, como campesinos y burgueses, sufrían la mayor carga económica y tenían poca influencia política.
La economía era mayoritariamente agrícola, con más del 80% de la población trabajando la tierra. Sin embargo, gran parte de estas tierras no podía ser comprada ni vendida, lo que limitaba el acceso a la propiedad. La industria estaba controlada por gremios y el comercio se caracterizaba por el autoconsumo, con pocas infraestructuras para facilitar un mercado unificado. Las frecuentes crisis de subsistencia, debido a malas cosechas y bajos rendimientos agrícolas, provocaban hambre y aumentos de precios.
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714)
La Guerra de Sucesión Española fue provocada por la muerte de Carlos II sin herederos. Los dos principales candidatos al trono eran Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Austria. El testamento de Carlos II favoreció a Felipe, quien fue proclamado rey como Felipe V. Sin embargo, esto alteró el equilibrio de poder en Europa, ya que la unión de España y Francia bajo los Borbones alarmó a potencias como Gran Bretaña, Holanda y Portugal, que apoyaron al archiduque Carlos y declararon la guerra.
El conflicto se internacionalizó rápidamente, pero también dividió a España internamente: mientras Castilla apoyaba a Felipe V, en la Corona de Aragón, especialmente Cataluña y Valencia, había resistencia por temor a las políticas centralizadoras borbónicas.
La guerra comenzó en 1701 y se extendió por Europa, Italia y España. En 1705, las fuerzas austriacas desembarcaron en Barcelona y tomaron la ciudad, logrando avances importantes. Sin embargo, en 1707, el ejército de Felipe V obtuvo una victoria decisiva en la batalla de Almansa, consolidando su control.
El conflicto se prolongó hasta 1711, cuando la muerte del emperador José I cambió la situación. La posibilidad de que Carlos de Habsburgo gobernara Austria y España alarmó a los ingleses, quienes impulsaron negociaciones de paz. Los Tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) pusieron fin a la guerra. Felipe V fue reconocido como rey de España, pero renunció a cualquier reclamo sobre el trono francés. España cedió territorios a Austria (Flandes, Nápoles, Cerdeña, Milán) y a Gran Bretaña (Gibraltar y Menorca), además de concederle privilegios comerciales.
El conflicto redefinió el equilibrio de poder en Europa, con Viena y París como los dos centros principales de influencia, mientras que Gran Bretaña emergió como la mayor beneficiada, al obtener nuevas posesiones y acceso comercial a las colonias españolas.
El Reinado de los Borbones en España
El reinado de los Borbones en España comenzó con Felipe V tras la Guerra de Sucesión Española (1701-1714). Esta guerra terminó con los Tratados de Utrecht y Rastatt, que reconocieron a Felipe como rey, pero a costa de importantes concesiones territoriales a Austria y Gran Bretaña, incluyendo la pérdida de los Países Bajos y Gibraltar.
Con el objetivo de recuperar el poder perdido, los Borbones establecieron los Pactos de Familia con Francia, fortaleciendo sus lazos con la monarquía francesa y enfrentándose a Gran Bretaña en varios conflictos. Estos pactos llevaron a España a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), donde perdió Florida, aunque recibió Luisiana como compensación.
Internamente, Felipe V impuso un absolutismo centralizado, abolió las instituciones de la Corona de Aragón mediante los Decretos de Nueva Planta (1707-1716) y unificó el sistema administrativo bajo el control de Castilla. Se crearon nuevos cargos, como intendentes, para la recaudación de impuestos y la gestión económica.
La reforma de la Hacienda fue un objetivo importante, especialmente bajo el ministro Marqués de la Ensenada, quien intentó implementar un Catastro para establecer un sistema fiscal justo, pero enfrentó resistencia de la nobleza, lo que limitó su aplicación.
Durante el reinado de Fernando VI, la política se centró en la neutralidad, pero esta cambió con Carlos III, quien tuvo que involucrarse en conflictos internacionales, consolidando el poder borbónico a pesar de las dificultades económicas y territoriales.
La Ilustración y el Despotismo Ilustrado en España
La Ilustración en España, que se desarrolló durante el siglo XVIII, representó un desafío al modelo económico, social y político del Antiguo Régimen. Influenciada por corrientes de pensamiento francés, esta época es conocida como el Siglo de las Luces, y se caracterizó por la promoción de la razón, la búsqueda de la felicidad y la crítica a la desigualdad social y el absolutismo monárquico. Pensadores como Montesquieu, Rousseau y Voltaire abogaron por conceptos como la separación de poderes y la soberanía popular.
A pesar de ser pocos, los ilustrados españoles, en su mayoría pertenecientes a la pequeña nobleza y la burguesía, jugaron un papel fundamental en la búsqueda de soluciones para la crisis económica y social del país. Uno de sus logros más destacados fue la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País, que promovieron la agricultura, el comercio y la industria, y buscaron fomentar las ideas de los fisiócratas.
Una de las preocupaciones principales de estos grupos era el atraso agrícola de España, lo que consideraban el mayor obstáculo para el progreso. Gaspar Melchor de Jovellanos, un importante pensador ilustrado, escribió un informe en el que proponía eliminar el mayorazgo y las restricciones a la propiedad de la tierra, aunque sus propuestas enfrentaron la resistencia de la nobleza y la Iglesia.
El reinado de Carlos III (1759-1788) se considera un ejemplo de Despotismo Ilustrado, donde el monarca adoptó algunas ideas de la Ilustración sin comprometer su poder absoluto. Durante su mandato, impulsó reformas en la administración, la educación y la economía, buscando modernizar el país con un enfoque racionalizador. Aunque se implementaron diversas iniciativas para el desarrollo agrícola e industrial y se fomentó el comercio, el enfoque del Despotismo Ilustrado se resumía en la frase: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Carlos III llegó al trono tras la muerte de su hermano Fernando VI y trajo consigo a consejeros italianos con experiencia en la aplicación de ideas ilustradas. Junto a colaboradores como Campomanes y el conde de Floridablanca, el rey intentó implementar un ambicioso programa de reformas para revitalizar España.