EL ESTALLIDO DE LA GUERRA CIVIL
Entre el 18 y el 19 de julio la mayoría de las guarniciones militares del resto de España se unieron al golpe de Estado. Desde Marruecos, el día 18, el general Franco, se dirigió hacia la Península al frente del ejército de África. El gobierno de la República tardo en reaccionar y en dos días los sublevados ya se habían hecho fuertes en Pamplona, Sevilla, Castilla la Vieja y en parte de Aragón.
El 19 de julio, Casares Quiroga fue sustituido por José Giral, quien decidió entregar armas a las milicias de sindicatos y de los partidos del Frente Popular. Parte del ejército y de las fuerzas de seguridad se mantuvieron fieles al gobierno, y fue posible sofocar el levantamiento en buena parte de España.
El triunfo o el fracaso del alzamiento estuvo relacionado con las condiciones sociales y políticas particulares de cada región del país. El alzamiento fracasó donde las fuerzas obreras y de izquierdas tenían mayor peso. Los sublevados habían previsto que el pronunciamiento militar les permitiera apoderarse de los órganos de gobierno, decretar el Estado de guerra y sofocar cualquier signo de oposición. Pero la evidencia de que el golpe militar no había triunfado originó la división del país en dos bandos y el estallido de la guerra civil.
El bando de los sublevados estaba constituido por todos aquellos que se habían opuesto a las reformas de la Republica. Estaban apoyados e inspirados por el fascismo y se definían como “nacionales” y católicos.
No había unanimidad sobre las acciones a emprender: los altos cargos militares manifestaron su intención de “restableciese el orden” a través de una dictadura militar, y permitir con el tiempo la recomposición de un poder civil en forma de monarquía o república.
Los monárquicos y la CEDA, deseaban la vuelta de la monarquía Alfonsina. Los falangistas pretendían imponer un régimen fascista, y los carlistas la monarquía carlista.
Los leales a la República estaban constituidos por las clases más populares. En su mayoría estaban afiliados o influidos por las organizaciones socialistas, comunistas y anarcosindicalistas. Estaban también las clases medias vinculadas a los partidos republicanos y sectores de la burguesía ilustrada.
Todos ellos defendían esencialmente la legitimidad republicana y encargaban el conjunto de fuerzas sociales, políticas y sindicales que había dado apoyo a las reformas republicanas del bienio de izquierdas y al Frente Popular.
La Guerra Civil española fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas y los regímenes fascistas en ascenso. Pero fue más bien el enfrentamiento armado entre los viejos grupos dominantes de la España de la Restauración, y los grupos emergentes obreros y burgueses. Las reformas eran imprescindibles para la modernización, pero atentaban contra los seculares privilegios de los grupos dominantes. Esos grupos creyeron que se avecinaba una revolución y optaron por el golpe de Estado.
Fue un acontecimiento que apasionó y dividió a gobernantes, medios de comunicación, opinión pública e intelectuales del mundo entero. La opinión democrática progresista mundial estuvo a favor de la República, al igual que los partidos obreros de todo el mundo y la URSS. Las fuerzas conservadoras de las democracias y los gobiernos fascistas veían en el alzamiento de Franco un freno a la expansión del comunismo. También el régimen de Salazar, y el Papado acabó pronunciándose a favor de Franco.
Los sublevados enviaron agentes a los países fascistas con el fin de pedir ayuda militar. El gobierno de la República pidió colaboración militar y política, en primer lugar, a Francia, que también tenía un Frente Popular. Pero los gobernantes de las democracias fueron prudentes por temor a que el conflicto estallase en Europa.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento, y amenazó a Francia de retirarle el apoyo internacional ante Hitler si ayudaba a la república. Francia se plegó e impulsó la creación de un Comité de No Intervención al que se adhirieron veintisiete países. Constituyó una inmensa injusticia para la República, y una de las causas de su derrota.
El gobierno tuvo que comprar armas y productos como y donde pudo. El gobernó de Largo Caballero decidió enviar a la Unión Soviética las reservas de oro del Banco de España. Los consejeros militares soviéticos desempeñaron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como sus consejeros políticos, que ejercieron su influjo a trabes del Partido Comunista especialmente. En el bando republicano, las Brigadas Internacionales prestaron una gran ayuda a las tropas de la República.
Los sublevados fueron los más favorecidos por el apoyo extranjero. La ayuda alemana e italiana en armas fueron las más importantes tanto numérica como tácticamente, Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y se sirvió de la guerra para probar nuevas armas. El apoyo italiano consistió en el Cuerpo de Tropas Voluntarias. Con las tropas de los sublevados combatieron también contingentes de voluntarios portugueses, irlandeses, y de otras nacionalidades, afines al fascismo o de ideología católico-conservadora.
