1. El Problema Heredado: El Carlismo
1.1 Ideología y Apoyos Sociales
A la muerte de Fernando VII, su hija primogénita fue nombrada reina con el nombre de Isabel II. El hermano de Fernando, Don Carlos, apoyado por un gran número de legitimistas, no aceptó la situación, lo que dio origen a un largo proceso bélico que estuvo presente a lo largo de todo el siglo XIX.
Los carlistas sumaron combatientes atraídos por causas diferentes:
- La defensa de la religión.
- El foralismo.
- El mantenimiento de las diferencias fiscales que tenían ciertos grupos sociales como la hidalguía frente al común de los ciudadanos. El liberalismo había cercenado sus privilegios.
El lema carlista «Trono y Altar» articula toda la teoría política oficial. A esto se suma la defensa del foralismo particular de cada uno de los territorios. Las intenciones centralizadoras y los ataques de los liberales al clero, sobre todo la exclaustración y la desamortización, activaron la lucha. Los carlistas pretendían restaurar la legitimidad ateniéndose a la ley sálica que no permitía reinar a las mujeres, por lo que Don Carlos tendría que ser rey.
Conviene insistir en la idea de que la sucesión de Fernando VII no era solo un problema dinástico, ya anteriormente se había planteado la división ideológica por el tímido acercamiento del monarca a los planteamientos liberales.
1.2 Las Guerras Carlistas
Primera Etapa (1833-1835)
En 1833, el infante Don Carlos toma el título de rey de España y comenzó el enfrentamiento. Las primeras partidas rebeldes las organizó Zumalacárregui. La guerra civil es un hecho y se delimitan las zonas. Los carlistas se expandieron; además, había partidas o grupos de guerrilleros por otras partes de España. Esta fase termina con la muerte del general Zumalacárregui en el asedio de Bilbao.
Segunda Etapa (1835-1837)
Desde 1835 hasta 1837, la guerra salió del ámbito regional al nacional. Espartero, al frente de los liberales, rompió el sitio de Bilbao. Las guerrillas carlistas obtienen una victoria en la zona del Maestrazgo. El bajo Aragón fue dominado por el general Cabrera y se configura como la tercera zona carlista. La actitud de la población civil de ciudades y pueblos se opuso a la entrada de las tropas carlistas, tampoco mostró entusiasmo, sino miedo. Salvo en algunos territorios, no se dio apoyo popular a los carlistas ni tampoco a los liberales.
Tercera Etapa (1837-1839)
La contienda se decanta a favor de los gubernamentales. Don Carlos se repliega, pasa el Ebro (frontera del carlismo que se estabiliza territorialmente). Don Carlos organizó un gobierno con ministros.
En los medios militares carlistas se generó una rivalidad. Las diferencias son evidentes entre los partidarios del pacto, representados por el general Maroto, y los apostólicos del general Cabrera. El cansancio y el incierto final de la guerra llevaron al sector pactista a firmar el Convenio de Vergara, sellado por Espartero y Maroto. En él se reconocen los empleos y grados del ejército carlista y se recomienda al gobierno que proponga a las Cortes la devolución de los fueros de las tres provincias vascas y Navarra, armonizándolos con la Constitución.
Cuarta Etapa (1839-1840)
Las fuerzas que aceptaron el acuerdo representaban más de la mitad del ejército carlista, pero la otra mitad continuó la guerra. Espartero liquidó lo que quedaba del ejército carlista. Por las dos partes se llevó a cabo una guerra brutal con escenas y acontecimientos terribles. Cabrera quedó como jefe supremo y se enfrentó al ejército liberal mandado por Espartero. Los últimos leales carlistas se vieron obligados a cruzar la frontera.
Quinta Etapa (1846-1849): Segunda Guerra Carlista
El carlismo no era solo un problema de la persona del rey o la reina, sino que se habían ido forjando grupos ideológicos en torno a ambos pretendientes. Algunas partidas carlistas volvieron a levantarse en la conocida como Segunda Guerra Carlista. Era una respuesta de algunos grupos frente a los intentos de la Casa Real y del gobierno liberal de concertar matrimonio entre Isabel II y Don Carlos Luis.
Este segundo conflicto tuvo lugar de forma discontinua y en espacios distintos.
Sexta Etapa: Final de la Guerra (1849-1876)
En el bienio progresista se podría hablar de una tercera guerra carlista con acción guerrillera. Los restos carlistas se recuperaron con cierta fuerza ante la acción revolucionaria. Al discutirse el artículo de la Constitución referente a la religión, se planteó la libertad de cultos, lo que resultó escandaloso para la opinión pública. Los carlistas desencadenaron levantamientos de partidas. O’Donnell envió fuerzas.
Fueron apresados Carlos de Borbón y su hermano cuando intentaban introducirse en España. Ambos renunciaron a sus derechos a la sucesión. El tercero de los hijos, Juan de Borbón, asumió los derechos y terminó en Madrid pidiendo jurar fidelidad a la reina Isabel. Asumió la herencia dinástica a la muerte de sus hermanos sin mayores pretensiones hasta que su hijo mayor, con el nombre de Carlos VII, tomó la dirección de la causa e inició la cuarta guerra carlista.