El Imperio Español bajo Carlos V
Instituciones
Además de los conflictos y revueltas, destaca la organización de ciertas instituciones durante el reinado de los Austrias mayores. El aparato de gobierno del Imperio era complejo. Junto al rey, sus secretarios y ayudantes tomaban las decisiones, apoyados por grandes Consejos especializados.
Estos Consejos, encargados de resolver asuntos de gobierno, variaban en número. Algunos se centraban en territorios específicos, como los Consejos de Aragón, Italia, Flandes y el preeminente Consejo Real de Castilla, base del Estado. También se estableció el Consejo de Indias para América. Otros Consejos se especializaban en áreas como Hacienda, Órdenes Militares, Guerra, Inquisición y, posteriormente, el Consejo de Estado para política exterior.
Las Cortes, de carácter estamental, seguían celebrándose por reinos (Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña), pero perdieron importancia, convocadas solo para obtener subsidios. Los gobiernos locales se encomendaban a Concejos o Cabildos (alcaldes, regidores…) y a corregidores, representantes del rey. Estas posiciones eran ocupadas por las oligarquías urbanas.
La justicia recaía en las Audiencias. Fuera de Castilla, el virrey ostentaba la máxima autoridad con poder civil, militar y judicial. También se establecieron virreinatos fuera de la Península (Nápoles, Sicilia, América…). El poder real se complementaba con un poderoso ejército, cuya manutención consumía gran parte del tesoro. La Iglesia, con gran influencia en asuntos civiles y religiosos, se unió a la Monarquía, ejemplificado por la Inquisición.
Política Exterior
Carlos V creía que el Imperio español tenía una misión histórica: mantener una monarquía cristiana y universal, liderada espiritualmente por el Papa y políticamente por él, frente a las amenazas de los príncipes protestantes, los turcos y las ambiciones francesas. Esta idea imperial, no compartida por otros reyes, lo involucró en continuas guerras, priorizando su título de emperador sobre el de rey de España.
Guerra con Francia
Con precedentes medievales, la guerra con Francia, constante en la política de Fernando el Católico, estalló por el control de Italia y la pugna por Flandes y Borgoña. Carlos V y Francisco I chocaron por sus aspiraciones coincidentes. El control de Milán era crucial para las comunicaciones imperiales.
Hubo tres guerras con Francia. La primera (1521-1525) terminó con la derrota francesa en Pavía y la captura de Francisco I. El Tratado de Madrid (1526) obligó a Francia a devolver Borgoña y renunciar a Italia, pero Francisco I lo incumplió al ser liberado. En 1526, las luchas se reanudaron, culminando con el saqueo de Roma por tropas imperiales en 1527. La Paz de Cambray supuso la renuncia española a Borgoña y la francesa a Italia. Carlos I fue coronado emperador en Bolonia. La tercera guerra, con varios episodios, finalizó con la Paz de Crépy, dando a España la supremacía en Italia. La última guerra, con Felipe II, culminó con la victoria española en San Quintín (1557).
Guerra con Alemania (Príncipes Protestantes)
Esta guerra tuvo dos frentes: contra los protestantes (Reforma de Lutero) que rompieron la unidad católica, y contra los príncipes alemanes que buscaban independencia del emperador. La secularización de bienes eclesiásticos provocó el conflicto. A pesar de las victorias españolas (Mülhberg), la Paz de Augsburgo (1555) concedió libertad religiosa a los príncipes, pero no a sus súbditos.
Guerra con los Turcos
El Imperio Otomano, potencia en el Mediterráneo oriental, buscaba expandirse por Centroeuropa y el norte de África. Los enfrentamientos navales eran constantes, con la piratería turca atacando las costas. Carlos I conquistó Túnez, pero la derrota en Argel convirtió el Mediterráneo en un «lago turco». Las tropas turcas fueron detenidas en Viena.
Conclusión
Con Carlos V, la Casa de Austria (Habsburgo) inició su reinado en España, marcando el comienzo del Imperio español, que duró hasta el siglo XVIII. El siglo XVI fue de auge y esplendor, mientras que el siglo XVII trajo una lenta decadencia. Los dos siglos de la dinastía de los Austrias representaron el máximo poderío, el florecimiento cultural del Siglo de Oro, la expansión mundial y la identificación del poder con la defensa del catolicismo. Sin embargo, problemas internos y externos llevaron a la pérdida de la hegemonía europea, consumada con la muerte de Carlos II en 1700.