El Antiguo Régimen y la Ilustración: Fundamentos de la Europa Moderna

El Antiguo Régimen

Podemos definir el Antiguo Régimen como el conjunto de rasgos políticos, sociales, económicos y demográficos característicos de Europa y sus colonias entre los siglos XVI y finales del XVIII. Ya en el siglo XIX, estos rasgos serán sustituidos progresivamente por los de la sociedad capitalista.

Este término fue acuñado tras la Revolución Francesa para definir peyorativamente la sociedad anterior, considerada injusta y decadente.

Política

El gobierno de los estados del Antiguo Régimen se asentó sobre regímenes de carácter absolutista que, en su mayor parte, se justificaron ideológicamente bajo la fórmula de «monarquía de Derecho Divino«, es decir, se consideraba que el poder del rey emanaba directamente de Dios. Por lo tanto, el monarca solo era responsable de sus actos ante Dios. Autores como Hobbes y Bossuet defendieron la monarquía absoluta como fórmula ideal de gobierno.

No obstante, el absolutismo encontró ciertas resistencias; esencialmente, las que procedían de los defensores de los privilegios feudales heredados del Medievo y reservados a la nobleza y al clero. A lo largo del siglo XVIII, algunos monarcas intentaron superar estas limitaciones del poder mediante el ejercicio de una novedosa forma de gobierno: el Despotismo Ilustrado.

Estados no absolutistas

Pocos estados europeos escaparon al absolutismo monárquico como fórmula de ejercicio del poder. Destacaron principalmente tres:

  • Las Provincias Unidas (Holanda)
  • La República de Venecia
  • Inglaterra (con su Parlamentarismo inglés)

En Gran Bretaña, el absolutismo monárquico tuvo escasa incidencia. A lo largo del siglo XVIII, el Parlamento fue adquiriendo cada vez más importancia. Este parlamentarismo controló en buena medida la labor de los reyes, que en la práctica vieron limitados sus poderes en asuntos tan significativos como la aprobación de impuestos.

Economía

Tres cuartas partes de la población activa se concentraban en el sector primario; es decir, la mayor parte de la población vivía y trabajaba en el campo. La industria era de tipo artesanal y conservaba fuertes rasgos gremiales. Predominaba el comercio marítimo a largas distancias, ya que las insuficientes redes de comunicación terrestre no permitían articular fácilmente un comercio interior voluminoso.

La estructura de la propiedad de la tierra era de carácter señorial, cimentada en grandes latifundios cuyos propietarios (nobleza y clero) percibían cuantiosas rentas de carácter feudal procedentes de una gran masa de campesinos, muchos de ellos desprovistos de tierras propias. Era, pues, una agricultura tradicional con escasas innovaciones tecnológicas, donde el barbecho y herramientas de labranza rudimentarias se habían mantenido casi inalterados durante siglos. Como resultado, la productividad era muy escasa y, por lo tanto, la gran masa de población vivía en el umbral de la subsistencia.

Sociedad

La sociedad del Antiguo Régimen estaba articulada en estamentos. Cada estamento se correspondía con un estrato o grupo social definido por un estatuto jurídico propio. Era de carácter impermeable o muy rígido, es decir, la movilidad social era muy escasa.

Cada miembro de la sociedad pertenecía a un estamento. Este le negaba o concedía privilegios, es decir, la exención de obligaciones (como el pago de impuestos directos) o el derecho a ventajas exclusivas (como ocupar ciertos cargos). Al estamento privilegiado se accedía fundamentalmente por nacimiento (nobleza) o por ordenación (clero), aunque también por concesión especial del monarca.

La rígida sociedad estamental entró en crisis a raíz de los cambios económicos, sociales e ideológicos producidos a lo largo del siglo XVIII (culminando en la Revolución Francesa), abriendo paso a la sociedad de clases, propia del capitalismo.

La nobleza y el clero eran los estamentos privilegiados. Por otro lado, estaban los estamentos no privilegiados (el Tercer Estado), que englobaban a la inmensa mayoría de la población: la gran masa de campesinos, los artesanos urbanos y los burgueses (comerciantes, financieros, profesiones liberales), estos últimos un grupo minoritario pero cada vez más rico y con mayor influencia social y económica.

