El Ascenso del Fascismo y Nazismo en Europa

El Ascenso del Fascismo en Italia

La Formación del Partido Nacional Fascista

En 1919, Benito Mussolini, un ex militante socialista expulsado del partido, fundó los llamados fasci di combattimento, un movimiento que agrupaba antiguos combatientes y que tenía un programa populista y nacionalista. En noviembre de 1921, Mussolini transformó los fasci en el Partido Nacional Fascista, que se presentó como un instrumento eficaz frente a la amenaza del comunismo y la bolchevización de Italia. El programa de Mussolini defendía la propiedad privada, con un fuerte proyecto expansionista y militarista en política exterior. El partido adquirió una simbología propia: los fascistas adoptaron la camisa negra como uniforme y el saludo a la romana con el brazo en alto. Las bases del partido se nutrieron de sectores obreros descontentos con la situación política y social, pero sobre todo de la pequeña burguesía, atemorizada ante la crisis y el ascenso de las fuerzas revolucionarias obreras.

Las Escuadras Fascistas

Las escuadras fascistas protagonizaron numerosos actos de violencia social. Estos consistían en expediciones de castigo contra políticos, ayuntamientos y periódicos de izquierda. Pretendían acallar toda forma de oposición, atemorizando a la población a golpes, porra y con acciones vejatorias. Contaban con la pasividad de la policía, que actuaba contra ellos sin contundencia, y de la justicia, que dictaba penas simbólicas a los escuadristas. Solo en el año 1921, fueron asesinadas unas 600 personas. El Partido Nacional Fascista creció rápidamente y en 1922 ya alcanzaba los 700.000 afiliados.

La Dictadura Fascista

A partir de 1925, Mussolini, Il Duce, inició un proceso encaminado a convertir Italia en un régimen totalitario en el que Estado y Partido Nacional Fascista quedasen completamente identificados. Una ley nombró a Mussolini jefe de gobierno y le otorgó todos los poderes: nombraba y revocaba a los ministros, legislaba mediante decretos y controlaba todo el poder ejecutivo. En 1926, la Ley de Rocco prohibió todos los partidos y sindicatos, a excepción de los fascistas, y en 1934 contaban con representación de las organizaciones patronales. En 1928, el parlamento pasó a depender del Gran Consejo Fascista, encargado en última instancia de elegir a sus miembros, y en 1929, el parlamento fue sustituido por un órgano consultivo formado por los dirigentes de las corporaciones fascistas: la Cámara de los Fasci y de las Corporaciones. Las autoridades provinciales y municipales eran nombradas directamente por el gobierno y elegidas entre los fascistas, y la administración política fue depurada de los elementos no adictos al régimen. También se creó una policía política, la Organización de Vigilancia y Represión del Antifascismo (OVRA), que perseguía a los opositores.

El régimen de Mussolini supo atraerse a la Iglesia católica. Juntos firmaron los Pactos de Letrán (1929), que supusieron el reinicio de las relaciones entre la Iglesia romana y el Estado, después de la ruptura que se había producido en 1870. El papa Pío XI reconoció el Reino de Italia y Roma como su capital, mientras el Estado italiano se comprometía a conceder al Vaticano una renta anual. A pesar de cierta oposición de algunos sectores católicos, el apoyo del papado al fascismo constituyó uno de sus puntales más sólidos. También contribuyó a la popularidad del fascismo su política nacionalista y expansionista. Se promovió la remilitarización y se inició una campaña para recuperar los territorios irredentos, algunos de los cuales tenían como objetivo la rectificación de las fronteras con Francia. La política expansionista fascista implicaba la posesión de territorios coloniales en Europa y en África.

El Ascenso del Nazismo en Alemania

La República de Weimar (1919-1933)

En Alemania, en 1918, tras la abdicación del káiser Guillermo II, se proclamó la República de Weimar, que tuvo que asumir la derrota militar y las duras condiciones de paz impuestas por los vencedores.

La Debilidad de la República de Weimar

La nueva república, basada en una constitución ampliamente democrática, fue incapaz de crear un sistema político estable. En sus primeros años, la república tuvo que hacer frente a los intentos insurreccionales tanto de la derecha como de la izquierda, que deseaban acabar con el régimen. En 1919 se produjo el levantamiento de la Liga Espartaquista, que pretendía proclamar un gobierno de consejos obreros según el modelo soviético. El levantamiento fue duramente reprimido y los comunistas mantendrían desde ese momento un fuerte rechazo a la República de Weimar. En 1920, grupos nacionalistas radicales, que acusaban al gobierno de traición por haber firmado el armisticio y haber aceptado las condiciones del Tratado de Versalles, intentaron un golpe de Estado con una huelga general. En 1923 también fracasaría el putsch nacionalista y antidemocrático protagonizado por Adolf Hitler en Múnich.

La situación económica era muy difícil. Las deudas de guerra y las fuertes reparaciones que Alemania debía pagar a los vencedores originaron un aumento vertiginoso de la inflación y una espectacular depreciación del marco alemán. Las personas que vivían de capitales fijos se arruinaron y una buena parte de las pequeñas empresas tuvieron que cerrar, provocando con ello una gran subida de los índices de desempleo. La crisis llegó a su cenit en 1923, cuando los alemanes no pudieron pagar las deudas de guerra contraídas con Francia y las tropas galas ocuparon el rico territorio minero del Ruhr como garantía de cobro. Entre 1924 y 1929, Alemania vivió un periodo de relativa estabilidad gracias a una mejora económica. Sin embargo, la crisis de 1929 agravó dramáticamente la situación. La producción disminuyó enormemente y el desempleo alcanzó los seis millones de parados en 1931. Los partidos gubernamentales de la llamada Coalición de Weimar fueron perdiendo el apoyo de los asalariados y de la pequeña burguesía empobrecida.

La Formación del Partido Nazi

Adolf Hitler inició su carrera política en un pequeño grupo extremista, racista y agresivo. En 1920 hizo público su programa y se denominó Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). En 1921, Hitler se puso al frente del partido, reorganizándolo y dándole un carácter violento con la creación de unos escuadrones paramilitares, las SA (Sección de Asalto), que ejercían la amenaza y la coacción contra sus adversarios. También dio al partido un componente antijudío y adoptó una serie de emblemas parecidos a los del fascismo italiano. En 1923, tras el fallido intento de golpe de Estado contra la República de Weimar, Hitler fue detenido y cumplió seis meses de prisión. Durante este periodo escribió la obra Mein Kampf (Mi Lucha), en la que exponía su pensamiento y programa político:

  1. Desprecio por la democracia parlamentaria y odio al bolchevismo.
  2. Necesidad de un liderazgo único y fuerte para dirigir al pueblo alemán.
  3. Defendía el antisemitismo y la superioridad de la raza aria.
  4. Necesidad de forjar un Gran Reich con todos los territorios de población germánica en base a un programa de expansión territorial.

Al salir de prisión, la posición de Hitler dentro del partido y su liderazgo político se habían reforzado. Ya era reconocido como el Führer (jefe del partido).

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