El Conflicto Carlista y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)
El final del reinado de Fernando VII se caracterizó por la lucha entre su hija Isabel y su hermano Carlos María Isidro. Tras la abolición de la Ley Sálica en 1832, Isabel se convirtió en reina como Isabel II. Al ser menor de edad, su madre, María Cristina de Borbón, se convirtió en su regente, apoyándose en los liberales más moderados.
El ideario político carlista, inicialmente difuso, se centró en:
- Absolutismo monárquico.
- Recuperación del poder eclesiástico y los valores tradicionales del catolicismo.
- Idealización del mundo rural.
Socialmente, el carlismo se apoyó en un sector del clero que veía el liberalismo como una amenaza contra la religión, y en otros sectores que veían peligrar su situación económica. El carlismo encontró apoyo en zonas periféricas donde el pequeño campesinado tenía importancia.
Las aspiraciones de estos grupos absolutistas desembocaron en tres guerras: las Guerras Carlistas. La Primera Guerra Carlista (1833-1840) comenzó con levantamientos a favor de Carlos María Isidro, que fueron sofocados con facilidad. El bando isabelino contaba con el ejército y las ciudades, mientras que los carlistas reclutaron un ejército popular que utilizaba la guerrilla como táctica militar.
En 1834, las tropas carlistas vencieron a las isabelinas en la batalla de las Amescoas, donde murió el líder carlista Zumalacárregui. Los liberales vencieron en Mendigorría. En 1836, los carlistas realizaron expediciones por toda España para extender la sublevación. La más importante fue la «Expedición Real», que llegó a las puertas de Madrid. En la última fase de esta guerra, destacaron el liberal Espartero y el carlista Maroto. Las victorias de los liberales facilitaron el fin de la guerra.
La Cuestión Floral
En 1839, se firmó el Convenio de Vergara, que puso fin a la Primera Guerra Carlista. Este convenio conciliador establecía que los carlistas admitían a Isabel II como reina y los isabelinos reconocían los cargos militares de los carlistas y prometían mantener los fueros vascos y navarros. Sin embargo, en 1841, Navarra y el País Vasco perdieron algunos de estos fueros.
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) tuvo un ámbito geográfico más reducido y un impacto más limitado. Las consecuencias de las guerras carlistas fueron:
- Inclinación de la monarquía hacia el liberalismo.
- Protagonismo político de los militares.
- Enormes gastos de guerra.
Las Regencias (1833-1843)
El reinado de Isabel II coincidió con una etapa revolucionaria donde la monarquía absoluta se transformó en una parlamentaria. Durante este reinado, dos partidos políticos se disputaron el poder:
- Moderados: Defendían la soberanía compartida, sufragio muy restringido, centralismo administrativo y Estado confesional. Su base social eran los altos estamentos.
- Progresistas: Defendían la soberanía nacional, sufragio censitario, mayor autonomía municipal y cierta tolerancia religiosa. Su base social eran los bajos estamentos.
Durante la minoría de edad de Isabel II, se sucedieron dos regencias:
Regencia de María Cristina (1833-1840)
Se inició un tránsito político del absolutismo al liberalismo. El primer ministro fue Cea Bermúdez, absolutista, cuya política chocó con la de los liberales moderados. En 1834, Francisco Martínez de la Rosa se convirtió en el nuevo ministro e introdujo varias reformas, elaborando el Estatuto Real.
En 1835, se nombró primer ministro a Mendizábal, quien trató de solucionar la grave situación de la hacienda y la guerra carlista. Puso en marcha un proyecto de amplia repercusión histórica: la desamortización de los bienes eclesiásticos y su posterior venta, con la finalidad de solucionar la deuda pública.
En 1836, el pronunciamiento de los sargentos de la Granja de San Ildefonso, que pedían el restablecimiento de la Constitución de 1812, obligó a María Cristina a proclamarla. En 1837, se escribió una nueva constitución que consolidó definitivamente el régimen constitucional en España.
María Cristina favorecía a las tendencias más conservadoras, lo que llevó a los progresistas a formar juntas y redactar un manifiesto por el que María Cristina debía abandonar la regencia. María Cristina se marchó al exilio.
Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero, un ídolo para los progresistas, fue nombrado regente. Durante este periodo, se recortaron los fueros vasco-navarros y se aceleraron las ventas de bienes desamortizados. El acontecimiento que precipitó la caída de Espartero fue una violenta revuelta popular en 1842.