Demografía

El comportamiento demográfico del Antiguo Régimen presentaba los siguientes rasgos:

  • Un escaso crecimiento vegetativo, condicionado por altas tasas de natalidad contrarrestadas por altísimos índices de mortalidad, especialmente infantil y catastrófica.
  • Un inestable equilibrio entre la población y los recursos. El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la dependencia de una economía de carácter agrícola. Periódicamente se producían crisis de subsistencias desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas que, a su vez, facilitaban la propagación de enfermedades de carácter epidémico (peste, tifus, cólera) difundidas con gran rapidez entre una población debilitada y empobrecida.

En el siglo XVIII se produjeron ciertos cambios en ese modelo demográfico. Así, en algunas zonas de Europa (Inglaterra, Francia, Holanda), hubo un incremento de los excedentes alimentarios (gracias a mejoras agrícolas) y una mejor nutrición, lo que se tradujo en la disminución de hambrunas y epidemias y, consiguientemente, en la reducción de la mortalidad catastrófica.

Otro factor que influyó en el descenso de la mortalidad, aunque de manera menos determinante en las fases iniciales, fue un cierto progreso de la medicina (como las primeras vacunas) y la higiene.

El aumento de la población intensificó la demanda de alimentos y manufacturas. También incrementó la disponibilidad de mano de obra, tanto en el campo como en la incipiente industria, factores determinantes en el desarrollo de la Revolución Agrícola e Industrial.

El Siglo de las Luces: La Ilustración

Puede definirse como el movimiento filosófico, literario y científico que se desarrolló en Europa y sus colonias a lo largo del siglo XVIII (el «Siglo de las Luces«). Representó una importante modernización cultural y el intento de transformar las caducas estructuras del Antiguo Régimen, aunque inicialmente sin cuestionar necesariamente la figura del monarca.

Principios de la Ilustración

  • La Razón: Es considerada el único medio para conseguir la verdad y el conocimiento. Junto con el progreso, constituye el camino para alcanzar la felicidad. Sirve de guía frente a la superstición, el fanatismo religioso y la ignorancia. El autor que criticó con mayor crudeza la intolerancia y el fanatismo de la religión de su tiempo fue Voltaire.
  • El Progreso: Se confía en que, mediante la Ciencia en combinación con la técnica, es posible el avance de la humanidad de manera evolutiva e indefinida hacia un futuro mejor.
  • La Naturaleza: Es vista como el origen de todo lo genuino, verdadero y auténtico. Se considera que el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo pervierte y corrompe. La principal figura que desarrolla el aspecto social y la idea del «buen salvaje» es Jean-Jacques Rousseau.
  • La Felicidad: Es un bien al que todo hombre tiene derecho y constituye un fin en sí misma, tanto a nivel individual como colectivo. La política es considerada como el «arte de hacer felices a los pueblos».

Estos principios inspiraron políticamente el sistema de gobierno conocido como Despotismo Ilustrado, que pretendía aplicar reformas racionalizadoras impulsadas desde el poder absoluto del monarca, bajo el lema: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».

El Pensamiento Ilustrado

Sus antecedentes pueden encontrarse en Inglaterra y Holanda durante el siglo XVII. Las influencias clave provienen de figuras como Newton, desde el punto de vista científico (método científico, visión mecanicista del universo), y de la Revolución Inglesa de 1688 en sus aspectos políticos.

Esta última implantó el parlamentarismo, que tanta influencia ejercería en pensadores ilustrados posteriores como Voltaire y Montesquieu.

John Locke, considerado un precursor clave, en su obra Dos tratados sobre el gobierno civil, propugnó la separación de poderes (legislativo y ejecutivo), los derechos naturales del individuo (vida, libertad, propiedad) y un gobierno basado en el consentimiento, sentando las bases del liberalismo político frente al absolutismo monárquico.

