El Fascismo y el Nazismo: Auge y Caída de Dos Ideologías Totalitarias

El Fascismo y el Nazismo: La Naturaleza del Fascismo

El fascismo es un fenómeno histórico aparecido en Europa entre las dos guerras mundiales, que consistió básicamente en un movimiento social de ideología totalitaria, agresiva y anticomunista dirigida por un caudillo, que logró seguir masas y en algún caso llegar al poder. Una vez en el poder, los movimientos fascistas implantaron una dictadura sin contemplaciones y no convocaron nunca elecciones libres.

Aspectos ideológicos del fascismo:

  • Subordinación total del Estado en todos los ámbitos de la vida.
  • Anti sindicalismo, anti democratismo, anti igualitarismo.
  • Nacionalismo agresivo.
  • Fe irracional en el líder que tiene el poder.
  • Justificación de la acción violenta.
  • Militarización de la sociedad.
  • Utilización de un vocabulario revolucionario.
  • Sistema económico basado en la autarquía.

El impacto de la Primera Guerra Mundial fue de una importancia capital que permitió la expansión del fascismo y dejó un poso de violencia, a la vez que exacerbó el sentimiento nacionalista.

Con algunos factores como las frustraciones de varios sectores sociales. A todo ello se añadirá la crisis económica. De esta humillación nació una hostilidad contra el estado liberal. Además, muchos jóvenes encontraron en las confusas propuestas de los fascistas una estructura de acogimiento que daba respuesta a sus preocupaciones. Fue, entonces, en este contexto de humillación por el resultado de la guerra y de sentimientos nacionalistas agresivos que floreció el fascismo. Las condiciones óptimas para el triunfo de la ultraderecha surgieron de un estado con una masa de ciudadanos descontentos que no sabían a quién confiar.

El fascismo fue singular porque se diferenciaba de la derecha autoritaria clásica. A diferencia de las dictaduras tradicionales, constituyó un fenómeno de masas con una doctrina aparentemente revolucionaria, personificada por un líder permanente e indiscutido que pretendía encuadrar toda la vida de los ciudadanos por medio de instituciones férreamente dirigidas desde un estado totalitario y dictatorial que no permitía otra libertad que la de su propio partido.

El Fascismo en Italia

Italia, en 1920, era un país de contrastes: el norte era industrial, moderno y burgués, el sur era agrícola y arcaico. La mayor parte de la población activa trabajaba en el campo. Hasta la Primera Guerra Mundial, la hegemonía política había sido compartida por la burguesía del norte y los terratenientes del sur. Terminada la guerra todo parecía volver a la normalidad, pero la guerra había provocado consecuencias psicológicas y económicas particularmente graves: pérdida de vidas humanas, promesas de anexión territoriales frustradas, crisis económica generalizada y desempleo en aumento.

En este ambiente de crisis económica grave, y con el estímulo del ejemplo bolchevique, la tradición de lucha de la clase obrera agrícola e industrial desencadenó una dinámica revolucionaria que dio lugar a ocupaciones de fábricas y de tierras, y convocatorias de huelga continuas.

La ocupación del poder

Entre la aparición del movimiento fascista y su toma del poder pasaron cuatro años: en las elecciones de 1919, el movimiento de los Fasci di Combattimento no obtuvo ningún diputado y su fundador, Benito Mussolini, sólo consiguió 4700 votos. A finales de 1920, los industriales y los propietarios agrarios financiaron el movimiento fascista con el propósito de usarlo como instrumento de disuasión contra los movimientos sindicales. En las regiones del norte y del centro de Italia, los fascistas empezaban a sembrar el terror entre los sindicalistas, los militantes obreros y campesinos, y los miembros de los gobiernos municipales socialistas. En 1921, el movimiento se transformó en partido político: el Partido Nacional Fascista, en las elecciones de 1921 sólo obtuvo 32 diputados. Desde entonces, Benito Mussolini trabajó para acceder al poder. Mientras tanto, su partido intensificó las acciones de terrorismo contra los demócratas con la connivencia del Estado: la policía, el ejército, los magistrados y el gobierno hacían la vista gorda ante todo tipo de violencia.

Para octubre de 1922, en un congreso celebrado en Nápoles, los fascistas programaron una marcha sobre Roma si no les era concedido el poder. Esta decisión se presentó como un ultimátum al rey. Advertido de la amenaza de los fascistas, el presidente del gobierno pidió al rey Víctor Manuel III que proclamara el estado de sitio, pero el monarca no sólo se negó, sino que pidió a Mussolini que se hiciera cargo de la presidencia del gobierno. Era la primera vez que un jefe de partido fascista asumía el poder en Europa. La marcha sobre Roma era la puesta en escena de un acto teatral, la acción principal se pactó entre bastidores. Era el 30 de octubre de 1922.

Las fases políticas del fascismo

Del 1922 al 1924, el fascismo se comportó de puertas afuera como una fuerza legal y democrática. De puertas adentro, se prepararon para asumir el poder absoluto, y desarrollaron su táctica: impedimento del regreso de diputados de la oposición en el Parlamento, promulgación de las Leyes de Defensa del Estado mediante las cuales se convirtió en partido único, creación de tribunales especiales y de una policía política, etc.

Desde 1930 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el fascismo italiano continuó con su línea de concentración del poder, de encuadramiento de las masas en el seno de un Estado totalitario y de control de la economía, sobre todo a partir de la crisis de 1929: dirigió campañas de productividad agraria y de bonificación de tierras y promovió obras públicas. Mussolini se convirtió en Il Duce, fuente de todo poder y de toda decisión. Todo el mundo estaba encuadrado en este Estado por medio de las organizaciones juveniles, del Partido o de los sindicatos. Hacia 1938, Mussolini, impresionado por la eficiencia alemana, comenzó a imitar los tics rituales del nazismo, sería un aliado fiel durante toda la Segunda Guerra Mundial.

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