El Bienio Centro-Derecha y el Frente Popular en España

II. Bienio Centro-Derecha y Frente Popular

Tras las elecciones, Lerroux creó un gabinete formado por miembros de su partido. La CEDA apoyó al gobierno desde el Parlamento. Lerroux inició una política de rectificación de las reformas del Bienio anterior, que se concentró en:

  • La paralización de la reforma agraria.
  • La paralización de la reforma militar (designación para puestos clave de militares antirrepublicanos como Franco o Mola).
  • La conciliación con la Iglesia Católica.
  • La paralización de reformas educativas (anula la enseñanza mixta).
  • El enfrentamiento a los nacionalismos (como los enfrentamientos con la Generalitat catalana, de Lluis Companys).

España se polarizó entre las “derechas” y las “izquierdas”. Las derechas eran:

  • La CEDA de Gil Robles (clases medias y populares católicas).
  • Las Juventudes de Acción Popular.
  • La Renovación Española de Sotelo (monárquicos extremistas y antidemocráticos).
  • La Falange Española de J.A. Primo de Rivera (de ideología fascista en España).

Las izquierdas eran:

  • La Izquierda Republicana de Azaña (centro-izquierda).
  • El PSOE (partido obrero, dirigido por Prieto y Caballero).
  • El PCE (seguía las directrices de la Komintern y buscaba una alianza de la izquierda contra el fascismo).
  • La CNT (ligada a la acción revolucionaria).
  • La Esquerra Republicana de Catalunya, de Lluis Companys, que gira a la izquierda.

La tensión entre los dos polos políticos culminó con la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno. Esto fue interpretado por la izquierda como el anuncio del triunfo del fascismo en nuestro país. La radical izquierda (PSOE, UGT, CNT y PCE) llamó a la huelga general contra el gobierno. El movimiento fracasó en Madrid. En Barcelona, Companys dirigió una insurrección independentista, y la revuelta fue reprimida por el Ejército.

En Asturias, la huelga general triunfó y acabó en una revolución organizada por la UGT y la CNT, lo que llevó al gobierno a optar por la peor represión, llevada a cabo por la Legión, dirigida por el general Franco. Se produjeron miles de muertos, heridos y detenidos, como Azaña, Prieto y Caballero.

La reacción del gobierno de derechas fue el endurecimiento de su política: se suspendió el estatuto de autonomía de Cataluña, se redactó una nueva Ley de Reforma Agraria y Franco fue nombrado jefe del Estado Mayor. Pero la crisis definitiva vino con la corrupción, el escándalo del Estraperlo. La aparición de más escándalos acabó con el fin de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones a Cortes en febrero de 1936.

En un ambiente de radicalización, se presentaron a las elecciones de febrero de 1936: el Frente Popular, pacto electoral firmado por Izquierda Republicana, PSOE, PCE, POUM y Esquerra Republicana de Catalunya. La CNT apoyó a la coalición de izquierda. En cambio, la coalición de los grupos de derecha, con la CEDA y Renovación Española, acudió con un programa basado en el miedo a la revolución social. La Falange y el PNV se presentaron por su cuenta.

La victoria fue para el Frente Popular, en las ciudades, las provincias del sur y la periferia. Mientras, la derecha triunfó en el norte y el interior del país. Tras las elecciones, Azaña fue nombrado Presidente de la República. El objetivo era que Prieto ocupara la jefatura del gobierno. Sin embargo, la negativa del PSOE llevó a la creación de un gobierno presidido por Casares Quiroga y formado por republicanos de izquierda, sin la participación del PSOE.

El nuevo gabinete inició la acción reformista: amplia amnistía para todos los represaliados, restablecimiento del Estatuto catalán, alejamiento en Madrid de los generales sospechosos de golpismo: Franco, Mola y Goded fueron destinados a Canarias, Navarra y Baleares, la reanudación de la reforma agraria (que fue desbordada por la acción de los jornaleros que se lanzaron a la ocupación de fincas), y la tramitación de estatutos de autonomía, el Estatuto de Galicia y el del País Vasco.

Mientras, el ambiente social se hacía más tenso. La izquierda obrera había optado por una postura revolucionaria y la derecha buscaba el fin del sistema democrático. Desde abril se sucedieron los enfrentamientos violentos callejeros entre grupos falangistas y milicias socialistas, comunistas y anarquistas. Mientras, la conspiración militar contra el gobierno del Frente Popular avanzaba. Por un lado, había una trama política conformada por líderes de los partidos: Gil Robles, Sotelo y J.A. Primo de Rivera. Por otro lado, crecía el número de generales implicados: Franco, Goded, Fanjul… Mola, destinado en Pamplona, fue el «director» del golpe. Y muy pronto se iniciaron los contactos con Mussolini y Hitler.

El 12 de julio fue asesinado por extremistas de derecha el teniente Castillo, lo que llevó al asesinato de Sotelo por parte de un grupo de las fuerzas de seguridad. Finalmente, el gobierno de Casares vio cómo el 17 de julio de 1936, el ejército de Marruecos iniciaba la rebelión contra el gobierno de la República. El triunfo parcial del golpe desencadenó la guerra civil.

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