Influenciados por el empirismo y el parlamentarismo inglés, los ilustrados franceses desarrollaron teorías políticas y sociales fundamentales:

  • Montesquieu: En su obra El espíritu de las leyes, teorizó sobre la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) como garantía contra el despotismo y a favor de la libertad.
  • Voltaire: Defensor acérrimo de la libertad de pensamiento, la tolerancia religiosa y la libertad de expresión. Abogó por una religión natural racional (deísmo) frente a las religiones reveladas (cristianismo, judaísmo, islamismo, etc.) y criticó duramente el fanatismo y la superstición.
  • Rousseau: Hizo hincapié en el estudio de la Naturaleza y las relaciones sociales. Consideraba que la soberanía reside en el pueblo (soberanía popular) y que el gobierno debe basarse en la voluntad general expresada a través de un pacto social. Su obra más influyente en este sentido es El contrato social.

Pensamiento Económico

En lo que respecta al pensamiento económico, surgieron nuevas corrientes que desafiaron al mercantilismo imperante:

Mercantilismo

Corriente de pensamiento económico predominante en los siglos XVI-XVIII, que cifraba la riqueza de un Estado en la acumulación de metales preciosos (oro y plata). Su objetivo era contribuir al engrandecimiento del monarca y del Estado a través de los medios económicos, promoviendo la intervención estatal en la economía, el proteccionismo comercial y la búsqueda de una balanza comercial favorable (exportar más de lo que se importa).

Fisiocracia

Surgida en Francia a mediados del siglo XVIII. Los fisiócratas (cuyo principal exponente fue Quesnay) sostenían que la riqueza de un Estado debía buscarse en la naturaleza, más exactamente en la agricultura, considerada la única actividad productiva capaz de generar un excedente neto. Consideraban otras actividades económicas (industria y comercio) como estériles o secundarias. Defendían la libertad económica y la propiedad privada, bajo el lema Laissez faire, laissez passer («Dejar hacer, dejar pasar»).

Liberalismo Económico

Para sus defensores, la riqueza del Estado no radica ni en la acumulación de metales preciosos (mercantilismo) ni exclusivamente en la agricultura (fisiocracia), sino en la libertad económica y la iniciativa individual. El Estado no debe intervenir en la actividad económica (no intervencionismo), dejando total libertad a la iniciativa y a la empresa privadas, reguladas por las leyes naturales del mercado (oferta y demanda), la llamada «mano invisible«. Su principal teórico fue Adam Smith, quien expuso su pensamiento en la influyente obra La riqueza de las naciones (1776).

España: La Guerra de Sucesión y el Reformismo Borbónico

Tras la muerte de Carlos II de Habsburgo sin herederos directos en 1700, Francia (apoyando a Felipe de Anjou) y el Sacro Imperio Romano Germánico (principalmente Austria, apoyando al Archiduque Carlos de Habsburgo) se disputaron la sucesión al trono español.

Esto desencadenó la Guerra de Sucesión Española (1701-1714). Francia y la Corona de Castilla apoyaron a Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Francia, de la Casa de Borbón). Una coalición internacional (liderada por Austria, Gran Bretaña y las Provincias Unidas), apoyada por la Corona de Aragón, respaldó al Archiduque Carlos de Habsburgo para evitar la hegemonía francesa en Europa y preservar el equilibrio de poder.

La guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht (1713) y los acuerdos posteriores (Rastatt, 1714). España renunció a sus posesiones europeas (en Flandes e Italia, cedidas principalmente a Austria) a cambio del reconocimiento internacional de Felipe V como rey de España y de las Indias.

Además, España tuvo que ceder territorios estratégicos a Gran Bretaña, como Gibraltar y Menorca, así como concesiones comerciales en América (navío de permiso y asiento de negros).

Aprovechando el apoyo que los territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca) habían prestado mayoritariamente al bando austracista (perdedor), el nuevo monarca Borbón, Felipe V, suprimió sus fueros (leyes propias) e instituciones particulares mediante los Decretos de Nueva Planta (promulgados entre 1707 y 1716).

En la práctica, esto supuso la imposición del modelo jurídico e institucional castellano («castellanización») en casi todo el territorio, la centralización política y administrativa del país bajo un modelo uniforme y absolutista, y, por tanto, la pérdida de la autonomía histórica y las instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón.

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