Entre el 18 y el 19 de julio la mayoría de las guarniciones militares del resto de España se unieron al golpe de Estado. Desde Marruecos, el día 18, el general Franco, se dirigió hacia la Península al frente del ejército de África. El gobierno de la República tardo en reaccionar y en dos días los sublevados ya se habían hecho fuertes en Pamplona, Sevilla, Castilla la Vieja y en parte de Aragón.
El 19 de julio, Casares Quiroga fue sustituido por José Giral, quien decidió entregar armas a las milicias de sindicatos y de los partidos del Frente Popular. Parte del ejército y de las fuerzas de seguridad se mantuvieron fieles al gobierno, y fue posible sofocar el levantamiento en buena parte de España.
El triunfo o el fracaso del alzamiento estuvo relacionado con las condiciones sociales y políticas particulares de cada región del país. El alzamiento fracasó donde las fuerzas obreras y de izquierdas tenían mayor peso. Los sublevados habían previsto que el pronunciamiento militar les permitiera apoderarse de los órganos de gobierno, decretar el Estado de guerra y sofocar cualquier signo de oposición. Pero la evidencia de que el golpe militar no había triunfado originó la división del país en dos bandos y el estallido de la guerra civil.
El bando de los sublevados estaba constituido por todos aquellos que se habían opuesto a las reformas de la Republica. Estaban apoyados e inspirados por el fascismo y se definían como “nacionales” y católicos.
No había unanimidad sobre las acciones a emprender: los altos cargos militares manifestaron su intención de “restableciese el orden” a través de una dictadura militar, y permitir con el tiempo la recomposición de un poder civil en forma de monarquía o república.
Los monárquicos y la CEDA, deseaban la vuelta de la monarquía Alfonsina. Los falangistas pretendían imponer un régimen fascista, y los carlistas la monarquía carlista.
Los leales a la República estaban constituidos por las clases más populares. En su mayoría estaban afiliados o influidos por las organizaciones socialistas, comunistas y anarcosindicalistas. Estaban también las clases medias vinculadas a los partidos republicanos y sectores de la burguesía ilustrada.
Todos ellos defendían esencialmente la legitimidad republicana y encargaban el conjunto de fuerzas sociales, políticas y sindicales que había dado apoyo a las reformas republicanas del bienio de izquierdas y al Frente Popular.
La Guerra Civil española fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas y los regímenes fascistas en ascenso. Pero fue más bien el enfrentamiento armado entre los viejos grupos dominantes de la España de la Restauración, y los grupos emergentes obreros y burgueses. Las reformas eran imprescindibles para la modernización, pero atentaban contra los seculares privilegios de los grupos dominantes. Esos grupos creyeron que se avecinaba una revolución y optaron por el golpe de Estado.
Fue un acontecimiento que apasionó y dividió a gobernantes, medios de comunicación, opinión pública e intelectuales del mundo entero. La opinión democrática progresista mundial estuvo a favor de la República, al igual que los partidos obreros de todo el mundo y la URSS. Las fuerzas conservadoras de las democracias y los gobiernos fascistas veían en el alzamiento de Franco un freno a la expansión del comunismo. También el régimen de Salazar, y el Papado acabó pronunciándose a favor de Franco.
Los sublevados enviaron agentes a los países fascistas con el fin de pedir ayuda militar. El gobierno de la República pidió colaboración militar y política, en primer lugar, a Francia, que también tenía un Frente Popular. Pero los gobernantes de las democracias fueron prudentes por temor a que el conflicto estallase en Europa.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento, y amenazó a Francia de retirarle el apoyo internacional ante Hitler si ayudaba a la república. Francia se plegó e impulsó la creación de un Comité de No Intervención al que se adhirieron veintisiete países. Constituyó una inmensa injusticia para la República, y una de las causas de su derrota.
El gobierno tuvo que comprar armas y productos como y donde pudo. El gobernó de Largo Caballero decidió enviar a la Unión Soviética las reservas de oro del Banco de España. Los consejeros militares soviéticos desempeñaron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como sus consejeros políticos, que ejercieron su influjo a trabes del Partido Comunista especialmente. En el bando republicano, las Brigadas Internacionales prestaron una gran ayuda a las tropas de la República.
Los sublevados fueron los más favorecidos por el apoyo extranjero. La ayuda alemana e italiana en armas fueron las más importantes tanto numérica como tácticamente, Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y se sirvió de la guerra para probar nuevas armas. El apoyo italiano consistió en el Cuerpo de Tropas Voluntarias. Con las tropas de los sublevados combatieron también contingentes de voluntarios portugueses, irlandeses, y de otras nacionalidades, afines al fascismo o de ideología católico-conservadora.